El día de la fiesta de compromiso había llegado y hasta ahora, aunque con muchas dificultades, Carmen había logrado esquivar a Bastián, para ella, su examante.
No fue nada fácil, sobre todo considerando que vivían en la misma mansión, pero era un lugar muy grande en el que ella podía esconderse en el día, cuando él no estuviera trabajando y por las noches, Carmen se esforzaba trabando la puerta de su habitación con algún mueble pesado o se quedaba en la habitación de otra empleada, simulando sentirse mal.
Hasta ahora todos sus esfuerzos habían dado sus frutos, pues no tuvo que tropezarse con su jefe y lo poco que vio a Bastián, fue en momentos en los que había alguien más presente, por lo que él no pudo acercarse.
Claro, Carmen era muy consiente de que no podría esquivar a Bastián toda la vida, en algún momento ella tendría que volver a enfrentarlo, pero por ahora, era bueno hacerle notar a su jefe, que ella no estaba de acuerdo en seguir con su relación clandestina ahora que él se casaría.
Mientras tanto, Carmen se sentía a salvo, pues estaban trabajando en la fiesta de compromiso de Bastián, en la que llegaron más invitados de lo que ellos estaban esperando, y eso significaba, que entre tanta gente, Bastián no podría acercarse a Carmen.
Por lo que, Carmen cumplía con sus actividades con mayor tranquilidad y sin percatarse, de que una intensa mirada no dejaba de seguirla en la distancia, por donde ella pasara.
— Oye, Carmen… ¿Necesitas un descanso? — La abordó repentinamente Fernanda en la cocina, cuando Carmen pasaba por otra bandeja de entremeses para repartir entre los invitados.
— ¿Eh? No, claro que no y mucho menos con tanto por hacer… — Respondía Carmen sin siquiera mirarla, muy concentrada en su trabajo.
— Es que… No te has detenido ni un instante, tienes todo el día caminando, arreglando y sirviendo, no te he visto tomar un descanso y… Sé que debe ser muy duro en un día como hoy…
— Estoy bien… — La interrumpió Carmen, mirándola a los ojos con convicción. — Hoy tengo mucha energía, ¿sí?, eso es todo… — Recogió la bandeja y volvió afuera, para seguir atendiendo a los invitados.
Una nueva ronda de entremeses fue repartida, Carmen debía esperar a que estuvieran listas las siguientes rondas de botanas, pero ella no estaba dispuesta a quedarse sin nada que hacer, así que se dirigió hacia la barra de licores, para servir una bandeja con copas de champán.
— Gracias… — Un joven amable se dirigió a Carmen cuando esta le entregaba la última copa que le quedaba en la bandeja.
— Un placer servirle, señor. — Carmen se inclinó ligeramente sin mirarlo, dándose la media vuelta para seguir con su trabajo, cuando el joven volvió a hablarle.
— ¿Y no quieres saludarme o es que ya no te acuerdas de mí?, mira que hace poco vine a la mansión y también me ignoraste… — Insistió la voz del joven.
Carmen levantó la vista con curiosidad y entonces reconoció al hombre, se trataba de Marcus, el sobrino de Bastián.
Bueno, en realidad Bastián y Marcus no compartían un lazo de sangre como tal, pero el padre de Marcus, un hombre maduro y viudo, se había casado con Carolina, la hermana de Bastián hace varios años, por lo que ya Marcus era considerado como parte de la familia Hidalgo.
— Oh, claro, señor… — Carmen volvió a inclinarse ligeramente, sonrojándose, avergonzada por su error. — Lo lamento, no lo había visto bien y…
— Está bien, tranquila, Carmen… — Marcus le sonrió con amabilidad. — Tenía algún tiempo sin pasar por aquí y entre tanta gente, supongo que no te diste cuenta de quién era… — Se encogió de hombros como si no hubiera pasado nada.
— Eh, sí… Claro, señor.
— ¡No me llames señor!, eso suena muy raro…
Carmen le sonrió tenuemente recordando que este joven, Marcus, siempre había sido un hombre amable con ella.
Ellos se habían conocido hacía varios años, cuando su padre se comprometió oficialmente con la señorita Carolina y en ese entonces, Marcus parecía muy renuente con toda la familia Hidalgo, él estaba enojado, muy enojado de que su padre volviera a contraer matrimonio.
Pero con Carmen todo fue muy diferente, en ese entonces, ellos parecían haber creado una conexión, quizás porque Carmen y Marcus tenían casi la misma edad, a diferencia de Bastián, quien es mayor, por lo que, con la única que Marcus se llevaba bien en toda la mansión Hidalgo, era con Carmen.
Sin embargo, esa época de jovencito rebelde ya había pasado, Marcus ahora era un hombre maduro que aceptaba y a su nueva familia y su nueva posición.
Y no solo era agradable, sino que también Marcus era muy atractivo, alto y elegante, con piel muy blanca, cabellos y ojos claros como la miel, con unos ojos que solo expresaban calma y simpatía.
Definitivamente, Marcus no era como Bastián y eso se le notaba, él no era como ninguno de los Hidalgo, prepotente o frío, todo lo contrario, Marcus era cálido, sonriente y humilde.
Y esas cualidades la demostraba Marcus en medio de la fiesta, al charlar como si nada con una sirvienta como Carmen, contando anécdotas y chistes, haciendo preguntas tontas y logrando que ella se olvidara por un instante de todas sus preocupaciones.
— No has cambiado en nada… Sigues siendo tan linda como siempre… — Comentó repentinamente Marcus.
— Eh… ¿Qué? Yo… — Carmen se puso colorada como un tomate, bajando la vista ante el repentino elogio.
— Quiero decir, no lo digo solo por el exterior, es que siempre has sido muy amable conmigo y con todos, desde que llegué a la familia… — Continuó explicando Marcus. Al levantar la vista ligeramente, Carmen pudo notar un ligero rubor en las mejillas del atractivo joven. — Todavía no entiendo como te pusieron de sirvienta tan repentinamente, cuando tú…
— ¿Qué crees que haces? — Se escuchó un gruñido y todas las alarmas se activaron.
Carmen volteó ligeramente, notando la imponente figura de Bastián a su espalda, tan rígido como siempre y con su eterna expresión furibunda.
— ¿Qué? Yo… Lo lamento mucho, señor… — Comenzó a excusarse Carmen, apartándose, a punto de pegar una carrera para salir de allí y alejarse, cuando la voz de Marcus, la sorprendió.
— Tranquilo, tío… Yo solo saludaba a Carmen, hace mucho que no la veía y… — Intentó explicar Marcus, pero eso no valió de nada, Carmen pudo ver la rabia en los ojos de Bastián y como las venas de su frente brotaban.
— Guárdate tus excusas, Marcus… Esto no te concierne. — Replicó Bastián y en un instante ya estaba tomando por un brazo a Carmen para arrastrarla lejos de los invitados.
Esto se había salido del guion, el corazón de Carmen latía a toda borda, no se suponía que las cosas resultarán así, Bastián no debía acercarse a ella de esa manera frente a la familia y mucho menos en medio de una fiesta, ¿y en la fiesta de su compromiso?, ¿qué le estaba pasando?
Él se la había llevado, la había arrastrado hacia un punto apartado de la fiesta sin importarle la mirada de algunos invitados y su sobrino, luego de alejarse lo suficiente de la vista de los curiosos, Bastián hizo entrar a Carmen en la biblioteca de la mansión.
— ¿Qué se supone que haces? — Preguntó Bastián nuevamente, luego de cerrar la puerta, girándose sobre los talones para acercarse a Carmen, quien retrocedía, temblorosa, hasta chocar su trasero con el escritorio.
— Señor… — Carmen apretó sus manos frente a ella, temblorosa, inclinándose como una disculpa ante su jefe. — Lo lamento, estaba trabajando y me entretuve, no volverá a suceder, se lo juro…
— Sabes que no me refiero a eso… — Una vez frente a ella, Bastián tomó a Carmen por la barbilla, levantándole el rostro hacia él y acercándolo. — Has estado esquivándome todos estos días, te has escondido de mí y para colmo, ¿te encuentro coqueteando con otro hombre? — Gruñó con la mandíbula apretada, era evidente que Bastián estaba enojado, muy, pero muy enojado, Carmen tragó grueso. — ¿Acaso no te quedó claro lo que te dije en nuestra última charla?, ¡¿qué eres mía y eso nunca va a cambiar?! — Voceo con autoridad.
— Señor, yo… — El corazón de Carmen parecía que iba a detenerse, era una liga de emociones que ni ella misma podía comprender o asimilar, ¿miedo, felicidad, rabia, amor?
Las palabras de Bastián podrían paralizar el corazón de cualquiera chica, “¡Eres Mía!”, eso podía sonar muy romántico en algunos casos, sin embargo, él lo gritaba al mismo tiempo que se comprometía con otra.
Carmen intentó concentrarse, este era el momento indicado, ella no quería ser la amante en medio de un matrimonio y para colmo tener que convivir con ellos, eso se lo tenía que dejar muy claro a Bastián, así que ella se llenó de valor y cuando fue a abrir la boca para decirlo, la puerta de la biblioteca volvió a abrirse.
— ¿Tío Bastián?
Marcus había entrado y los había encontrado en una situación bastante comprometedora, viendo como Bastián tenía a Carmen acorralada contra un escritorio y le sostenía el rostro con su cara muy, pero muy cerca de la de ella.