03:30 AM - Fernando.
—Tú eres tonto, de verdad...
—No me hinchés las pelotas, ¿podés prestarme la guita o no?
—Es que, no sé... ¿Cómo se lo explico después a Roberto?
—Camila, por favor, ustedes treinta mil euros es lo que dejan de propina a los camareros en cualquier lugar. Están forrados en plata...
—Roberto revisa todo, y cuando digo todo, es todo. Imagínate cómo me tiene de controlada desde que descubrió lo nuestro.
—Camila, en serio, es cuestión de vida o muerte, literalmente. Sos mi última esperanza.
—Lo siento, Fercho, no puedo hacer nada por ti, te deseo toda la suerte del mundo.
—¡No! ¡No cuelgues! ¡La puta que te parió!
Desahuciado, absolutamente desahuciado.
08:50 AM - Salomé.
—Salo.
—Mmmm...
—¡Salomé!
—Déjame...
—¡Despierta, dormilona!
Abrí los ojos muy despacio, todavía un poco pegados por las lagañas, y entonces lo vi. Me incorporé de un salto y lo abracé con todas mis fuerzas. Por fin había vuelto...
—¡Mi amor! —grité—. ¡Creí que no ibas a venir!
—¿Cómo no voy a venir? Si te lo prometí.
—Es que anoche no llamaste —decía yo sin soltarlo.
—Ya sé que te dije que a lo mejor venía, pero fue imposible, cada día nos encontramos con más y trabajo, y por más que adelantemos, no avanzamos nada.
—Está bien, no pasa nada, lo importante es que has venido.
—Bueno, a y media tenemos que estar en el hospital, y ya son casi las nueve. Va a ser mejor que te vayas preparando —dijo mientras se levantaba de la cama con intención de dejarme sola.
—No, vamos a quedarnos un ratito aquí, juntos, que tenemos tiempo de sobra —le dije cariñosamente.
—Tenemos media hora, Ro, vamos a hacer las cosas bien —me respondió.
—Bueno, pero no te vayas, ayúdame a vestirme —dije, cosa poco habitual en mí, pero es que quería aprovechar cada segundo a su lado, no quería que se fuera.
—No me voy a ningún lado, tonta, voy a estar afuera preparando el desayuno. Me avisas cuando estés lista.
—Dami, ¿qué te parece si llamo al hospital y les digo que me cambien la cita para más tarde?
—Salo... —suspiró.
—¡Sí! Hace muchos días que no nos vemos, quiero estar contigo a solas más tiempo...
—Eso es poco serio, Salo. Además, ¿no estabas tan desesperada por quitarte ya la escayola?
—Puedo aguantar unas horas más si es por ti...
—No digas tonterías. Vamos, vístete que se nos hace tarde.
Y sin más, salió por la puerta, dejándome con cara de idiota. No entendía para nada lo que acababa de pasar, no sabía a qué había venido esa actitud tan fría cuando él siempre había sido tan cariñoso por las mañanas conmigo, tratándome como una reina y cumpliéndome todos mis caprichos matutinos. Me quedé unos segundos en la cama, enfadada, como una niña pequeña que le acababan de decir que tenía que ir al colegio sí o sí. Pero, cuando caí en cuenta de lo largo que era el día, me levanté casi de un salto. Damián me podía tener preparada más de una sorpresa para celebrar nuestro reencuentro.
No lo llamé cuando terminé de prepararme, hice todo por mi cuenta, como venía siendo habitual, quería demostrarle que era verdad que ya me encontraba en perfectas condiciones.
Cuando llegué al salón, estaba esperándome con una jarra de zumo de naranja y unas tostadas en la mesita de café frente a la televisión. Él estaba bastante inquieto; cuando no miraba el reloj, miraba el móvil, y si no, bebía un poco de zumo, después volvía a mirar el móvil o el reloj. Yo intentaba no pensar, ni analizar nada, porque pensar me había traído muchos problemas últimamente, y por eso no quería seguir llenando mi cabeza de humo. Pero era difícil, me estaba empezando a dar la sensación de que Damián no quería estar ahí conmigo, o que no debía, pero que se sentía en la obligación de hacerlo de todas formas.
"¡No!", pensé enseguida. Sacar conclusiones precipitadas no me iba a servir de nada, tenía que mantenerme firme en la decisión que había tomado de confiar en él, y si se había tomado la molestia de venir a casa sólo porque yo se lo había pedido, entonces era que las cosas estaban mejor que nunca entre nosotros.
—Venga, Salo, come algo rápido y vamos saliendo, que ya sabes lo que tarda ese ascensor en subir.
—Sí —le respondí con la mejor cara que pude poner—. ¿A qué hora tienes que entrar al trabajo?
—Por la tarde, sobre las tres o las cuatro. Igual, tú no te preocupes por eso, hoy lo que importa es tu salud, y me quedaré contigo el tiempo que sea necesario.
"Wooo, wooo, wooo, Sweet Child O' Mine"
—¿No vas a responder? —le dije al escuchar su móvil sonar.
—No, no... No es nada importante —me contestó, aunque me pareció que sin mucha seguridad— Bueno, vamos saliendo, ¡que ese yeso no se va a quitar solo!
—Sí, vamos.
Y salimos para el hospital...
8:30 PM - Damián.
—Santi, es el señor Schweizer, desde la estación, ¿te lo paso?
—Sí, bueno, ahora estoy ocupado, dile que llame mañana a primera hora, que lo atenderé con gusto.
—Dice que es urgente, que o contestas ahora, o que te olvides.
—¡Pero me cago en la puta! ¡Ponme al puto guiri! ¡Clara, tráeme el archivador con los papales de Berlín!
—Enseguida, señor.
—¡Pero date prisa, muchacha! Es que me cago en Satán, ni un puto minuto de tranquilidad en todo el maldito día. ¡Alejandra! ¡¿Me vas a pasar la puta llamada o no?!
Quería encontrar el momento adecuado para preguntárselo, pero no había manera, además estaba demasiado nervioso, y no quería que me mandara a la m****a. Le había dicho a Salomé que a lo mejor iba a poder ir esa noche a casa, y, aunque si bien no se lo había asegurado, sabía que la idea le había hecho mucha ilusión y no quería volver a decepcionarla. Mis esperanzas se debían a que, la noche anterior, Santiago nos había dejado irnos a casa temprano, y a lo mejor ese día también podía hacer lo mismo, ya que teníamos mucho trabajo adelantado y nos lo podíamos permitir. No quise aparecerme por casa esa noche que había pasado, porque mi jefe nos avisó cerca de la una de la mañana que podíamos irnos, y si iba a esa hora, que seguramente Ro estaría durmiendo, se despertaría, y yo sabía cuánto le costaba dormirse por culpa de esa maldita escayola.
Esperé unos minutos a que Santiago se tranquilizara y me acerqué despacito, como si pasara por ahí de casualidad.
—Oh, hola Santi, tú por aquí... —dije un poquitín nervioso.
—¿Qué dices?—dijo mirándome seriamente—. Si este es mi despacho.
—Jajaja, claro, ¡qué tonto!
—Venga, Damián, di lo que tengas que decir —me dijo, mirándome fijamente.
—¿Qué?
—Me vienes a pedir que te deje ir a casa esta noche, ¿verdad? —no sabía cómo, pero este hombre siempre se enteraba de todo.
—¿Eh? ¿Yo? —intenté hacerme el desentendido—. Sólo pasaba por aquí y...
—Venga, hombre, creo que hay confianza entre nosotros, no hace falta que te andes con rodeos si quieres pedirme algo.
—Ya, Santi —dije finalmente—, pero es que no es fácil hacer una petición tan egoísta cuando todo el mundo está trabajando tan duro. ¡Ojo! Yo también estoy muy centrado en el trabajo, pero es que...
—Lo sé, Damián, lo sé. Pero me gusta que las relaciones con mis empleados sean, dentro de la estricta profesionalidad, de confianza mútua. Así que, si quieres pedirme algo, lo haces y punto, no soy ningún ogro.
—Bueno... ¿Entonces puedo irme esta noche a casa? Tengo adelantado un montón de trabajo y...
—No. Ahora lárgate de aquí que estoy de m****a hasta el cuello.
Misión infructuosa. Santiago fuera del trabajo era un pan de dios, pero cuando estábamos en la oficina podía llegar a ser un verdadero hijo de puta.
Cuando salí de su despacho, me di cuenta que su secretaria Alejandra y una becaria de 24 años que se llamaba Clara, se reían por lo bajo. Evidentemente habían escuchado la conversación que acababa de tener ahí dentro con mi jefe. "Ya les vas a tocar a ustedes lidiar con él", pensé.
Tres horas después, aproximadamente a las doce menos cuarto de la mañana, por segundo día consecutivo, Santiago nos dijo a todos que podíamos irnos a casa. Pegué un salto de la emoción y empecé a guardar mis cosas a toda velocidad, ya me estaba imaginando la cara que pondría Salomé al verme, porque todavía era temprano y sabía que podía cogerla despierta, pero...
—¡Mañana a las 9 los quiero a todos aquí! Se vienen unos días bastante pesados y mientras más trabajo saquemos adelante, mucho mejor. Por eso los dejé irse temprano estos dos días, para que estén frescos para lo que se viene. Además, mañana es un día muy importante, pero ya hablaremos sobre eso. ¡Ahora a tomar por culo de aquí!
Se me vino el mundo abajo, se suponía que al día siguiente tenía que llevar a Salomé al hospital, no me esperaba que me cambiaran los horarios a último momento. No podía volver a decepcionarla, pero tampoco podía permitirme perder el trabajo, así que, nuevamente, me volví a ver en la situación de tener que elegir entre mi vida privada y mi vida profesional... Pero siempre fui un cobarde... Eran las tres de la mañana y estaba en la casa de mi compañero Rabuffetti rellenando papeles y escribiendo cartas en el ordenador. El plan era adelantar todo lo que pudiera esa noche para que al día siguiente la bronca de Santiago fuera un poco más leve. Obviamente, no iba a dejar tirada a mi novia, no esta vez.
No iba a poder dormir casi nada o absolutamente nada, pero todo sacrificio era poco para poder ver esa preciosa sonrisa en la cara de Salomé.
—Me cago en mi vida...
01:50 PM - Salomé.—¡Espera, Salomé! ¡A ver si te vas a volver a hacer daño!—¡Cállate! ¡Soy feliz! —Le respondí con alegría. Si bien el doctor me había recomendado seguir guardando reposo, a mí no me importaba absolutamente nada. Por fin volvía a ser libre y ya no iba a tener que depender de nadie para hacer lo que quisiera.—¿Adónde vamos ahora? ¡Tengo ganas de ir al centro comercial, aunque no compremos nada! ¡Vamos!—E-Espera, Salomé —dijo a la vez que me frenaba sujetándome del hombro.—¿Qué pasa?—Que tengo que irme a trabajar...—¿Ya? Pero si no son ni las dos...—Sí... pero me acaba de mandar un mensaje Santiago para que vaya —me respondió, cosa que me pareció rara, porque conozco muy bien el tono que suena cuando a Damián le llega un mensaje, y estaba segura de que esa mañana no lo había oído en ningún momento.—Me habías dicho que hoy entrabas a las tres o a las cuatro...—Sí, ya, pero ya sabes cómo es Santiago, no es la primera vez que me cambia el horario.—"Hoy lo que imp
—Me gustaría hablar más tiempo, nena, pero mañana me levanto a las 5, y sabes que me gusta dormir muchas horas...—Ya lo sé, Zami, y gracias, me hizo muy bien hablar contigo.—¡Como me vuelvas a dar las gracias te abofeteo! ¡Ya te dije que para algo soy tu hermana!—Jaja, gra..., ¡te quiero, reina!—Yo también, princesa, y me alegro que ya puedas caminar, esa silla de ruedas mataba todos tus encantos.—¡Qué dices!—¡Sí! No te lo quise decir, pero estuviste horrible todo estos días en esa maldita silla, ni te molestabas en arreglarte, quizás fue por eso que Damián se sumergió en su trabajo, porque mataste todo tu erostismo, jajaja.—Jeje. Bueno, me voy, mañana hablamos.—Buenas noches, hermanita, que descanses."Otra.... Como si no tuviera suficiente con el idiota de Fernando..." pensé. Había estado toda la tarde dando vueltas a todo, a absolutamente todo, y cuando me sentí aturdida fui al piso de mi hermana, para calmarme un rato. No fue del todo como esperaba la charla, porque tampoc
4:00 PM - Damián.—Qué día de mierda, santo cielo. La verdad es que preferiría volver a trabajar 24 horas seguidas a tener que seguir teniendo que soportar al asqueroso de Barrientos.Acababa de salir de la oficina ya en mi segundo día de horario estabilizado, sin horas extras ni explotaciones de ningún tipo. No obstante, el trabajo seguía siendo un dolor de huevos tremendo, y todo por culpa del supervisor del nuevo proyecto que nos habían asignado a mi equipo... bueno, al equipo de Lau y a mí.Ya estaba llegando a casa, quería aislarme de los problemas del trabajo al menos por unas horas, tenía ganas de ver a mi querida novia y que me alegrara el día con su hermosa sonrisa.Apenas entré en el apartamento, lancé el maletín al sofá que tenía más cerca, y también la chaqueta. Grité hasta tres veces el nombre de Salomé, pero no hubo respuesta, cosa que me extrañó, porque suponía que a esa hora tenía que estar en casa. Seguí llamándola, tenía muchas ganas de verla, el día había sido espan
00:00 hs. - Fernando.—Bueh... Al menos gané un poco de tiempo.Estaba sentado en el salón, solo, mi única compañía eran mis pensamientos y las voces de la televisión, a las cuales no les daba pelota. La verdad es que esa noche, por un buen rato, llegué a olvidarme de todos mis problemas. Sí, durante unas horas, sentí paz en mi alma. Me costaba reconocerlo, me gustaba sentir que tenía todo controlado y que yo mandaba sobre mis emociones, pero la verdad era que la situación me estaba superando. Por esa razón, la compañía de Salomé fue como un soplo de aire fresco para mí. Haber pasado el rato con ella me había hecho volver a aquellos días de adolescencia cuando estaba enamorado de ella."Será que al final no soy tan duro como creo ser", pensaba mientras cambiaba de canal, aunque sin buscar ningún canal en específico. Sí, porque había llegado a esa casa buscando techo gratis por una semana o dos, la idea era hacer mis trabajitos para poder pagarle a los negros, y una vez juntara lo sufi
—Acariciame... Dame un poco más de tu calor... Tu objetivo es que yo me dé cuenta de que tenés ganas de 'tema'...Mi parte la tenía clarísima, pero no sabía si ella iba a ser capaz de cumplir la suya. Sin embargo, Salomé volvió a hacer algo que no me esperaba. Muy torpemente, se incorporó un poco, y pasó su pierna derecha por encima de mi pierna izquierda. Luego me abrazó con la mano que, hasta ese momento, había tenido atrapada entre nuestros cuerpos, y se apretó contra mí. Esta vez su cara quedó enfrentada con mi cuello, y pude notar como su respiración se iba acelerando cada vez más.—¿Así está bien? —me preguntó. Por supuesto que estaba bien, el 99% de los hombres, incluido su novio, ya habrían captado sus intenciones y se la habrían llevado a la catrera a empotrarla como dios manda. Pero yo no era su pareja, y no me convenía que la cosa terminara ahí, tenía que seguir incitándola a que avanzara más.—Cualquiera ya habría entendido perfectamente lo que querés, Salo, pero no Damián
POV Salomé—¡Siempre dices lo mismo! ¡Estoy harta de tus promesas!Tras estas palabras, agarré mi abrigo, mi bolso y mi paraguas, y salí por la puerta.Estaba a punto de llorar y muy enojada, no podía creer que me lo hubiera vuelto a hacer, ¡había vuelto a romper su promesa! Pero ésta iba a ser la última vez, ya era hora de que eligiera, o su trabajo o yo. Así que decidí que lo mejor era irme a pasar unos días a casa de mi madre, sabía perfectamente lo mucho que le molestaba eso, pero pensé que un buen escarmiento le vendría bien. Todavía estaba a tiempo de llegar al último tren de las 10:45, tenía la estación a diez minutos a pie, así que dándome un poco de prisa llegaría sin problemas, si ese maldito ascensor se daba prisa en llegar.Durante el camino iba dándole vueltas al tema, tenía millones de cosas en la cabeza en ese momento, y por primera vez tuve dudas, ¿había hecho bien en irme a vivir con Damián tan pronto? Después de todo no hacía ni dos años que estábamos saliendo, y las
7:45 PM - POV Salomé—¡Hogar dulce hogar! ¡Vamos, alegría, alegría! ¡Alegría, vamos!Repetía Zamira una y otra vez en intentos constantes de levantarme el ánimo. Había regresado a casa después de ocho largos días internada, y mi querida hermana no se apartaba de mi lado, al igual que en el hospital. No estaba del todo bien, todavía me sentía débil, pero eran simples sensaciones, físicamente, salvo detalles, me encontraba perfectamente. Tenía la pierna enyesada y todavía me estaba recuperando del golpe en la cabeza, los médicos me habían dicho que con mucho reposo y siguiendo algunas instrucciones, estaría recuperada en poco tiempo.—Sí, yujuu... — respondí algo desanimada, mientras me acomodaba en la silla de ruedas que acababan de sacar del baúl del coche.Realmente seguía sin tener ganas de hablar con nadie, quería estar sola, sentía vergüenza por todo lo que había pasado. Le había ocasionado problemas a todos los que me rodean por un pataleo propio de una niña malcriada, no quería
Conocí a Damián en la Universidad, en el año 2010, cuando yo tenía 19 años y recién empezaba a estudiar magisterio. En cambio, él ya era un veterano, tenía 25 años y estaba terminando la carrera de Administración de Empresas. La verdad es que me fijé en él desde la primera vez que lo vi, en una charla a los novatos en el salón de actos de la Universidad. Me encantaba como se expresaba, la seguridad con la que lo hacía, lograba tener a todos los alumnos nuevos muy atentos. Además era un hombre muy apuesto (y lo sigue siendo). Cómo lo describiría... Alto, 1.85 apróximadamente, unos ojos negros penetrantes, pelo negro corto, barba de dos días, un cuerpo bastante atlético, que no era el de David Beckham, pero tampoco el de un flaco raquítico. Bueno, me sentí atraída a él desde el primer momento que lo vi, pero no me atreví a hablar con él hasta un mes más tarde, en la biblioteca. Yo estaba perdida y muy alterada con un trabajo de literatura que tenía que entregar esa tarde y todavía no ll