Luna

14:35 hs. - Damián.

Me acababan de dar la mejor noticia en mucho tiempo, no tenía que entrar a trabajar hasta las ocho de la noche, por lo que tenía toda la tarde libre para pasar con Salomé. Había dormido las últimas tres horas, por lo que el sueño no iba a poder entrometerse entre mi novia y yo.

Yo sabía que estaba enfadada conmigo, y a la mañana me lo había hecho saber, aunque no de manera directa, pero yo la conocía mejor que nadie. Pero esto seguro iba a ponerla muy feliz, sabía las ganas que tenía de pasar tiempo conmigo.

Llegué a casa, abrí la puerta despacito, comprobé que no había nadie, y fui rápidamente y de puntillas hasta mi habitación, mi intención era darle una sorpresa a Salomé. Abrí la puerta, y lo que vi me dejó de piedra...

—¡Salomé! —grité.

—¡Damián! —respondió ella exaltadísima—. ¡No es lo que parece!

—¿Que no es lo que parece? ¿Entonces qué es?

—¡Perdóname, mi amor! ¡Perdóname! ¡No he podido evitarlo!

—¿Cómo que no has podido evitarlo? ¿Te parece una respuesta lógica esa?

—¡Lo necesitaba, Dami! ¡De verdad que lo necesitaba!

—¿Que lo necesitabas? ¡¿Cuántas veces te he ofrecido yo lo mismo?!

—Pero es que yo lo que necesitaba era esto, no lo que tú me ofrecías...

—De verdad Salomé, no me esperaba esto de ti...

—¡Perdóname! ¡Por favor!

—¿Qué voy a hacer ahora? No sé si voy a poder soportar esto... —dije mientras me sentaba en la cama.

—¡No lo eches, por favor! ¡No tiene a donde ir!

—¿Acaso pretendes que viva con él bajo el mismo techo? ¿Estás loca? ¡¿Y tú qué miras?! —dije dirigiéndome al otro.

—¡No te la agarres con él! ¡No es su culpa! —me detuvo ella.

—No, si al final la culpa va a ser mía... Me mato trabajando para encontrarme con esto...

—¡Es justamente por eso! ¡Necesito llenar el hueco que dejas cuando no estás! ¡Por eso me vi obligada a hacerlo!

—¡Normal que haya caído ante ti! ¿Quién podría resistirse a esa mirada? —volví a increparlo.

—¿Verdad que sí? ¿No es hermoso?

—Sí, pero ese no es el problema, el problema es la alergia... ¡Te dije mil veces que si querías una mascota, yo te compraba un perro, pero que no quería un maldito gato!

Sí, Salomé me había metido en casa un puto gato, el animal que más dolores de cabeza me tría. No sólo era alérgico a su maldito pelo flotante, también me llevaba mal con ellos. Toda mi vida tuve malas experiencias con esos bichos endemoniados...

—¿Me lo puedo quedar o no? —me preguntó haciéndome ojitos.

—Primero, ¿quién te lo dio?

—Nadie, me lo encontré abandonado en una caja hace media hora cuando bajé a comprar unos bollos para merendar.

—Salomé... no sabemos lo que puede tener.

—¡Nada, Dami! Mira, es pequeñísimo, y tiene collar. Sin duda alguna su anterior dueño quería que el que lo recogiera supiera eso.

—Sí, sí, pero aléjalo de mí. En fin, puede quedarse, pero tendrá que dormir en el balcón.

—¡Está bien! ¡Pero tenemos que comprarle una casita!

—Bueno, ya hablaremos de eso...

—¿Cuándo? Si sólo hasta venido a buscar ropa...

—Eh... sobre eso... Salomé...

—¿Qué?

—No quería decírtelo así de golpe, pero...

—¿Qué? ¿Qué pasa? No me asustes, Dami...

—¡Que hoy no entro hasta las ocho! ¡Tenemos toda la tarde para nosotros!

No dijo nada, sólo agachó la cabeza, como tomando fuerzas, y entonces pegó un grito de alegría y saltó a mis brazos. La sonrisa le llegaba de oreja a oreja, y me apretaba muy fuerte contra ella. Sí, más o menos la reacción que esperaba. Creo que en ese momento alcancé yo también un nivel de felicidad que no había logrado en la vida, no había nada que me hiciera más feliz en el mundo que verla feliz a ella, y valgan todas las redundancias.

—Bueno, ya está. ¡Hay que ponerle nombre al gato! —dije interrumpiendo el momento. No quería perder ni un segundo, tenía varios planes para esa tarde.

—Ah, ya he pesando en eso. Como es hembra y tiene esos ojazos que resaltan sobre su pelaje negro, he decidido ponerle Luna.

—No está mal. Me gusta —dije con una sonrisa—. Y ahora bien, vístete que nos vamos a pasear.

—¿Eh? ¿A dónde?

—No sé, a cualquier lado, ya lo decidimos sobre la marcha.

—¿Y Luna?

—Eh... ¿No se lo puede quedar tu amigo? Que por cierto, no lo he visto cuando he entrado, ¿sigue encerrado en el cuarto? —me interesé.

—Oh... no, hoy preparó el almuerzo... creo que ya se encuentra mucho mejor...

—Bueno, perfecto, entonces que se quede él con Luna. Ya se lo dices tú cuando estés lista, yo voy a darme una ducha.

—De acuerdo...

14:45 hs. - Salomé.

—Fer, ¿estás?

—Sí, un momento —respondió—. ¿Qué pasa?

—Damián está aquí... —dije tratando de no hablar muy alto—. Y vamos a salir a dar una vuelta...

—¿En serio? ¿Y su trabajo?

—Hoy entra a las ocho, vino a pasar la tarde conmigo...

—Bárbaro entonces, ¿y estás preparada?

—¿Eh?

—Ya sabés, ¿vas a atacar hoy?

—No sé... —respondí con sinceridad—. Es que parece que quiere pasar la tarde fuera, y...

—Bueno, entonces sólo tenés que volver antes de las seis. No creo que te diga que no.

—Pero... Tú vas a estar aquí...—dije, esta vez casi susurrando.

—Por mí no te preocupes, yo me encierro en la habitación y ni me sienten —respondió tratando de quitarle importancia el asunto.

—Eso no me preocupa, lo que me preocupa es que tú nos sientas a nosotros...

—Jajaja, tranquila, no voy a escuchar nada que no haya escuchado antes. Igual, voy a estar con los auriculares puestos, hoy hay partido.

—Ah... Bueno, si tú lo dices...

—Sí, quedate tranquila. ¿Algo más?

—Sí, una cosa... Todavía no estoy muy segura de... de como entrarle... Porque lo de anoche fue diferente, yo estaba tomando mojito y tú...

—Te dije que todavía te faltaba bastante...

—¡Cállate! ¡Sólo dime cómo hago para entrarle!—exclamé apretando los dientes para no gritar.

—Así.

No me dio tiempo a nada, me agarró de un brazo y me dio un beso en la boca. Inmediatamente lo empujé e intenté darle un bofetón, pero me detuvo la mano y me volvió a besar. Nuevamente quise pegarle, pero esta vez no me soltó, se aferró a mis labios con mucha fuerza y no conforme con eso, me empujó para atrás y apresó mis brazos contra la pared del pasillo. No desistí de mis intentos de liberarme, pero mi atención estaba puesta en la puerta del cuarto de baño, estaba aterrada de que en cualquier momento pudiera salir Damián. A Fernando pareció no importarle, y cuando aparentemente notó que ya me tenía bien sujeta, soltó uno de mis brazos y empezó a tocar mi cuerpo, centrándose primero en mis pechos y luego en mi culo. A pesar de ser todo forzado, conseguía de alguna forma que todo pareciera estar sucediendo a cámara lenta, inconscientemente pensé que el chico sabía lo que estaba haciendo. Y aunque yo no quería que continuara, mi respiración empezó a agistarse y mi cuerpo comenzó a responder a sus caricias, sobre todo cuando llevó su mano a mi entrepierna. Mis labios fueron abriéndose poco a poco, y mi nivel de resistencia fue bajando, momento que aprovechó para hacer algo que no había hecho la otra noche, meter su lengua dentro de mi boca. Entre eso, que el sonido del agua de la ducha corriendo no se detenía y que sus dedos ya estaban trabajando por dentro de mis leggins, yo ya no pude contenerme más y terminé entregándome a él... Nuestras lenguas chocaban mientras sus dedos jugaban en mi intimidad... La situación se me había ido de las manos, pero...

—Bueno, ¿entendiste? Así se entra. Ahora ya lo sabés —dijo deteniéndose de golpe—. Y no te preocupes, yo cuido del gato —concluyó mientras se metía en la habitación y cerraba la puerta.

Y sin dar crédito a lo que acababa de suceder, me dejé caer en el suelo todavía apoyada contra la pared.

Le di un piquito, elegí lo que me iba a poner esa tarde y me dirigí al baño. Esa tarde tenía que ser perfecta...

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