Un rayo de sol

La madre de Robin lo llamó y, dándome un beso en la mejilla, fue a su encuentro.

Miré en dirección a Theo, que tenía su mirada clavada en mí. Me sonrojé, como si él supiera lo que acababa de hacer. Porque siempre me pareció que podía ver dentro de mí, más profundo de lo que yo misma podía llegar.

- No me gusta que esté contigo', dijo Heitor, con el brazo todavía alrededor de mí.

- '¿Y te gusta alguien con quien me haya relacionado hasta ahora, papá?

- Me gusta menos'.

- No lo creía... 'Después de todo, ¿cuánto tiempo hablaste de negocios en mi fiesta de compromiso?

- Es exactamente por eso que no me gusta. - No había ni un atisbo de broma en el semblante de mi padre.

Tragué saliva.

- Es a María Lúa a quien tiene que gustarle. - Theo se mostró enfático y serio.

- Gracias, Theo. - Sonreí.

- 'Si te hace algo, lo convierto en vino. - Heitor me dio un beso en la mejilla y se fue.

- No me des las gracias", dijo Theo. - 'He dicho que eres tú quien tiene que gustarle...' Eso no significa que piense que lo haces.

- '¿Por qué todo el mundo piensa que soy inconsecuente?

- Porque "eres" un tonto.

Me acerqué a él y le miré a los ojos verdes, sintiéndolos en los míos:

- 'No sabes nada de mí', le dije.

- Realmente no lo sé... La Mary Moon que conozco nunca tendría una fiesta de compromiso tradicional.... Especialmente haciéndolo oficial con un hombre que es mi enemigo directo en los negocios.

- ¿Crees que lo hice para provocarte, Theo? - Me reí con incredulidad.

- 'No creo que brilles a su lado. - Fue tan sincero que me dolió por dentro.

- 'Esto del rayo de sol es infantil. He crecido, Theo.

- En esta familia siempre has sido nuestro rayo de sol.

- I... Yo no... - Sacudí la cabeza, atónita.

- Cariño, mamá quiere que hablemos con los Antunes..... Parece que tienen una posada maravillosa en País del Mar, un lugar perfecto para los recién casados...' Robin me apartó. - Robin me sacó de allí.

Sentí que el aire volvía a mis pulmones. La pareja Antunes era agradable. Los dos tenían más de sesenta años, por lo menos. Y yo me limité a sonreír, incapaz de concentrarme en lo que decían.

¿Qué coño había hecho? Era un ser despreciable.

Cuando por fin terminó la conversación con la pareja, miré a Robin y le dije:

- Me duele la cabeza.

- ¿Has bebido demasiado, mi amor?

- Tal vez... - Mentí.

No podía soportar a toda aquella gente paseando, bebiendo, todos con traje y corbata, hablando de negocios. Las mujeres con sus preciosos vestidos largos y brillantes, el pelo recogido, sonriendo como marionetas.

Era exactamente lo que mi padre no quería para mí. Y yo fingía no saberlo. Heitor y Bárbara siempre me hicieron creer en el amor verdadero. Pero yo huí de ese sentimiento toda mi vida, porque nunca me creí lo bastante buena para poder sentirlo un día y ser feliz.

Lo hice todo mal. Y sin embargo, ellos me apoyaban y me querían. Y eso me irritaba profundamente.

Y ahí estaba Theo, que lo hacía todo bien y nunca les dio un dolor de cabeza. Y él era el hijo legítimo. Yo sólo era alguien que el destino les obligó a tomar y criar.

A veces pensaba que era demasiado mayor para seguir triste por aquella situación de que mi madre muriera y ella le pidiera a Babi que se quedara conmigo. Pero luego pensaba en lo mucho que había huido de ello durante toda mi vida y que quizás algún día la verdad caería sobre mi cabeza y tendría que afrontarlo.

Porque no podía ser sólo eso: eran mejores amigas, Salma murió y le pidió a Babi que me cuidara como si fuera mi madre. Sabía que en algún lugar estaba mi familia biológica. Y que mis padres, Heitor y Babi, me protegían e intentaban por todos los medios alejarme de ellos. Porque me habían chantajeado durante mucho tiempo por dinero. Pero aún así... ¿Quién era realmente la familia de Salma?

- ¿Qué te parece si nos vamos? Poco a poco todos se irán de la casa de los Casanova y la fiesta habrá terminado. Podemos ir a mi piso. - Robin me abrazó.

- No... De verdad que me duele la cabeza... No quiero ir a tu casa. - Si no quería besarte porque lo había hecho con Dimi hace un rato, ¡qué me dices de tener sexo!

- No podemos ser malos anfitriones antes incluso de tener nuestra propia casa, estrellita!". - Sonrió y me acarició la mejilla. - Te traeré un calmante. Y esperemos que el tiempo mejore pronto.

Efectivamente, Robin trajo el analgésico, que me tragué con vino espumoso. Y después me quedé mirando las manecillas del reloj, esperando que el tiempo pasara rápido. Los últimos invitados abandonaron la casa poco después de la una de la madrugada.

En cuanto cruzaron la puerta de salida, me quité las botas y me tumbé en el sofá, levantando la vista y respirando hondo. Estaba cansada y me sentía fatal por lo que había hecho.

- Eso es lo que pasará si te casas con un hombre que te dé tiempo a aburrirte. - Oí la voz de mi madre.

- No me aburro', mentí.

- Sí, te aburres desde que viste a Robin Hood.

- No es Robin Hood", me quejé.

- 'Ni siquiera es un descalificado, Malú.

- 'Ser un descalificado es malo. Así que el hecho de que no lo sea es bueno'. - Yo estaba confusa, intentando que entendiera mi razonamiento.

- 'Heitor es el rey de los desclasados.

- Creía que te gustaba', repliqué.

- 'Nunca me ha aburrido.

- ¿Ni siquiera hoy? - Arqueé la ceja en señal de burla.

La fiesta había sido aburrida, y lo mejor de la noche había sido echar un polvo con Dimitry.

- Ni siquiera hoy... Después de todo, nos acostamos en el baño.

Levanté la cabeza, mirándola fijamente:

- ¡Qué asco!

- A eso me refiero: complicidad, pasión, diversión, locura... Amor.

- ¿Se ha dormido ya Theo? - Me levanté, intentando poner fin a la conversación.

- Se ha dormido.

- Voy a despertarle. - Me encogí de hombros, dirigiéndome hacia el ala de los dormitorios.

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