16:00 hs. - Fernando.
—Buenas tardes, señorita, acabo de hablar con usted hace escasos cuarenta minutos.
—¿El Sr. Fernando Parisi?
—En efecto.
—De acuerdo, siga por ese pasillo y gire a la izquierda cuando vea la máquina de café. El Sr. Jizzy está esperándolo.
—Muchas gracias.
"¡A la m****a! Es enorme este lugar", pensaba mientras seguía el camino que me había indicado la recepcionista. Y sí, era demasiado grande si tenías en cuenta que se trataba de las oficinas centrales de la empresa de un proxeneta. Aunque si te ponías a pensar que también era una compañía que manejaba una cadena muy importante de supermercados, además del bar de alterne más importante de la ciudad, entonces le encontrabas sentido. "Jizz&Jax" se llamaba, y el primero de esos dos, era con el que estaba a punto de reunirme esa tarde.
—Adelante —dijo una voz gruesa al otro lado de la puerta.
—Con permiso —dije mientras pasaba. Jizzy estaba sentado en su silla detrás de un escritorio de dimensiones considerables. El hombre tampoco se quedaba corto en tamaño. Me hizo acordar al tío de Harry Potter, cosa que me provocó una mini carcajada que pude disimular con un falso estornudo.
—Pasa, muchacho, pasa, y toma asiento —me ordenó señalándome una de las dos sillas que estaban en frente de su enorme escritorio.
—Bueno, me imagino que mi socio ya le habrá comentado por qué quería reunirme con usted hoy —comencé la charla una vez me había acomodado.
—Sé por lo que vienes, pero nada más que eso, tu socio no me ha dado ningún tipo de detalle. Espero que no me vayas a hacer perder el tiempo, muchacho —me dijo el gordo mientras encendía un habano.
—No es mi intención, Sr. Jizzy.
—Pues eso, vayamos al grano. Entonces, ¿qué tienes para ofrecerme? —preguntó. Le sonreí confiadamente y luego abrí mi mochila, de la cual saqué un sobre que coloqué en el centro de su mesa, dejándolo completamente a su disposición. El gordo agarró el sobre y sacó las diez fotos que había adentro. Las fue mirando una a una mientras me miraba de reojo con cierta desconfianza.
—¿Y? ¿Qué le parece? —pregunté tratando de mostrar seguridad. Pero no me hizo caso y siguió mirando las fotografías. Yo no tenía ni la más puta idea de cómo funcionaba ese negocio, pero si era tal cual me había dicho Ramón, entonces no tenía por qué m****a salirme mal la jugada.
—Fernando te llamas, ¿no? —dijo por fin—. Sin duda alguna me has traído algo muy bueno, pero quiero aclararte que yo no trabajo con chicas chantajeadas o coaccionadas, mis chicas hacen esto por voluntad propia —me dijo el viejo sinvergüenza. ¿Tanta cara de hijo de puta tenía yo como para que tuviera que aclararme eso?
—Me ofende, Don Jizzy, yo no soy un criminal.
—Vamos, chico, conmigo no tienes que hacerte el inocente —dijo con una sonrisa sarcástica—. Conozco muy bien a tus "asociados" y sé qué clase de personas son.
—No se confunda, Don Jizzy, mis asociados no tienen nada que ver en todo esto. Ellos solamente se encargaron de que yo pudiera reunirme con usted, nada más.
—Mira, muchacho, yo no tengo ningún problema con tus asociados, pero sé cómo les gusta manejarse. Así que si vienes a ofrecerme a una chica chantajeada o coaccionada, yo...
—Mi chica no está siendo ni chanteajada, ni coaccionada, ni hipnotizada, ni nada raro, quiere hacer esto por voluntad propia. Y por si se lo pregunta, mi chica no tiene ningún tipo de discapacidad, ni mental, ni física. Le aclaro también que es mayor de edad y que nació en este país. ¿Necesita saber algo más?
—Eres muy rápido, muchacho, me caes bien —hizo un breve silencio—. En fin, no necesito saber nada más, quiero contar con tu chica. ¿Cuándo podría conocerla?
—Verá, resulta que ella está viviendo con su novio, y quiere hacer esto a escondidas de él, por eso me gustaría poder contactar con usted directamente cuando ella me de el aviso.
—Pues no sé qué decirte, chico. Comprenderás que soy una persona muy ocupada, no puedo estar pendiente todo el día de tu llamada. Además, ¿cómo hará tu chica cada vez que se presente un cliente? No sé, muchacho, bajo estas condiciones... —el gordo se estaba poniendo pesadito.
—Quédese tranquilo, en dos semanas a más tardar, este pequeño inconveniente estará resuelto. Luego, sus clientes podrán contar con ella cuando quieran, dentro de un horario lógico, obviamente.
—En ese caso... —comenzó a analizar a la vez que le daba un par de caladas a su puro—. La verdad es que la jovencita vale la pena la espera. Te voy a dar mi número de teléfono personal y tú me llamas cuando lo hayas solucionado.
—Perfecto. Ahora hablemos de dinero. Yo tenía pensado...
—No —me interrumpió—. Tú no tenías pensado nada. Mira, déjame explicarte cómo funcionan las cosas aquí; yo no trabajo con chulos, yo trabajo con las chicas. Tú has venido hasta aquí para hablarme de una muchacha que está interesada en trabajar de esto, así que tú sólo eres el intermediario entre ella y yo.
—Yo no soy su chulo, Don Jizzy, yo soy algo así como su representante.
—Como lo quieras llamar, pero no pienso hablar de dinero contigo. Tú me organizas una reunión con la chica, y yo ya hablo con ella de trabajo y de dinero. Ya luego si ella quiere darte una parte de lo que vaya a ganar, eso ya no me conscierne.
—Entiendo que usted se maneje de esta forma, pero...
—Lo tomas o lo dejas.
—¿En serio está dispuesto a perder a esta belleza por no negociar conmigo?
—Vamos a ver, muchacho, no es que no quiera negociar contigo, lo hacemos de esta manera para garantizarnos de que las chicas no están siendo obligadas a prostituirse.
—No lo entiendo, la verdad. Hay miles de formas de obligar a una mujer a prostituirse.
—Por eso hacemos una entrevista, si vemos que algo que no va bien, entonces la rechazamos —me aclaró. Lo cierto es que las cosas no estaban yendo como yo me esperaba, pero tenía que ir a todo o nada, era mi última esperanza para salvar mi culo.
—Está bien, usted gana. Pero me gustaría que me diera un estimado de lo que podría ganar mi chica con cada cliente.
—Precisamente eso ya depende de cada cliente. Lo único que te puedo decir es que tu chica entraría en la categoría "gold", por lo que le tocarían los peces más gordos.
—Bueno, supongo que eso es suficiente información. Estaré llamándolo dentro de dos semanas, aproximadamente.
—Mejor que sea una —me retrucó enseguida.
—¿Eh? No sé si va a ser posible...
—Eso no es problema mío, muchacho. O me reúno con ella en una semana, o no hay trato.
—En fin... De acuerdo, una semana.
—Lo esperaré ansioso. Esa chica puede llegar a ser una mina de oro, muchacho.
—Eso espero, Don Jizzy, eso espero.
—Oh, antes de irte, ¿cómo se llama la jovencita?
—Je... —reí—. Usted trabaja con las chicas, no con los chulos. Ya se enterará cuando la conozca.
—JAJAJA —rió él todavía más fuerte— Creo que nos vamos a llevar bastante bien, muchacho —y tras darle un último estrechón de manos, me fui a la m****a de ese lugar.
Definitivamente, las cosas no habían salido del todo bien, es más, habían salido como el culo. Pero no podía rendirme, era el último tren y no podía dejarlo escapar.
—Voy a tener que acelerar un poco las cosas —me decía a mí mismo mientras me subía en el taxi.
14:20 hs. - Damián.—Otra vez vuelves a hacer lo mismo.—¿El qué?—Ignorarme cuando te estoy hablando.—¿Eres consciente de que estoy aquí contra de mi voluntad?—Eso no es excusa. Eres muy maleducado.—¿Yo maleducado?—Que te esté chantajeando no significa que tengas que tratarme mal.—Vaya espécimen eres.Ahí estaba yo por segundo día consecutivo, cara a cara en una mesa almorzando con la becaria en vez de estar pasando con Salomé mis pocas horas libres. Y de nuevo me había llevado a ese bar que quedaba tan cerca de la cafetería donde trabajaba Zamira. Me estaba jugando el encontrarme con ella, y a saber cómo diablos resolvería el malentendido que seguramente se iba a generar. Con lo fácil que hubiese sido ir a la San Mostaza.—Oye, ¿en serio me odias tanto? —me preguntó de repente. Lo cierto es que el día anterior me había propuesto tratarla bien, pero después de lo que había hecho en el despacho del jefe, ya es que no sabía ni cómo debía dirigirme a ella. Es por eso que trataba de
18:50 hs. - Salomé.Casi las siete de la tarde y Fernando todavía no había regresado. Acababa de hablar con Damián y me había dicho que venía de camino con su compañero. Si Fernando llegaba tarde a esa reunión, yo no iba a poder hacer nada para evitar que mi novio lo sacara a patadas de casa. El último mensaje me lo había enviado haría unos 20 minutos, por lo que también sabía que no le había pasado nada malo. El idiota se estaba retrasando porque le daba la real gana.Con lo bien que había salido mi encuentro con Zamira. Había podido solucionar el malentendido de la noche anterior. La falsa borrachera y la excusa de la discusión con Damián habían resultado ser un éxito. No era fanática de engañar a mi hermana, pero es que la situación así lo había requerido.Por suerte, todo terminó bien y terminamos pasando una agradable tarde hablando de sus cosas, de mis cosas, y de tonterías en general.Volviendo a lo importante, no podía quedarme quieta, iba de aquí para allá por toda la casa si
19:30 hs. - Damián.Ahí estaba yo, sentado en el sofá mediando entre mi compañero de trabajo de siempre y un amigo de mi novia que no hacía ni dos semanas que sabía que existía. El objetivo era que Andrés, mi colega, le alquilara un piso a Fernando, el amigote de Salomé.Al principio todo iba bien, mi compañero había mostrado buena predisposición hasta para aceptar venir a mi casa para tener una entrevista con el interesado. Pero, me dio la impresión de que al conocerlo, como que no le gustó mucho lo que vio. Y peor fue cuando Fernando le dijo que no tenía un empleo fijo, pero que iba a poder pagarle con una buena cantidad de dinero que tenía guardada.—¿Podemos hablar un momento a solas, Dami? —dijo de pronto— Es sólo un momento, chico.—Sí, por mí no hay problema —respondió Fernando.Salimos al corredor un momento, y ahí fue cuando Andrés blanqueó mis dudas.—No sé, eh... Sin ánimos de ofender, pero no me inspira mucha confianza.—Si es por lo de que no tiene trabajo, puedes creer e
04:30 hs. - Damián.Toda la noche trabajando. Toda la noche encerrado en esa maldita oficina. Hacía una hora que se habían ido todos y yo era el único que quedaba. Santiago me había pedido que terminara de pasar unos archivos a ordenador y no me había podido negar. Lo peor era que ese trabajo se suponía que lo tenía que hacer Lau, y mis últimas conversaciones con Clara no me hacían pensar muy bien de mi jefa.Terminé a las 4:45 de la mañana, aproximadamente. Recogí todas mis cosas y me dispuse a irme. Me pareció que era demasiado tarde como para irme a la casa de mi compañero, donde me estaba quedando. Y tampoco quería ir a la mía, porque si iba sólo a dormir, Salomé se pondría triste cuando me fuera temprano apenas me levantara. Así que decidí quedarme a pasar la noche en la empresa.Nadie lo sabía, pero en mis tiempo de jefe de equipo, me había hecho una copia de las llaves de uno de los cuartitos que estaban dedicados al personal de limpieza que en una época tenían permitido usar p
05:55 hs. - Damián.Cerré los ojos con todas mis fuerzas e intenté pensar en Salomé. Y estoy seguro de que hubiese funcionado si la becaria no hubiese agarrado y llevado mi mano a su teta. Lo siguiente que recuerdo es que nos fundimos en un apasionado beso y que mi fuerza de voluntad duró menos que la blusa de Clara cubriendo su cuerpo.—Te voy a hacer mío, Dami...Tras hacer manifiestas sus intenciones, se levantó de la silla y se colocó a mi lado. Yo todavía estaba sentado sobre la cama, en una posición de lo más incómoda, con el torso virado hacia un lado por consecuencia del beso que me acababa de dar con ella. Entonces, poniendo su mano en mi pecho, me fue empujando con suavidad hasta que quedé recostado por completo. Acto seguido, se montó a horcajadas sobre mí y, lentamente, fue bajando su cuerpo hasta que su cara quedó pegada a la mía.—Tócame —me susurró al oído.No sé por qué, pero esa petición me hizo recobrar la conciencia. «¿Qué mierda estás haciendo, Damián?» pensé al in
POV Salomé—¡Siempre dices lo mismo! ¡Estoy harta de tus promesas!Tras estas palabras, agarré mi abrigo, mi bolso y mi paraguas, y salí por la puerta.Estaba a punto de llorar y muy enojada, no podía creer que me lo hubiera vuelto a hacer, ¡había vuelto a romper su promesa! Pero ésta iba a ser la última vez, ya era hora de que eligiera, o su trabajo o yo. Así que decidí que lo mejor era irme a pasar unos días a casa de mi madre, sabía perfectamente lo mucho que le molestaba eso, pero pensé que un buen escarmiento le vendría bien. Todavía estaba a tiempo de llegar al último tren de las 10:45, tenía la estación a diez minutos a pie, así que dándome un poco de prisa llegaría sin problemas, si ese maldito ascensor se daba prisa en llegar.Durante el camino iba dándole vueltas al tema, tenía millones de cosas en la cabeza en ese momento, y por primera vez tuve dudas, ¿había hecho bien en irme a vivir con Damián tan pronto? Después de todo no hacía ni dos años que estábamos saliendo, y las
7:45 PM - POV Salomé—¡Hogar dulce hogar! ¡Vamos, alegría, alegría! ¡Alegría, vamos!Repetía Zamira una y otra vez en intentos constantes de levantarme el ánimo. Había regresado a casa después de ocho largos días internada, y mi querida hermana no se apartaba de mi lado, al igual que en el hospital. No estaba del todo bien, todavía me sentía débil, pero eran simples sensaciones, físicamente, salvo detalles, me encontraba perfectamente. Tenía la pierna enyesada y todavía me estaba recuperando del golpe en la cabeza, los médicos me habían dicho que con mucho reposo y siguiendo algunas instrucciones, estaría recuperada en poco tiempo.—Sí, yujuu... — respondí algo desanimada, mientras me acomodaba en la silla de ruedas que acababan de sacar del baúl del coche.Realmente seguía sin tener ganas de hablar con nadie, quería estar sola, sentía vergüenza por todo lo que había pasado. Le había ocasionado problemas a todos los que me rodean por un pataleo propio de una niña malcriada, no quería
Conocí a Damián en la Universidad, en el año 2010, cuando yo tenía 19 años y recién empezaba a estudiar magisterio. En cambio, él ya era un veterano, tenía 25 años y estaba terminando la carrera de Administración de Empresas. La verdad es que me fijé en él desde la primera vez que lo vi, en una charla a los novatos en el salón de actos de la Universidad. Me encantaba como se expresaba, la seguridad con la que lo hacía, lograba tener a todos los alumnos nuevos muy atentos. Además era un hombre muy apuesto (y lo sigue siendo). Cómo lo describiría... Alto, 1.85 apróximadamente, unos ojos negros penetrantes, pelo negro corto, barba de dos días, un cuerpo bastante atlético, que no era el de David Beckham, pero tampoco el de un flaco raquítico. Bueno, me sentí atraída a él desde el primer momento que lo vi, pero no me atreví a hablar con él hasta un mes más tarde, en la biblioteca. Yo estaba perdida y muy alterada con un trabajo de literatura que tenía que entregar esa tarde y todavía no ll