Antes de salir del coche, cogí una chaqueta del asiento trasero y me la puse sobre el cuerpo para que no vieran que estaba sangrando.Nada más entrar, encontré a Heitor al teléfono, paseándose de un lado a otro en la habitación principal. Babi estaba al otro teléfono, sentada en el sofá. Cuando me vieron, los dos vinieron hacia mí. Pude ver la preocupación en sus caras y me sentí fatal.- Papá, mamá... Lo siento mucho. Sé que puedo decir mil cosas, intentar dar innumerables explicaciones... Pero tal vez nada sea convincente, ¿sabes? Cometí un error. Y lo siento.Ambos me abrazaron y dejé que las lágrimas fluyeran, agradecida de tenerlos allí.- Fui muy dura contigo - dijo Heitor.- No fue... Fui intrascendente.- Lo bueno de todo esto es que no te vas a casar con Robin Hood -me animó Babi, rizándome el pelo con los dedos, pues sabía que eso era lo que yo hacía cuando estaba nerviosa.- Ni siquiera me gustaba -coincidió Heitor-. - Pero eso no significa que te quiera con Dimitry.me reí
- Intentaré ser más suave esta vez.- No tienes por qué... Ya no soy virgen.Volví a sentir las despiadadas pinzas sacando el otro trozo de cristal. Seguramente esta era la forma que tenía Theo de castigarme. Podría apostar que estaba feliz de ver mi dolor y sufrimiento. Pero yo era fuerte, como siempre. Nunca dejé que se diera cuenta de que tenía sentimientos y podía ser débil y necesitar ayuda urgentemente.Me enseñó los dos trozos de cristal, aún ensangrentados. Me senté en la cama y Theo levantó la colcha, cubriéndome.- ¿No te gustan mis pechos, Theo? - bromeé.- No, no me gustan.- ¿Quieres que les ponga silicona? - Quité la colcha, haciendo ademán de enseñársela.Theo se levantó:- Quiero que tomes un té de responsabilidad. Y que madures, de una vez por todas.Agaché la cabeza, recogí la colcha y me tapé, avergonzada. Respiré hondo y me tragué mi orgullo:- Siento lo que hice, Theo. Ya me he disculpado con nuestros padres... Y ellos lo han aceptado. Fui una irresponsable. Y me
Ni siquiera esperé a que salieran del coche. Salí corriendo y entré en el bar, buscando el baño.Después de vaciar la vejiga, encontré a mi padre y a Theo sentados en la sencilla cafetería de carretera. El olor a comida frita impregnaba la estancia y sólo había un empleado, que sin duda cogía el dinero y hacía la comida con la misma mano.- ¿Qué haces ahí sentado?- Quiero comer algo grasiento -respondió Theo, sonriendo libertinamente.- No... No voy a escuchar eso. Sólo porque has engordado un poco crees que puedes estirar la pata y abandonar la dieta y el ejercicio, niñato? - me burlé.- No estoy a dieta. Y no voy a abandonar el ejercicio, si eso es lo que estás sugiriendo.- ¿Así que no te gusta lo que se sirve en la mansión Casanova? - preguntó Heitor.- Tranquilo, papá. Y prueba algo diferente por una vez -sugirió Theo-.- Este sitio es raro. - Heitor miró a su alrededor.- Y no parece nada higiénico. - Miré.- Siéntate con nosotros y cállate, sol. - Theo fue duro.- ¡No quiero!
Miré su mano y la aparté, furiosa:- ¿Cuál es "tu" problema, Theo?- Ayer mismo estabas en la mesa de papá con Dimitry, nuestro primo, el día de tu compromiso. Hoy estás ligando con un chico como si nada.- Creo que ya no debería acostarme con nadie de mi familia -bromeé.Theo se me quedó mirando un rato sin decir nada. Intenté mantener mis ojos en los suyos verdes, pero no pude sostenerlos. Miré al suelo.- Pensé que podríamos divertirnos un poco... Hacía siglos que no iba a Babilonia. - Theo era más amable, incluso dulce, de un modo que me irritaba. - Pero si quieres quedarte aquí, hablaré con papá... ...y te cubriré.- ¿No te importaría que me quedara?- No, no me importaría.- Entonces iré contigo.- Maria Lua, ¿entendiste lo que dije?- Sí.- ¿Has tomado drogas? ¿Has bebido?- Todavía no... - Sonreí, cogiéndole la mano. - Vamos, Theo.Heitor ya estaba en el coche esperándonos. Nos soltamos la mano en cuanto salimos del pub, caminando uno al lado del otro hasta llegar al Maserati.
Theo me trajo el "brebaje lunar", la bebida que yo había creado y que no le gustaba a nadie más que a mí. Tomé un vaso, dos, tres, cuatro y al quinto apenas podía soportar el peso de mi cuerpo.- Vamos a bailar, Theozinho.- Has bebido demasiado, Maria Lua. - oí su voz, sujetándome mientras intentaba que se moviera al ritmo de la música electrónica.- Tú no sabes bailar... - grité. - Y dudo que sepas follar -le susurré al oído.- No necesito oír esto. - Intentó marcharse, pero le sujeté la camisa.- Quédate, Theo... Quédate conmigo. - Le miré con seriedad.Sí, la cabeza me daba vueltas y sentía que si caminaba me caería. Pero era consciente de todo lo que ocurría y de cada palabra que se decía.Respiró hondo y me quitó las manos de la camisa:- ¿Por qué me sigues agarrando así?- ¿Quieres que te coja de otra manera? - me burlé, riéndome.- ¡Por el amor de Dios, mujer! No me tomes en serio.- Solía pensar que eras sexy cuando te enfadabas... ¿Sigue siendo así?- Vete a bailar. Dudo que
- ¿Tiraste todo lo que te envié y te liaste con el hombre que me robó el proyecto? Con una hermana como tú, nadie necesita enemigos.- Llévame lejos -le pedí con firmeza-. - O dame la llave.- Nunca te daría la llave del Maserati de papá... Sinceramente, no creo que lo hiciera aunque estuviera sobria.- Porque no confías en mí y bla, bla, bla... - Hice una mueca.- Vamos, cielo. - Me ofreció la mano.Pasé junto a él, haciendo ademán de tocar su mano con mi cuerpo para que estuviera seguro de que lo veía, pero no la cogí.En cuanto llegué a la puerta, todo empezó a dar vueltas. ¿Por qué beber era tan bueno y luego tan malo?Theo me levantó, sin que yo tuviera tiempo de oponerme. Lo siguiente que supe fue que estaba en sus brazos, siendo conducida al Maserati de nuestro padre.En cuanto subimos al coche, me hice la dormida. Me sentó con cuidado en el asiento del conductor y me abrochó el cinturón. Theo arrancó el coche y yo apoyé la cabeza en la ventanilla, aún haciéndome la dormida.No
Me desperté con el tictac del reloj y la sensación de que mi cabeza pesaba unos cincuenta kilos. Le pedí a la criada dos analgésicos, que dejó preparados para cuando saliera de la ducha.Me puse un traje blanco de lino y me miré en el espejo, insegura de poder pasar por una mujer seria y responsable. Abrí el cajón del maquillaje y miré las cajas selladas que me había enviado Theo. Las toqué con ternura. Si él supiera la verdadera razón por la que nunca las he abierto ni utilizado... Suspiré, segura de que nunca lo entendería, porque Theo era muy inteligente para algunas cosas, pero cuando se trataba de mí, su inteligencia simplemente ya no existía.Mi hermano no me trataba como prestaba atención a los demás. Siempre me juzgaba, de la peor manera posible. Y por mucho que me abrazara y pareciera que le caía bien, sus acciones mostraban indiferencia e incluso cierta implicación. Y sí, yo era la maldita hermana que lo hacía todo mal, siempre.El caso es que mis padres nunca me juzgaron. P
Colgué el teléfono y estrellé la tarta contra la pared.Subí a mi coche y conduje a gran velocidad hasta North B.En cuanto entré en la empresa, noté las miradas en mi dirección. Maldita sea, me había olvidado del escándalo del fin de semana. Debería haber ido con mi padre. Su presencia sin duda habría frenado los comentarios desagradables.No es que yo fuera el tipo de persona a la que le importaran los comentarios sobre mí. Pero éste no me involucraba sólo a mí, sino también a Heitor y a Bárbara. Y de ninguna manera iba a aceptar eso.Fui a mi oficina, intentando concentrarme en mi trabajo. Una hora más tarde, mi padre llamó a la puerta y preguntó, sin entrar:- ¿Todo bien por aquí?Asentí, no muy segura.- Si necesitas algo, dímelo. Y puede ser cualquier cosa.Sonreí:- Gracias, papá. Te quiero mucho.La puerta se cerró y Heitor Casanova se fue. Si él no me hubiera elegido como hija, yo le habría elegido como padre cuando aún era un espermatozoide.Miré mi agenda y empecé a hacer a