Conocí a Damián en la Universidad, en el año 2010, cuando yo tenía 19 años y recién empezaba a estudiar magisterio. En cambio, él ya era un veterano, tenía 25 años y estaba terminando la carrera de Administración de Empresas. La verdad es que me fijé en él desde la primera vez que lo vi, en una charla a los novatos en el salón de actos de la Universidad. Me encantaba como se expresaba, la seguridad con la que lo hacía, lograba tener a todos los alumnos nuevos muy atentos. Además era un hombre muy apuesto (y lo sigue siendo). Cómo lo describiría... Alto, 1.85 apróximadamente, unos ojos negros penetrantes, pelo negro corto, barba de dos días, un cuerpo bastante atlético, que no era el de David Beckham, pero tampoco el de un flaco raquítico. Bueno, me sentí atraída a él desde el primer momento que lo vi, pero no me atreví a hablar con él hasta un mes más tarde, en la biblioteca. Yo estaba perdida y muy alterada con un trabajo de literatura que tenía que entregar esa tarde y todavía no llevaba ni la mitad hecho. Al parecer, él me vio gesticular y vociferar desde la lejanía, y por eso se acercó a ofrecerme su ayuda. Gracias a él, pude terminar el trabajo en menos de una hora, y después me invitó a tomar algo en la cafetería de la Universidad. Bueno sí, él que me habló fue él, pero eso da lo mismo, ¿no? Lo importante es que a las tres semanas, ya estábamos saliendo.
Mis padres lo conocieron a los tres meses, cuando por fin me atreví a presentárselo. A mi madre le cayó bien después de una hora de charla, a mi padre... bueno, digamos que costó un poquito más, pero más por temor a perder a su amada hija que porque Dami le cayera mal o le diera una mala impresión, después de todo era un chico presentable, responsable, a punto de graduarse en una de las carreras más difíciles que hay, era un candidato al que no le podían poner ningún pero. Pero finalmente, poco a poco y paso a paso, fueron formando una relación suegro-yerno bastante amigable, y si bien mi padre trataba de mantenerlo a raya y no darle más confianza de la necesaria, cuando se soltaban y se ponían a hablar de fútbol u otros intereses en común, daba la impresión de que se conociesen de toda la vida.
El momento más duro de nuestro noviazgo fue, sin duda alguna, en los días previos a nuestra primera vez juntos, seis meses después de que empezáramos a salir. Yo sabía que él era la persona a la que le quería entregar mi virginidad, pero con solo pensar en el momento, me ponía roja como un tomate. Damián tuvo mucha paciencia conmigo, nunca me presionó, y cada vez que sacaba el tema, lo cerraba cuando veía algún gesto mío que le provocara alguna duda al respecto. La situación era clara, no lo íbamos a hacer hasta que yo estuviera cien por ciento lista. Por eso, un día me planté delante de mi espejo con un calendario del mes actual, cerré los ojos, y con un marcador color rojo marqué un día a voleo. Lo tenía claro, ese día sería el día. Bueno, en realidad marqué cuatro días distintos hasta quedarme con el definitivo, porque el primero era imposible dado que era el cumpleaños de mi padre, el segundo ya había pasado, el tercero tenía un examen muy importante, y el cuarto era demasiado pronto, ¡ni hablar! Finalmente, el día elegido fue el 21 de Mayo.
Entró en pánico cuando se lo dije, empezó a decir un montón de cosas a la vez, se le trababa la lengua y sudaba como nunca antes lo había visto. Le dije que mantuviera la calma y que, cuando llegara el día, improvisáramos, que no había necesidad de que nos volviéramos locos. Pero no, él quería que fuera especial, y, por lo menos para mí, así lo fue. Me llevó a un hotelito a las afueras de la ciudad, nada lujoso, era lo que se podía permitir, pero a mí me parecía el palacio del reino de los cuentos de hadas. Puse todo de mi parte para llevarme un gran recuerdo de mi primera vez, y vaya que sí lo hice, no pudo haber salido mejor todo.
Y bueno, a pesar de que nos costaba mucho iniciar nuestras relaciones sexuales, yo sabía cuando Damián quería hacerlo, él no me lo decía, pero esos mimos y esas caricias desordenadas lo delataban.
—Vamos a la habitación —le dije.
—¿Qué? ¿Ya tienes sueño? Normal, ese yeso te debe tener loca, y durmiendo te olvidas de la incomodidad. Espera que traigo la silla de ruedad, ¿o prefieres un vaso de agua antes? Pídeme lo que quieras, yo te lo traigo —. Esa actitud despejaba todas mis dudas. Estaba nervioso y desvariando, no sabía qué hacer ni qué decir, estaba en modo "Prohibido herir a la princesa".
—Relájate. Sólo llévame a la habitación —.
—¿Y la silla de ruedas? ¿La llevo o la dejo aquí? No, ¡qué estupidez! Si tienes una emergencia por la noche—
—¡Llévame a la dichosa habitación, Damián!—Lo interrumpí ya un poco nerviosa.
—Está bien, lo siento, es que no quiero volver a equivocarme —me respondió, haciendo que me estremeciera. Palabras como esas hacían que volviera a sentirme culpable.
—Tonto, ven aquí... Tú no te has equivocado en nada. La única que se ha equivocado aquí soy yo —le dije mientras lo abrazaba con fuerza—. Vamos, llévame a la habitación, déjame compensarte por tod—
No me dejó terminar, había dejado bien claras mis intenciones, por eso me tomó en brazos y nos fuimos directamente a nuestro cuarto.
Cuando entramos, vimos que en una de las mesitas de luz habían dos copas y un champagne, la cama estaba llena de pétalos de rosas, y en el medio un sobre.
—¿Fuiste tú? —pregunté anonadada.
—¡No! ¡Ojalá hubiese sido yo!
Dami abrió el sobre y sacó una cajita de preservativos de adentro. Los dos nos reímos. Después sacó un papel y lo leyó en voz alta:
—Espero que disfruten y APROVECHEN (con mayúsculas) este pequeño presente. Los quiere mucho, Zami. Posdata: Disculpen que la caja esté abierta y falten 'unidades' (entre comillas), pero era lo único que tenía a mano, jaja.
—¡Esta Zami! —dijimos al unísono, y echamos a reír.
—Voy a darme una ducha. Creo que tú ya lo hiciste en el hospital, ¿no? —me preguntó.
—Sí. Te espero aquí.
Cuando salió del baño, se secó un poco el pelo con la toalla, y se recostó junto a mí. Hablamos un raro sobre la cena de hoy y sobre las anécdotas de Zami, y después nos pusimos a comentar lo asquerosa que había sido la enfermera que me tocó los últimos días. Entonces llegó el silencio incómodo, era evidente que nos costaba horrores afrontar esta situación. Pero tenía que ser valiente, se lo debía después de todo lo que le había hecho pasar. Así que me acerqué a él, lo miré fijamente, y acto seguido lo besé. Él correspondió el beso rápido, y cuando ya se había venido arriba, me tumbó en la cama sin dejar de besarme. Estuvimos así un largo raro, el ritmo del beso fue progresando, primero piquito a piquito, después sin separar los labios, y finalmente nos dejamos llevar por la pasión, nos devorábamos la boca como no lo habíamos hecho nunca. Pasé mi mano por arriba de su cuello y lo atraje más hacia mí, como intentando afianzar la situación, para que nuestros labios se apretaran aún más si se podía. Sin dejar de entrelazar su lengua con la mía, Dami introdujo su mano derecha por debajo de mi blusa, y se puso a masajearme el vientre como ya había hecho en el sofá hacía unos minutos. Y de forma lenta y pausada, entreteniéndose acariciando cada zona por la que pasaba, fue subiendo hasta atrapar mi pecho derecho. Ahí empecé a notarlo un poco nervioso, me apretaba el seno de forma errática, como si no supiera cómo hacerlo. Así que me incorporé, me quité la blusa, luego el sostén, y después lo miré directamente a los ojos:
—Te amo, Damián.
—Yo también te amo, ¿pero estás segura de que quieres hacerlo? El médico dijo que debías guardar reposo —dijo preocupado.
—Estoy segura, bebé, no te preocupes por mí, estoy perfectamente bien.
Y volví a besarlo, nunca había tenido tantas ganas de hacer el amor en mi vida, quería sentir a mi novio como nunca lo había sentido antes. Pero entonces...
"Riiiiiiing, riiiiiiiiing, riiiiiiiing, riiiiiiiiing".
—¿En serio? ¡No me jodas! ¡Son las doce y media de la noche! —Bramó Damián con una indignación notable.
—Vé a ver quién es. Quizás sólo es Zami, puede que se haya olvidado algo —Dije intentando tranquilizarlo.
Damián agarró un par de prendas de un cajón, se vistió rápido y fue a ver quién llamaba a la puerta. Yo también me volví a vestir, no fuera a ser que requirieran mi presencia y yo ahí semidesnuda. Igualmente no podía ir a ningún sitio, habíamos dejado la silla de ruedas en el salón, y de la cama a la puerta había un largo trecho, no tenía de donde agarrarme para llegar, así que no me quedaba de otra que esperar a Damián.
Durante la espera, me pareció oír gritos afuera, o por lo menos a mi novio hablar en un tono muy alto, por lo que me preocupé, quería ver quién era y qué estaba pasando. Pero cuando iba a intentar ponerme de pie, la puerta se abrió:
—Salomé, tienes visita.
6:00 PM - POV Fernando—Ah... ah... ah... ah... sí...—Mirá la diferencia que hay cuando te liberás. Así es otra cosa, preciosa, jaja.—Cierra la puta boca ya y no bajes el ritmo.Por fin, y después de tanto intentarlo, la tenía en su cama matrimonial a cuatro patas gritando como una perra. No era lo mismo cogérmela en mi cuartucho de tres al cuarto que en la cama donde dormía con su marido todas las noches. También me la había empomado varias veces en la cocina, cuando su marido se duchaba, pero ahí se contenía demasiado y muchas veces ni me daba tiempo a acabar. Pero, sin duda alguna, el mejor polvo con ella fue en su baño, el cornudo de su marido había llegado temprano a casa ese día y a mí no me daba la gana volver a quedarme a medias, así que nos encerramos en el baño, puse la traba, y le seguí dando con todo, incluso 'Corneta' golpeó la puerta y le preguntó si estaba bien, porque por momentos se le escapaban gemidos a la yegua, fue un momento único.—Ah, ah, ah, ah, ah, ah, Dios
9:50 PM - POV Damián— ¿Y ahora cómo se lo digo? —Me repetía a mí mismo una y otra vez mientras subía por el ascensor. Hacía unas horas mi jefe me había dicho que ese fin de semana tendría que hacer turno completo y horas extras, todo porque a último momento habían programado una reunión para ese lunes con un inversor muy importante del extranjero, y necesitaban que yo y mi grupo de trabajo dejáramos todo preparado para ese día.Pedí, casi supliqué que por favor que me sustituyeran por Núñez, alegué que llevaba semanas planeando irme de viaje con mi novia. Pero al parecer no confiaban en su capacidad, ni en la de ningún otro, yo era el único en el que creían para llevar a cabo "un trabajo de semejante envergadura", según sus palabras."Lo siento, Damián, son órdenes de arriba. Te juro que si todo sale bien, seremos recompensados con creces". Con creces, sí, como si eso fuera a dejar contenta a Salomé. Y lo peor era que no sabía cuando iba a tener de nuevo un fin de semana entero libre
Fue el momento más difícil de mi vida, muchas cosas pasaron por mi cabeza, la culpa me invadió y comencé a imaginarme un futuro sin Salomé, un futuro negro, lleno de confrontaciones con su familia, y con la mía propia, que la querían como si fuera un miembro más de la misma. Pero no duré mucho en estado de pánico, uno de los vecinos que se había acercado a ver qué había pasado, me tranquilizó al hacerme dar cuenta de que Salomé respiraba, que sólo estaba inconsciente. De paso, otras personas de la zona que habían presenciado el accidente, me avisaron que ya habían llamado a una ambulancia, y aprovecharon para contarme cómo había sucedido todo.Pero lo peor llegó cuando apareció Zamira, que la había llamado yo, y vio la ambulancia. Le dio un ataque de histeria, lloraba y gritaba mientras corría hacia el tumulto que se había formado ahí, nunca la había visto así. Cuando me vio, empezó pegarme y a insultarme, la tuvieron que sujetar los vecinos, porque tenía intenciones en serio de hacer
12:35 AM - POV Damián."Riiiiiiing, riiiiiiiiing, riiiiiiiing, riiiiiiiiing".—¿En serio? ¡No me jodas! ¡Son las doce y media de la noche!—Vé a ver quién es. Quizás sólo es Zami, puede que se haya olvidado algo.Hacía semanas que no intimaba de esta forma con Salomé. No podía ser que me vinieran a joder a esas horas de la noche.Me puse lo primero que encontré y fui a ver quién era. Al llegar al salón, encendí una de las lámparas grandes que teníamos, y me asomé por la mirilla de la puerta. Después de ojear varias veces, por fin pude ver a una persona tirada en el suelo. Ahí mi imaginación empezó a rodar. Lo primero que pensé es que podía ser un ladrón, o sea, la típica argucia para que un infeliz, que en ese caso era yo, abriera la puerta de su casa para acto seguido meterle un grupo armado con el único objetivo de vaciarle hasta el alma.Mientras mi cabeza seguía imaginando posibles intentos de vejación hacia mi persona y mis bienes materiales, el sujeto que estaba ahí retorciéndos
01:50 AM - POV Fernando."Paso dos, conseguir que me abran la puerta de su casa: completado".06:50 AM - POV Damián.Me levanté a las 6:30, media hora más temprano de lo habitual, porque antes de ir a trabajar quería hablar con Fernando. Sabía bien por donde iban a venir los tiros, y por más que Salomé pataleara, esta vez no iba a ceder, no me importaba cuál fuera su situación, en mi casa no se iba a poder quedar. Tenía que estar en la oficina a las ocho, así que tenía tiempo de sobra para dejarles las cosas bien claras a ambos.Salomé ya estaba despierta, se encontraba sentada en la cama leyendo un libro.—Buenos días —la saludé.—Hola —contestó ella sin más.Sin darle importancia a su frío saludo, me levanté y me fui directamente al baño para asearme. Cuando volví, ella ya estaba en la silla de ruedas, vestida, esperándome.—No deberías hacer eso. Ya estoy yo aquí para ayudarte —dije mientras empezaba a vestirme.—No te preocupes, puedo hacerlo sola perfectamente. —me respondió con
—No sé si está permitido, pero los que quieren conservar su trabajo tienen que acatar las órdenes de arriba. Lamentablemente, es lo que hay.—Uh, qué cagada... Me imagino que le deben pagar bastante bien para que aguante todo eso, ¿no?—Sí, bueno, no nos falta de nada, pero para mí no compensa todo el tiempo que le saca.Zamira me había contado todo lo que había pasado en el trabajo de Damián, desde el fracaso por culpa de la ausencia de mi novio, hasta las consecuencias que eso había traído, y que seguiría trayendo. Igual, no quise entrar en detalles con Fernando, no tenía muchas ganas de hablar del tema.—¡En fin! ¿Me ayudas a hacer la cena? —dije.—¿Ayudarte? Disculpame, nena, pero vas a ser vos la que me ayude a mí —decía mientras hacía que se sacudía polvo del hombro.—¿Perdón? —dije sorprendida.—Que te voy a mostrar que no estuve al pedo todos estos años. Vení, vamos a ver qué tenés en la despensa. —dijo mientras se levantaba con decisión y se frotaba las manos.Me sorprendía c
01:20 AM - POV Fernando.Llevaba como una hora en el baño pensando cuál sería mi siguiente movimiento. Estaba claro que retomar nuestra amistad tal cual había sido iba a ser imposible, Salomé no parecía confiar en mí y no tenía tiempo ni ganas de volverme a ganar su amistad con los viejos métodos. Además, me había hecho enojar de verdad, "¿Quién mierda se cree que es? Si si no fuera por mí ahora estaría en un convento de monjas con un cincurón de castidad", pensaba para mis adentros. Pero no quería perder la calma, no tenía ningún otro lugar al que ir, no me podía dar el lujo de perder ese techo.El discursito que le acababa de soltar en el salón había estado muy bien, el camino de la lástima parecía que podía darme resultados, así que empecé a maquinar jugadas basándome en ese 'estilo de juego'.Pero ya era muy tarde para volver a atacar, al día siguiente seguiría trabajándomela. Así que después de una hora encerrado en el baño, salí con la única idea de acostarme en el sofá y dormir
11:15 PM - POV Zamira—Hijo de la grandísima puta. No sé quién se habrá creído que es el payaso ese, pero como me vuelva a insultar de esa forma, de la hostia que le voy a dar no se va a olvidar en la vida.Acababa de volver del curro y tenía los nervios por las nubes. Mi jefe me acababa de proponer ser bailarina erótica en uno de sus clubes nocturnos. O sea, me acababan de ofrecer un trabajo de puta, a mí, una abogada recibida con matrícula de honor. Obviamente lo rechacé, de la manera más educada que pude, porque no quería perder el trabajo que ya tenía de camarera. Lamentablemente no me podía dar el lujo de quedarme en la calle, porque si no le habría metido la calva en la freidora al degenerado ese.—Vaya mierda de país, en cualquier otro lugar ya estaría ejerciendo mi oficio, pero aquí tengo que prenderle velas a Satán para conseguir algo. Y encima los malditos belgas no responden a mis correos... ¡Qué asco, Dios! —iba gritando a los cuatro vientos mientras esperaba el maldito as