01:50 PM - Salomé.
—¡Espera, Salomé! ¡A ver si te vas a volver a hacer daño!
—¡Cállate! ¡Soy feliz! —Le respondí con alegría. Si bien el doctor me había recomendado seguir guardando reposo, a mí no me importaba absolutamente nada. Por fin volvía a ser libre y ya no iba a tener que depender de nadie para hacer lo que quisiera.
—¿Adónde vamos ahora? ¡Tengo ganas de ir al centro comercial, aunque no compremos nada! ¡Vamos!
—E-Espera, Salomé —dijo a la vez que me frenaba sujetándome del hombro.
—¿Qué pasa?
—Que tengo que irme a trabajar...
—¿Ya? Pero si no son ni las dos...
—Sí... pero me acaba de mandar un mensaje Santiago para que vaya —me respondió, cosa que me pareció rara, porque conozco muy bien el tono que suena cuando a Damián le llega un mensaje, y estaba segura de que esa mañana no lo había oído en ningún momento.
—Me habías dicho que hoy entrabas a las tres o a las cuatro...
—Sí, ya, pero ya sabes cómo es Santiago, no es la primera vez que me cambia el horario.
—"Hoy lo que importa es tu salud", ¿eh? —Le reproché en un tono apagado. Me había dicho a mí misma que no iba a pelearme con él pasara lo que pasara, pero la situación me estaba superando.
—Lo siento, Salomé... —dijo en un tono todavía más apagado que el mío.
—No pasa nada —le respondí con una sonrisa poco sincera—. Vámonos.
—Está bien...
Durante el camino, él trataba de entablar conversación conmigo, pero yo sólo le respondía con monosílabos y desganada. No quería estar de esa manera con él, porque sabía que cuando llegáramos a casa, no lo volvería a ver hasta a saber cuando. Pero no podía evitarlo, no entendía por qué había estado tan histérico todo el día, como si nuestro reencuentro no hubiera significado nada para él. Era evidente que me estaba ocultando algo, pero no sabía qué era...
Me sacó de mis pensamientos cuando nombró a una persona de la cual me había olvidado por completo.
—Me imagino que ya le has contado a Fernando sobre lo del piso...
—¿Eh? —lo miré con sorpresa. Al estar sumida en mis pensamientos, tardé en asimilar la pregunta.
—¿Qué? ¿No se lo has contado todavía? No me digas que ya se ha ido, esta mañana no lo he visto por casa...
—No he tenido la oportunidad de decírselo todavía... Y no, no se ha ido, lleva desde ayer encerrado en el cuarto de invitados, y sólo sale para comer e ir al baño.
—¿Qué? ¿No me habías dicho que te había estado ayudando con la casa?
—Y lo ha hecho, lo ha hecho.
—¿Y qué le pasa entonces?
—No lo sé, quizás sea por lo de su prometida o lo de esos matones, no debe ser fácil superar tantas cosas a la vez.
—Sí, puede ser... Bueno, llegamos.
—¿Mañana nos veremos? —pregunté sin muchas esperanzas.
—No lo sé, mi vida, no lo sé...
—Bueno, que te vaya todo bien hoy, dale saludos a Santiago de mi parte —dije de forma gentil.
—Se los daré, mi amor. No te olvides que cada vez queda menos para que volvamos a nuestro ritmo de vida normal. Te amo.
—Yo también te amo —y cuando dije eso, me quedé unos segundos más en el coche esperando que me diera un beso de despedida, pero ni siquiera amagó con hacerlo. Entonces no dije nada más, bajé con la mejor de mis sonrisas, y se marchó al trabajo.
Mientras esperaba a que llegara el ascensor, la conversación que había tenido con Fernando dos noches atrás, volvía a hacer eco en mi cabeza...
2:20 PM - Damián.
Cuando llegué a la oficina, el ambiente estaba igual que siempre, gente corriendo de un lado para otro y gritos por doquier. Algunos me saludaron y otros simplemente estaban demasiado ocupados como para girarse a saludarme. Me tranquilicé al ver que todo estaba bien, parecía que mi ausencia no había alterado el ritmo de trabajo.
—¿Damián? —me llamó alguien a la vez que me tocaba el hombro por detrás.
—¡Laura! —grité con sorpresa.
—¡Sí! —respondió ella con alegría y dándome un abrazo.
Laura era una vieja compañera de trabajo y también amiga mía. Habíamos trabajado juntos mi primer año en la empresa. Fue ella la que me guió durante todo ese tiempo y la que me enseñó a desempeñar mi trabajo de una forma por la que siempre fui elogiado. En definitiva, se podía decir que era mi mentora.
Lau, como la llamaban los que más confianza tenían con ella, que ya debía rondar los 30 y pocos años, era una chica más bien bajita, de 1.65, y con un cuerpo normalito, pero con todo en su lugar. Aunque, sin duda alguna, lo que más pasiones despertaba en la oficina era su belleza; Una hermosa sonrisa de labios finitos, acompañada por unos penetrantes y grandes ojos verdes que combinaban de manera perfecta con su larga cabellera rubia. Más de una pelea se había generado entre los trabajadores por sus encantos, aunque ella siempre trató de mantenerse al márgen de todo eso, nunca le gustó sobresalir.
El día que anunció a todos que se casaba y que se iba a vivir a Munich con su pareja, a media planta se le vino la vida abajo, y no sólo a aquellos que se sentían atraídos físicamente por ella, sino también a los que la querían por su forma de ser, por su alegría y su siempre buena predisposición para ayudar a los demás, y porque también era como una maestra para todos ellos. Laura, a pesar de su corta edad, era la mejor empleada de la empresa.
—Vaya, Laura, tanto tiempo... Creí que no te iba a volver a nunca.
—Y yo, y yo. Pero la vida da muchas vueltas, y... ¡aquí me tienes de vuelta!
—¿En serio? ¿Vuelves a la empresa?
—¡Pues sí! Esta mañana he tenido una reunión con Santiago y, en fin, hoy es mi primer día, je.
—¡Qué bien! No sabes la alegría que me da el volver a tenerte de compañera. Pero, ¿por qué has vuelto?
—Verás, Dami, no terminé de acostumbrarme mucho al ritmo de vida alemán, ni tampoco a los alemanes, y mucho menos al idioma, jaja. No sé ni cómo aguanté dos años allí...
—Entiendo... ¿Y tu marido? No debió ser fácil para él volver a dejar su país.
—Es que no lo dejó, él se quedó en Munich.
—¿Eh? ¿Lo han dejado?
—Dejado no, demasiado lío todo el trámite, pero digamos que nos hemos dado libertad para "proceder" como queramos. Pero no se lo digas a nadie, por favor, no quiero que los buitres me empiecen a rondar de nuevo, ya me entiendes, je.
—Claro, sí... Pero vaya, nunca pensé que fueras a terminar de esta manera, tú que siempre has sido de analizar bien las cosas y tomar las decisiones correctas.
—Ya, pero bueno, será que soy buenas para unas cosas y para otras no tanto, ¿no te parece?
—Será, será. Y, joder, Laura, estoy anonadado con tu regreso, ¿o debería llamarte Lourditas? Como ahora eres mi subordinada, jaja.
—¿Subordinada?
—¡Damián! ¡Acompáñame a mi puto despacho!
Estaba tan a gusto hablando con Lau que me olvidé por completo que me había saltado más de cinco horas de trabajo. Pero ya estaba el bueno de Santiago para recordármelo...
—No se lo ve muy contento, ¿qué has hecho? —me preguntó ella.
—Ya te contaré... Deséame suerte.
Sinceramente, no estaba asustado, pero si un poco temeroso. No creía que Santiago me fuera a despedir, me había dicho en más de una ocasión que yo era un activo muy importante en la empresa. Pero si se habían enterado 'los de arriba', entonces sí podía estar metido en un problema...
—Siéntate —me dijo al entrar.
—Santi, déjame explicarte. Resulta que...
—No, te callas y me dejas hablar a mí —dijo cortante. Estaba bastante enfadado—. Ayer dije claramente que hoy era un día importante, y te lo pasaste por el forro de los cojones.
—No, Santi, déjame explicarte.
—¿Qué me vas a explicar?
—Hoy Salomé tenía cita con el médico para quitarse la escayola, y no tenía quién la llevara, no tuve más alternativa... ¡Pero me quedé toda la noche adelantando trabajo y...
—¿Y por qué no me lo dijiste?
—Ayer me mandaste a tomar por culo, Santi...
—Pero si no ibas a venir de todas formas, ¡me lo hubieses dicho y ponía a otro para que hiciera tu trabajo! A duras penas pude cubrirte las espaldas cuando vinieron los de arriba.
—Y te lo agradezco, pero hoy mi novia me necesitaba de verdad, no quería arriesgarme a que me dijeras que no y me amenazaras...
—¿Amenazarte? ¿Cuándo te he amenazado yo? —dio un largo suspiro, y luego prosiguió—. Mira, vamos a dejarlo ahí... Pero ya no te voy a dejar pasar ninguna más, ¿eh?
—Gracias por tu comprensión, Santiago, en serio —Y me levanté para marcharme.
—¿Adónde vas? —me detuvo enseguida.
—A trabajar...
—No, no. Tú espera aquí, ya vuelvo —y se fue. La cosa había salido bastante bien, había estado tan nervioso por nada. Santiago siempre me había ayudado cuando lo había necesitado, no sabía por qué no le había dicho la verdad desde un principio.
—Pasa, por favor —Dijo, y la persona a la que le hablaba resultó ser Laura.
—Hola de nuevo, Dami —me saludó un poquito cortada.
—Hola, ¿qué pasa, Santi? —respondí.
—A partir de hoy vuelves a trabajar para ella. Últimamente te veo bastante distraído, y como de mí sudas como de la m****a, ella va a ser la que te vuelva a poner en vereda —dijo, así, sin más.
—Espera un momento, Santiago, ¿me estás degradando de puesto?
—Tranquilo, vas a seguir cobrando lo mismo, pero ahora vas a tener un jefe directo al que rendirle cuentas sobre tu trabajo, y ya no vas a tomar las decisiones.
—No sé si te entendí bien, ¿ya no lidero el grupo de trabajo que formé yo?
—Así es. Vas a ser la mano derecha de Laura.
—Eh, Santi, ya te he dicho que no tengo problema en.. —intervino ella, pero el bigotudo no la dejó terminar.
—No, la decisión ya está tomada, y ya no hay nada más que hablar, pueden irse.
No era una mala noticia del todo, ya que me llevaba muy bien con Laura y nos entendíamos perfectamente a la hora de trabajar, pero ahora ya no iba a poder disponer de mi tiempo de trabajo como a mí me pareciera, y además ella era muy estricta para esas cosas.
—Lo siento, Dam, no era mi intención que te jodieran así... —Dijo preocupada.
—Y tú qué ibas a saber, Lu. Me lo he ganado, por no dar la cara cuando tengo que darla.
—"Lu..." Hacía mucho que no me llamaban de esa manera, jaja.
—Igual que a mí "Dam", y no me quejo.
—Jajaja, mejor, ya te vas a quejar bastante en estos días.
—Que Dios me proteja...
—¡Venga! ¡A trabajar!
El tablero estaba dispuesto y las fichas ya se movían. Sólo deseaba con todas mis fuerzas que esos cambios no afectaran a mi vida personal, o al menos no para mal, porque las cosas no estaban como para complicarlas más.
—Manos a la obra, pues... —y nos dispusimos a continuar con el trabajo pendiente.
—Me gustaría hablar más tiempo, nena, pero mañana me levanto a las 5, y sabes que me gusta dormir muchas horas...—Ya lo sé, Zami, y gracias, me hizo muy bien hablar contigo.—¡Como me vuelvas a dar las gracias te abofeteo! ¡Ya te dije que para algo soy tu hermana!—Jaja, gra..., ¡te quiero, reina!—Yo también, princesa, y me alegro que ya puedas caminar, esa silla de ruedas mataba todos tus encantos.—¡Qué dices!—¡Sí! No te lo quise decir, pero estuviste horrible todo estos días en esa maldita silla, ni te molestabas en arreglarte, quizás fue por eso que Damián se sumergió en su trabajo, porque mataste todo tu erostismo, jajaja.—Jeje. Bueno, me voy, mañana hablamos.—Buenas noches, hermanita, que descanses."Otra.... Como si no tuviera suficiente con el idiota de Fernando..." pensé. Había estado toda la tarde dando vueltas a todo, a absolutamente todo, y cuando me sentí aturdida fui al piso de mi hermana, para calmarme un rato. No fue del todo como esperaba la charla, porque tampoc
4:00 PM - Damián.—Qué día de mierda, santo cielo. La verdad es que preferiría volver a trabajar 24 horas seguidas a tener que seguir teniendo que soportar al asqueroso de Barrientos.Acababa de salir de la oficina ya en mi segundo día de horario estabilizado, sin horas extras ni explotaciones de ningún tipo. No obstante, el trabajo seguía siendo un dolor de huevos tremendo, y todo por culpa del supervisor del nuevo proyecto que nos habían asignado a mi equipo... bueno, al equipo de Lau y a mí.Ya estaba llegando a casa, quería aislarme de los problemas del trabajo al menos por unas horas, tenía ganas de ver a mi querida novia y que me alegrara el día con su hermosa sonrisa.Apenas entré en el apartamento, lancé el maletín al sofá que tenía más cerca, y también la chaqueta. Grité hasta tres veces el nombre de Salomé, pero no hubo respuesta, cosa que me extrañó, porque suponía que a esa hora tenía que estar en casa. Seguí llamándola, tenía muchas ganas de verla, el día había sido espan
00:00 hs. - Fernando.—Bueh... Al menos gané un poco de tiempo.Estaba sentado en el salón, solo, mi única compañía eran mis pensamientos y las voces de la televisión, a las cuales no les daba pelota. La verdad es que esa noche, por un buen rato, llegué a olvidarme de todos mis problemas. Sí, durante unas horas, sentí paz en mi alma. Me costaba reconocerlo, me gustaba sentir que tenía todo controlado y que yo mandaba sobre mis emociones, pero la verdad era que la situación me estaba superando. Por esa razón, la compañía de Salomé fue como un soplo de aire fresco para mí. Haber pasado el rato con ella me había hecho volver a aquellos días de adolescencia cuando estaba enamorado de ella."Será que al final no soy tan duro como creo ser", pensaba mientras cambiaba de canal, aunque sin buscar ningún canal en específico. Sí, porque había llegado a esa casa buscando techo gratis por una semana o dos, la idea era hacer mis trabajitos para poder pagarle a los negros, y una vez juntara lo sufi
—Acariciame... Dame un poco más de tu calor... Tu objetivo es que yo me dé cuenta de que tenés ganas de 'tema'...Mi parte la tenía clarísima, pero no sabía si ella iba a ser capaz de cumplir la suya. Sin embargo, Salomé volvió a hacer algo que no me esperaba. Muy torpemente, se incorporó un poco, y pasó su pierna derecha por encima de mi pierna izquierda. Luego me abrazó con la mano que, hasta ese momento, había tenido atrapada entre nuestros cuerpos, y se apretó contra mí. Esta vez su cara quedó enfrentada con mi cuello, y pude notar como su respiración se iba acelerando cada vez más.—¿Así está bien? —me preguntó. Por supuesto que estaba bien, el 99% de los hombres, incluido su novio, ya habrían captado sus intenciones y se la habrían llevado a la catrera a empotrarla como dios manda. Pero yo no era su pareja, y no me convenía que la cosa terminara ahí, tenía que seguir incitándola a que avanzara más.—Cualquiera ya habría entendido perfectamente lo que querés, Salo, pero no Damián
POV Salomé—¡Siempre dices lo mismo! ¡Estoy harta de tus promesas!Tras estas palabras, agarré mi abrigo, mi bolso y mi paraguas, y salí por la puerta.Estaba a punto de llorar y muy enojada, no podía creer que me lo hubiera vuelto a hacer, ¡había vuelto a romper su promesa! Pero ésta iba a ser la última vez, ya era hora de que eligiera, o su trabajo o yo. Así que decidí que lo mejor era irme a pasar unos días a casa de mi madre, sabía perfectamente lo mucho que le molestaba eso, pero pensé que un buen escarmiento le vendría bien. Todavía estaba a tiempo de llegar al último tren de las 10:45, tenía la estación a diez minutos a pie, así que dándome un poco de prisa llegaría sin problemas, si ese maldito ascensor se daba prisa en llegar.Durante el camino iba dándole vueltas al tema, tenía millones de cosas en la cabeza en ese momento, y por primera vez tuve dudas, ¿había hecho bien en irme a vivir con Damián tan pronto? Después de todo no hacía ni dos años que estábamos saliendo, y las
7:45 PM - POV Salomé—¡Hogar dulce hogar! ¡Vamos, alegría, alegría! ¡Alegría, vamos!Repetía Zamira una y otra vez en intentos constantes de levantarme el ánimo. Había regresado a casa después de ocho largos días internada, y mi querida hermana no se apartaba de mi lado, al igual que en el hospital. No estaba del todo bien, todavía me sentía débil, pero eran simples sensaciones, físicamente, salvo detalles, me encontraba perfectamente. Tenía la pierna enyesada y todavía me estaba recuperando del golpe en la cabeza, los médicos me habían dicho que con mucho reposo y siguiendo algunas instrucciones, estaría recuperada en poco tiempo.—Sí, yujuu... — respondí algo desanimada, mientras me acomodaba en la silla de ruedas que acababan de sacar del baúl del coche.Realmente seguía sin tener ganas de hablar con nadie, quería estar sola, sentía vergüenza por todo lo que había pasado. Le había ocasionado problemas a todos los que me rodean por un pataleo propio de una niña malcriada, no quería
Conocí a Damián en la Universidad, en el año 2010, cuando yo tenía 19 años y recién empezaba a estudiar magisterio. En cambio, él ya era un veterano, tenía 25 años y estaba terminando la carrera de Administración de Empresas. La verdad es que me fijé en él desde la primera vez que lo vi, en una charla a los novatos en el salón de actos de la Universidad. Me encantaba como se expresaba, la seguridad con la que lo hacía, lograba tener a todos los alumnos nuevos muy atentos. Además era un hombre muy apuesto (y lo sigue siendo). Cómo lo describiría... Alto, 1.85 apróximadamente, unos ojos negros penetrantes, pelo negro corto, barba de dos días, un cuerpo bastante atlético, que no era el de David Beckham, pero tampoco el de un flaco raquítico. Bueno, me sentí atraída a él desde el primer momento que lo vi, pero no me atreví a hablar con él hasta un mes más tarde, en la biblioteca. Yo estaba perdida y muy alterada con un trabajo de literatura que tenía que entregar esa tarde y todavía no ll
6:00 PM - POV Fernando—Ah... ah... ah... ah... sí...—Mirá la diferencia que hay cuando te liberás. Así es otra cosa, preciosa, jaja.—Cierra la puta boca ya y no bajes el ritmo.Por fin, y después de tanto intentarlo, la tenía en su cama matrimonial a cuatro patas gritando como una perra. No era lo mismo cogérmela en mi cuartucho de tres al cuarto que en la cama donde dormía con su marido todas las noches. También me la había empomado varias veces en la cocina, cuando su marido se duchaba, pero ahí se contenía demasiado y muchas veces ni me daba tiempo a acabar. Pero, sin duda alguna, el mejor polvo con ella fue en su baño, el cornudo de su marido había llegado temprano a casa ese día y a mí no me daba la gana volver a quedarme a medias, así que nos encerramos en el baño, puse la traba, y le seguí dando con todo, incluso 'Corneta' golpeó la puerta y le preguntó si estaba bien, porque por momentos se le escapaban gemidos a la yegua, fue un momento único.—Ah, ah, ah, ah, ah, ah, Dios