Mientras Leonardo y yo estábamos ensayando, la puerta del auditorio se abrió y Vanessa entró. Sentí un golpe en el estómago, recordando la sensación de exclusión que había experimentado la última vez que la vi con Leonardo.
Vanessa se acercó a nosotros, sonriendo. —Hey, Leonardo. ¿Cómo va todo? Leonardo se levantó para saludarla. —Vanessa, hey. Estábamos ensayando para el concurso. Vanessa me miró, y por un momento, nuestras miradas se encontraron. —Sofía, hola —dijo finalmente, con una sonrisa forzada. Respondí con un breve saludo, sintiendo una sensación de incomodidad. —¿Qué te trae por aquí? —preguntó Leonardo, invitándola a unirse a nosotros. Vanessa se sentó en una silla cercana, mirándome con una expresión que parecía decir "no te preocupes por mí". —Solo quería ver cómo iban las cosas —dijo, con una sonrisa inocente. Me sentí incómoda, preguntándome qué estaba pasando entre Vanessa y Leonardo. Vanessa se levantó de su silla y se acercó al piano. —¿Puedo unirme a ustedes? —preguntó, mirando a Leonardo. Leonardo dudó por un momento antes de asentir. —Claro, Vanessa. ¿Qué quieres tocar? Vanessa sonrió y comenzó a tocar una melodía que no reconocí. La música era hermosa, pero me sentí incómoda al ver a Vanessa tocar con Leonardo. Mientras tocaban, noté que Vanessa y Leonardo parecían tener una conexión especial. Se miraban el uno al otro, sonriendo y riendo, y me sentí como una tercera rueda. De repente, Vanessa se detuvo y se volvió hacia mí. —¿Qué te parece si tocamos algo juntas? —preguntó, con una sonrisa amistosa. Me sorprendí por la oferta, pero decidí aceptar. —Claro —dije, tratando de sonar entusiasta. Los tres comenzamos a tocar juntos, pero me sentí incómoda desde el principio. Vanessa y Leonardo parecían saber exactamente qué hacer, pero yo me sentía como si estuviera siguiendo sus pasos. A medida que seguíamos tocando, la tensión entre nosotros creció. Me sentía incómoda y excluida, mientras que Vanessa y Leonardo parecían estar en su propio mundo. La música comenzó a sonar discordante, con mis notas que no parecían encajar con la melodía de Vanessa y Leonardo. Vanessa se detuvo de repente y se volvió hacia mí. —No creo que esto esté funcionando —dijo, con una sonrisa inocente—. Tal vez es que necesitamos alguien con un poco más de... pasión en la música. Me sentí herida por sus palabras, aunque traté de no mostrarlo. —¿Qué quieres decir? —pregunté, tratando de mantener la calma. Vanessa se encogió de hombros. —Nada, solo que a veces siento que te falta un poco de... fuego en tus interpretaciones. Pero no te preocupes, estoy segura de que encontrarás tu propio estilo. Me sentí molesta por los comentarios de Vanessa, aunque trataba de parecer inocente. Leonardo parecía incómodo, pero no dijo nada. —No te preocupes, Vanessa —dije, tratando de sonar confiada—. Estoy trabajando en mi propio estilo. Vanessa sonrió de nuevo. —Me alegra escuchar eso. Tal vez podrías aprender un poco de mí, ¿no? Me sentí herida por la insinuación de que necesitaba aprender de Vanessa, pero traté de mantener la calma. Sonreí con sarcasmo. —Oh, sí, por favor, enséñame tus técnicas secretas para tocar el piano con los ojos cerrados y una sonrisa tranquila. Seguro que me serán muy útiles cuando esté tocando el violín. Vanessa se rió, sin darse cuenta de mi tono sarcástico. —Bueno, es todo sobre sentir la música y dejar que fluya a través de ti —dijo, con una sonrisa inocente. — Pero supongo que eso es algo que solo se puede aprender con la práctica y la dedicación. Y tal vez, Sofía, deberías tratar de seguir el ritmo un poco mejor. A veces te adelantas demasiado. Me sentí herida por el comentario, pero traté de no mostrarlo. Leonardo parecía incómodo, pero no dijo nada. —Sí, claro, porque seguir el ritmo es algo que solo los pianistas pueden hacer bien —dije, con un tono ligero. —Pero gracias por el consejo, Vanessa. Vanessa no pareció darse cuenta de mi tono irónico y siguió hablando. —Y otra cosa, Sofía, tal vez deberías tratar de sonar un poco más suave con el violín. A veces suenas un poco... estridente. Me sentí molesta por el comentario, pero traté de mantener la calma. Leonardo se aclaró la garganta y habló. —Bueno, Sofía, creo que Vanessa tiene un poco de razón. A veces te adelantas un poco y eso puede afectar el ritmo de la pieza. Me sorprendí por la intervención de Leonardo, esperaba que me defendiera, pero en cambio parecía estar de acuerdo con Vanessa. —¿Qué quieres decir? —pregunté, tratando de mantener la calma. —Solo que tal vez deberías tratar de seguir el ritmo un poco mejor —dijo Leonardo, con una sonrisa suave — Pero también creo que Vanessa podría trabajar un poco más en su acompañamiento. A veces suena un poco demasiado dominante. Vanessa sonrió, pareciendo satisfecha con el comentario de Leonardo. —Gracias, Leonardo. Creo que podemos trabajar en eso. Me sentí un poco molesta, pero traté de no mostrarlo. ¿Por qué Leonardo estaba defendiendo a Vanessa? Leonardo nos miró a ambas, como si intentara encontrar una solución. —Tal vez deberíamos intentar una nueva estrategia. ¿Qué tal si cada uno de nosotros se enfoca en una parte específica de la pieza y luego las unimos? —sugirió. Era una idea razonable, pero no podía evitar sentir que estaba cediendo demasiado terreno. Sin embargo, asentí, dispuesta a intentarlo. —De acuerdo, intentémoslo —dije, con una sonrisa forzada. Vanessa suspiró y se cruzó de brazos, mirando a Leonardo. —Sabes, Leonardo, creo que esto no está funcionando. No pueden seguir mi ritmo. Tal vez sea mejor que me vaya —dijo, con un aire de grandeza, lanzándome una mirada despectiva. Me quedé sin palabras, sorprendida por su descaro. Leonardo parecía incómodo, pero no dijo nada. —Vanessa, no es necesario que te vayas. Podemos encontrar una manera de hacer que funcione —dijo, tratando de calmar la situación. Pero Vanessa ya había tomado su decisión. Se levantó y recogió sus cosas. —Lo siento, Leonardo, pero no puedo seguir así. Espero que encuentres a alguien que pueda seguir nuestro ritmo —dijo, con una sonrisa falsa, antes de salir de la sala. Me quedé mirando la puerta por donde había salido, sintiéndome aliviada pero también un poco culpable. Leonardo se acercó a mí, con una expresión preocupada. —Sofía, lo siento. No quería que esto terminara así —dijo, con sinceridad. —No te preocupes, Leonardo. Tal vez sea lo mejor. Ahora podemos concentrarnos en nuestra música sin distracciones —respondí, tratando de sonar positiva. Leonardo frunció el ceño, claramente molesto. —Vanessa no era ninguna distracción, Sofía. Ella es muy talentosa y realmente nos estaba ayudando a ver en lo que estábamos fallando —dijo, con un tono firme. Me sorprendió su reacción, pero traté de mantener la calma. —Lo sé, Leonardo. Solo quise decir que ahora podemos enfocarnos mejor en nuestra práctica —respondí, tratando de suavizar la situación. Leonardo suspiró y asintió, aunque todavía parecía un poco molesto. —Está bien. Vamos a seguir practicando y asegurarnos de que estamos listos para la competencia —dijo, con determinación. Asentí, sintiéndome un poco más insegura.Llegué a casa sintiéndome un poco desanimada después del ensayo. Mi mamá me vio entrar y notó que algo estaba mal.—Hola, cariño, ¿qué pasó? —preguntó, siguiéndome hasta mi habitación.Me senté en mi cama y suspiré.—Fue un ensayo horrible, mamá. Una chica del ensayo me hizo sentir como si no fuera lo suficientemente buena. Me dijo que no podía seguir su ritmo y que me faltaba pasión en mi música.Mi mamá se sentó a mi lado y me abrazó.—Ay, cariño, no te preocupes por lo que esa chica diga. Algunas personas solo tratan de hacer que los demás se sientan mal para sentirse mejor ellas mismas.La miré, buscando consuelo.—Pero mamá, es que ella es muy buena y yo me siento como si no pudiera llegar a su nivel.Mi mamá sonrió.—Sofía, tú eres una excelente violinista y tienes un talento especial. No te compares con los demás, porque cada persona tiene su propio ritmo y estilo. Lo importante es que disfrutes de la música y sigas practicando.Me sentí un poco mejor al escuchar las palabras d
Me levanté de mi silla y le dije a Leonardo que iba a buscar una botella de agua.—¿Quieres una botella de agua? —le pregunté, tratando de sonar casual.Leonardo levantó la vista de su partitura y me sonrió.—Sí, por favor. Gracias, Sofía.Asentí y me dirigí hacia la máquina de agua. Mientras caminaba, vi a Vanessa y Gabriela sentadas en una banca, hablando y riendo juntas.Me detuve en seco, sorprendida. No podía creer que Vanessa y Gabriela estuvieran hablando amigablemente. Siempre había pensado que Vanessa no se acercaría a Gabriela debido a su cercanía con Leonardo, y también porque Leonardo y yo éramos rivales de Gabriela y Alejandro.Pero ahora, aquí estaban, hablando y riendo como si fueran amigas. Me sentí confundida y un poco molesta. ¿Por qué Vanessa estaba siendo amigable con Gabriela? ¿No sabía que Gabriela era rival de Leonardo en el mundo de la música?Me acerqué a la máquina de agua y me quedé allí un momento, tratando de procesar lo que había visto. No sabía qué hacer
LeonardoSalí del auditorio con el corazón pesado y la mente llena de pensamientos confusos. La conversación con Sofía había sido un desastre. No podía creer que la hubiera acusado de ser caprichosa e irresponsable. Mientras caminaba por el pasillo vacío, me di cuenta de que había sido demasiado duro con ella. Pero, ¿qué más podía hacer? Me detuve un momento y respiré profundamente. No podía dejar de pensar en Sofía, en cómo sus ojos se llenaron de lágrimas y en cómo se derrumbó en el suelo. Había algo en ella que me hacía sentir cosas que no quería admitir. Sentimientos que surgían cada vez que la veía tocar el violín con tanta pasión y dedicación. Pero esos sentimientos eran peligrosos. No podía permitirme ser débil.Mientras seguía caminando, recordé las palabras de mi papá. "Leonardo, no te conformes con menos de lo mejor. Nadie es lo suficientemente bueno para ti." Esas palabras resonaban en mi cabeza una y otra vez. Tal vez Sofía no era lo suficientemente buena. Tal vez nadie
Por la mañana, mientras desayunaba, recibí un mensaje de mi profesor Martínez. Me necesitaba ver en la academia con urgencia. Dejé mi desayuno a medias y subí a darme un baño. Me coloqué algo casual: unos jeans claros, una blusa oversize negra y unos tenis negros. Tomé una bolsa cruzada, me maquillé un poco y me puse unos lentes de sol oscuros para que no notaran lo sucedido de la noche anterior.Al llegar a la academia, me encontré con Leonardo en el auditorio, pero esta vez no era para ensayar juntos. —No quiero hacer esto —dije, cruzándome de brazos.—Yo tampoco —coincidió Leonardo—. No puedo trabajar contigo después de las mentiras que dijiste.Justo entonces, los profesores Martínez y Thomson entraron en el auditorio.—¿Qué pasa aquí? —preguntó el profesor Martínez.Leonardo y yo explicamos nuestra situación, pero los profesores no estaban dispuestos a escuchar.—Lo siento, chicos —dijo el profesor Thomson—. Pero no podemos hacer cambios ahora. El concurso está a una semana y lo
Me encontraba sola en el auditorio, sentada con las rodillas en mi pecho, perdida en mis pensamientos. La luz del sol se filtraba a través de las ventanas, creando un ambiente cálido y acogedor. Pero mi mente estaba lejos de allí, sumida en un mar de dudas y sentimientos encontrados.De repente, escuché pasos detrás de mí. Me di la vuelta y vi a Leonardo acercándose, su rostro reflejando una mezcla de emociones. Se detuvo frente a mí y se sentó en la silla de al lado, sus ojos buscando los míos.—Sofía, lo siento mucho —dijo, su voz llena de sinceridad—. Me equivoqué al creer a Vanessa y al no confiar en ti. Me doy cuenta ahora de que fui un tonto al dejar que mis sentimientos de inseguridad me nublaran el juicio.Me miró con ojos suplicantes, esperando mi perdón. Me sentí conmovida por su sinceridad y su arrepentimiento.—Lo siento también —respondí, mi voz suave—. Me duele que no confiaras en mí, pero entiendo que Vanessa te manipuló. Usó su amistad como escudo. Leonardo asintió, s
—Profesores, ¿qué los trae por aquí? —pregunté, sorprendida por la visita inesperada de los maestros en nuestra sala de práctica.—Tenemos una sugerencia para ustedes —dijo el profesor Martínez con una sonrisa amable—. Creemos que "Hungarian Dance No. 5 in G Minor" sería una excelente elección para el concurso.Sentí un nudo formarse en mi estómago.—No sé... creo que es demasiado difícil para mí —respondí, lanzando una mirada insegura hacia Leonardo.Leonardo me miró con una mezcla de molestia y confusión.—Sofía, tienes mucho talento. Esta pieza podría hacernos ganar. Confío en ti, puedes lograrlo.Las palabras de Leonardo me conmovieron profundamente.—Lo voy a intentar —dije, tomando los pentagramas que los profesores me extendían con manos temblorosas.—No, lo vas a hacer —dijo Leonardo, sonriendo con una seguridad que me hizo sentir un poco más valiente—. Vamos a practicar juntos y vamos a hacer que suene increíble.Le devolví la sonrisa, sintiendo una mezcla de emoción y presió
Al terminar nuestras comidas pagamos y salimos del restaurant para caminar hacia mi casa, ya que él me acompañaría. El silencio era algo cómodo, me sentía completamente tranquila.Voltee a ver a Leonardo y no pude negar quedándome verlo más de lo normal, era muy guapo. Avergonzada me obligué apartar la mirada.— ¿Te sientes preparada para mañana?.—al escuchar su pregunta volteo a verlo y frunzo las cejas.— Sé que hemos echado muchas ganas con ensayos muy pesados, siento que ese primer lugar nos lo merecemos. Así que sí estoy más que preparada.— le sonrió y él me regresa la sonrisa.— La verdad, nunca pensé que pudiéramos trabajar juntos. Mucho menos estar así caminando y pasando el tiempo. — Créeme, yo tampoco lo creía. Pero míranos, siento que ya pasamos lo peor. Ahora viene la recompensa de nuestro esfuerzo.—le sonrió mientras le doy un pequeño golpe en el brazo en forma de juego.— Claro, ese primer lugar es de nosotros. Nos sonreímos y seguimos caminando en silencio hasta que
El sonido de mi alarma me despertó temprano, sacándome de un sueño inquieto. Me levanté de la cama y me dirigí al baño, donde el agua caliente de la ducha me ayudó a despejarme. El aroma a jabón y champú llenó el aire, y sentí cómo la tensión en mis hombros comenzaba a disiparse.Después de secarme, elegí un vestido blanco que me llegaba a las rodillas. Me recogí el cabello con unas pinzas y me puse unos zapatos bajos. Frente al espejo, me maquillé ligeramente, solo lo suficiente para sentirme presentable. Tomé mi estuche con el violín y salí hacia la academia.Al llegar, vi que ya estaban allí el profesor Martínez, el profesor Thomson y Leonardo. Los saludé con una sonrisa, aunque mi corazón latía con fuerza.—Buenos días —dije, tratando de sonar tranquila.Abrí mi estuche y saqué mi violín, comenzando a afinarlo con cuidado. Leonardo y yo nos reunimos en la sala de ensayo, ambos nerviosos y ansiosos por la competencia que se acercaba. Nos miramos a los ojos, y pude ver la tensión