Mucho Dinero

7:30 PM - Fernando

—Hola.

—Pichón, no puedo esperar más.

—Necesito que me des un mes más por lo menos, tuve un problemita con la policía, no pude conseguir la guita todavía.

—Hace dos meses que me estás toreando, y yo me estoy jugando el cuello por ti.

—Mirá, Ramón, no es joda esto, me tuve que ir de la pensión de Lorenzo, me está buscando gente muy peligrosa. Sólo te pido un mes, un mísero mes más.

—Hace dos meses que vengo evitando que te manden dos tipos a que te partan las piernas... Lo siento, pero se te acabó el tiempo, Pichón, los de arriba ya no esperan más.

—¿En serio me decís eso? ¿Después de todo lo que hice por ustedes?

—Todo recíproco, Pichón, tú nos has dado tanto como nosotros te hemos dado a ti. Ya no puedo hacer nada más para ayudarte, tengo a Amatista pegado en el culo, en todas las reuniones le llena la cabeza a los jefes diciéndoles que yo soy tu cómplice, no me voy a arriesgar más.

—¿Y vos no me podés prestar lo que me falta? Sabés que yo nunca te cagaría.

—¿Cuánto tienes?

—Y... tengo casi doce mil euros.

—Estás loco, te falta más de la mitad todavía, no tengo tanto. Lo siento, Pichón, pero si no apareces en la fábrica mañana a primera hora con todo el dinero, te van a ir a buscar. Que tengas mucha suerte.

—¡Esperá, Ramón! ¡La concha de tu madre! ¡Esperá!

Y colgó. Ahora sí que estaba con la soga al cuello, ya no sólo me buscaba un guardia civil cornudo, también era el blanco de un grupo casi-mafioso que se sentía estafado.

—La re puta madre que me re mil parió, justo ahora me viene a pasar esto.

Como no tenía el dinero ni iba a poder conseguirlo a tiempo, empecé a analizar mis posibilidades. A Salomé no se lo podía pedir, las cosas todavía estaban frescas con ella, pero si hubiese tenido más tiempo, a lo mejor sí hubiese valorado esa opción. También pensé en esperar a que se durmiera y saquearle la casa, pero necesitaba más de quince mil euros, y no creí que en ese departamentucho tuvieran cosas de valor por esa cifra. Otra opción era salir ya mismo de ahí y tomarme un avión para donde fuera, pero la descarté enseguida, di por hecho que ya tendrían personas en el aeropuerto esperándome.

Estaba oficialmente al horno, lo sabía, ya no había nada que pudiera hacer. Me arrepentía profundamente de haberme metido en ese mundo, y más cuando pensaba que nunca necesité ese dinero realmente, con la herencia que me había dejado mi padrastro me hubiese dado para vivir tranquilo y sin complicaciones durante mucho tiempo. Pero no, mi puta codicia tenía que ser saciada, y tuve que meterme con esos delincuentes.

Resulta que cuando estaba terminando el bachiller, con 18 añitos, yo tenía todo preparado para empezar un ciclo de grado superior de informática, pero pocas semanas antes de terminar, me enteré que mi padrastro, que hacía meses que no lo veía, se había matado en un accidente de coche. No se pueden imaginar cual fue mi sorpresa cuando me dijeron que me había dejado cincuenta mil euros de herencia. Sí, mandé a la m****a todos los planes que tenía hasta ese momento y, después de dejarles cinco mil euros como agradecimiento por haberme dado techo y comida, también mandé a la m****a a mis tíos, y me fui a recorrer el mundo. Aunque en realidad mi único destino fue Asia, estuve tres años recorriendo el continente amarillo: Japón, Corea del Sur, China, Vietnam, Indonesia, Tailandia y Filipinas fueron los países que visité.

Pero todo lo bueno se termina, o sea, el dinero, y tuve que regresar. Bueno, no me lo había gastado todo, todavía me quedaban diez mil, que iba a ser lo que utilizaría para asentarme definitivamente donde me había criado. El que más me ayudó en ese cometido fue Lorenzo, el dueño de una vecindad de departamentitos que conocí de casualidad cuando buscaba un lugar para vivir. Lorenzo no solo me dejó el alquiler barato, también me ayudó a conseguir a clientes con mucha plata para que les diera clases de guitarra. Ese viejo choto era mi ángel guardián. Así que durante muchos meses me fue todo fenomenal, tenía casa, trabajo, ahorros y una vida sexual plena (lo de Camila había durado bastante, sí). Hasta que un día los conocí a ellos...

Brenda era una de mis alumnas, una mujer de unos 40 años, consumida por las drogas, pero aun así una muy buena mujer, no alguien a quien pudieras tomar como ejemplo, pero sí una persona con una tremenda bondad en su corazón. Ella lo tenía a Ramón, su amante, que le pagaba todo, el techo, la comida, el alcohol, las drogas, y los caprichos que a ella se le ocurrieran. Y, justamente, uno de esos caprichos fueron las clases de guitarra. Lorenzo conocía a la pareja desde hacía mucho, y los unía una fuerte amistad. Cuando se metían en líos con la policía, el viejo siempre les daba alojamiento gratis, a cambio, ellos se encargaban de defenderlo cuando aparecía algún matón local a amenazarlo. Sea como fuere, Lorenzo un día les habló de mí, y a Brenda le gustó la idea de aprender a tocar la guitarra y más si era un chico joven y atractivo como yo el que le daba las clases. Y bueno, terminé tomando confianza bastante rápido con Brenda y Ramón. Casi todas las veces que iba, cuando terminaba con las clases, me invitaban a cenar con ellos. Las noches terminaban con los tres borrachos y riéndonos como pelotudos, a veces incluso llorando, o bailando hasta las siete de la mañana.

Un día, cuando ya llevaba dos meses trabajando para ellos, Ramón se acerca y me dice: "Me caes muy bien, muchacho, por eso voy a contarte algo que no suelo contarle a todo el mundo". Ahí empezaron todos mis problemas. Resulta que Ramón trabajaba para una banda de narcotraficantes nigerianos que se dedicaban a traer droga desde Sudamérica mediante 'mulas' para luego distribuirla por toda la zona local. Ramón me ofreció trabajar como 'repartidor', diciéndome que lo único que yo tendría que hacer era esperar en un piso franco a que la droga llegara del aeropuerto, y una vez los compañeros terminaran de limpiar a la 'mula', yo tendría que llevarle la mercancía a él, para que él se la llevara luego a los jefes. Al principio dudé y mucho, no tenía ganas de meterme en cosas ilegales, pero me convenció cuando me dijo la cantidad que ganaría: "Dos mil euros por reparto, muchacho, dos mil euros limpios, y cada repartidor suele tener entre cinco y diez repartos por mes. Sobre lo otro, generalmente la limpieza no se hace en el mismo sitio donde espera el repartidor, salvo casos especiales, es por eso que no tienes por qué preocuparte, ya que si la policía llega a interceptar la mercancía, lo haría antes de que ésta llegara a ti". No tuvo que decir nada más, le dije que sí sin dudarlo, era dinero fácil, lo único que tendría que hacer sería conducir.

Veintitrés repartos satisfactorios en cuatro meses, es decir, 46.000 euros sin mancharme ni un dedo. Las cosas no podían irme mejor, y Ramón estaba muy contento conmigo: "Estamos haciendo mucho dinero, Pichón. ¿Te molesta si te llamó así? Es que ya eres como un hijo para mí. Pero, hazme caso, todavía es muy pronto para que te empieces a gastar lo que has ganado, espera unos meses más. De momento, sigue viviendo tu vida como hasta ahora". Y menos mal que le hice caso, porque en el vigésimo cuarto reparto se me vino la noche...

—¿Fernando? ¿Estás despierto?—llamó Salomé después de golpear la puerta dos veces.

—Sí, pasá Salo.

—Permiso. Ya son más de las ocho, ¿dormiste hasta ahora?

—Sí, me desperté hará unos diez minutos. Me vino bien la siesta.

—Vaya, me alegro —dijo con una sonrisa boba—. Bueno, ¿me ayudas a preparar la cena? No creo poder preparar algo rico desde mi sillita, je.

—¿Te gusta el sushi? Vi que tenías salmón en el freezer.

—¿Sushi? ¿Eso no es pescado crudo?

—Sí y no, podemos prepararlo a nuestro gusto.

—¡Pues perfecto! ¡Hagamos sushi! Pero tú me vas enseñando, ¿eh? Que yo no tengo ni idea.

—¡Yo me encargo!

Ni putas ganas tenía, pero no podía negarme a nada en ese momento, tenía que estirar mi estadía en esa casa todo lo posible, porque sabía que cuando me fuera de ahí, sería hombre muerto. Así que mi única opción era seguir mejorando mi relación con Salomé, tenía que volver a meterme en su corazón, y para eso iba a necesitar mucho más que las lágrimas de cocodrilo que había derramado antes.

El primer paso sería intentar conseguir que se abriera (no de piernas, eso más adelante si había tiempo), que me contara todos sus problemas, y así volver a convertirme en su confidente, en aquél amigo que solía escuchar todos sus problemas y siempre le respondía con buenos consejos. A partir de ahí, yo haría mis conjeturas y decidiría cual sería el siguiente paso a seguir. ¿Y cuál es el mejor método para que una mujer abra su corazón? Exacto, el alcohol. Esa noche, mi objetivo número uno era que Salomé se agarrara un pedo de final de Champions.

—Salo.

—Dime.

—¿Tienes vino tinto? Conozco un plato chino buenísimo que no es muy difícil de hacer. Lo que sobre ya nos lo terminamos en la cena, jajaja.

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