02:00 hs. - Damián.
—Bueno, chicos, vamos a descansar un rato, que nos lo hemos ganado —nos anunció Lau. Justo después se acercó a mi escritorio—. Dami, vamos a la cafetería a tomar algo para despejarnos, ¿te vienes?
—Eh... —respondí dudando un poco, porque no sabía a quienes se refería con "nosotros". Si bien conocía a los trabajadores de mi planta, no tenía relación con todos, y no me gustaba hacer este tipo de reuniones con gente con la que no me llevaba. Pero terminé aceptando cuando vi a nuestros acompañantes.
La cafetería de la planta ya estaba cerrada a esas horas, pero los jefes de equipo podían disponer de la misma a placer a partir de la una de la mañana. Los descansos solían durar entre hora y hora y media, y la mayoría de los empleados solían irse a bares nocturnos de la zona o a casa a descansar un poco, algunos incluso ni volvían los días que no estaba Santiago.
Cuando abrió las puertas y encendió las luces, Lau nos dijo que nos sentáramos en una de las mesas, que ella traería el café (había dejado bien claro que nada de alcohol esa noche). Con nosotros habían venido Román, de 27 años, uno de los mejores vendedores de mi equipo; Cristian, 35 años, otro de los jefes de equipo de la planta; Alejandra, la secretaria de Santiago, que debía rondar los 30 también; y Jéssica, una chica joven que acababa de entrar en la empresa. Lo cierto es que con las dos últimas apenas había intercambiado palabras anteriormente, algún que otro saludo y gracias, pero con los muchachos tenía una muy buena relación. Pensé que al final sí iba a poder distenderme un poco y llevar la reunión con cierta confianza.
—Bueno, Lourditas, ¿qué ha sido de tu vida todo este tiempo? —preguntó Román.
—Pues nada, lo que sabes... Me casé, me mudé a Alemania y estuve trabajando allí hasta hace unos meses —respondió risueña.
—¿Y por qué has vuelto? —continuó Román.
—No me pude acostumbrar ni a la gente ni al idioma... Es una sociedad muy distinta a la nuestra.
—Doy fe —intervino Cristian—. A mí me tocó trabajar en Hamburgo hará unos diez años.
—¿Sí? —se interesó Lau, visiblemente contenta por haber desviado el foco de atención—. ¿Y cómo fue la aventura?
—Fantastisch —respondió con acento y todo, despertando algunas risas entre los ahí presentes—. Igual no me quedaba otra alternativa más que acostumbrarme, mi padre había movido cielo y tierra para conseguirme ese empleo, tenía que cumplir con sus expectativas.
—Yo no sé si podría irme de aquí... —manifestó Alejandra—. Tengo a todos mis amigos aquí, y a mi familia, y me gusta mi trabajo... No sé...
—¿Tú qué edad tienes? —preguntó Lau.
—25.
—Bueno, yo a tu edad pensaba igual, pero nunca sabes qué te va a deparar la vida...
—Sí, ya, eso me dicen todos, pero yo estoy convencida. De aquí no me voy ni aunque venga el mismísimo Bradley Cooper a pedírmelo, jajaja.
—¿Y tú que estás tan callada? —dijo Cristian mirando a Jéssica—. No recuerdo haberte visto por aquí antes, ¿eres nueva?
—Llevo una semana aquí —respondió ella—.
—Oh, ¿y cómo te llamas? ¿Cuántos años tienes?
—Eh, eh, despacito, Clooney, que la chica apenas está tomando confianza —se entrometió Alejandra.
—Si no hubiera confianza con ella no la habrían invitado, ¿no? ¡Hay que romper el hielo! —argumentó él—. ¿O no, Román?
—Totalmente de acuerdo. Además, así nos mantenemos despiertos.
—Me llamo Jéssica, tengo 23 años y soy contable. Esta es mi primera semana en la empresa.
—Vaya semanita has elegido para empezar, chica... Si a mí me hubiesen presentado este panorama en mis primeros días, habría salido corriendo... —aseguró Román.
—Sí, bueno, no me esperaba tener que trabajar tantas horas tan pronto, pero me encontré con un equipo muy bueno, y todos me trataron muy bien, eso facilita mucho las cosas...
—Di que sí, mujer, esa es la actitud. Por cierto, ¿tienes novio? —preguntó Cristian así de repente, provocando que Jéssica se sonrojara. Lau se echó a reír y Alejandra le lanzó una mirada asesina.
—Pues sí que lo tiene —respondió la misma Alejandra—. Así que aléjate de ella, que nos conocemos.
—Jajaja. Vale, vale, perdón. Era simple curiosidad...
—Sí, curiosidad... Que sepas que trabaja en esta empresa, así que no te vayas a pasar de listo —añadió la secretaria.
—¿Trabaja aquí? ¿Quién es? ¿Lo conozco? —preguntó Cristian entre risas. Jéssica parecía no estar muy cómoda con la situación.
—Sí, trabaja aquí, en la planta 15, y se llama Giovanni.
—¿Giovanni? ¿Marotto? Ah... Ya sé quién es...
—¡Bueno! ¿Y tú, Damián? No me has contado cómo está Salomé —interrumpió Lau, que se había dado cuenta que la pobre chica no la estaba pasando bien.
—En casa... Aguantando como la mejor... —afirmé con resignación.
—Ajá... No debe ser fácil para una chica tan joven tener que lidiar con esta situación...
—No, no lo es... Pero bueno, ella es fuerte y me está dando todo su apoyo.
—¿Y qué hace durante el día? ¿Trabaja? ¿O estudia? —volvió a preguntarme Lau.
—Ya terminó sus estudios, se recibió de maestra, pero no encuentra trabajo de eso, y yo no quiero que trabaje de cualquier cosa.
—¿Entonces se queda todo el día en casa?
—Sí.
—¿Y no se aburre? Me imagino que al menos pasará el tiempo con amigas —intervino Alejandra.
—Todas sus amigas se fueron a estudiar o a trabajar fuera de la ciudad, a la única que tiene es a su hermana, que vive al lado de nuestro apartamento.
—¡Ay, pobrecita! Deberías invitarnos algún día a tu casa, Dami. Estoy segura de que nos llevaríamos muy bien con ella, ¿no, Aleja?
—Ya te digo.
—No sé si querría, je —aseguré—. Ella es muy introvertida, le suele costar hacer nuevas amistades.
—Pues ya nos encargamos nosotras de eso. Una mujer necesita tener otras amigas mujeres, es muy sofocante vivir sin socializar, y te lo dice alguien que sabe, que yo en Alemania lo pasé muy mal en ese aspecto.
—Sí, ya... Pero igual ahora ya no está sola, un amigo que acaba de llegar a la ciudad se está quedando en casa.
—¿Un amigo ? —preguntó interesado Cristian.
—Sí, un chico que fue con ella al instituto. Nos pidió que lo dejemos quedarse hasta que encuentre algo barato por la zona.
—¿Y se está quedando solo con tu novia? ¿En tu casa? —volvió a preguntar.
—Sí, ¿por? —dije yo. Román y Cristian se miraron entre ellos, mientras que Lau, Alejandra y Jéssica observaban con atención la escena.
—¿No tienes ningún problema con que tu chica se quede sola en tu casa con un amigo todo el día? —prosiguió.
—A ver, al principio desconfié del muchacho, no lo conocía de nada, pero Salomé me dijo que no es una mala persona, así que no veo porqué tenga que preocuparme si ella confía en él.
—Ese es el problema, Damián, que ella confía en él.
—¿Eh? ¿Por qué? —pregunté de nuevo. Seguían intercambiando miradas cada vez que yo respondía.
—Eres un tipo muy raro, en serio. Yo no podría dejar a mi novia vivir con una persona que no conozco.
—Eh, un momento, se va a quedar unos días nada más.
—¿Hasta cuándo? —preguntó Román.
—Hasta el viernes, por lo pronto. Resulta que me comprometí a ayudarlo a buscar un piso, porque tenía el dato de que Andrés tenía algunos en alquiler, y ahora estoy esperando que resuelva algunas cosas para hablar del tema con él.
—¿Y desde cuándo está en tu casa? —insistió.
—Desde el lunes.
—Hmm...
—A ver, par de imbéciles, ¿qué os pensáis que somos las mujeres? —intervino Alejandra—. Dejad de meterle m****a en la cabeza al chico, por el amor de dios, que ya estáis juzgando a su novia y no la conocéis de nada.
—No es meterle m****a, es avisparlo un poco —respondió Cristian—. Si va tan confiado por la vida, lo va a pasar muy mal.
—Coincido —añadió Román—. Además, los amigos de la infancia son los peores, porque con la excusa de "yo la conozco de antes que tú", se creen que tienen algún poder divino que les da el derecho de hacer con tu novia lo que quieren.
—Vaya, parece que del tema sabes un poco. —dijo Lau, que había estado muy callada observando todo—. Cuéntanos.
—Mi novia tiene un amigo así, pegajoso y molestísimo. Ella dice que él es así, que toda la vida fue así, que son amigos y que no tiene ninguna intención rara. Pero yo no me creo esas gilipolleces, la amistad entre el hombre y la mujer existe hasta cierto límite, y cuando se superan esos límites, es porque uno de los dos, o los dos, quieren algo más. Por eso yo trato de mantener a raya a ese payaso.
—Pero si ella te dice que no tiene intenciones raras es por algo, ¿qué necesidad tiene de mentirte? Si quisiera algo más con el amigo, sería la novia de él y no la tuya —dije yo.
—Damián, yo no dudo de sus sentimientos hacia mí, de lo que dudo es de su fuerza de voluntad. Yo sé que ese tipo desea a mi novia, y si yo le llegara a dar vía libre para que procediera como quiera, no sé lo que podría pasar, porque, te repito, él la conoce mejor que yo.
—¡Verdades como puños! —exclamó Cristian—. Haznos caso, Damián, no seas tan confiado. Igual es verdad que este tipo no vaya a intentar nada en tan solo una semana, pero es mejor que te aprontes para eventos futuros.
—Machismos, machismos y más machismos. No tenéis ni puta idea de cómo funciona el corazón de una mujer enamorada —añadió Alejandra en tono descalificador—. No les hagas caso, si ella no te ha dado motivos para desconfíes, entonces estate tranquilo y sigue como siempre.
—Que sí, que vale, pero igual mantén vigilado al amigo ese, por si las moscas, más que nada. Te digo yo que no somos pocos los hombres que preferimos a las que tienen dueño —respondió Cristian dirigiendo la mirada a Jéssica.
—Qué asco que das a veces, en serio —le dijo Alejandra.
—En fin... —concluyó Lau.
Seguimos hablando una media hora más, dando por terminado el tema de las parejas, y contando anécdotas y tonterías varias. La verdad es que lo pasé bastante bien, no me molestó para nada lo que dijeron Cristian y Román sobre el tema de Fernando, lo cierto es que casi ni le di importancia, ya que era como Alejandra decía, mientras confiara en ella, no tenía nada de qué preocuparme. Más me importó la pobre Jéssica, que el bestia de Cristian estuvo lanzándole indirectas toda la noche y la muchacha no sabía donde meterse. Menos mal que estaban ahí Lau y Alejandra para mantenerla más o menos cómoda.—Oye, Dami, vaya fichaje ha hecho el Santi, ¿eh? —me comentaba mientras orinábamos.—Ya sé que tú eres así, que lo haces sin maldad, pero podrías haberte controlado un poco, la pobre chica parecía un cachorro asustado, menos mal que estaban Alejandra y Laura ahí.—Jajaja, no era mi intención, te lo juro. Pero es que me gustó mucho la chiquilla.—Bueno, pues tiene novio, así que a apuntar para o
—¿No vas a decir nada? —dije por fin.—¿Qué? —preguntó mientras seguía comiendo.—Dime algo...—¿Qué querés que te diga?—De lo de anoche...—¡Ah! Estuviste bien. Sí. —dijo sonriéndome, provocando que me sonrojara.—¿En serio?—Sí, estuviste genial —dijo de nuevo.—No me refiero a eso. Quiero saber si en serio vas a seguir actuando como si no hubiera pasa nada.—¿Yo? Pero si te estoy hablando de lo de ayer.—¡Que no me refiero a eso! ¡Hablo de tu actitud, y del ambiente, y de todo! ¿Cómo puedes estar tan calmado? —estallé.—Vamos a ver, Salomé, yo no soy tu novio, ni tu amante, ni un tipo con el que estás dudando si salir o no. Lo que hicimos ayer, lo hicimos como dos adultos que estuvieron de acuerdo en hacerlo, nada más. Vos necesitabas mi ayuda y yo te la di. No es necesario ni que estés avergonzada, ni que volvamos al mal rollo de antes, ni nada por el estilo —contestó con toda la normalidad del mundo.—No... Si yo no digo eso, pero es que... el único hombre con el que había estad
14:35 hs. - Damián.Me acababan de dar la mejor noticia en mucho tiempo, no tenía que entrar a trabajar hasta las ocho de la noche, por lo que tenía toda la tarde libre para pasar con Salomé. Había dormido las últimas tres horas, por lo que el sueño no iba a poder entrometerse entre mi novia y yo.Yo sabía que estaba enfadada conmigo, y a la mañana me lo había hecho saber, aunque no de manera directa, pero yo la conocía mejor que nadie. Pero esto seguro iba a ponerla muy feliz, sabía las ganas que tenía de pasar tiempo conmigo.Llegué a casa, abrí la puerta despacito, comprobé que no había nadie, y fui rápidamente y de puntillas hasta mi habitación, mi intención era darle una sorpresa a Salomé. Abrí la puerta, y lo que vi me dejó de piedra...—¡Salomé! —grité.—¡Damián! —respondió ella exaltadísima—. ¡No es lo que parece!—¿Que no es lo que parece? ¿Entonces qué es?—¡Perdóname, mi amor! ¡Perdóname! ¡No he podido evitarlo!—¿Cómo que no has podido evitarlo? ¿Te parece una respuesta ló
15:00 hs. - Damián.—¡Una buena ducha en casita! ¡Cuánto necesitaba esto! —exclamé con felicidad y alivio—. Uy... tengo hambre... ¡Salomé!—¡Dime! —gritó desde la habitación, lugar al que me dirigí.—¿Tú ya has comido? Me imagino que sí, pero... —me detuve al ver que todavía seguía acostada en la cama jugando con el gato—.—Apenas di bocado hoy, la verdad...—¿Ah, sí? ¡Genial entonces! ¡Vamos a almorzar algo! ¿Qué te parece si vamos a molestar a tu hermana? —le propuse, recordando que Zamira trabajaba en una cafetería cercana.—Me parece una idea estupenda. Yo ya voy, espérame afuera, que me voy a cambiar —me dijo.—¿Otra vez? —pregunté extrañado.—Sí... Es que... no me gusta mucho este conjunto... ¡No tardo nada! —respondió, aunque me pareció que sin mucho convencimiento, pero no le di mayor importancia.—Está bien. ¿Has hablado ya con tu amigo?—Sí... Él se queda con Luna... —me respondió con un tono apagado.—¿Te pasa algo, Salomé? —pregunté preocupado.—¿Eh? No... Es que mientras
20:10 hs. - Salomé.—¿Salomé? ¿Se puede?—¿Qué quieres?—¡Epa! Voy a entrar... ¿Qué te pasó?—Tú mejor que ni te acerques a mí... que no me olvido lo que me hiciste antes.—¿Lo del beso? Pero si fuiste vos la que me preguntaste cómo tenías que hacer para entrarle...—¡No te sientes en mi cama! ¡Vete de aquí!—¡Eh! Calmate, viejo. ¿Qué carajo pasó?—No te importa... ¡Y no me toques!—Shh... Vení para acá, dejá que te abrace...—No quiero que me abraces... Quiero dormirme y no despertarme más...—Shh... Tranquilizate... Contame lo que pasó...—Suéltame...Pero finalmente terminé contándoselo. Estaba demasiado triste como para permitirme rechazar una muestra de afecto, por más que proviniera del único tipo que no tenía ganas de ver en ese momento.—¿Sabés por qué pasó eso? —dijo todavía abrazado a mí—. Porque para él es algo normal.—¿A qué te refieres?—A él no le importa una mierda si llegás al orgasmo o no porque nunca te mostraste disconforme.—Pero...—Decime una cosa, ¿qué hacés no
- 23:25 hs. - Damián.—¡Bueno! ¡Paramos un rato, gandules! ¡En una hora los quiero ver currando de nuevo!A todos los que estábamos ahí nos tomó por sorpresa el anuncio de Santiago. No llevábamos ni cuatro horas trabajando y ya nos había dado el primer descanso, cosa poco común en él. Pero bueno, no iba a ser yo el que preguntara el motivo, y seguramente tampoco ninguno de mis compañeros.—¿Vamos a la cafetería? —me preguntó Lau con una sonrisa. Eché un vistazo a la puerta de la oficina y vi que el mismo grupito del día anterior nos estaba esperando.—¿Jéssica también? Ayer no lo pasó muy bien que digamos —le recordé mientras observaba a la chica nueva.—Alejandra y yo la convencimos. Es mejor que dejarla aquí solita...—Está bien. Vamos —respondí finalmente.Nos reunimos con los demás y nos dirigimos hacia la cafetería. Cabe destacar que Lau y yo trabajábamos en una zona de la oficina y los demás del equipo en otra, por eso no salíamos todos al mismo tiempo en los descansos.—Qué rar
00:15 hs. - Salomé.Lo siguiente que recuerdo es que cerré los ojos, tomé aire y...—¡No! —logré decir a tiempo— No puedo hacerlo...—Tranquila, Salomé, todo va bien... Relajate y...—¡Te digo que no! ¡No puedo! ¡Y tampoco quiero! —dije ya un poco más nerviosa. Y como saliendo de un trance, me acomodé el camisón y me separé de él.—Tranquila, no te enojés. Tenés miedo porque nunca lo hiciste, nada más... —dijo volviendo a acercarse.—¡Te digo que no! —volví a gritar, y esta vez se detuvo. Se sentó de nuevo a mi lado y se hizo un silencio muy incómodo.—Pensé que era un buen momento... —dijo por fin—. Perdoname.—¿Un buen momento para qué? Ni siquiera estoy convencida de hacer esto...—Vos lo que tenés es un lío tremendo en la cabeza, Salomé. Tenés que poner tus ideas en orden urgentemente.—Mis ideas están perfectamente ordenadas...—¿Entonces?—¡Que no quiero hacer eso! ¡Nada más! —volví a gritar.—Así no vamos a progresar nada...—¿Progresar en qué? —le pregunté enfadada—. Está bien
—Vení... —dijo de pronto. Se puso de pie y me hizo agacharme delante él.—No quiero hacerlo —me apresuré a aclararle, creyendo que me haría... bueno, eso.—Tranquila, de esta forma va a ser más cómodo para vos.Tenía su pene justo delante de mi cara, firme y esperando a mi proceder. Ahora sí que me había fijado en su tamaño, y si bien no había visto otro más que el de mi novio en toda mi vida, no era tonta y sabía que ese, en particular, era grande. Lo volví a sujetar y realicé el mismo movimiento que me había marcado Fernando hacía apenas unos minutos. Me centré en ese sube y baja, imprimí una velocidad ni rápida, ni lenta, y estuve así un rato. Pero, una vez más, no volví a durar mucho tiempo. Mi brazo se cansó a los cinco minutos de empezar, y el meneo ya no era como al principio. Él no dijo nada sin embargo, y me dejó continuar a mi ritmo, que terminó siendo lento y con movimientos torpes. Debido a ello, el ímpetu de ambos fue decayendo, porque la masturbación ya no era tal. Y emp