—Sí, sí. Damián, ¿no? Dejá de hacerte drama por eso. Acá está la muestra de que te preocupás por él y de que lo tenés en consideración en todo momento.
—¿Eh?
—Se te nota en la cara, Salomé, estás muerta de vergüenza. Sé que te da más vergüenza hablar del hecho, que el hecho en sí. Pero acá estás, poniendo la cara y tragándote la vergüenza para aclarar las cosas conmigo. ¿Y todo por qué? Porque Damián es tu prioridad número uno. ¿Qué más pruebas necesitás?
Esas últimas palabras me iluminaron. Claro, eso era. Si no hubiese estado preocupada por Damián, esa mañana no me habría detenido al escuchar su nombre. Habría continuado de todas formas, y seguramente hubiese hecho lo que me había pedido. Pero no, no lo hice.
—¿Tú crees? —pregunté mientras me limpiaba algunas lágrimas. Lágrimas de felicidad.
—Por supuesto, boluda. Vení, vení que te abrazo. No me gusta verte llorar, ¿cómo m****a te lo tengo que decir? —dijo haciendo señas para que fuera con él. Y así lo hice. Fui hacia donde estaba sentado y me abalancé sobre él lagrimeando como una niña pequeña—. Sos una campeona, Salomé. No cualquiera sería capaz de soportar lo que vos estás soportando. La mayoría se rendiría a las primeras de cambio.
—Gracias, Fer. No sé qué es lo que hubiera hecho si no hubieses estado a mi lado toda esta semana —dije con la cara apoyada en su hombro. Las lágrimas no paraban de caer.
—A ver, mostrame esa sonrisa tan hermosa que tenés —me pidió alzando mi rostro con suma delicadeza. Le dediqué la mejor sonrisa que me salió y volví a abrazarlo. Me sentía realmente agradecida hacia él.
—Te quiero mucho —dije de pronto. Me salió del alma, no lo pude contener. No era la primera vez que se lo día, en nuestros tiempos de instituto solía decírselo siempre, y él siempre me respondía...
—Yo también te quiero, boluda.
Estuvimos así abrazados por más de un minuto. El silencio se había adueñado del salón. Ninguno de los dos quería soltar al otro.
—¿Por qué te has enfadado conmigo? —pregunté finalmente sin levantarme de su regazo.
—¿Otra vez con eso? No estaba enfadado con vos... En fin, esperame acá un segundo —se levantó y fue a buscar algo a la habitación donde él dormía. Volvió enseguida sujetando un par de zapatillas—. Tomá, olé esto —dijo mientras me las ofrecía.
—¿Qué? Qué asco, no.
—¿No querías saber por qué estoy enfadado? ¡Tomá y olé! —insistió. Con mucha fuerza de voluntad y con el asco reflejado en mi cara, acerqué una de las zapatillas a mi nariz y...
—¡Ayyy! Esto es... ¡La gata te meó las zapatillas! ¡JAJAJAJA! —me empecé a partir de la risa mientras él me quitaba el calzado de un manotazo.
—Sí, vos reíte, pelotuda de m****a. Son mis mejores llantas, y el olor a meo de gato no lo saca ni un hechizero galo.
—¡JAJAJAJAJA!
—Lo peor es que no es la primera vez. El otro día dejé colgada una camisa en el balcón y cuando la fui a buscar ya no estaba. ¿Sabés dónde está ahora? En el pico del árbol de abajo. ¿A que no sabés quién tenía el broche con la que la había agarrado?
—¡JAJAJAJAJAJAJAJAJA! —no podía parar de reírme. Me estaba retorciendo en la silla. Lo más gracioso era que el enfado de Fernando era más falso que la carita de gatita buena de Luna. Y quedó demostrado al empezar él también a reírse. Terminamos ambos riéndonos a carcajadas mientras Luna nos miraba desde el pasillo.
Entre tanta risa y tanto llanto, se me había pasado la hora. Ya eran casi las dos de la tarde y todavía no habíamos comido, y seguramente mi hermana no iba a tardar en llegar.
—Ay, dios santo. Hacía mucho que no me reía tanto... Pero bueno, vamos a comer algo rápido, que tengo cosas que hacer más tarde —dije tratando de no perder más tiempo.
—Dale. Preparo dos boludeces y comemos.
—De acuerdo.
Fernando preparó una sopita de verduras típica de no sé qué país raro de Asia (o al menos intentó que se le pareciera, ya que no teníamos todos los ingredientes necesarios), comimos bastante rápido y recogimos todo también a la misma velocidad. Cuando terminamos, nos sentamos en el sofá y pusimos un poco de televisión.
—Por cierto, ¿qué tenés que hacer? —me preguntó, rompiendo el silencio.
—Va a venir Zami en un rato.
—Ah.
—Fer... Me da costa tener que decírtelo así, pero... no quiero que te vea.
—¿Quién? ¿Tu hermana?
—Sí...
—Ah, no te preocupes por eso, igual ahora iba a salir.
—¿Salir? ¿Adónde? Ten cuidado, Fernando, por favor.
—Tranquila, no voy a ir muy lejos.
—No tienes por qué irte, en serio, con que te quedes en tu habitación sin hacer ruido...
—Y con una manzana en la boca y atado al respaldar de la cama, ¿no?
—No quise decir eso...
—¡Jajajaja! Es broma, boluda. En serio, tengo un trabajito que hacer. Necesito el dinero.
—Bueno... Pero ten cuidado, en serio te lo digo. ¿Cuándo te vas?
—Iba a esperar un rato más, pero si va a venir tu hermana, mejor aprovecho y me voy ahora.
—Ah. ¿Y de qué es ese trabajito?
—Oh, bueno. De esto... y lo otro...
—¿De esto y lo otro?
—Es que no sé lo que voy a hacer, la verdad. Yo voy, hablo con un señor, y ese señor me dice a dónde tengo que ir.
—Ah, vale.
—Bueno, me voy a preparar.
Fue un alivio que no se lo tomara mal, había estado pensando durante todo el almuerzo cómo decírselo, tenía miedo de que no lo entendiera y se enfadara conmigo. Pero al final todo salió bien, por suerte. No quería ni pensar en lo que podía ocurrir si mi hermana se enteraba que Fernando estaba viviendo en nuestra casa.
—Vuelvo antes de las siete —dijo cargándose la mochila y yéndose a la puerta.
—Está bien. Cuídate, Fer, porf... —pero me interrumpí a mí misma cuando lo vi—. Vaya, Fer, no te había visto nunca vestido así.
—Bueno... Voy a trabajar, tengo que estar presentable, je. Y en serio, boluda, no te preocupés, voy a estar bien.
—Es que me sabe mal, siento que te vas por mi culpa...
—¡Que no! Me voy porque tengo cosas que hacer. Llevo muchos días vagueando, tengo que empezar a moverme.
—Envíame un mensaje cuando llegues, así me quedo más tranquila.
—Bueno, dale.
Me levanté y fui hasta la puerta con él. Estaba muy elegante; se había puesto una camisa a cuadros y un pantalón negro de traje. También tenía el pelo engominado y cogido con una coleta. Me paré justo delante suyo y le acomodé las pocas imperfecciones que quedaban en su vestimenta, tal y como solía hacer con Damián.
—Menos mal que me puse gel, si no también te hubieses lengüeteado la mano para acomodarme el pelo —dijo riéndose. Yo, en cambio, me ruboricé.
—Perdón, es que estoy acostumbrada a... ya sabes.
—No pasa nada, es más, me gusta que te preocupes por mí —contestó y se acercó todavía más a mí. Yo sólo pude esbozar una pequeña sonrisa—. Así es como te quiero ver, sonriendo todo el tiempo —me susurró al oído. Otra vez me hablaba de esa manera, esa manera que conseguía hacerme sentir como la mujer más especial del mundo. No sabría explicarlo, pero digamos que la calidez que me transmitía Fernando cuando me trataba así, sólo se podía comparar a la de mis mejores momentos con Damián. Fue por eso que acepté con todo el gusto del mundo el beso que vino después de esas palabras. Nuestras caras se fueron acercando lentamente hasta que nuestros labios inevitablemente se juntaron. Fueron diez segundos de un beso suave y tierno, carente de cualquier connotación sexual, un beso entre dos personas que se querían mucho y así querían hacérselo saber la una a la otra—. Hasta luego, reina —se despidió al fin. Yo me quedé un rato de pie en el lugar, sonriendo y feliz como nunca. Algo estaba empezando a cambiar en mí.
16:00 hs. - Fernando.—Buenas tardes, señorita, acabo de hablar con usted hace escasos cuarenta minutos.—¿El Sr. Fernando Parisi?—En efecto.—De acuerdo, siga por ese pasillo y gire a la izquierda cuando vea la máquina de café. El Sr. Jizzy está esperándolo.—Muchas gracias."¡A la mierda! Es enorme este lugar", pensaba mientras seguía el camino que me había indicado la recepcionista. Y sí, era demasiado grande si tenías en cuenta que se trataba de las oficinas centrales de la empresa de un proxeneta. Aunque si te ponías a pensar que también era una compañía que manejaba una cadena muy importante de supermercados, además del bar de alterne más importante de la ciudad, entonces le encontrabas sentido. "Jizz&Jax" se llamaba, y el primero de esos dos, era con el que estaba a punto de reunirme esa tarde.—Adelante —dijo una voz gruesa al otro lado de la puerta.—Con permiso —dije mientras pasaba. Jizzy estaba sentado en su silla detrás de un escritorio de dimensiones considerables. El h
14:20 hs. - Damián.—Otra vez vuelves a hacer lo mismo.—¿El qué?—Ignorarme cuando te estoy hablando.—¿Eres consciente de que estoy aquí contra de mi voluntad?—Eso no es excusa. Eres muy maleducado.—¿Yo maleducado?—Que te esté chantajeando no significa que tengas que tratarme mal.—Vaya espécimen eres.Ahí estaba yo por segundo día consecutivo, cara a cara en una mesa almorzando con la becaria en vez de estar pasando con Salomé mis pocas horas libres. Y de nuevo me había llevado a ese bar que quedaba tan cerca de la cafetería donde trabajaba Zamira. Me estaba jugando el encontrarme con ella, y a saber cómo diablos resolvería el malentendido que seguramente se iba a generar. Con lo fácil que hubiese sido ir a la San Mostaza.—Oye, ¿en serio me odias tanto? —me preguntó de repente. Lo cierto es que el día anterior me había propuesto tratarla bien, pero después de lo que había hecho en el despacho del jefe, ya es que no sabía ni cómo debía dirigirme a ella. Es por eso que trataba de
18:50 hs. - Salomé.Casi las siete de la tarde y Fernando todavía no había regresado. Acababa de hablar con Damián y me había dicho que venía de camino con su compañero. Si Fernando llegaba tarde a esa reunión, yo no iba a poder hacer nada para evitar que mi novio lo sacara a patadas de casa. El último mensaje me lo había enviado haría unos 20 minutos, por lo que también sabía que no le había pasado nada malo. El idiota se estaba retrasando porque le daba la real gana.Con lo bien que había salido mi encuentro con Zamira. Había podido solucionar el malentendido de la noche anterior. La falsa borrachera y la excusa de la discusión con Damián habían resultado ser un éxito. No era fanática de engañar a mi hermana, pero es que la situación así lo había requerido.Por suerte, todo terminó bien y terminamos pasando una agradable tarde hablando de sus cosas, de mis cosas, y de tonterías en general.Volviendo a lo importante, no podía quedarme quieta, iba de aquí para allá por toda la casa si
19:30 hs. - Damián.Ahí estaba yo, sentado en el sofá mediando entre mi compañero de trabajo de siempre y un amigo de mi novia que no hacía ni dos semanas que sabía que existía. El objetivo era que Andrés, mi colega, le alquilara un piso a Fernando, el amigote de Salomé.Al principio todo iba bien, mi compañero había mostrado buena predisposición hasta para aceptar venir a mi casa para tener una entrevista con el interesado. Pero, me dio la impresión de que al conocerlo, como que no le gustó mucho lo que vio. Y peor fue cuando Fernando le dijo que no tenía un empleo fijo, pero que iba a poder pagarle con una buena cantidad de dinero que tenía guardada.—¿Podemos hablar un momento a solas, Dami? —dijo de pronto— Es sólo un momento, chico.—Sí, por mí no hay problema —respondió Fernando.Salimos al corredor un momento, y ahí fue cuando Andrés blanqueó mis dudas.—No sé, eh... Sin ánimos de ofender, pero no me inspira mucha confianza.—Si es por lo de que no tiene trabajo, puedes creer e
04:30 hs. - Damián.Toda la noche trabajando. Toda la noche encerrado en esa maldita oficina. Hacía una hora que se habían ido todos y yo era el único que quedaba. Santiago me había pedido que terminara de pasar unos archivos a ordenador y no me había podido negar. Lo peor era que ese trabajo se suponía que lo tenía que hacer Lau, y mis últimas conversaciones con Clara no me hacían pensar muy bien de mi jefa.Terminé a las 4:45 de la mañana, aproximadamente. Recogí todas mis cosas y me dispuse a irme. Me pareció que era demasiado tarde como para irme a la casa de mi compañero, donde me estaba quedando. Y tampoco quería ir a la mía, porque si iba sólo a dormir, Salomé se pondría triste cuando me fuera temprano apenas me levantara. Así que decidí quedarme a pasar la noche en la empresa.Nadie lo sabía, pero en mis tiempo de jefe de equipo, me había hecho una copia de las llaves de uno de los cuartitos que estaban dedicados al personal de limpieza que en una época tenían permitido usar p
05:55 hs. - Damián.Cerré los ojos con todas mis fuerzas e intenté pensar en Salomé. Y estoy seguro de que hubiese funcionado si la becaria no hubiese agarrado y llevado mi mano a su teta. Lo siguiente que recuerdo es que nos fundimos en un apasionado beso y que mi fuerza de voluntad duró menos que la blusa de Clara cubriendo su cuerpo.—Te voy a hacer mío, Dami...Tras hacer manifiestas sus intenciones, se levantó de la silla y se colocó a mi lado. Yo todavía estaba sentado sobre la cama, en una posición de lo más incómoda, con el torso virado hacia un lado por consecuencia del beso que me acababa de dar con ella. Entonces, poniendo su mano en mi pecho, me fue empujando con suavidad hasta que quedé recostado por completo. Acto seguido, se montó a horcajadas sobre mí y, lentamente, fue bajando su cuerpo hasta que su cara quedó pegada a la mía.—Tócame —me susurró al oído.No sé por qué, pero esa petición me hizo recobrar la conciencia. «¿Qué mierda estás haciendo, Damián?» pensé al in
POV Salomé—¡Siempre dices lo mismo! ¡Estoy harta de tus promesas!Tras estas palabras, agarré mi abrigo, mi bolso y mi paraguas, y salí por la puerta.Estaba a punto de llorar y muy enojada, no podía creer que me lo hubiera vuelto a hacer, ¡había vuelto a romper su promesa! Pero ésta iba a ser la última vez, ya era hora de que eligiera, o su trabajo o yo. Así que decidí que lo mejor era irme a pasar unos días a casa de mi madre, sabía perfectamente lo mucho que le molestaba eso, pero pensé que un buen escarmiento le vendría bien. Todavía estaba a tiempo de llegar al último tren de las 10:45, tenía la estación a diez minutos a pie, así que dándome un poco de prisa llegaría sin problemas, si ese maldito ascensor se daba prisa en llegar.Durante el camino iba dándole vueltas al tema, tenía millones de cosas en la cabeza en ese momento, y por primera vez tuve dudas, ¿había hecho bien en irme a vivir con Damián tan pronto? Después de todo no hacía ni dos años que estábamos saliendo, y las
7:45 PM - POV Salomé—¡Hogar dulce hogar! ¡Vamos, alegría, alegría! ¡Alegría, vamos!Repetía Zamira una y otra vez en intentos constantes de levantarme el ánimo. Había regresado a casa después de ocho largos días internada, y mi querida hermana no se apartaba de mi lado, al igual que en el hospital. No estaba del todo bien, todavía me sentía débil, pero eran simples sensaciones, físicamente, salvo detalles, me encontraba perfectamente. Tenía la pierna enyesada y todavía me estaba recuperando del golpe en la cabeza, los médicos me habían dicho que con mucho reposo y siguiendo algunas instrucciones, estaría recuperada en poco tiempo.—Sí, yujuu... — respondí algo desanimada, mientras me acomodaba en la silla de ruedas que acababan de sacar del baúl del coche.Realmente seguía sin tener ganas de hablar con nadie, quería estar sola, sentía vergüenza por todo lo que había pasado. Le había ocasionado problemas a todos los que me rodean por un pataleo propio de una niña malcriada, no quería