María Lua tenía la vida con la que cualquier mujer podía soñar: guapa, rica y con una familia perfecta. Pero detrás de esa chica afortunada y con cara de ángel se escondía una rebelde que huía de su pasado y aspiraba a ser feliz y hacer lo que quisiera, sobre todo con los hombres. Inmersa en el mundo de los CEO desde que nació, su vida siempre estuvo ligada a hombres que vestían de traje. Y a ella le tocaba quitarles todas las prendas que los rodeaban, empezando por sus corbatas, aprovechando los hermosos cuerpos que se cruzaban en su camino, los dueños y herederos de las mayores empresas de Noriah Norte. Lo que no esperaba era verse envuelta en un gran escándalo el día de su compromiso, montado por alguien dentro de su propia casa. Dispuesta a darle la vuelta a la situación, ya que nada podía doblegarla y lo único que quería era mostrarse como una mujer fuerte, Malu no esperaba que la segunda caída, ahora sí, la destrozara por completo. Teniendo que abandonar su propia casa, y obligada a madurar y asumir responsabilidades, dejando atrás su vida de borracheras y aventuras de una noche, ahora tenía que elegir qué camino tomar: recuperar a su prometido, seguir adelante con su amante o luchar por su verdadero amor. Lo que María Lúa no esperaba es que en medio de todas sus dudas, inmersa en un mundo de negocios, chantajes, robos y comportamientos poco éticos, un nuevo hombre se cruzara en su camino. ¿Sería él su redención? ¿O estaría dispuesto a destruir su corazón por completo, como había hecho toda su vida con los hombres? Todo podía ser incierto y catastrófico en la vida de Maria Lua Casanova, excepto los hombres trajeados... Éstos siempre fueron su tentación.
Leer másNoriah Sul, siete años después...Me removí en la silla, ansiosa.- Cálmate, rayo de sol. Relájate. - me susurró Theo al oído.Volví a mirar hacia atrás hasta que los vi llegar. En cuanto Robin y Jordana se sentaron, me quejé:- La invitación decía a las veinte. Son casi las veintiuna.- La niñera llegó tarde. - Jordana explicó - ¡Y la ceremonia ni siquiera ha empezado!Robin se echó a reír:- No me preocupé. Sé que estas cosas siempre se retrasan.- María Lua está más nerviosa que el día de su graduación universitaria.Sí, creo que Theo tenía razón. Ni siquiera en mi graduación estuve tan nerviosa.- Quizá porque en su graduación no recibió ningún homenaje. - Jordana se echó a reír.En cuanto vi a Madalena y Gregório, me levanté, pasando por delante de todos los que estaban sentados, escuchando quejas, hasta que por fin conseguí encontrarlos en el pasillo.Me detuve, sin saber qué hacer. Madalena me abrazó cariñosamente, como si fuéramos amigas de toda la vida. En cuanto la solté, Gr
Theo abrió la puerta y me ayudó a salir del coche. Me pesaba el estómago y me cansaba con facilidad.El coche de Heitor se detuvo detrás del nuestro y él y Bárbara salieron a nuestro encuentro.Caminamos todos juntos hasta la lápida de Salma Hernández, entre las muchas que ocupaban el césped verde y bien cuidado. Theo me cogió la mano cariñosamente.- Hola, colega. - dijo Babi con una lágrima en la voz-. He traído a alguien que tenía muchas ganas de hacer algo por ti.Respiré hondo, inseguro de si estaba emocionado o no. Aunque me entristecía la situación de Salma, no me atrevía a sentir algo por ella.- ¿Está mal que no pueda pensar en ella como en mi madre? - Miré insegura a Bárbara.- No, mi amor. No está mal.Miré su nombre en la lápida y conseguí decirlo:- No sé si puedo creer que me estés escuchando, Salma. Pero me gustaría que tus diarios acabaran aquí, contigo. Por fin es hora de deshacerse de ellos. Gracias por escribir tu historia. Nos aclaró muchas cosas. ¿Pero quizás te f
- No he tenido náuseas... O mareos. - Excepto cuando alguien me levanta y me hace girar como una loca. - Miré a mi marido.- ¿Desde cuándo lo sabes? ¿De cuántas semanas estás? - Heitor quería saberlo.- Esperé hasta estar de doce semanas. Tenía miedo... De lo que pasó la otra vez. - Miré a Theo - Siento no habértelo dicho antes, pero... De todos modos, no quería hacerte feliz y correr el riesgo de nuevo... Perder...- Mi amor, podrías habérmelo dicho. Pero me encantó la forma en que me sorprendiste. - Sabes que terminamos acercándonos con la pérdida del otro bebé, ¿no? - Después de esa situación, todo funcionó entre nosotros. No me has dejado sola en ningún momento, como prometiste.- Y nunca lo haré, Maria Lua. Porque significas todo para mí, mi amor.- Mírame. - pidió Heitor.Todos le miramos.- ¿Tengo cara de abuelo? - Abrió los ojos, preocupado, poniéndose la mano bajo los ojos, buscando arrugas.Nos echamos a reír. La verdad es que no. Aun así, lo sería.Vi llegar a Dimitry con
En cuanto Theo y yo llegamos a casa de Ben y Anon, las niñas vinieron corriendo hacia nosotros. Theo abrazó a Kimberly y yo a Monique. Solté la correa de Pussycat y lo solté en el patio para que pudiera corretear.- ¿Habéis traído regalos? - preguntó Kim.- Qué vergüenza, princesa. - Ben escondió la cara - ¿Qué he dicho de pedir regalos?- Que sólo podemos pedírselos a Ben y a Anon. - Moni reprendió la actitud de su hermana, dándole la respuesta.- Pero si trajimos regalos - le dije. - Todo el que cumple años necesita un regalo. Es la tradición.- ¡Mira el tamaño del regalo que trajo Heitor! - Monique quería bajarse de mi regazo.Las dos salieron corriendo en dirección a mis padres. Anon se acercó a nosotros y pasó el brazo por el hombro de Ben.- ¿Qué tal? ¿Cómo ha sido organizar tu primera fiesta de cumpleaños infantil? - pregunté, viéndolos tan felices, con el amor desbordando en sus ojos.- A Ben le encanta todo lo que sea divertirse. En otras palabras, se lo tomó con calma. - Ano
- Puedes correrte otra vez, Theo. Prometo lamértelo todo después. - Te lo prometo.- Me vas a matar así... Tendré que romper la silla para salir de aquí y tocarte... No dejaré que me la pegues...Sonreí y chupé el extremo de la porra antes de metérmela en el coño, sin dejar de mirarle provocativamente.Theo intentó soltarse una vez más y entonces movió el sillón con los pies, arrastrándolo hacia mí. Aunque me sorprendía que estuviera haciendo un esfuerzo sobrenatural y, al mismo tiempo, completamente implicada con la porra y el placer que me estaba proporcionando, cerré los ojos y gemí, empujando cada vez más hondo.La sensación era increíble, sobre todo sabiendo que Theo estaba allí, observando cada uno de mis movimientos.En cuanto abrí los ojos, estaba muy cerca, todavía con los brazos atados.- Vamos... Siéntate sobre mí... Por favor. - Me suplicó - Cómete en mi polla.Respiré hondo y me acerqué a él, soltando su polla y sentándome sobre ella, dejándola entrar centímetro a centíme
Me hizo gracia su expresión. Arranqué el coche y me puse en marcha hacia la dirección del motel que había reservado.Theo se abrió obedientemente el botón y la cremallera del pantalón, a pesar de estar esposado. Le toqué y me quejé:- Esto aún no está lo bastante duro.Theo se rió y bromeó:- Sabes cómo ponerla dura, como a ti te gusta.Manteniendo una mano en el volante, con la otra cogí la porra y se la pasé por el pecho por dentro de la camisa, tirando lo justo para reventar los botones.- Por favor... Chúpamela, cielo... - Suplicó, retorciéndose en el asiento.Yo me reí:- En absoluto, mi amor. Aquí las órdenes las doy yo, ¿lo has olvidado?Tiré de unas esposas a la vez, abriéndolas, liberando sus manos.- ¿Qué debo hacer, oficial? - Me preguntó.- Debes masturbarme mientras conduzco. Exijo que me hagas correr antes de que lleguemos a la cárcel, delincuente.- Dios sabe cuánto deseo besar tu boca ahora mismo, amor mío. - Theo reveló.- No me besarás la boca... Sólo mi coño.- Como
Theo abrió la puerta de la habitación, dejándome fuera. Metió la cabeza dentro y dijo:- Hola, papá. Ya están trayendo a tu compañero de habitación. - Parecía disgustado.- ¿Compañera de cuarto? - Oí la voz de Bárbara - ¿Cómo que compañera? Es imposible que metan a una mujer aquí.- Voy a demandar a este puto hospital. - Oí cómo cambiaba la voz de Heitor.- ¡Intenta ser suave, papá!- ¿Suave? No tengo que ser amable en absoluto.- No es culpa de la persona. - Theo me lo explicó.- ¿Has hablado con tu hermana? ¿Va a venir hoy?- Sí... De hecho... - Theo me miró - ¡Viene! - sonrió.Theo abrió la puerta y sacó mi silla, poniéndome cara a cara con Heitor y Bárbara.Los tres nos miramos y durante un largo rato no parecieron entender nada.- Qué... te ha pasado, ¡Dios mío! - se preocupó Bárbara, arqueando una ceja confundida-.- Parece que he estado donando un riñón. Y me quieren meter en esta habitación con un hombre que ya me está gritando e insultando sin ni siquiera conocerme.Mis ojos
Antes de entrar en el quirófano, Theo me cogió de la mano. Yo ya estaba en la camilla, preparado y acompañado por las enfermeras.- ¿No estás nerviosa? - Sus dedos acariciaron los míos.- No, estoy contenta. - Sonreí, sintiendo una tranquilidad inexplicable.- Sabes que cuando descubra la verdad, querrá comerse tu riñón. - Se rió.- Pero no puedes hacer eso, o no tendré ninguno. - Me uní a la broma.Theo bajó la cara y me besó en los labios:- No me iré ni un minuto. Y mis pensamientos y mi corazón estarán contigo.- ¿Podemos irnos ya? - preguntó una de las enfermeras, sonriendo-: Pronto te traeré de vuelta, sana y salva... De hecho, también estoy salvando una vida. - Miró a Theo.Asentí y caminó unos metros cuando Theo llegó corriendo:- ¡Un momento! - Dijo cogiéndome de la mano - Falta una cosa.- ¿Qué? - Arqueé una ceja, curiosa.Theo abrió mi mano y puso algo que no existía dentro de ella, luego la cerró. Sonreí, sabiendo exactamente lo que era.- Puedes quedarte con mi mariposa..
Miré a mi padre, que enfatizaba el "yo". Tenía claro que él, Heitor Casanova, no había matado a Daniel. Pero eso no garantizaba que él no fuera la persona que dio la orden de ejecución. ¿Pero quién era yo para juzgarlo?Si hubiera tenido un arma, habría disparado a Anya en cuanto la hubiera visto maltratar a las niñas y utilizarlas como esclavas en su propia casa. Con el tiempo me di cuenta de que odiar a la gente no era nada difícil. Pero cuando había niños de por medio, el sentimiento era mucho peor.Me tocaba el vientre, recordaba el aborto, el niño que ni siquiera sabía que existía, sólo me decían que ya no estaba dentro de mí. Era una sensación de tristeza, mezclada con dolor e impotencia. Imaginé lo que sería que te arrancaran de los brazos a tu bebé vivo de manos de un desconocido. Tal vez no hubiera forma de describir tanta ansiedad y miedo.Y precisamente por eso sentí una punzada de compasión por Maíra, aunque no se lo mereciera. Ella había dado a luz al "Bebé". Y aunque lo