12:35 AM - POV Damián.
"Riiiiiiing, riiiiiiiiing, riiiiiiiing, riiiiiiiiing".
—¿En serio? ¡No me jodas! ¡Son las doce y media de la noche!
—Vé a ver quién es. Quizás sólo es Zami, puede que se haya olvidado algo.
Hacía semanas que no intimaba de esta forma con Salomé. No podía ser que me vinieran a joder a esas horas de la noche.
Me puse lo primero que encontré y fui a ver quién era. Al llegar al salón, encendí una de las lámparas grandes que teníamos, y me asomé por la mirilla de la puerta. Después de ojear varias veces, por fin pude ver a una persona tirada en el suelo. Ahí mi imaginación empezó a rodar. Lo primero que pensé es que podía ser un ladrón, o sea, la típica argucia para que un infeliz, que en ese caso era yo, abriera la puerta de su casa para acto seguido meterle un grupo armado con el único objetivo de vaciarle hasta el alma.
Mientras mi cabeza seguía imaginando posibles intentos de vejación hacia mi persona y mis bienes materiales, el sujeto que estaba ahí retorciéndose en el suelo, levantó la cabeza. Y entonces lo reconocí, era el muchacho que había venido a visitar a Salomé al hospital. Ahí otra vez mi maquinaria cerebral volvió a andar: "Zamira dijo que no lo conocía de nada, ¿quién carajo es este tipo? ¿Cómo m****a sabe dónde vivimos?" me preguntaba mientras me decidía si abrir la puerta o no.
Lo primero que hice fue poner la traba de la puerta, que era de esas con cadenitas para que la puerta no se pueda abrir del todo. Fui mirando despacio, sin asomarme del todo, por las dudas, porque en una de esas podía aparecer otro tipo por el costado de la puerta y apuntarme con una pistola en la cabeza. A mí no me la iban a jugar esos potenciales sinvergüenzas.
—¿Puedo ayudarte? —pregunté.
—Perdón por molestar a estas horas, pero necesito ayuda—decía el tipo entrecortadamente. Parecía herido—. Nos conocimos en el hospital, soy el amigo de Salomé. ¿Puedo hablar con ella?
—Sí, me acuerdo de ti. Lo que no recuerdo es haberte dado la dirección de mi casa. Es más, creo haberte dejado bien claro que no volvieras —añadí tratando de imponerme.
—En realidad me dijiste que no volviera al hospital... jeje —respondió desde el suelo y con tono jocoso— No, en serio, ¿podrías dejarme hablar con Salomé? Aunque sea desde acá, desde la puerta.
—Te pregunté que quién te dio la dirección de mi casa. —insistí.
—Salomé, ¿quién va a ser? —hizo un breve silencio— ¿Me vas a dejar hablar con ella?
Era evidente que el tipo no quería hablar conmigo, se dirigía a mí como si yo fuera un estorbo que tenía que sacarse de encima rápido. Y eso me molestó mucho, así que decidí jugar a su juego, siempre detrás de mi segura puerta con su trabita.
—¿Qué te pasó? ¿Por qué estás en ese estado? —le pregunté.
—Amigo, ¿en serio me vas a hacer un cuestionario? Me dieron una paliza, apenas puedo caminar, no sabía a donde más ir. En serio, dejame hablar con—
—Ah, ¿y te sabías de memoria la dirección de mi apartamento? Curioso —lo interrumpí—. A mí me suena más a una sucia tetra para entrar a robar a mi casa.
—¿Estás hablando en serio? —dijo mientras soltaba una débil carcajada— ¿Si te quisiera robar no hubiese sido más fácil venir cuando estabas en el hospital? Vamos, amigo, usemos un poco la cabeza.
—Y si estás herido como dices, ¿por qué no fuiste a un centro médico o al hospital como haría cualquiera?
—A ver... —dijo suspirando de una manera que me irritó bastante— ¿Viste el bar que hay a dos calles de acá? Bueno, hace un rato me dieron una paliza ahí. Y me acordé de que Salomé vivía cerca, así que busqué el mensaje donde me había dicho su dirección, y vine. No me quise arriesgar a ir a un centro médico por miedo a que me volvieran a buscar los que me pegaron. ¿Satisfecho? ¿Me vas a dejar hablar con Salomé, amigo?
—¡Yo no soy tu amigo! —le dije alzando bastante el tono de voz— ¡Y no te conozco de nada! Va a ser mejor que vayas a buscar ayuda a otro lugar —y me dispuse a cerrar la puerta.
Decía que le habían dado una paliza y que temía que hubiera allá fuera buscándolo todavía, pero por su manera de hablar, no parecía para nada preocupado, es más, inspiraba tranquilidad. Además, ¿esa era la actitud que se supone debía mostrar una persona que venía a las doce de la noche a tu casa a pedir ayuda? No, a mí no me iba a hacer pasar por el aro. Que se buscara la vida.
—¡No, no! ¡Esperá! —me frenó alzando la voz— Estoy herido de verdad. Mirá lo que tengo en la frente —decía mientras me intentaba mostrar una herida—. Por favor, no me dejes así. Sé que no creés nada de lo que te digo, por eso te estoy pidiendo que llames a Salomé, para que te diga ella misma que me conoce.
—El otro día en el hospital, le pregunté a Zamira, su hermana, si te conocía, y me respondió que no te había visto en la vida. ¿Cómo puede ser que hayas ido al instituto cuatro años con Salomé, y que su hermana, que es como su guardaespaldas personal, no te haya visto nunca? —pregunté decidido, sabía que lo había desarmado.
—¿Zamira? —se rió— A Zamira nunca le caí bien. No tengo ni idea por qué, pero no me extraña que te haya dicho eso.
Seguían sin cuadrarme las cosas. Si era verdad lo que decía, ¿por qué Salomé no me había hablado nunca de él? Está bien, no tenía por qué estar al tanto de todos sus movimientos. Pero si tenía un amigo tan importante como para darle la dirección de nuestra casa, lo más normal era que yo al menos tuviera constancia de su existencia, ¿no?
De todas formas, el tipo me cayó bastante mal, no tenía ganas de darle el gusto.
—Igualmente —proseguí—, Salomé está durmiendo, además tiene una pierna enyesada y no puede caminar, no la voy a molestar ahora. Buenas noches —y otra vez me dispuse a cerrar la puerta.
—¡Pará! ¡No me podés dejar en este estado! ¡Salomé! ¡Salomé! —empezó a gritar, aunque con una voz bastante débil.
—¡Cállate! ¡Vas a despertar a todos los vecinos! —dije de inmediato.
—¡Entonces llamá a Salomé! —y siguió berreando— ¡Salomé! ¡Salomé!
No me lo podía creer, ¿por qué me pasaba esto a mí? Y justo en la noche que me había reconciliado con mi novia. Maldito el momento en el que decidí abrir esa puerta, con lo fácil que habría sido ignorar el dichoso timbre y seguir a lo mío. Total, eran las doce y media de la noche, el que me estaba molestando era él.
No quería que saliera un vecino al pasillo y presenciara esa escenita, que además era a mí al que dejaba peor parado. Así que, con toda la rabia del mundo, terminé cediendo.
—¡Salomé! —seguía intentando gritar.
—¡Cierra ya la boca! ¡Está bien! Voy a ir a buscar a Salomé, pero vas a esperar aquí.
—Me parece justo —se calmó de repente—. Pero no me vayas a dejar tirado.
Estaba bastante enfadado, se me pasó por la cabeza llamar a la policía, cosa que podía hacer perfectamente, ya que el tipo estaba alterando la tranquilidad de una comunidad a altas horas de la noche. Pero no me quise arriesgar, ya que si era verdad lo que decía, me iba a terminar metiendo en problemas con Salomé de nuevo, y no estaba dispuesto a arruinar nuestra reconciliación. "Me cago en mi vida", pensé en ese momento.
Cuando entré al cuarto, Salomé parecía estar tratando de levantarse, pero se detuvo cuando me vio entrar. Al parecer, había escuchado los gritos.
—Salomé, tienes visita —le dije con cara de pocos amigos.
—¿Yo? ¿A estas horas? ¿Quién es? ¿Por qué estabas gritando?—respondió asustada.
—Tranquila. Es un tipo que dice ser tu amigo, pero que yo no vi en mi vida. Estoy más perdido que Wally ahora mismo.
—¿Un amigo? ¿Te dijo quién es?. —contestó sorprendida.
—Dice que se llama Fernando. Le dije que estas no son horas e intenté mandarlo a paseo, pero insistió con que quiere hablar contigo.
—¿Fernando? ¿De verdad? Qué raro... Hace siglos que no lo veo. ¿Te dijo qué quería? —se preguntaba al mismo tiempo que yo me quedaba con cara de idiota.
—¿Entonces lo conoces? Vaya, y yo aquí haciendo el papel de psicópata porque mi novia no me presenta a sus amigos.
—Ay, Damián. Fernando es un amigo que tuve en el instituto. Nunca te lo presenté porque lo vi una sola vez desde que nos conocimos. ¿Y qué quieres decir con eso de psicópata?
—No es nada. Está ahí afuera esperándote. Vé vistiéndote, que ya te traigo la silla —Concluí mientras le cerraba la puerta.
Ahora el que iba a quedar mal era yo. El tipo decía la verdad y yo me había comportado como un desequilibrado. Pero, de todas formas, decidí continuar como mi rol de novio desconfiado, no quería mostrar ningún tipo de debilidad ante el desconocido.
Después de llevarle la silla de ruedas, volví al salón y abrí la puerta de casa igual que antes, con la trabita puesta. Ahí estaba el tipo sentado a un costado, tosiendo y retorciéndose del dolor. A pesar de que me había caído como una patada en el culo, me sentí como un verdugo, parecía estar mal de verdad, pero todavía faltaba que Salomé confirmara su identidad, no quería arriesgarme a dejar entrar a casa al típico ladrón que dice ser quien no es y cuando te das cuenta ya tienes la cabeza empotrada contra la pared. Llámenme paranóico, no me importa, el cementerio está lleno de incautos.
—¿Y? ¿La llamaste? Creo que en cualquier momento me voy a desmayar.
—Sí. Ya viene. —respondí con desgana, y volví a cerrar la puerta.
Salomé no tardó mucho en aparecer. Venía sola en la silla, se notaba que le costaba manejarla todavía, y era algo normal, nunca en la vida había usado una, sus movimientos eran torpes y se chocaba contra las paredes mientras venía hacia mí.
Me llevé una mano a la cabeza cuando vi lo que se había puesto... ¿Cuándo iba a empezar esta chica a ser consciente del cuerpo que tenía? Se había puesto un camisón corto de color rosa, una prenda que, aunque no enseñaba demasiada carne, marcaba en demasía sus curvas. Mi novia era una verdadera diosa, pero ella no lo sabía. No estaba seguro de si era buena idea que se presentara ante nuestro 'invitado' vestida de esa manera. Pero ya era muy tarde, quería terminar con todo esto cuanto antes.
Por cierto, no voy a mentir, me entraron unas ganas salvajes de volverla a levantar en brazos, llevarla a la cama, arrancarle el camisón, y hacerle todo lo que no le pude hacer durante todas esas semanas. Pero la situación me lo impedía...
"Me cago en mi vida", volví a pensar mientras apretaba los dientes.
—¿Pero no decías que estaba esperándome? —dijo Salomé mientras se llegaba a la puerta.
—Sí, está afuera. —suspiré mientras abría la puerta—. Ahí lo tienes.
Su reacción fue más o menos la que yo esperaba. Abrió los ojos como platos y empezó a vociferar.
—¡Fernando! ¡¿Qué te pasó?! ¡Damián! ¡Abre la puerta, por el amor de dios! —me ordenó inmediatamente.
—¡Salomé! —se le iluminaron los ojos al tipo— ¡Tu novio me trató mal!
—¡Entra, por favor! ¡¿Pero qué te pasó?! —seguía preguntando mi chica— ¡Ayúdalo a levantarse, Damián! ¿Cómo pudiste dejarlo ahí tirado?
—Sí, Damián, un poco de humanidad, por favor —decía el imbécil, provocando que mis ojos se inyectaran en sangre.
Mientras lo ayudaba a entrar en casa, reparé en algo que no había visto antes. El tipo traía consigo una maleta, no muy grande, más bien pequeña, la típica que llevas a un viaje de fin de semana. ¿Quién va a un bar con equipaje? Ya estaba empezando a preocuparme, lo único que me faltaba era tener que darle alojamiento a un tipo que acababa de conocer, y que además me había caído mal.
Una vez adentro, lo ayudé a tumbarse en el sofá. Estaba bastante más lastimado de lo que parecía en un principio, tenía la parte superior de la frente manchada de sangre y la cara llena de moretones. Salomé quiso llamar a un hospital, pero el tipo la detuvo diciendo que no, casi en pánico, que ya nos explicaría por qué. Así que no nos quedó más remedio que hacer nosotros de enfermeros, o más bien yo, porque mi novia no estaba en condiciones de hacerlo, además yo no quería que se acercara demasiado a ese sujeto, y mucho menos vestida de esa manera.
—¡Ay, Fernando! ¿Quién te hizo esto? —preguntó Salomé preocupada.
—Es una larga historia. Igual, no te preocupes, no quiero ser una molestia —dijo el caradura, como si presentarse en mi casa a medianoche no fuera suficiente molestia.
—¿Molestia? ¡Para nada! Si total no es la una de la madrugada —contesté con toda la ironía posible.
—¡Damián!—me regañó mi novia— No hace falta que te quedes, tú vete a dormir si quieres, yo me quedo un rato con él.
Esa fue la confirmación de que mi noche romántica se había terminado por ir a la m****a, y también de que ese tipo se iba a quedar a pasar la noche en mi casa. Pero no iba a dejarla sola con él, no me fiaba ni un pelo todavía.
—¿Un rato? ¿Se va a quedar a dormir aquí? —pregunté extrañado.
—¿A dónde quieres que vaya en ese estado y a estas horas? —respondió gritando mientras nuestro 'huesped' observaba atentamente la discusión.
—¿A un hospital, por ejemplo? ¡No sabía que habíamos abierto una posada!
—Tú ni caso, Ale. Pasamos una semana difícil y por eso está tan nervioso —dijo ignorándome olímpicamente—. Bueno, cuéntame qué te pasó.
Yo ya sobraba ahí, Salomé estaba demasiado preocupada por el tipo y ni se molestaba en escucharme, pero me quedé por lo que ya mencioné, y porque en el fondo me interesaba saber lo que le había pasado. Además, ya era tarde, y no iba a permitir que la 'reunión' se alargara más de la cuenta.
—Resulta que tengo una novia, Camila se llama, llevo tres años con ella —dijo antes de suspirar y hacer una breve pausa—. Y esta mañana la atrapé en la cama con otro —concluyó provocando que Salomé se llevara las manos a la boca.
—¡No! —dijo ella haciendo un gesto de sorpresa.
—Me volví loco, se me soltó la cadena y empecé a golpear al tipo, si no hubiese saltado Camila a detenerme, creo que lo hubiese matado.
—¡Cuánto lo siento! ¿Cómo se puede ser así? —comentaba Salomé consternada.
—Cuando me calmé —siguió relatando—, le dije al loco que se fuera, que si no iba a matarlo de verdad. No intentó defenderse ni golpearme, se fue sin más.
—¡Qué horror! —dijo mi novia.
—Cuando ya se había calmado todo, Camila me confesó que llevaba tiempo viéndolo, pero que era sólo sexo y que al que amaba era a mí, y bla bla bla. —ahí se detuvo, haciendo una pausa como para respirar— Como comprenderán no le di bola, simplemente le dije que no quería volver a verla. Entonces hice mi maleta y me fui.
—¿Te fuiste de tu propia casa? —pregunté interesado.
—No —respondió él, sorprendido por mi participación—. La casa es de ella, bueno, en realidad es de su padre, yo me fui a vivir con ella cuando nos prometimos.
—¡¿Se iban a casar?! —saltó sorprendida Salomé.
—Sí...
Y ahí se quebró, agachó la cabeza y se puso a llorar como un adolescente. Por primera vez me dio lástima, intenté ponerme en su lugar y empecé a pensar lo que haría yo si Salomé me hiciera algo así. Pero no pude imaginar demasiado, no entraba en mi cabeza que mi querida novia pudiera ser capaz de traicionarme de esa manera.
—Lo siento mucho, en serio, Ale... —decía Salomé mientras intentaba acercarse para consolarlo.
—Bueno, ¿y qué tiene que ver todo eso con la paliza que te dieron? —interrumpí yo intentando acelerar las cosas, cosa que a Salomé no le gustó, y me lo hizo saber mirándome mal.
—Sí... Bueno, después de eso, estuve todo el día dando vueltas por la ciudad, yendo de acá para allá, porque no tengo familiares ni amigos por acá. Cuando se hizo de noche, Iba a ponerme a buscar un lugar para quedarme, pero antes decidí parar en un bar, el que está acá a dos cuadras.
—Sí, ya... —dije por lo bajo, recibiendo una nueva mirada asesina de mi novia.
—Estuve como dos horas ahí, viendo fútbol y hablando con la gente, hasta que entraron cuatro tipos y me sacaron del local a la fuerza.
—Dios mío... —decía Salomé.
—Me llevaron a un callejón, y después de decirme que me mandaba saludos Germán, que me imagino que se referían al amante de mi prometida, me empezaron a pegar...
—No me lo puedo creer... ¿Y nadie llamó a la policía? —preguntó acertadamente mi novia— O sea, los que estaban en el bar.
—No sé, no me quedé a esperarlos, tenía mucho miedo, Salomé. Me dijeron que me fuera de la ciudad, que si me volvían a ver me iban a matar.
—Genial. Y no tuviste mejor idea que venir a ponernos en peligro a nosotros, ja —salté indignado.
—¡Ya basta, Damián! ¡Vete a dormir! ¡Me estás dejando helada con tu actitud esta noche! —saltó todavía más indignada Salomé.
—No, nos vamos a dormir los dos. El médico te dijo que tienes que guardar reposo y yo tengo que madrugar para ir al trabajo —respondí poniendo fin a la discusión—. Fernando, puedes quedarte aquí esta noche. Mañana a primera hora terminamos de hablar.
—¡Muchas gracias! ¡En serio!
—¡Suéltame! —protestaba Salomé mientras me la llevaba a la habitación— ¡Tenías razón! ¡Eres un psicópata!
Y así terminó el día para todos. Nos acostamos sin decir nada más, ella me dio la espalda y yo me quedé sin noche romántica. No podía imaginarme cuándo iba a volver a tener una oportunidad como esa, con lo que nos costaba a ambos iniciar el tema.
Lo último que pensé antes de quedarme dormido fue: "Me cago en mi vida".
01:50 AM - POV Fernando."Paso dos, conseguir que me abran la puerta de su casa: completado".06:50 AM - POV Damián.Me levanté a las 6:30, media hora más temprano de lo habitual, porque antes de ir a trabajar quería hablar con Fernando. Sabía bien por donde iban a venir los tiros, y por más que Salomé pataleara, esta vez no iba a ceder, no me importaba cuál fuera su situación, en mi casa no se iba a poder quedar. Tenía que estar en la oficina a las ocho, así que tenía tiempo de sobra para dejarles las cosas bien claras a ambos.Salomé ya estaba despierta, se encontraba sentada en la cama leyendo un libro.—Buenos días —la saludé.—Hola —contestó ella sin más.Sin darle importancia a su frío saludo, me levanté y me fui directamente al baño para asearme. Cuando volví, ella ya estaba en la silla de ruedas, vestida, esperándome.—No deberías hacer eso. Ya estoy yo aquí para ayudarte —dije mientras empezaba a vestirme.—No te preocupes, puedo hacerlo sola perfectamente. —me respondió con
—No sé si está permitido, pero los que quieren conservar su trabajo tienen que acatar las órdenes de arriba. Lamentablemente, es lo que hay.—Uh, qué cagada... Me imagino que le deben pagar bastante bien para que aguante todo eso, ¿no?—Sí, bueno, no nos falta de nada, pero para mí no compensa todo el tiempo que le saca.Zamira me había contado todo lo que había pasado en el trabajo de Damián, desde el fracaso por culpa de la ausencia de mi novio, hasta las consecuencias que eso había traído, y que seguiría trayendo. Igual, no quise entrar en detalles con Fernando, no tenía muchas ganas de hablar del tema.—¡En fin! ¿Me ayudas a hacer la cena? —dije.—¿Ayudarte? Disculpame, nena, pero vas a ser vos la que me ayude a mí —decía mientras hacía que se sacudía polvo del hombro.—¿Perdón? —dije sorprendida.—Que te voy a mostrar que no estuve al pedo todos estos años. Vení, vamos a ver qué tenés en la despensa. —dijo mientras se levantaba con decisión y se frotaba las manos.Me sorprendía c
01:20 AM - POV Fernando.Llevaba como una hora en el baño pensando cuál sería mi siguiente movimiento. Estaba claro que retomar nuestra amistad tal cual había sido iba a ser imposible, Salomé no parecía confiar en mí y no tenía tiempo ni ganas de volverme a ganar su amistad con los viejos métodos. Además, me había hecho enojar de verdad, "¿Quién mierda se cree que es? Si si no fuera por mí ahora estaría en un convento de monjas con un cincurón de castidad", pensaba para mis adentros. Pero no quería perder la calma, no tenía ningún otro lugar al que ir, no me podía dar el lujo de perder ese techo.El discursito que le acababa de soltar en el salón había estado muy bien, el camino de la lástima parecía que podía darme resultados, así que empecé a maquinar jugadas basándome en ese 'estilo de juego'.Pero ya era muy tarde para volver a atacar, al día siguiente seguiría trabajándomela. Así que después de una hora encerrado en el baño, salí con la única idea de acostarme en el sofá y dormir
11:15 PM - POV Zamira—Hijo de la grandísima puta. No sé quién se habrá creído que es el payaso ese, pero como me vuelva a insultar de esa forma, de la hostia que le voy a dar no se va a olvidar en la vida.Acababa de volver del curro y tenía los nervios por las nubes. Mi jefe me acababa de proponer ser bailarina erótica en uno de sus clubes nocturnos. O sea, me acababan de ofrecer un trabajo de puta, a mí, una abogada recibida con matrícula de honor. Obviamente lo rechacé, de la manera más educada que pude, porque no quería perder el trabajo que ya tenía de camarera. Lamentablemente no me podía dar el lujo de quedarme en la calle, porque si no le habría metido la calva en la freidora al degenerado ese.—Vaya mierda de país, en cualquier otro lugar ya estaría ejerciendo mi oficio, pero aquí tengo que prenderle velas a Satán para conseguir algo. Y encima los malditos belgas no responden a mis correos... ¡Qué asco, Dios! —iba gritando a los cuatro vientos mientras esperaba el maldito as
—Ya te dije, diferente. Eras más... más niño... Te veía como un hermano pequeño, un hermano pequeño en el que podía confiar, un hermano pequeño que estaría siempre ahí para mí —respondí tratando de elegir bien las palabras—. Pero ahora, ese hermano pequeño se ha convertido en un hermano mayor, en una persona que me impone mucho respeto. ¿Entiendes lo que te quiero decir? Te digo todo esto porque no quiero que pienses que nuestra amistad no significó nada para mí, después de mi familia, eras lo más preciado que tenía en mi vida.—Sí... Entiendo... —dijo tras un largo silencio—. Por eso creo que lo mejor es que me vaya.—¡¿Pero por qué?! —insistí— ¡Si ayer estuvimos hablando como en los viejos tiempos! ¡Y nos lo pasamos muy bien! ¡Lo único que te pido es que respetes ciertos límites!—¿Pero de qué límites me estás hablando, Salomé? —saltó indignado—. ¡Lo único que hice fue preguntarte sobre el accidente! ¡Y me sacaste cagando como si fuera cualquiera! ¡Y después lo del abrazo! ¡Un abraz
—¡Sí! —atiné a decir.—¡Hasta que contestas! —respondió Dami—. ¡Llevo desde las ocho tratando de comunicarme contigo!—Lo siento, Dami, tenía el móvil sin batería y no me di cuenta hasta recién...—Creo que ya va siendo hora de que pongamos teléfono fijo...—Es probable —dije riéndome—. En fin, ¿cómo estás? ¿Has dormido algo?—La verdad es que muy poco. Ya sabes lo que me cuesta poder conciliar el sueño en casa ajena...—¿Pero a qué hora terminaste?—A las siete.—¿Y ahora estás en la casa de tu compañero?—Sí, estoy en el piso de Rabuffetti. Ahora iba a desayunar algo —dijo, haciéndome acordar que no había comido lo que me había preparado Fernando. Otro motivo más para sentirme todavía más mal conmigo misma.—Ah... Dami, ¿hoy te voy a ver?—Hoy entro a las tres, así que seguramente tenga que volver a quedarme toda la noche en la oficina.—Entiendo... —dije con desánimo.—Ya hemos superado el primer día, Ro, y voy a seguir necesitando de tu apoyo para superar el resto.—Y sabes que cu
7:30 PM - Fernando—Hola.—Pichón, no puedo esperar más.—Necesito que me des un mes más por lo menos, tuve un problemita con la policía, no pude conseguir la guita todavía.—Hace dos meses que me estás toreando, y yo me estoy jugando el cuello por ti.—Mirá, Ramón, no es joda esto, me tuve que ir de la pensión de Lorenzo, me está buscando gente muy peligrosa. Sólo te pido un mes, un mísero mes más.—Hace dos meses que vengo evitando que te manden dos tipos a que te partan las piernas... Lo siento, pero se te acabó el tiempo, Pichón, los de arriba ya no esperan más.—¿En serio me decís eso? ¿Después de todo lo que hice por ustedes?—Todo recíproco, Pichón, tú nos has dado tanto como nosotros te hemos dado a ti. Ya no puedo hacer nada más para ayudarte, tengo a Amatista pegado en el culo, en todas las reuniones le llena la cabeza a los jefes diciéndoles que yo soy tu cómplice, no me voy a arriesgar más.—¿Y vos no me podés prestar lo que me falta? Sabés que yo nunca te cagaría.—¿Cuánt
8:30 PM - Damián.—¡Andrés! ¡Tanto tiempo, compañero!—¡Damián! Ya ves, aquí de vuelta en la esclavitud.—¿Pero qué ha pasado? Me enteré que te dieron toda la semana libre, ¿pero por qué?—Falleció mi suegra, le dio un ataque al corazón mientras estaba de vacaciones en Roma, y como hubo algunas complicaciones en el envío del cuerpo, pedí que me dieran unos días libres para solucionarlo todo.—Cuánto lo siento.—No lo sientas tanto, esa vieja era una mala arpía. Hace unas semanas mi suegro la descubrió con otro, un tipo más joven y con más dinero que él, y la zorra no tuvo mejor idea que irse con su amante a pasar unas semanas en Italia para "pensar".—Santo cielo, me dejas helado.—Sí, se podría escribir más de un relato con esa historia, pero bueno... ¿Y tú qué te cuentas?—Y... ya te podrás imaginar, recién está empezando este calvario.—Sí, Duragnona me contó varias cosas... Pero tenemos un buen grupo, Dami, vamos a sacar toda esta mierda adelante.—Esa es la actitud, compañero. En