Regresos

8:30 PM - Damián.

—¡Andrés! ¡Tanto tiempo, compañero!

—¡Damián! Ya ves, aquí de vuelta en la esclavitud.

—¿Pero qué ha pasado? Me enteré que te dieron toda la semana libre, ¿pero por qué?

—Falleció mi suegra, le dio un ataque al corazón mientras estaba de vacaciones en Roma, y como hubo algunas complicaciones en el envío del cuerpo, pedí que me dieran unos días libres para solucionarlo todo.

—Cuánto lo siento.

—No lo sientas tanto, esa vieja era una mala arpía. Hace unas semanas mi suegro la descubrió con otro, un tipo más joven y con más dinero que él, y la zorra no tuvo mejor idea que irse con su amante a pasar unas semanas en Italia para "pensar".

—Santo cielo, me dejas helado.

—Sí, se podría escribir más de un relato con esa historia, pero bueno... ¿Y tú qué te cuentas?

—Y... ya te podrás imaginar, recién está empezando este calvario.

—Sí, Duragnona me contó varias cosas... Pero tenemos un buen grupo, Dami, vamos a sacar toda esta m****a adelante.

—Esa es la actitud, compañero. En fin, te quería hacer una pregunta, ¿todavía sigues teniendo en alquiler aquellos pisos de los que me hablaste?

—¿Los pisos? Pues... todo eso lo lleva mi mujer. ¿Por?

—Es para un conocido, un amigo de mi novia, que se acaba de mudar a la ciudad y está buscando un piso barato.

—¡Oh! Pues ahora mismo me coges en bragas, pero el viernes hablo con mi mujer y te digo, ¿ok?

—¿El viernes? ¿No puede ser antes?

—Es que hasta el viernes no vuelve, se tuvo que ir a Roma por todo esto de mi suegra...

—Vaya, pues eso sí que es un problema.

—¿Hay tanta prisa? ¿Tu conocido no tiene donde quedarse o qué?

—Sí que tiene, mi casa... Por eso lo estoy ayudando a buscar vivienda, para que se largue lo antes posible.

—Pues lo siento... Hasta el viernes no puedo hacer nada por ayudarte.

—No te preocupes, creo que no me moriré por esperar cinco días...

—¡Damián! ¡Alutti! ¡Déjense de cháchara y pónganse a trabajar que se nos acumula el trabajo!

—Ya vamos, Santiago, no seas tan cascarrabias, que de momento está todo bajo control.

—¡A trabajar, coño!

—Será mejor que vayamos, Dami, que este en cualquier momento nos revolea una silla.

—Sí, tienes razón, vamos.

10:50 PM - Fernando.

—Qué bien que cocinas, Fer, en serio, deberías dedicarte a esto de cocinar y... y cocinar, como esos chefs de la tele, que hacen programas y van a restaurantes de lujo a cocinar, ¿sabes lo que te digo?

—Sí, como el gordito ese tan famoso de la tele, ¿no?

—¡Sí! ¡Ese! Aunque ese es muy viejo, tú todavía eres joven, y seguro que tú lo harías mucho mejor, y los concursantes no se pelearían nunca porque confiarían en tu criterio, y en tu cocina, y esas cosas...

—Seguro que sí... Salo, ¿por qué no te tomás lo que queda en la botella así ya la tiramos? A mí me está doliendo el estómago, ya no me entra más nada...

—No sé... creo que tomé mucho ya... no me sienta muy bien el alcohol... La última vez terminé vomitando en el traje de Dami, y pasé muchísima vergüenza, porque estaba su madre, y su hermana, y su padre, y su madre delante. Creo que fue en las navidades pasadas, o sea, mmm... hace nueve meses.

—Por eso, no pasa nada porque de vez en cuando tomes un poquito. Dale, terminate lo que queda en la llatebo.

—¿"Llatebo"? Jajaja, qué gracioso eres cuando hablas así. Siempre me pregunté por qué los argentinos dicen las palabras al revés... Dicen "lleca" en vez de calle, o "feca" en vez de café, no lo entiendo, la verdad, jajaja. Está bien, dame la "llatebo", total quedan tres gotas nada más.

—Buenas chica. Che, después yo levanto todo esto, vamos al sofá a hablar un rato, ¿dale?

—Bueno, pero un rato nada más, que mañana quiero estar despierta para cuando llame Dami.

Objetivo cumplido, Salomé estaba en pedo. Ahora venía la segunda parte del plan, sonsacarle información que pudiera servirme para darle forma a mi siguiente movimiento.

Me levanté, y la llevé en su silla de ruedas hasta el salón. Cuando llegamos, la levanté en brazos, y la dejé en el sofá. No se quejó en lo más mínimo cuando realicé esa maniobra, era una buena señal, el alcohol estaba haciendo su trabajo. Encendí la televisión, y me senté a su lado.

—Ahora que lo mencionaste, me puse a pensar en tu novio, en lo buen tipo que es, no cualquiera le abre la puerta de su casa a alguien que no conoce...

—Es un cielo mi Dami, tiene un corazón que no le cabe en el pecho.

—Sí, un tipazo. Debés extrañarlo mucho, ¿no?

—Sí... Tengo muchas ganas de verlo... —dijo mientras miraba a la nada con nostalgia.

—Me imagino, desde ayer a la mañana que no lo hacés.

—Es todo culpa de ese maldito trabajo... Quiero que lo deje de una vez... Lo único que hace es traernos problemas...

—¿Problemas?

—Sí...

—¿Por ejemplo?

—¿Ejemplo? Veamos... Ah, sí, por culpa de ese trabajo tuve el accidente.

—¿En serio? ¿Pero qué tuvo que ver el trabajo?

—Yo me iba a ir de viaje con Damián, llevaba muchos días planeándolo, pero ese día llegó y me dijo que teníamos que cancelarlo, y yo salí corriendo de casa, iba a irme a casa de mamá para darle una lección. Pero estaba lloviendo mucho y yo estaba muy triste, por eso no lo vi al coche —Bingo.

—A la m****a... No lo sabía... Debió haberte puesto muy triste todo eso para que hicieras una cosa así.

—Sí... Estaba muy triste... Por eso quiero que renuncie, ya lo hablamos miles de veces, pero siempre terminamos discutiendo y yo termino cediendo. Yo trabajaría de lo que fuera con tal de que pudiéramos pasar más tiempo juntos...

—Ajá...

—Y encima ahora pasa todo esto... Tiene que quedarse toda la noche en la oficina, y a saber cuando lo voy a poder ver de vuelta... Me dijo que esto puede durar dos semanas más... No sé si voy a aguantar...

—Ajá...

—Lo extraño mucho, quiero que venga y me abrace...

—¿Quéres que te abrace yo en su lugar?

—No es lo mismo... Yo lo quiero a él...

—Ya lo sé, y nadie lo va a suplantar nunca, Ro. Pero un abrazo siempre ayuda a olvidar las penas...

—Gracias, Fer, eres una buena persona. Abrázame, por favor.

—Con mucho gusto, tonta.

Estuvimos varios segundos abrazados. Sentir sus enormes tetas contra mi pecho hizo que mi 'amigo' se empezara a despertar... Aunque la situación era muy diferente a la de la noche anterior, esta vez no estaba atrapado sin poder moverme, además, ahora ella estaba vestida de calle, con una musculosa y unos jeans, cosa que ayudaba a mantenerme sereno.

—Tenías razón. Ahora me siento mucho mejor.

—Te lo dije, los abrazos son los remedios del alma.

—¿Puedo apoyar mi cabeza en tu hombro? Me siento mareada, y no quiero irme a domir todavía.

—Por supuesto. Mejor aún, vení, ponete así y yo te paso el brazo por encima del hombro. Así vamos a estar más cómodos.

—Está bien.

Si bien la tenía justo donde quería, todavía no sabía cuál sería el siguiente paso a seguir. Pero lo que era seguro era que necesitaba avanzar un poco más, ahondar un poco más en sus problemas, afianzarme como amigo, no me convenía que las cosas se quedaran tal cual estaban en ese momento, ya que al día siguiente se despertaría recordando todo y me acusaría de a saber qué cosas. Pero me costaba pensar, en la posición en la que estábamos, mi mano quedaba colgando muy cerca de su teta derecha, y el esfuerzo que estaba haciendo para no agarrársela era digno de los dioses del Olimpo. Así que, tratando de serenarme, me puse a analizar las rutas que tenía delante, y llegué a la conclusión de que la opción más sensata era la de intentar meterme en su corazón mediante halagos y defensas injustificada a su novio. Darle ánimos para que pudiera soportar la ausencia de Damián era el plan ideal.

Sí, era lo mejor, pero, finalmente, la cabeza de abajo le ganó a la de arriba, y mi juicio se nubló...

—Salomé, ¿sabés lo que creo yo?

—¿Qué?

—Que en realidad tu novio tiene miedo de pasar tiempo con vos.

—¿Eh? ¿De qué estás hablando?

—Llamalo miedo, llamalo preocupación... Creo que tu novio no está cómodo con la situación actual.

—¿Pero a qué te refieres? ¿De qué situación hablas?

—Salomé, yo quiero ayudarte, y para eso necesito que me seas cien por cien sincera con lo que te voy a preguntar ahora, es por tu bien...

—No entiendo nada, Fernando...

—¿Cómo es tu vida sexual con Damián?

—¡¿Qué?!

—Respondeme, yo sé por qué te lo pregunto.

—¡No te voy a responder a eso! ¿Pero quién te has creído que eres? Me voy a dormir —dijo sacándose mi brazo de encima.

—Salomé, esperá —dije yo mientras me incorporaba—. Todo esto tiene que ver con la razón por la que cual pasa tanto tiempo trabajando.

—¡Pasa tanto tiempo en el trabajo porque lo obligan a trabajar todas esas horas! —me gritó.

—Seamos serios, Salomé, ¿quién carajo se pasa dieciocho horas seguidas en el trabajo? ¿En serio no tiene ni una hora libre para venir a verte?

—¡Eso es porque sus jefes están muy enfadados porque la reunión con el chino salió mal y por eso los obligan a quedarse toda la noche! —siguió gritando.

—Contestame esto: Antes de que yo viniera, ¿había trabajado alguna vez tantas horas seguidas?

—No, pero... —respondió ya contrariada.

—Y antes de que yo viniera, ¿había pasado alguna noche fuera de casa?

—¡No! Pero es porque...

—¡Porque estoy yo acá para atenderte! ¿No te parece raro que al principio haya estado tan reacio a que yo me quedara, y que de un momento a otro haya aceptado? ¡Porque vio una oportunidad única para escapar unos días!

—¡No! ¡Aceptó que te quedaras porque yo se lo pedí! —ya estaba a punto de llorar.

—Aceptalo, Salomé, todo encaja, las discusiones que tuvieron por su trabajo, tu accidente... A Damián se le fue de las manos esta relación y ahora está buscando un poco de espacio para pensar.

—¡No! ¡Eso no es verdad! ¡Damián y yo nos decimos todo en la cara siempre! ¡Si tuviera algún problema conmigo me lo hubiese dicho! —dijo ya llorando.

—¿Para qué? ¿Vos te creés que a él le gustaría verte llorar? Si te dijera todo eso te derrumbarías frente a él y no podría soportarlo.

—Damián no es así, Damián no sería tan cobarde... No, no, ¡NO! —gritó muy fuerte, y luego intentó ponerse de pie, pero la detuve agarrándola de ambos brazos.

—Tranquilizate, por favor... Damián no es un cobarde, simplemente se siente frustrado porque, por más que lo intenta, no está consiguiendo que seas feliz.

—Lo único que necesito para ser feliz es tenerlo a mi lado...

El tablero ya estaba dispuesto, había hecho mi jugada y ahora no podía echarme atrás. En ese momento no pensaba en si había hecho bien o mal, ya ni siquiera me acordaba de que mi vida estaba en peligro, en lo único que pensaba era que en esa chica tenía que ser mía por lo menos una vez.

—Escuchame, Salo, necesito que me contestes la pregunta que te hice, es vital que lo hagas —dije cuando se volvió a sentar ya bastante más calmada.

—No...

—¿Cómo es tu vida sexual con Damián?

—No...

—Contestame.

—No...

—Salomé... —insistí, y después de un breve silencio, me respondió— ¿Qué?

—Nula... —dijo prácticamente susurrando.

—¿Cómo?

—Prácticamente nula...

—Definime nula.

—Lo hacemos muy poco...

—¿Con qué frecuencia?

—Cuatro o cinco veces al mes...

—Ahora sí que todo encaja... —dije con seguridad.

—¿Eh?

—¿Por qué creés que lo hacen tan poco?

—Pues... porque... tenemos que estar muy... muy 'animados' para que surja... Igual, ya sé a dónde quieres llegar, y desde ya te digo que no es por eso, el sexo nunca ha sido algo fundamental en nuestra relación.

—Ay, dios mío... Qué ingenua que sos, Salomé... —dije mientras negaba con la cabeza.

—¿Ingénua? ¿Pero qué sabes tú de nosotros?

—De ustedes sé muy poco, pero de la mente masculina sé mucho, chiquita.

—Damián no es como los demás...

—Damián es como todos.

—Ya te digo yo que no, y no debería decirte esto, pero ya me tienes harta. Cuando Damián tiene ganas... ganas de tema, lo noto enseguida, es muy evidente, y siempre estoy preparada para él.

—Eso se llama límite, y es algo que todos tenemos. Cuando alcanzamos nuestro límite en algo, ya no podemos controlarnos más y tenemos que dejarlo salir de alguna forma. En este caso, notás las ganas de tu novio cuando ya no puede ocultarlas más.

—Suficiente, me voy a dormir... No hace falta que me ayudes —Al parecer el alcohol lo único que lograba en ella era desinhibirla, porque desde que había sacado el tema del novio, no había mostrado ni una mísero signo de embriaguez. Tenía que elegir cuidadosamente mis cartas.

—¿Vos te miraste en el espejo alguna vez? —pregunté a la vez que alejaba la silla de ruedas de su alcance.

—¿Eh? ¡¿Qué dices ahora?!

—Si te viste en el espejo alguna vez. Si sos consciente de lo hermosa que sos... —no respondía, no sabía qué decir, pero yo tenía que ir al grano de una vez—. Mirá, te lo voy a decir así de una, aunque te duela...

—No hace falta, no quiero escucharlo. Sólo déjame irme...

—Tu novio está frustrado porque no te puede hacer feliz, y también está frustrado porque vos no lo hacés feliz a él.

—¡Cállate de una vez! —gritó mientras se tapaba los oídos.

—¿Vos te creés que es fácil para él tener a una mujer tan hermosa a su lado y no poder hacerla suya cuando lo necesita?

—¡Eso no es verdad! ¡Damián puede tenerme cuando quiera!

—¡Y demostráselo, pelotuda! ¿No te das cuenta que la influencia de tus padres todavía está presente en vos?

—¿Eh?

—Damián no se te insinúa porque tiene miedo de que te hagas una mala idea de él. Tiene miedo de entrar en la misma categoría de hombre de la que toda la vida te advirtieron tus padres. Es por eso que tenés que ser vos la que tome las riendas, tenés que demostrarle que se equivoca.

—Ya está, Fernando, no quiero escucharte más...

—Igual vos no te diste cuenta, pero Damián debe sufrir mucho cada día pensando que nunca vas a convertirte en la mujer que él espera.

Ya a esa altura de la conversación era consciente de la cagada que me había mandado, había elegido un camino sin salida, Salomé tenía que ser muy estúpida para caer en todas las pelotudeces que le acababa de decir. Sí, otra vez me había dejado llevar por mis emociones y ya era tarde para cambiar la jugada. Ya podía visualizarme a mí mismo boca abajo colgado de un puente mientras dos nigerianos me gritaban en un imperfecto castellano que les devolviera la guita o que me dejarían caer.

—¿Y cómo lo hago? —dijo de pronto Salomé, sacándome de mi ensimismamiento.

—¿Eh? —pregunté anonadado.

—Que... ¿Cómo hago para demostrárselo? ¿Cómo hago para tomar las riendas? ¿Cómo hago para convertirme en la mujer que él espera? Nunca super cómo iniciar las relaciones... Siempre que lo hago es porque lo noto a él con ganas, y eso me desinhibe un poco... Pero hacerlo yo... porque salga de mí... Me muero de la vergüenza con sólo pensarlo.

No me lo podía creer, había funcionado, mis palabras habían calado a fondo en su ser, no estaba tan perdido como creía, podía ver una luz al final del camino. Todo eso que acababa de decir me abría un sin fin de posibilidades, pero todas con un único final. Esas pocas líneas que acababa de pronunciar era lo que necesitaba para poner en marcha el plan que menos me imaginaba que iba a poder llevar a cabo. Me había arriesgado y me había salido bien, ahora sólo tenía que trazar una ruta segura hacia su corazón, pero hacia el lado del corazón en el que no había podido entrar cuando teníamos 17 años. Sí, a partir de ese momento, empezó mi plan para enamorar a Salomé.

—Salomé, yo puedo ayudarte con eso, pero voy a necesitar que confíes plenamente en mí.

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