El Orgasmo

—¿No vas a decir nada? —dije por fin.

—¿Qué? —preguntó mientras seguía comiendo.

—Dime algo...

—¿Qué querés que te diga?

—De lo de anoche...

—¡Ah! Estuviste bien. Sí. —dijo sonriéndome, provocando que me sonrojara.

—¿En serio?

—Sí, estuviste genial —dijo de nuevo.

—No me refiero a eso. Quiero saber si en serio vas a seguir actuando como si no hubiera pasa nada.

—¿Yo? Pero si te estoy hablando de lo de ayer.

—¡Que no me refiero a eso! ¡Hablo de tu actitud, y del ambiente, y de todo! ¿Cómo puedes estar tan calmado? —estallé.

—Vamos a ver, Salomé, yo no soy tu novio, ni tu amante, ni un tipo con el que estás dudando si salir o no. Lo que hicimos ayer, lo hicimos como dos adultos que estuvieron de acuerdo en hacerlo, nada más. Vos necesitabas mi ayuda y yo te la di. No es necesario ni que estés avergonzada, ni que volvamos al mal rollo de antes, ni nada por el estilo —contestó con toda la normalidad del mundo.

—No... Si yo no digo eso, pero es que... el único hombre con el que había estado era con Damián...

—Y sigue siendo así. Lo que hicimos nosotros no va a cambiar eso...

—Pero Ale... lo que hice contigo anoche... nunca lo había hecho con él... —afirmé entrecortadamente. Me estaba costando mucho abrirme de esa forma.

—Y ese era el objetivo, que te liberaras y aprendieras cosas que no sabías. Te garantizo que tu novio va a estar muy contento con los resultados.

—Sí... puede que tengas razón, pero...

—Vos quedate tranquila que así va a ser —conluyó—. Y bueno, ya que querías hablar del tema, hablemos. ¿Cómo te lo pasaste? Ya sé que estabas borracha, pero de algo te acordarás, ¿no?

—Bueno, borracha lo que se dice borracha, no estaba... Me acuerdo de todo...

—¿De verdad? Qué raro... —dijo frunciendo un poco el ceño.

—¿Raro por qué? —pregunté extrañada.

—Porque no estás enojada conmigo.

—¿Y por qué habría de estarlo? —insistí.

—Porque no cumplí lo que te prometí, dije que no te iba a tocar ni un pelo, y... en fin...

—Sí, ya... Pero bueno... yo no me opuse tampoco... —le dije con sinceridad. Después de todo, yo misma me lo había buscado.

—Me alegra que pienses así. Ok, respondeme a la otra pregunta ahora, ¿cómo te lo pasaste? —volvió a preguntarme, pero me daba mucha vergüenza responder a eso.

—Pues como lo viste...

—No sé, yo no vi nada, decímelo vos... —insistió. Evidentemente ya sabía la respuesta, pero quería oírla de mis labios.

—Me lo pasé muy bien, Fernando...

—¿Sí? Bueno, en realidad sí que me di cuenta, pero quería que me lo dijeras vos. Esto también funciona como terapia para que pierdas la vergüenza —dijo mientras se metía otra cucharada de lentejas en la boca.

—¿No me digas? —respondí con sorna—. Igual, Ale, aunque no hayas cumplido tu primera promesa... sí que cumpliste la segunda. En un momento me dijiste que te detendrías cuando pudiera pasar algo que yo no quisiera, y así lo hiciste... Y lo valoro mucho...

—¿Estás diciendo que podría haber llegado hasta el final con vos? —respondió. Le dije esas palabras desde el fondo de mi corazón, pero no me di cuenta de que al mismo tiempo le estaba dando una información que no debería haberle dado.

—A ver... no es eso... Lo que... —suspiré—. Lo que quise decir es que no lo intentaste, eso es lo que valoro, fuiste un tío legal.

—Está bien, está bien. Te dije que podías confiar en mí.

—En ningún momento lo dudé...

—Perfecto entonces, porque esta noche me gustaría enseñarte alguna cosita más.

—¿Alguna cosita más? Espera un momento, Fernando, lo de anoche no va a volver a ocurrir... Yo te agradezco lo que has hecho, pero... —le aclaré. No sabía qué tenía él en mente, pero yo tenía clarísimo que ya no necesitaba de su ayuda, que con lo de la noche anterior ya me había liberado y ahora podría encarar a Damián.

—¿Ah, no? Bueno, como quieras. Yo creo que todavía no estás preparada para 'salir al ruedo', pero si ya no querés más mi ayuda...

—Justamente es eso, Ale, nunca me hubiese imaginado que podía soltarme de la manera en la que lo hice anoche, pero ahora ya lo sé, y también sé que ya puedo encarar a Damián.

—Está bien, Salomé, me alegro de haberte sido de ayuda... —dijo, y me dedicó una linda sonrisa—. ¿Te puedo hacer una última pregunta?

—Sí, ¿qué?

—¿El de ayer fue el primer orgasmo de tu vida? —me preguntó con toda la cara. Creía que habíamos dada por terminada la conversación, pero al parecer él quería seguir metiendo el dedo en la llaga.

—Mira lo que me preguntas... ¡Al final me vas a hacer enfadar!

—¿Qué tiene de malo? Contestame.

—¿Cómo que qué tiene de malo? ¿Por qué me preguntas eso?

—Creo que ayer terminamos de romper todas las barreras que había entre nosotros, ¿no?

—Yo no diría que todas las barreras, pero bueno... No, no fue el primer orgasmo de mi vida.

—¿Y tu primer orgasmo con un hombre? —insistió. Yo en el fondo ya me estaba riendo, no sabía a dónde quería llegar...

—¿Cambiaría algo en nuestras vidas si te respondo a eso? —contraataqué.

—No, la verdad que no, pero ya no hace falta que contestes. Bueno, si me permitís, tengo que hacer unas llamada...

—Sin problemas.

Fernando tenía una habilidad especial para hacerme enfadar, ya lo tenía claro, y eso que no hacía ni una semana que me había reencontrado con él. Pero no tenía tiempo para seguir perdiendo con él, tenía que centrarme en Damián, que vendría en un rato y yo todavía tenía que preparar mi plan de ataque. Sí, porque iba a aprovechar esa tarde para hacer mi movimiento.

"No puedo decirle que fue él el primer hombre en darme un orgasmo... No sería justo para Damián..."

13:40 hs. - Fernando.

—¿Qué m****a querés? ¿Me quieren rastrear el teléfono ahora?

—Pichón... Si tuviéramos esa tecnología, no necesitaríamos cobrarte la deuda...

—Ahora decís "nosotros", ¿eh? Rata asquerosa.

—Mira, Fernando, me duele mucho todo lo que está pasando, porque a fin de cuentas fui yo el que te metió en esto, pero justamente por eso te estoy llamando.

—¿Me vas a prestar la guita?

—No, pero quiero ayudarte a escapar. Necesito que me digas en qué zona de la ciudad estás, para hacerles centrar la atención lo más lejos posible de ti.

—¿Vos te pensás que soy boludo? Parece que te creíste de verdad el versito del "pichón"... Podrían haberse inventado algo mejor, hermano, en serio...

—Fernando, me estoy jugando el cuello haciendo esta llamada... Pero en fin, sólo te voy a decir una cosa, ni se te ocurra ir a ver a Lorenzo, uno de los negros está viviendo en una de las casas esperando a que aparezcas. Y otra cosa, las zonas norte y sur están invadidas, tienen tipo por todas partes. El único lugar seguro, de momento, es el centro, porque recientemente pusieron más policias en la zona. Igualmente, mi mejor recomendación es que te vaya del país, aquí nunca vas a estar seguro.

—Lo mejor que podría hacer es ir y apuñalarte mientras dormís, viejo alcahuete. No me vuelvas a llamar ni a mensajear, porque te juro que aunque me cueste la vida, voy a ir a buscarte y te voy a arrancar el hígado con los dientes, hijo de re mil putas.

Continue lendo este livro gratuitamente
Digitalize o código para baixar o App

Capítulos relacionados

Último capítulo

Explore e leia boas novelas gratuitamente
Acesso gratuito a um vasto número de boas novelas no aplicativo BueNovela. Baixe os livros que você gosta e leia em qualquer lugar e a qualquer hora.
Leia livros gratuitamente no aplicativo
Digitalize o código para ler no App