—Ya te dije, diferente. Eras más... más niño... Te veía como un hermano pequeño, un hermano pequeño en el que podía confiar, un hermano pequeño que estaría siempre ahí para mí —respondí tratando de elegir bien las palabras—. Pero ahora, ese hermano pequeño se ha convertido en un hermano mayor, en una persona que me impone mucho respeto. ¿Entiendes lo que te quiero decir? Te digo todo esto porque no quiero que pienses que nuestra amistad no significó nada para mí, después de mi familia, eras lo más preciado que tenía en mi vida.
—Sí... Entiendo... —dijo tras un largo silencio—. Por eso creo que lo mejor es que me vaya.
—¡¿Pero por qué?! —insistí— ¡Si ayer estuvimos hablando como en los viejos tiempos! ¡Y nos lo pasamos muy bien! ¡Lo único que te pido es que respetes ciertos límites!
—¿Pero de qué límites me estás hablando, Salomé? —saltó indignado—. ¡Lo único que hice fue preguntarte sobre el accidente! ¡Y me sacaste cagando como si fuera cualquiera! ¡Y después lo del abrazo! ¡Un abrazo! ¡Un puto abrazo! ¿Tanto asco te dio? ¿Tanto asco te dio que te abrazara? —dijo antes de hacer una breve pausa. Yo no sabía qué decir—. No, Salomé, si tus límites son que me comporte como si no te conociera de nada, perdoname, pero no puedo hacerlo.
Ahora sí que no sabía qué decir, todo se había tornado al plano personal, y, a partir de ahí, lo que viniera podría ser muy doloroso, sobre todo para él. Ya no podía hacer nada, Fernando no iba a entender cómo me sentía, y yo no iba a dar mi brazo a torcer. Así que decidí dejar que se fuera...
—No quiero que te vayas, no quiero que te pase nada malo, pero no puedo hacer nada si quieres irte —dije resignada—. Y no, no me dio asco que me abrazaras, sólo me sorprendió, y reaccioné así por lo que ya te dije.
—¿Puedo hacerte una última pregunta antes de irme? —preguntó—. Si no respeta tus "límites", no contestes y listo.
—Puedes preguntarme lo que quieras —respondí desafiante.
—Cuando me echaste de tu vida y nunca más te preocupaste en comunicarte conmigo, ¿también fue porque estaba muy cambiado?
Me miraba fijamente esperando una respuesta. Yo me mantuve en silencio unos segundos analizando la situación, me había desarmado por completo, me había puesto en jaque, y mi cara me delataba. Sabía muy bien cuál era la respuesta a eso, pero no quería contestarle, porque sabía que en todo ese asunto, la mala era yo.
—Tú sabes muy bien qué fue lo que cambió nuestra relación...
—Ah, así que por fin reconoces que nuestra relación había cambiado. En su momento, cuando te lo preguntaba, me decías que no, que era mi imaginación.
—En su momento no era la misma que soy ahora, ¿vale? Y en su momento todavía me encontraba bajo la influencia de mis padres...
—¿Y eso qué quiere decir? —preguntó.
—No sé si quiero hablar de esto ahora...
—Salomé, vos misma me lo dijiste ayer, ya no somos unos críos, ahora podemos hablar las cosas como personas adultas. Creo que esta es nuestra oportunidad de aclarar muchísimas cosas.
—No creo que tenga ningún sentido remover el pasado... —respondí intentando rehuir el cara a cara.
—A mí me quedaron muchas espinas clavadas de ese pasado que no querés remover... Salomé, si salgo por esa puerta, va a ser un adiós definitivo, y sería una pena que una amistad tan bonita como la nuestra terminara de esta manera.
Tenía razón, todo estaba dado para que habláramos del pasado, para que nos dijéramos todo lo que no nos atrevimos a decir en nuestros últimos años juntos. Pero yo no quería hacerlo, me daba miedo y, a la vez, vergüenza reconocer que me había comportado como una persona horrible.
Cinco largos años estuve sin saber nada de Fernando. Al principio no sentí remordimiento por ello, ya que el último año y medio de secundaria, intenté por todos los medios posibles cortar lazos con él. Pero cuando conocí a Damián y descubrí el verdadero amor, me arrepentí enormemente por lo que le había hecho, y durante mucho tiempo me sentí como un ser humano espantoso. Sin embargo, ya no había nada que pudiera hacer al respecto, así que me obligué a mí misma a olvidarme de que él alguna vez había existido, y no porque nuestra amistad no hubiera significado nada para mí, sino porque había dado por hecho de que no lo volvería a ver nunca más. Pero cuando me lo encontré de nuevo después de tanto tiempo, todo se fue por la borda, Fernando había vuelto a aparecer en mi vida, y yo creía haber encontrado ahí mismo una oportunidad de redención. Fue por eso que le di mi número de teléfono y empecé a mensajearme con él. Fue por eso que dos noches atrás le había abierto la puerta de mi casa. Si bien al principio mis planes eran intentar retomar poco a poco la confianza que habíamos perdido, cuando lo tuve de frente y volví a hablar con él cara a cara, me di cuenta de que eso sería algo imposible.
Ya nada iba a volver a ser como antes, de eso estaba segura, pero también estaba segura de que, pasara lo que pasara, Fernando iba a terminar saliendo ese mismo día por esa puerta para no regresar. Por esa razón, decidí que lo mejor sería zanjar todo en ese mismo instante.
—Está bien. Hablemos, Fernando —inicié—. ¿Qué quieres que te diga?
—¿Vas a responderme con sinceridad todo lo que te pregunte?
—Sí, te lo prometo —respondí honestamente.
—Bueno, ya me dijiste que todos estos años no te molestaste en comunicarte conmigo por algo que supuestamente yo debería saber.
—Sí...
—¿Y qué fue eso que provocó que te olvidaras de tu mejor amigo? —preguntó. Él ya sabía la respuesta, pero claramente quería escucharla de mí.
—Fue... tu confesión. —dije por fin.
—Ajá —dijo él—. Continúa.
—Desde que supieron que eras mi mejor amigo, mis padres iniciaron una campaña en tu contra. Todos los días me recordaban que eras un hombre, y que tarde o temprano ibas a intentar aprovecharte de mí. Pero yo siempre te defendía, los enfrentaba diciéndoles que tú no eras como los demás, que eras diferente, que eras como el hermano que no tenía, y que confiaba plenamente en ti. Así fue durante más de tres años.
—Sigue, por favor —dijo mientras me miraba con atención.
—Bueno... El día que te me confesaste por primera vez, destrozaste esa imagen que tenía de ti, es imagen que tanto trabajo me había costado proteger. Sí, ya lo sé, pero déjame contarte lo que sentía en ese momento —dije al ver su cara de indignación—. Las palabras de mis padres penetraron en mi alma, y lo único que pude hacer en ese momento fue echar a correr. Me sentí decepcionada y asustada, sentí que ya no podía confiar en ti, que mi papá tenía razón, que eras como todos los demás.
—Interesante... —decía mientras caminaba en círculos por el salón y miraba hacia el suelo.
—Fer, yo no conocía el amor en ese entonces, no sabía lo que significaba, mis padres me habían privado de ese tipo de conocimientos, yo sólo entendía el amor como algo dedicado exclusivamente a la familia. Por eso, cuando me preguntaste si quería ser tu novia, lo tomé como algo obsceno, como que lo que querías era aprovecharte de mí. Todas las patrañas que me había contado mi padre sobre los hombres, en ese momento tenían mucho sentido para mí.
—Sigue contando —volvió a decir sin hacer mucho caso a lo que acababa de decirle.
—De acuerdo... —proseguí—. Esa noche se lo conté todo a mi hermana, y mi hermana se lo contó todo a mis padres, que enseguida empezaron con los típicos: "te lo advertimos", "tus padres saben de lo que hablan", etcétera. Y ahí terminaron de lavarme el cebrero en tu contra. Les prometí que no volvería a hablar contigo nunca más. Pero era mucho más fácil decirlo que hacerlo, no podía cortar mis lazos contigo tan fácilmente de un día para el otro. Fue por eso que decidí hacerlo poco a poco, y esperé pacientemente a que termináramos el bachillerato para no tener que volver a verte.
Cuando terminé de hablar, Fernando se sentó en el sofá y agachó la cabeza. Mis palabras lo habían afectado, estaba claro, era por eso que yo no quería tocar tema. Sentí mucha pena por él en ese momento.
—Fernando... Cuando conocí a Damián, cuando me enamoré de él, me di cuenta de lo que te había hecho, de lo idiota que había sido al dejar manipularme por mis padres. Y me arrepentí, me arrepentí mucho, tanto que por las noches lloraba recordando lo bonita que había sido nuestra relación y de cómo la había echado a perder. Fue por eso que no me atreví a contactar contigo después, porque daba por hecho que me odiabas, y tenía mucho miedo de que no quisieras perdonarme. Así que decidí dejar las cosas de esa manera. Fui una cobarde y elegí el camino más fácil; olvidarme de ti y seguir con mi vida.
Tras varios minutos sin que ninguno dijera nada más, pensé que lo mejor sería dejarlo solo un rato para que lo asimilara todo.
Regresé a mi habitación y decidí esperar ahí un rato. Fue entonces cuando me acordé de Damián, ya eran más de las 12:30 del mediodía y no había llamado. Busqué mi móvil, y me espanté cuando vi que estaba apagado. —¡Idiota! —me reclamé a mi misma. Conecté el teléfono al cargador, y cuando lo encendí, me insulté siete u ocho veces más. Tenía doce llamadas perdidas de Damián, veintitrés mensajes de W******p y otros tres de texto normal. Justo en ese momento, una nueva llamada estaba entrando.
"You're way too beautiful girl, that's why it'll never work"
—¡Sí! —atiné a decir.—¡Hasta que contestas! —respondió Dami—. ¡Llevo desde las ocho tratando de comunicarme contigo!—Lo siento, Dami, tenía el móvil sin batería y no me di cuenta hasta recién...—Creo que ya va siendo hora de que pongamos teléfono fijo...—Es probable —dije riéndome—. En fin, ¿cómo estás? ¿Has dormido algo?—La verdad es que muy poco. Ya sabes lo que me cuesta poder conciliar el sueño en casa ajena...—¿Pero a qué hora terminaste?—A las siete.—¿Y ahora estás en la casa de tu compañero?—Sí, estoy en el piso de Rabuffetti. Ahora iba a desayunar algo —dijo, haciéndome acordar que no había comido lo que me había preparado Fernando. Otro motivo más para sentirme todavía más mal conmigo misma.—Ah... Dami, ¿hoy te voy a ver?—Hoy entro a las tres, así que seguramente tenga que volver a quedarme toda la noche en la oficina.—Entiendo... —dije con desánimo.—Ya hemos superado el primer día, Ro, y voy a seguir necesitando de tu apoyo para superar el resto.—Y sabes que cu
7:30 PM - Fernando—Hola.—Pichón, no puedo esperar más.—Necesito que me des un mes más por lo menos, tuve un problemita con la policía, no pude conseguir la guita todavía.—Hace dos meses que me estás toreando, y yo me estoy jugando el cuello por ti.—Mirá, Ramón, no es joda esto, me tuve que ir de la pensión de Lorenzo, me está buscando gente muy peligrosa. Sólo te pido un mes, un mísero mes más.—Hace dos meses que vengo evitando que te manden dos tipos a que te partan las piernas... Lo siento, pero se te acabó el tiempo, Pichón, los de arriba ya no esperan más.—¿En serio me decís eso? ¿Después de todo lo que hice por ustedes?—Todo recíproco, Pichón, tú nos has dado tanto como nosotros te hemos dado a ti. Ya no puedo hacer nada más para ayudarte, tengo a Amatista pegado en el culo, en todas las reuniones le llena la cabeza a los jefes diciéndoles que yo soy tu cómplice, no me voy a arriesgar más.—¿Y vos no me podés prestar lo que me falta? Sabés que yo nunca te cagaría.—¿Cuánt
8:30 PM - Damián.—¡Andrés! ¡Tanto tiempo, compañero!—¡Damián! Ya ves, aquí de vuelta en la esclavitud.—¿Pero qué ha pasado? Me enteré que te dieron toda la semana libre, ¿pero por qué?—Falleció mi suegra, le dio un ataque al corazón mientras estaba de vacaciones en Roma, y como hubo algunas complicaciones en el envío del cuerpo, pedí que me dieran unos días libres para solucionarlo todo.—Cuánto lo siento.—No lo sientas tanto, esa vieja era una mala arpía. Hace unas semanas mi suegro la descubrió con otro, un tipo más joven y con más dinero que él, y la zorra no tuvo mejor idea que irse con su amante a pasar unas semanas en Italia para "pensar".—Santo cielo, me dejas helado.—Sí, se podría escribir más de un relato con esa historia, pero bueno... ¿Y tú qué te cuentas?—Y... ya te podrás imaginar, recién está empezando este calvario.—Sí, Duragnona me contó varias cosas... Pero tenemos un buen grupo, Dami, vamos a sacar toda esta mierda adelante.—Esa es la actitud, compañero. En
- 12:10 AM - Salomé."¿En serio Damián está agobiado con nuestra relación? Si es así, ¿por qué no me ha dicho nada? Siempre hemos hablado las cosas, siempre hemos tratado nuestros problemas cara a cara, ¿por qué ahora prefiere poner distancia entre nosotros en vez de solucionar las cosas frente a frente?""¿Es por el sexo? ¿Tiene miedo de que me enfade porque todo se reduce al sexo? Si él me lo pidiera, nuestra vida sexual mejoraría un montón, ¿pero por qué no lo hace? ... ¡No! !No! No debería estar pensando en todo esto, Fernando no tiene razón, nuestro único problema es ese maldito trabajo, y yo tengo que apoyar a Damián, porque me necesita más que nunca en estos momentos tan difíciles"."Pero... si fuera verdad... si Fernando tuviera razón... ¿Puedo hacer algo yo para mejorar las cosas?"—¿Y cómo lo hago? —dije sin mucha seguridad. El alcohol ya me estaba haciendo efecto, ya no era sólo un exceso de alegría lo que me estaba provocando. Las palabras de Fernando tenían cada vez más s
12:50 AM - Fernando.—Se terminó todo, no puedo creer cómo mierda fui tan pelotudo de proponerle algo como eso. La tenía en mis manos, ¡la concha de mi madre!Trataba de mantenerme calmado, pero tenía ganas de romper todo. Ahí se había escapado mi oportunidad de ganarme a Salomé, y todo por dejarme guiar por la cabeza de abajo.—¡Qué pelotudo, por dios!Estaba muy nervioso y pensaba en muchas cosas a la vez, no podía tranquilizarme. Sabía que era muy probable que a la mañana siguiente viniera el payaso ese a decirme que tenía que irme ahora que estaba recuperado. Y no podía contarles la verdad, primero porque no me iban a creer, y segundo porque aunque lo hicieran, el tipo no iba a permitir que me quedara cuando estaba siendo perseguido por una mafia organizada.Estuve dando vueltas en la cama toda la noche, apenas pude dormir, me sentía condenado en toda la extensión de la palabra...10:50 AM - Salomé."You're way too beautiful girl, that's why it'll never work"—¡Salo! ¡Buenos días!
03:30 AM - Fernando.—Tú eres tonto, de verdad...—No me hinchés las pelotas, ¿podés prestarme la guita o no?—Es que, no sé... ¿Cómo se lo explico después a Roberto?—Camila, por favor, ustedes treinta mil euros es lo que dejan de propina a los camareros en cualquier lugar. Están forrados en plata...—Roberto revisa todo, y cuando digo todo, es todo. Imagínate cómo me tiene de controlada desde que descubrió lo nuestro.—Camila, en serio, es cuestión de vida o muerte, literalmente. Sos mi última esperanza.—Lo siento, Fercho, no puedo hacer nada por ti, te deseo toda la suerte del mundo.—¡No! ¡No cuelgues! ¡La puta que te parió!Desahuciado, absolutamente desahuciado.08:50 AM - Salomé.—Salo.—Mmmm...—¡Salomé!—Déjame...—¡Despierta, dormilona!Abrí los ojos muy despacio, todavía un poco pegados por las lagañas, y entonces lo vi. Me incorporé de un salto y lo abracé con todas mis fuerzas. Por fin había vuelto...—¡Mi amor! —grité—. ¡Creí que no ibas a venir!—¿Cómo no voy a venir?
01:50 PM - Salomé.—¡Espera, Salomé! ¡A ver si te vas a volver a hacer daño!—¡Cállate! ¡Soy feliz! —Le respondí con alegría. Si bien el doctor me había recomendado seguir guardando reposo, a mí no me importaba absolutamente nada. Por fin volvía a ser libre y ya no iba a tener que depender de nadie para hacer lo que quisiera.—¿Adónde vamos ahora? ¡Tengo ganas de ir al centro comercial, aunque no compremos nada! ¡Vamos!—E-Espera, Salomé —dijo a la vez que me frenaba sujetándome del hombro.—¿Qué pasa?—Que tengo que irme a trabajar...—¿Ya? Pero si no son ni las dos...—Sí... pero me acaba de mandar un mensaje Santiago para que vaya —me respondió, cosa que me pareció rara, porque conozco muy bien el tono que suena cuando a Damián le llega un mensaje, y estaba segura de que esa mañana no lo había oído en ningún momento.—Me habías dicho que hoy entrabas a las tres o a las cuatro...—Sí, ya, pero ya sabes cómo es Santiago, no es la primera vez que me cambia el horario.—"Hoy lo que imp
—Me gustaría hablar más tiempo, nena, pero mañana me levanto a las 5, y sabes que me gusta dormir muchas horas...—Ya lo sé, Zami, y gracias, me hizo muy bien hablar contigo.—¡Como me vuelvas a dar las gracias te abofeteo! ¡Ya te dije que para algo soy tu hermana!—Jaja, gra..., ¡te quiero, reina!—Yo también, princesa, y me alegro que ya puedas caminar, esa silla de ruedas mataba todos tus encantos.—¡Qué dices!—¡Sí! No te lo quise decir, pero estuviste horrible todo estos días en esa maldita silla, ni te molestabas en arreglarte, quizás fue por eso que Damián se sumergió en su trabajo, porque mataste todo tu erostismo, jajaja.—Jeje. Bueno, me voy, mañana hablamos.—Buenas noches, hermanita, que descanses."Otra.... Como si no tuviera suficiente con el idiota de Fernando..." pensé. Había estado toda la tarde dando vueltas a todo, a absolutamente todo, y cuando me sentí aturdida fui al piso de mi hermana, para calmarme un rato. No fue del todo como esperaba la charla, porque tampoc