Las grandes puertas del salón principal se abrieron y Bastián Hidalgo hizo su entrada, mientras que terminaba de acomodarse la chaqueta del traje, al mismo tiempo, todas las personas presentes en el salón bajaban la vista en forma de una pequeña reverencia, excepto por una sola persona, su madre.
— ¡Vaya! Hasta que por fin te puedo ver… — Vocifero Mercedes, la madre de Bastián.
— Sabes que siempre estoy muy ocupado, madre… — Bastián levantó la vista, dándose cuenta, finalmente, de que Mercedes, no era la única persona que lo esperaba, pues ella venía con varios invitados más.
— Esa no es excusa para que ignores a tu madre, Bastián. — Se quejó Mercedes, al tiempo que levantaba una mano, para que su hijo le besara el dorso, en forma de respeto y como un saludo.
— No te he ignorado… — Murmuró Bastián con cierta espina de sospecha, para luego tomar la mano de su madre y besarla, como ella lo esperaba.
Una preocupación abordó la mente de Bastián, «¿ha llegado el momento?»
— No me respondes las llamadas, no me devuelves los mensajes, no has ido a visitarme y cada vez que yo pretendía venir a verte, daba la casualidad de que no estabas presente… No tuve otra opción más que venir de sorpresa un día de semana, para poder encontrarte y además tuve que exigirle a las inútiles de tus empleadas que te llamaran, ¡que falta de respeto tan grande! — Se quejó Mercedes, volteando los ojos con hastío.
— No fue una falta de respeto, madre, ya te lo dije, he estado muy ocupado en la empresa, por lo que llego muy cansado… Y por lo mismo, les ordené a todas mis empleadas que nadie me molestara… — Mascullo Bastián de mala gana, intentando contener su incomodidad por la actitud rígida de su madre.
— Como sea, aprovechemos el tiempo y vayamos al grano… — Mercedes lo miró a los ojos. — Sabes para qué estamos aquí, ¿o no?
— No tengo ni la menor idea, madre… — Replicó Bastián paseando la vista por el salón con el entrecejo arrugado, detallando a cada uno de los invitados de su madre.
Efectivamente, él sabía por qué estaban allí, pero no quería tener que lidiar con esto y mucho menos ahora que faltaba tan poco, por eso había estado esquivando a su madre durante todo el lapso que le fuera posible, porque Bastián necesitaba tiempo.
— Bueno, hijo… — Mereces se levantó del sofá, para pasearse por el salón, al tiempo que hablaba como si estuviera dando un discurso. — Necesitaba hablar contigo para terminar de consolidar los detalles de tu matrimonio… Bastián ya es momento de que te cases.
*
Carmen seguía con el corazón acelerado, no era nada fácil para ella deshacerse de todas las intensas sensaciones que le producía estar con Bastián, el único hombre con el que ella había estado, el único hombre al que ella se había entregado en cuerpo, alma y corazón.
Todo, absolutamente todo de Carmen le pertenecía a Bastián, sin restricciones, y ella no tenía ningún arrepentimiento al respecto, a pesar de ser solamente la amante, la sirvienta con la que su jefe se acostaba a escondidas, sí, era doloroso verse de esa manera, pero para Carmen, era más doloroso no poder estar con el amor de su vida.
Así que, luego de acomodarse la ropa y refrescarse varias veces el rostro, Carmen se sintió lo suficientemente apaciguada como para salir a enfrentar a Mercedes, la madre de Bastián.
Aunque el corazón de Carmen seguía estando algo inquieto, pero ya no era solo por Bastián, sino por tener que ver una vez más a esa mujer, Mercedes de Hidalgo, quien era toda una señora, obviamente, pero una llena de orgullo, prepotencia, arrogancia, con una habla ofensiva y denigrante, llena de altivez.
Ya Carmen había vivido muchas malas experiencias con esa mujer, cuando era solo una jovencita, y comenzó a trabajar con la familia Hidalgo como sirvienta.
Por suerte, ahora Carmen solo la veía ocasionalmente, pero eso no dejaba de ponerla nerviosa.
Aunque ella hubiera preferido esquivar este mal momento, Carmen bajó, decidida a seguir las órdenes de su señor y abrió la puerta del salón para entrar a sus labores, sirviéndole a la visita, cuando para su sorpresa, Carmen notó que la señora Mercedes no era la única visitante.
La gran señora Mercedes Hidalgo estaba siendo acompañada por su otra hija, Carolina Hidalgo, el esposo de Carolina, Nicolás Torres, y su hijo, Marcus Torres, una visita poco común, pero explicable, porque eran familia.
No obstante, había algo más extraño o poco habitual y era que también los acompañaban una pareja de personas mayores, desconocidas para Carmen, además de una joven, muy hermosa.
— Muy bien, pasemos al comedor… — Anunció la señora Mercedes a sus acompañantes, dejando a Carmen todavía más confundida.
— ¿Ocurrió algo? — Preguntó Carmen en un susurro a otra compañera del servicio.
— Van a cenar… ¡Vamos, muévete rápido, ya sabes cómo es la señora Hidalgo! — La apuró la otra sirvienta.
Y sin obtener una respuesta satisfactoria, Carmen tuvo que correr tras las otras domésticas para empezar a preparar todo para la cena.
*
Bastián se encontraba sentado en la cabecera de la enorme mesa del comedor, con todos sus invitados sentados a los costados, al tiempo que su madre, como de costumbre, ocupaba el otro extremo.
La expresión de Bastián se veía más malhumorada que siempre y su mirada parecía perdida, como si estuviera atrapado en sus propios pensamientos.
Mientras que el resto de los invitados charlaban sobre negocios, modas, trivialidades y compartían algunas sonrisas, algo muy extraño estaba sucediendo, Carmen lo presentía y no le daba buena espina.
— ¡Carmen!, ¡¿qué haces?! — Voceo otra sirvienta a su lado, Fernanda, haciendo sobresaltar a Carmen.
Ella observaba escondida desde la puerta de la cocina, como se desenvolvía la cena, ella quería saber de qué se trataba la extraña reunión, quería escuchar más sobre lo que decían, pero Fernanda, había mantenido a Carmen en la cocina ocupada y no la había mandado afuera.
Solo que ahora todo el personal estaba ocupado y solo Carmen estaba disponible.
— ¿Eh? Lo siento… Es que yo… — Volteó Carmen de un salto.
— Ya… Concéntrate, estamos trabajando y ellos están celebrando un momento muy importante… — Explicó Fernanda mirándola a los ojos con mucha seriedad.
— ¿Un momento muy importante…?, ¿qué…? — Balbuceó Carmen todavía más confundida, cuando Fernanda le entregó una costosa botella de vino.
— Toma… — La interrumpió Fernanda con total autoridad. — Ve a servirles el vino y vuelves inmediatamente, no te quedes allá escuchándolos.
— ¿Qué? — Carmen arrugó el entrecejo, ¿por qué Fernanda dijo eso?
— Vamos, ve, rápido… — Fernanda le dio un pequeño empujoncito.
«Ella estará bien, solo le tomará un momento servirles unas copas y volverá rápido, no tiene que escucharlos», sopesó Fernanda observando por un momento a Carmen desde la distancia, para luego seguir con sus labores.
Y con un pequeño trastabilleo, Carmen salió de la cocina, justo cuando otras empleadas terminaban de retirar los platos de la mesa, ósea que solo faltaba servirles el vino y seguro que, luego de un par de copas o quizás tres, esa gente se marcharía, supuso Carmen para llenarse de alivio.
Así que, Carmen tomó convicción y comenzó a pasar de puesto en puesto, sirviendo cada copa como corresponde, cuando resonó en sus oídos un comentario que le heló la sangre.
— Muy bien, Bastián, entonces este fin de semana haremos una pequeña recepción aquí mismo, algo muy íntimo, para anunciar tu compromiso… — Concluyó la voz de Mercedes, sentada a la espalda de donde estaba Carmen.
El corazón de Carmen dio un fuerte sobresalto y todas las extremidades se le pusieron repentinamente rígidas, al tiempo que sus pensamientos salieron volando, «¿qué dijo…?, ¿dijo compromiso…?, ¿acaso están hablando…?, ¿del compromiso de Bastián?»
— ¡Oye! — La fuerte voz de una joven hizo reaccionar a Carmen, quien bajó la vista sorprendida, dándose cuenta de que el vino que estaba sirviendo, ya se estaba derramando de la copa de la hermosa joven que estaba sentada en la mesa, acompañando a los invitados y la chica se había manchado el vestido, por lo que Carmen levantó la botella rápidamente.
Pero antes de que Carmen pudiera disculparse con la hermosa chica, como una ráfaga, llegó un pensamiento muy certero en la mente de Carmen, «¿era ella?, ¿esa hermosa joven sería la prometida de Bastián?»
Temblorosa, Carmen dio un paso hacia atrás, largando la botella de vino que cayó al suelo, haciéndose añicos.
— ¡Esto es inaudito! — Se escuchó el grito de Mercedes, quien se levantaba de la mesa, indignada y furiosa ante el trato que recibió su invitada.
Pero Carmen parecía no escucharla, era como si sus oídos se hubieran llenado de estática, ella solo escuchaba un zumbido, mientras que iba retrocediendo lentamente, al tiempo que miraba fijamente a Bastián, quien también la veía con mucha seriedad, estando ambos bajo la atenta y sorprendida mirada de todos los invitados y todo el personal de la casa.
— ¡Carmen! — Se levantó Bastián repentinamente de la mesa, resonando su gruesa voz, intentando hacerla reaccionar, pero ella seguía igual, perpleja, estupefacta, dando pequeños pasos hacia atrás, temblorosa, mientras que los ojos se le iban cristalizando.
— ¡Lo siento mucho, señor! — Fernanda, corrió hacia un lado de Carmen, sosteniéndola por los hombros, al tiempo que hincaba su rostro en forma de reverencia y disculpas ante todos los invitados. — Lo lamento mucho, perdónennos todos, es que mi compañera últimamente ha estado muy nerviosa, bajo mucho estrés… Perdón, perdónenla.
Sosteniéndola cuidadosamente por los hombros y empujándola con amabilidad, Fernanda sacó a Carmen de ese comedor hacia su habitación, lejos de la atenta y furiosa mirada de todos los presentes.