20:10 hs. - Salomé.
—¿Salomé? ¿Se puede?
—¿Qué quieres?
—¡Epa! Voy a entrar... ¿Qué te pasó?
—Tú mejor que ni te acerques a mí... que no me olvido lo que me hiciste antes.
—¿Lo del beso? Pero si fuiste vos la que me preguntaste cómo tenías que hacer para entrarle...
—¡No te sientes en mi cama! ¡Vete de aquí!
—¡Eh! Calmate, viejo. ¿Qué carajo pasó?
—No te importa... ¡Y no me toques!
—Shh... Vení para acá, dejá que te abrace...
—No quiero que me abraces... Quiero dormirme y no despertarme más...
—Shh... Tranquilizate... Contame lo que pasó...
—Suéltame...
Pero finalmente terminé contándoselo. Estaba demasiado triste como para permitirme rechazar una muestra de afecto, por más que proviniera del único tipo que no tenía ganas de ver en ese momento.
—¿Sabés por qué pasó eso? —dijo todavía abrazado a mí—. Porque para él es algo normal.
—¿A qué te refieres?
—A él no le importa una m****a si llegás al orgasmo o no porque nunca te mostraste disconforme.
—Pero...
—Decime una cosa, ¿qué hacés normalmente cuando te hace eso?
—Me termino calmando en el lavabo, pero nunca le di mucha importancia... —le contesté con toda naturalidad. Me estaba sorprendiendo a mí misma.
—Perdoname, pero deberías, chiquita, deberías. El hombre tiene el deber de satisfacer a su mujer en todo momento, y eso se aplica en la cama también. Un hombre que después del acto sexual, queda contento solamente él, es un hombre bastante lamentable —dijo sin tapujos.
—Si vas a insultar a Damián, será mejor que te vayas, porque no quiero oírlo —le respondí enfadada, a la vez que me liberaba de su abrazo.
—No lo estoy insultando, porque es evidente que para él no es algo malo. La culpa es tuya —concluyó.
—¿Mi culpa? ¿Por qué?
—Ya te lo dije, porque nunca te mostraste disconforme... Te lo vuelvo a repetir, todavía estás muy verde...
—Suficiente, vete de aquí —dije señalándole la puerta.
—Está bien, pero pensá en lo que te dije, no es normal que te dejen a medias y vos ni siquiera protestes —me dijo mientras se levantaba.
—Tú antes lo has hecho y de eso no dices nada... —dije con la boca pequeña.
—¿Dijiste algo?
—No.
—Bueno. Si no te importa, tengo una cena que preparar. Voy a hacer pizza hoy, no tengo muchas ganas de cocinar, la verdad. En una hora o por ahí te llamo.
—Vale...
Me estaba empezando a hartar de su arrogancia, de que nos insultara a Damián y a mí cada vez que le contaba algo. "¿Quién se cree que es?", pensaba mientras acariciaba a Luna, que había pegado un salto a la cama y se había acurrucado a mi lado.
A pesar de que la cosa no había terminado del todo bien, estaba contenta porque al fin había logrado tomar la iniciativa con Damián. Sabía muy bien que nuestra vida sexual no cambiaría de un día para el otro, pero pasos como el que había dado esa tarde iban a acelerar mucho el proceso. El único problema era que había estado muy borde con él cuando en el trayecto de vuelta a casa, pero es que no pude evitarlo, haberme quedado con las ganas dos veces en un mismo día me había puesto de muy mal humor.
Entonces, de repente vino a mi cabeza la imagen de Fernando lamiéndome ahí abajo, y luego recordé el momento en el que Damián me empujó de su lado y terminó eyaculando en la arena. No podía evitar hacer comparaciones, de como uno antepuso mis necesidades a las suyas y de como el otro, por el contrario, se desentendió de mí completamente. También me acordé de que no habíamos llevado preservativos, que fue el motivo por el cual no terminamos haciendo el amor en la playa, y de la cara de decepción que puso cuando pensó que lo iba a dejar con el calentón... "¿Y si se esperaba otra cosa?" pensé. Y, entonces, otra de las preguntas inoportunas de Fernando me vino a la mente...
"¿Alguna vez se la chupaste a Damián?"
Me tapé la cara con la almohada y empecé a hacer la croqueta en la cama, provocando que Luna pegara un brinco del susto que la tiró al suelo. "¿Es eso lo que quería Damián?". Nunca me lo había planteado, la verdad, siempre había pensado que nuestra vida sexual estaba bien como estaba, además me daba mucha vergüenza pensar en eso, y un poquito de asco también... "¿Por qué tendría que hacer eso? Además, él nunca me lo pidió..."
Pero no quise seguir dándoles tantas vueltas a las cosas, porque pasaba de creer algo a pensar absolutamente todo lo contrario en segundos. Me estaba haciendo muy mal comerme tanto la cabeza. Por eso decidí que dejaría de hacerle caso a Fernando y seguiría con el plan que había puesto en marcha esa tarde. Un mísero orgasmo no se iba a interponer entre mi amado y yo.
—¡A comer! —gritó Fernando desde la cocina cerca de media hora después de haberse ido. Había tardado menos de lo que esperaba, no me había dado tiempo ni de cambiarme.
No tenía ganas de ponerme ropa incómoda, y como ya no tenía por qué andar de recatada delante de Fernando, decidí que me pondría lo que me diera la gana. Así que me quité el sujetador y me puse un camisón color azul celeste que hacía mucho que no usaba. Me hacía un escote bastante revelador y sólo llegaba hasta medio muslo, pero no me importaba, pensé que sería otra buena forma de practicar el perder la vergüenza.
Cuando llegué al salón, Fernando ya estaba con medio pedazo de pizza en una mano y una botellín de cerveza en la otra. Me causó mucha gracia su reacción al verme, porque se quedó boquiabierto y pedazos de comida se le empezaron a caer de la boca. Me hizo acordar mucho a las caras que ponía Damián cuando nos íbamos a acostar por las noches.
—¿Qué pasa? —le pregunté con total naturalidad.
—No, nada... —dijo volviendo a fijar su mirada en la tele.
Me la pasé muy bien durante la cena, se notaba que Fernando estaba nervioso. Me gustaba ver como su lado arrogante se hacía a un lado para dar lugar al de cachorrito asustado. Notaba que no me sacaba la mirada de encima cada vez que creía que no lo estaba mirando, pero yo estaba atenta a todo.
—No te creas que no me voy cuenta de lo que estás haciendo —dijo.
—¿Eh? ¿De qué estás hablando? —pregunté haciéndome la desentendida.
—Sí, vos hacete la boluda, pero después no te quejes cuando pierda el control.
—Eres inofensivo —le dijo con un aire chulezco—. No te atreverías a tocarme...
—No me pongas a prueba, gatita.
No daba crédito a lo que acababa de decir. Había retado abiertamente a Fernando a que me asaltara sexualmente... Enseguida creí que debía serenarme un poco, que así no era yo normalmente. Pero cuando me iba a levantar para irme un rato a mi habitación...
—¿Me acompañas? —me dijo de repente y ofreciéndome una cerveza.
—No soy de beber cerveza, lo siento —le respondí negando con ambas manos.
—Dale, boluda, es por hoy nada más.
—¿Por qué tanto interés de pronto? —pregunté con desconfianza.
—Jaja, porque siempre es más divertido tomar con un amigo.
—No sé... Quería irme un rato a la habitación a leer... —intenté rechazarlo, pero el chico era insistente.
—¡No me irás a dejar solo! ¡No son ni las diez de la noche todavía! ¡Dale, copate!
—Es que... —dudé. En realidad era mi culpa, porque yo lo había incitado a eso. Sabía que en realidad quería emborracharme para que cayera de nuevo en su red.
—Dale... Una sola y después te vas... —insistió, incluso me hizo ojitos.
—Mmmm... Bueno, vale, pero una sola —terminé accediendo. Pensé que por una cerveza no tenía que pasar nada raro.
—¡Yeah!
Pero una sola un cuerno, fueron cayendo una tras otra hasta que vaciamos la reserva de doce botellines de Damián. Y, nuevamente, terminamos sentados en el sofá, riéndonos de tonterías y mirando la televisión, cosa que ya se había hecho costumbre en nosotros. Y no tendría nada de malo, de no ser porque esas veladas siempre concluían de forma poco normal.
De la nada se hicieron las doce de la noche, pero nosotros hace rato que estábamos tranquilos. Yo ya me había olvidado que en realidad conocía las verdaderas intenciones de Fernando, y hasta ahí estaba todo bien. Pero todo cambió cuando se me acercó y pasó su brazo por detrás de mí, porque yo le devolví la cortesía apoyando mi cabeza sobre su pecho y lo siguiente que recuerdo es que la mano con la que me estaba abrazando, ahora estaba dentro de mi camisón jugando con mi pezón mientras nos besábamos apasionadamente. De verdad, no sé en qué momento terminamos de esa forma, pero de lo que sí estoy segura, es que estaba demasiado excitada como para poder resistirme a él.
—Fernando... —suspiraba entre beso y beso. No quería separarme de él, quería siguiera besándome hasta que no pudiéramos más. Pero él tenía otros planes, porque bajó los tirantes de mi camisón y se lanzó a devorarme los pechos al igual que lo había hecho la noche anterior. Lo hacía con desesperación, como temiendo a que fuera a escaparme en cualquier momento, pero no me dolía, estaba claro que sabía cómo tratar a una mujer. Luego me apoyó contra el sofá, dejándome boca arriba, y metió una de sus manos en mi braguita... Y entonces empecé a gemir, estaba radiante, por fin iba a recibir el premio que me habían estado negando todo el día... O al menos eso pensaba...
—Salomé... Ya es hora de que des el siguiente paso... —dijo susurrándome al oído. Acto seguido, se puso de pie, y, ante mi absoluta sorpresa, se bajó los pantalones con los calzoncillos incluidos. Quedé hipnotizada, pero no por lo que tenía delante, sino por lo que acababa de ocurrir, porque me esperaba que sucediera cualquier cosa menos eso. Era la primera vez que la veía, ya la había sentido, pero no la había visto. Entonces se volvió a sentar a mi lado, me volvió a besar un largo rato, y finalmente se puso cómodo en el sofá dejando a mi disposición su miembro erecto.
—Fer...
—Empieza, por favor...
Lo siguiente que recuerdo es que cerré los ojos, tomé aire y...
- 23:25 hs. - Damián.—¡Bueno! ¡Paramos un rato, gandules! ¡En una hora los quiero ver currando de nuevo!A todos los que estábamos ahí nos tomó por sorpresa el anuncio de Santiago. No llevábamos ni cuatro horas trabajando y ya nos había dado el primer descanso, cosa poco común en él. Pero bueno, no iba a ser yo el que preguntara el motivo, y seguramente tampoco ninguno de mis compañeros.—¿Vamos a la cafetería? —me preguntó Lau con una sonrisa. Eché un vistazo a la puerta de la oficina y vi que el mismo grupito del día anterior nos estaba esperando.—¿Jéssica también? Ayer no lo pasó muy bien que digamos —le recordé mientras observaba a la chica nueva.—Alejandra y yo la convencimos. Es mejor que dejarla aquí solita...—Está bien. Vamos —respondí finalmente.Nos reunimos con los demás y nos dirigimos hacia la cafetería. Cabe destacar que Lau y yo trabajábamos en una zona de la oficina y los demás del equipo en otra, por eso no salíamos todos al mismo tiempo en los descansos.—Qué rar
00:15 hs. - Salomé.Lo siguiente que recuerdo es que cerré los ojos, tomé aire y...—¡No! —logré decir a tiempo— No puedo hacerlo...—Tranquila, Salomé, todo va bien... Relajate y...—¡Te digo que no! ¡No puedo! ¡Y tampoco quiero! —dije ya un poco más nerviosa. Y como saliendo de un trance, me acomodé el camisón y me separé de él.—Tranquila, no te enojés. Tenés miedo porque nunca lo hiciste, nada más... —dijo volviendo a acercarse.—¡Te digo que no! —volví a gritar, y esta vez se detuvo. Se sentó de nuevo a mi lado y se hizo un silencio muy incómodo.—Pensé que era un buen momento... —dijo por fin—. Perdoname.—¿Un buen momento para qué? Ni siquiera estoy convencida de hacer esto...—Vos lo que tenés es un lío tremendo en la cabeza, Salomé. Tenés que poner tus ideas en orden urgentemente.—Mis ideas están perfectamente ordenadas...—¿Entonces?—¡Que no quiero hacer eso! ¡Nada más! —volví a gritar.—Así no vamos a progresar nada...—¿Progresar en qué? —le pregunté enfadada—. Está bien
—Vení... —dijo de pronto. Se puso de pie y me hizo agacharme delante él.—No quiero hacerlo —me apresuré a aclararle, creyendo que me haría... bueno, eso.—Tranquila, de esta forma va a ser más cómodo para vos.Tenía su pene justo delante de mi cara, firme y esperando a mi proceder. Ahora sí que me había fijado en su tamaño, y si bien no había visto otro más que el de mi novio en toda mi vida, no era tonta y sabía que ese, en particular, era grande. Lo volví a sujetar y realicé el mismo movimiento que me había marcado Fernando hacía apenas unos minutos. Me centré en ese sube y baja, imprimí una velocidad ni rápida, ni lenta, y estuve así un rato. Pero, una vez más, no volví a durar mucho tiempo. Mi brazo se cansó a los cinco minutos de empezar, y el meneo ya no era como al principio. Él no dijo nada sin embargo, y me dejó continuar a mi ritmo, que terminó siendo lento y con movimientos torpes. Debido a ello, el ímpetu de ambos fue decayendo, porque la masturbación ya no era tal. Y emp
01:25 hs. - Damián.—Ey, Cristian, ¿me vas a contar qué pasó con la nueva o no?—¿Me dejas cagar tranquilo? Ahora salgo.Me encontré con él en el baño de caballeros, como siempre, ya que era el único lugar en el que podíamos hablar sin que nos molestaran. Santiago nos tenía de un lado para otro, y ese día parecía estar más nervioso de lo habitual. Lau no se quedaba atrás tampoco, apenas nos daba respiro a mi equipo y a mí. Recién pude librarme cuando me dijo que tenía que atender unos asuntos en el piso de abajo.—¿Qué quieres, Damián? —me preguntó Cristian mientras se encendía un cigarro.—No te hagas el inocente conmigo. Antes vi perfectamente cómo tonteabas con Jéssica.—Sí. ¿Y qué pasa?—No, no pasa nada. Sólo pregunto.—No hay mucho que contar... La niñata se cierra demasiado.—¿Y lo de hoy qué? ¿Qué hiciste para que se levantara así?—Te juro que no hice nada. Le pregunté varias veces cómo estaba y tonterías de ese estilo. Pero nada más.—¿Estás seguro? Me pareció ver que la toc
10:15 hs. - Salomé.—Miau.—No estoy de humor, Luna. Vete a jugar por ahí...Otra vez ese remordimiento de consciencia. Otra vez ese mal cuerpo por haber hecho lo que no debería haber hecho. Otra vez esas ganas de que se abriera la tierra y me tragara para siempre. Por segunda noche consecutiva, había roto todo tipo de barreras con mi mejor amigo de la infancia pese a haberme prometido que no volvería a suceder.Yo sabía que necesitaba soltarme más a la hora de intimar, me había quedado bien claro en la playa con Damián. Pero ya no quería seguir recibiendo ayuda de Fernando, no porque desconfiara de sus intenciones, sino porque ya no me parecía correcto ni justificable lo que estábamos haciendo. Había aceptado la primera vez porque estaba desesperada y porque no me parecía tan mala idea, pero nunca creí que fuéramos a traspasar tantos límites.No podía dejar de pensar en lo que había hecho la noche anterior, en cómo había transcurrido todo y en las cosas que estuve a punto de hacer...
—¡No señales, maleducado! ¡Y quítate eso de la cara! Ella es Salomé. Y a partir del sábado te empezará a dar clases particulares —me presentó. El chico se me quedó mirando unos segundos, pero no pude ver su expresión. Ttenía una especie de bufanda que le tapaba toda la parte baja de la cara. También llevaba puesto un chaquetón de invierno. Frío no tenía, eso era seguro.—¿Otra más? Ya te he dicho que no vale la pena...—¡Oye! ¡Preséntate como es debido! —le gritó aún más enfadada.—Hola, me llamo Guillermo y soy tonto. Te recomiendo que no pierdas el tiempo con alguien como yo —dijo mientras se daba la vuelta y volvía a centrar su atención en la pantalla. Yo estaba anonadada.—Tú no le hagas caso. No es tonto, es vago, que es muy distinto —me dijo inmediatamente Mariela—. Y, a ver, tú, la chica quiere saber a qué hora te viene bien a ti para tomar las clases.—¿Eh? —preguntó—Hola, Guillermo. Yo soy Salomé y estoy aquí para ayudarte en lo que pueda. Tú no te preocupes por nada —le dij
21:15 hs. - Damián.—¡Damián! —me llamó una vocecita molesta.—Si vas a estar jodiéndome todo el día, al menos podrías tomarte la molestia de llamarme por mi nombre.—¡¿Por qué sigues siendo tan borde conmigo?! —dijo mientras agarraba una silla y se sentaba a mi lado.—Mmm... ¿Enumeramos? Uno: Me chantajeas con decirle a mis jefes que soy un acosador si no hago lo que tú dices. Dos: Me obligas a ir almorzar contigo y haces que me olvide de llamar a mi novia. Tres: Ahora mi novia está enfadada conmigo por el punto dos.—Pues si te olvidaste de llamar a tu novia por estar conmigo, eso quiere decir que te caigo mejor de lo que dices, jiji. Por cierto, ¿sabe tu novia que acosas a una compañera de trabajo?—Venga, nos vemos —dije levantándome. No estaba de humor para sus tonterías.—¡Oye! ¡Espera!—¿Qué quieres?—Hoy prácticamente no me hiciste caso, y eso, como mujer joven y bonita que soy, me dolió mucho. Así que mañana quiero que repitamos.—¿Qué? No, ni lo sueñes.—Pues se lo cuento to
21:15 hs. - Salomé.Sí... Mucha convicción y mucha historia, pero cuando llegué y lo vi, casi salgo corriendo para mi habitación de nuevo...—¿Estás mejor? —dijo al verme. Pero yo no reaccioné, me quedé callada y permanecí de pie en la entrada al salón—. ¿Salomé? ¿Te pasa algo?No sé por qué, pero estaba aterrorizada. Había salido de ese cuarto con la firme intención de demostrarle a Damián que podía convertirme en la mujer que él tanto esperaba. Pero llegada la hora de la verdad, me acobardé, como me acobardaba todas esas veces que quería hacer cosas con mi novio y no sabía cómo decírselo. Así estaba yo delante de Fernando, rígida y muerta de los nervios. Él, por su parte, continuaba sentado con una revista en la mano y mirándome con una mezcla entre sorpresa y extrañeza.Entonces, su cara de novedad desapareció y esbozó una sonrisa burlona. Yo seguía congelada ahí mismo en la entrada del salón sin saber qué hacer. ¿Proseguía con lo que me había propuesto o me daba media vuelta y me