Primero, estaban los papeles de Mila, todo parecía normal, luego, estaban los papeles de Fernanda, estaba todo bien, pero la siguiente carpeta, la de ella, lucía más abultada.Carmen la sacó y la abrió para darse cuenta de que todo, absolutamente todo en su vida, era una mentira, ella no era quien pensaba ser, es que ni su nombre era el mismo y hasta su fecha de nacimiento era diferente.Ella solo sabia que eran sus papeles porque allí estaban sus fotos del orfanato y luego de eso, la foto de sus supuestos padres.«¿Los Beltrán? ¿Esos no son…? ¿No son los mafiosos de los que me habló Marcus?» Recordó Carmen pasando la página rápidamente, nerviosa, cuando se encontró con un larguísimo testamento, enumerando múltiples propiedades, empresas y una cuantiosa fortuna para la heredera.«¿Esto es lo que Marcus quería?, entonces, ¿él conocía mi verdadera identidad? Una vez él me contó que su padre estaba peleando por la herencia de los Beltrán, quizás… Por eso Marcus me pidió matrimonio…»
El resto de la madrugada Carmen no durmió, se la pasó dando vueltas en su cama y caminando por su habitación, pensando en lo que debía y en lo que podía hacer.Por años, le mintieron, la denigraron, la trataron de sirvienta, la insultaron, por años ella lo soportó todo de los Hidalgo, agradecida de que la hubieran salvado de un orfanato, cuando en realidad la estaban utilizando y Marcus, no se salvaba de entre esa familia, pues era obvio que con el matrimonio, él también pretendía utilizarla.Pero eso se iba a acabar, Carmen, no seguiría siendo el juguete o la marioneta de nadie, porque finalmente ella iba un paso delante de los demás ahora que había descubierto la verdad y que nadie lo sabía.Lo más difícil y lo que le tomó más días en solucionar a Carmen, fue escapar del chófer y de los escoltas que Marcus le había puesto, supuestamente, para evitar que Bastián se la llevara de nuevo.Pero ahora que Marcus estaba tan ocupado buscando la manera de entrar en la mansión de Bastián
—¿Quién te dijo eso, niña? — Preguntó el abogado con cautela, todavía sospechando de Carmen.—Aparece en el testamento, es una cláusula para comprobar mi identidad y entregarme la herencia, yo misma lo vi… — Explicó Carmen.—Si lo viste, ¿por qué no trajiste los papeles qué tuviste en tus manos? —Eso… — Carmen dudó por un instante, pero ya había entendido que no podía mostrar debilidad. — Eso no se lo puedo mencionar, por lo menos no hasta que usted me demuestre que es de confianza, ¿entiende? El abogado se mantuvo por un instante en silencio, escudriñándola, mientras que Carmen se mantuvo firme e implacable.—Muy bien, parece que está usted muy segura, señorita… —Carmen Hernández… — Lo interrumpió Carmen rápidamente. — Por lo menos hasta que sea necesario, esa será mi identidad…—Comprendo.El abogado asintió, comenzó a recoger algunas cosas y acomodó todo en un maletín, unos minutos después, él pasaba por un lado de Carmen, hacia la salida de la oficina.—Sígame…
Carmen notó como las dos mujeres con batas blancas se miraron entre sí con una expresión de preocupación y de inmediato, ambas se retiraron hacia otra sección del laboratorio.—¿Si lo entiende? ¿Lo que sucederá? — Insistió el abogado, notando a Carmen con la mirada perdida.Carmen se aclaró la garganta y volvió a tomar una bocanada de valor y convicción para mantenerle la mirada con mucha seguridad al abogado.«Tengo que recordar que esta es una familia de mafiosos… ¿Qué puedo esperar?» Sopesó ella.—Sí, supongo que… Desapareceré o algo así… — Contestó Carmen finalmente, como si no le importara.—Que bueno que lo entienda… — El abogado se irguió sorprendido, pues no se esperaba tanta tranquilidad por parte de la joven. — Bueno, eso me da mucha más confianza en usted… —¿Todas las chicas que han intentado hacerse pasar por…? — Intentó preguntar Carmen con curiosidad.—¿La heredera? Quiero decir, ¿por usted?— Terminó la frase el abogado.—Sí, por mí… — Disimuladamente Carm
Él estiró su mano sobre el asiento, hacia la mano de ella, pero Carmen la esquivó de inmediato, ante la respuesta de Carmen, Bastián apretó los labios, intentando esconder una mueca de dolor.—¿Quién más lo sabe? — Preguntó Carmen, arrugando el entrecejo.—Solo lo sabía mi padre… Y yo… — Murmuró Bastián, manteniendo la vista fija hacia ella, esperando que en algún momento ella lo mirara a él.—¿Y Marcus…? — Indagó Carmen, todos los músculos de Bastián se tensaron al escucharla preguntar por él.—Se supone que no debería saberlo nadie más, pero creo que de alguna manera, él también lo sabe… O por lo menos lo sospecha. — Explicó Bastián, a lo que Carmen solo asintió, pensativa.—Bien, eso era lo que quería saber… — Carmen tragó grueso, al tiempo que Bastián endureció el gesto, ¿eso era lo que a ella le importaba?, ¿saber si Marcus lo sabía? Repentinamente, la voz de Carmen interrumpió los pensamientos de Bastián.—Y también… Te quería decir que… Lo entiendo, Bastián, hasta c
—Te amo Bastián y siempre lo he hecho, siempre te he amado… — Repitió Carmen, cuando de pronto sintió las grandes manos de Bastián que la apretaban por los brazos con fuerza, casi al punto de lastimarla, como si él se sostuviera de ella, mareado.—Aun… ¿Aun con todo lo que he hecho? — Bastián tragó grueso, arrugando el entrecejo. —¿Qué? — Está vez fue Carmen quien lo observó, confundida, por esa pregunta.—Carmen, no soy… No soy bueno y lo poco bueno que he hecho, no lo hice de buena voluntad… — Continuó Bastián, mientras que Carmen lo seguía observando sin entender. — Soy un mafioso, ¿recuerdas? El jefe de una organización y como tal, he… He hecho cosas terribles… He asesinado a gente, he torturado, he sido cruel y vengativo, he hecho muchas cosas malas que han perjudicado a personas buenas, incluso a ti misma… — Bastián tragó grueso por lo que estaba a punto de decir. — He llegado a… Bastián apretó los labios, en sus ojos se marcaba el temor y el dolor de lo que se guardab
Dos sirvientas se encargaron de abrir las enormes y antiguas puertas de madera, jalando la manija cada una a cada lado, mientras que las otras cuatro sirvientas de la mansión, esperaban en el pasillo, dos de cada lado, todas con el rostro inclinado, como una reverencia.—Buenas tardes, señor Hidalgo. — Vocearon las seis empleadas al mismo tiempo, como un coro, cuando el dueño y señor de la casa entró.—Buenas tardes. — Mascullo Bastián Hidalgo, entregando el maletín a una de las empleadas, al tiempo que otra lo ayudaba a quitarse el saco.—Señor, la cena se servirá en un momento, si gusta… — Comenzó a explicar una de las sirvientas, cuando la gruesa y autoritaria voz de su jefe la acalló.—No tengo hambre, no deseo comer nada, tuve un día muy pesado en la oficina y me duele la cabeza, así que iré a mi habitación a descansar y no quiero que nadie me moleste… — Gruñó Bastián a todo pulmón.—¡Sí, señor! — Asintieron las seis sirvientas al unísono, manteniendo la cara agachada.
Las grandes puertas del salón principal se abrieron y Bastián Hidalgo hizo su entrada, mientras que terminaba de acomodarse la chaqueta del traje, al mismo tiempo, todas las personas presentes en el salón bajaban la vista en forma de una pequeña reverencia, excepto por una sola persona, su madre.—¡Vaya! Hasta que por fin te puedo ver… — Vocifero Mercedes, la madre de Bastián.—Sabes que siempre estoy muy ocupado, madre… — Bastián levantó la vista, dándose cuenta, finalmente, de que Mercedes, no era la única persona que lo esperaba, pues ella venía con varios invitados más.—Esa no es excusa para que ignores a tu madre, Bastián. — Se quejó Mercedes, al tiempo que levantaba una mano, para que su hijo le besara el dorso, en forma de respeto y como un saludo.—No te he ignorado… — Murmuró Bastián con cierta espina de sospecha, para luego tomar la mano de su madre y besarla, como ella lo esperaba.Una preocupación abordó la mente de Bastián, «¿ha llegado el momento?»—No me res