| 𝐋𝐀 𝐕𝐄𝐑𝐃𝐀𝐃 𝐎𝐂𝐔𝐋𝐓𝐀

Me despierto por la mañana con un dolor de cabeza punzante, consecuencia de la resaca. Intento moverme, pero siento un peso en mi cintura. Bajo la mirada y veo un brazo masculino rodeándome. Me sobresalto y abro los ojos de par en par.

Me incorporo y volteo hacia la persona que está a mi lado, y me encuentro con Leonardo dormido. De repente, todo lo ocurrido la noche anterior cae sobre mí como un balde de agua fría.

Me cubro la cara con las manos, intentando procesar lo que había sucedido. Quito lentamente el brazo de Leonardo y salgo de la cama con cuidado de no despertarlo. Busco mi ropa y me la coloco rápidamente, mientras pienso en cómo salir de esta situación. No puedo creer lo que he hecho.

Salgo de la habitación sin hacer ruido y me dirijo hacia la puerta principal. La abro y salgo huyendo de la casa, sin saber hacia dónde voy, solo sé que necesito alejarme de Leonardo y de lo que había sucedido.

Mientras camino, intento recordar los detalles de la noche anterior, pero todo es un poco borroso. Recuerdo el club, la bebida, la música y... Leonardo. Me siento avergonzada y confundida. ¿Qué había sido de mi juicio y mi autocontrol?

Sigo caminando, intentando despejar mi cabeza y encontrar alguna lógica en lo que había sucedido. Pero la única cosa que puedo pensar es: "¿Qué he hecho?"

Leonardo

Me despierto con un dolor de cabeza punzante, probablemente resultado de la resaca. Al intentar moverme, noto que el lado de la cama junto a mí está vacío. Me incorporo lentamente, frotándome las sienes en un intento de aliviar el dolor.

Miro a mi alrededor, buscando algún rastro de Sofía, pero no hay señales de ella.

Con el ceño fruncido, me levanto y me dirijo al baño. Abro la puerta y enciendo la luz, esperando encontrarla allí, pero el baño está vacío. Me apoyo en el lavabo, mirando mi reflejo en el espejo. La confusión y el enojo comienzan a mezclarse en mi mente. ¿Por qué se habría ido sin despedirse?

Salgo del baño y regreso a la habitación, buscando alguna pista que me indique dónde podría estar. La ropa de Sofía ya no está, lo que confirma que se ha ido. Me siento en el borde de la cama, tratando de recordar los eventos de la noche anterior. Recuerdo el club, la música, las risas... y luego, Sofía y yo juntos.

El enojo se intensifica. ¿Por qué se habría ido así? ¿Acaso hice algo mal? Me levanto de nuevo, decidido a encontrar respuestas. Me visto rápidamente y salgo de la habitación, con la esperanza de encontrarla y entender qué ha pasado.

Salgo de mi casa, todavía con el enojo y la confusión ardiendo en mi pecho. Me subo al coche y conduzco directamente hacia la casa de Sofía. Necesito respuestas.

Cuando llego, toco el timbre con insistencia. Sofía abre la puerta, vestida con pijama y con el cabello húmedo, como si acabara de salir de la ducha. Me mira confundida, pero me invita a pasar.

—¿Dónde están tus padres? —pregunto, intentando mantener la calma.

—Salieron ayer con unos familiares y regresan más tarde —responde ella, mientras miro alrededor de la sala.

—¿Qué haces aquí, Leonardo? —me pregunta, con una mezcla de curiosidad y preocupación en su voz.

La miro, enarcando una ceja.

—¿Por qué? —respondo, sintiendo la frustración crecer dentro de mí.

—¿Por qué qué? —dice ella, aún más confundida.

Me froto la cara con ambas manos, tratando de encontrar las palabras adecuadas.

—¿Por qué te fuiste de mi casa sin decir nada? —finalmente suelto, con la voz cargada de emoción.

Sofía levanta las cejas y abre la boca, sorprendida.

—No había nada que decir, Leonardo.

—¿Nada que decir? ¿Cómo puedes decirme eso? —respondo, apretando la mandíbula, pero ella me interrumpe antes de que pueda continuar.

—No hay nada que decir porque lo que pasó anoche no significó nada para mí, Leonardo. Estábamos los dos tomados, fue algo del momento. Somos amigos y somos personas adultas. Creo que eso debemos tenerlo claro y no dejar que esto afecte nuestra amistad.

Sus palabras me hieren profundamente. Aprieto la mandíbula y miro hacia abajo, tratando de controlar mis emociones. Cuando la miro de nuevo, noto que sus ojos están ligeramente llorosos, pero no derrama ninguna lágrima.

—¿Amigos? —digo, con incredulidad.

Sofía asiente.

—Sí, es algo que me dijiste y es lo que somos. Un equipo. No hay que confundir las cosas.

Intento no mostrar cuánto me duele, pero es difícil. Asiento lentamente mientras retrocedo hacia la puerta.

—Claro, amigos —digo, con la voz tensa.

Me doy la vuelta y salgo de la casa, ignorando su llamado.

—¡Leonardo! —grita, pero no me detengo.

Azoto la puerta al salir y me subo rápidamente al coche. Arranco y me alejo de allí, con el corazón pesado y la mente llena de preguntas sin respuesta.

Conduzco sin rumbo fijo, tratando de calmarme, pero las palabras de Sofía resuenan en mi cabeza. "No significó nada para mí." ¿Cómo puede decir eso? Para mí, fue más que solo una noche. Me detengo en un parque cercano y apago el motor, apoyando la cabeza en el volante. Necesito pensar.

Me quedo allí, en silencio, dejando que los recuerdos de la noche anterior vuelvan a mí. Recuerdo cómo nos reímos, cómo bailamos, cómo todo parecía encajar perfectamente. ¿Cómo pudo todo eso no significar nada para ella? Me siento traicionado, herido, y sobre todo, confundido.

El enojo comienza a burbujear dentro de mí. ¿Cómo puede decir que no significó nada? Todo lo que sentí anoche fue tan real. Cada mirada, cada toque, cada palabra... todo parecía tan auténtico. ¿Acaso fui el único que lo sintió?

Miro a mi alrededor, observando a las personas que pasan por el parque, ajenas a mi tormento interno. Me pregunto si alguna vez han sentido algo similar, si alguna vez han tenido que enfrentar la realidad de que algo que significaba tanto para ellos no significaba nada para la otra persona.

El dolor en mi pecho se intensifica. ¿Cómo puedo seguir adelante sabiendo que para ella no fue más que un error? Me paso las manos por el cabello, tratando de encontrar una solución, una forma de lidiar con esto.

Finalmente, decido que necesito tiempo. Tiempo para procesar lo que ha sucedido, tiempo para entender mis propios sentimientos. No puedo forzar a Sofía a sentir algo que no siente, pero tampoco puedo ignorar lo que siento yo.

Con un suspiro, enciendo el motor y me dirijo a casa. Necesito espacio para pensar, para encontrar una forma de seguir adelante. Mientras conduzco, me prometo a mí mismo que no dejaré que esto destruya nuestra amistad, pero también sé que nada volverá a ser igual.

Sofía

Tan pronto como Leonardo se va, cierro la puerta y me apoyo contra ella, sintiendo una mezcla de confusión y dolor. Las palabras que le dije aún resuenan en mi cabeza: "No significó nada para mí." Pero sé que no es verdad. Le mentí. Le mentí porque tenía miedo.

Me deslizo hasta el suelo, abrazando mis rodillas. No quería arruinar la amistad que tenemos. No sabía si lo que sentía por Leonardo era algo más que amistad, algo más que deseo. Lo que pasó anoche... me encantó. La forma en que me hizo sentir es algo que ningún otro hombre me había hecho sentir antes.

Pero, ¿cómo podía admitir eso? ¿Cómo podía arriesgarme a perderlo si resultaba que él no sentía lo mismo? La idea de perder su amistad me aterrorizaba. Prefería mentir y mantenerlo a distancia que enfrentar la posibilidad de un rechazo.

Me levanto lentamente y me dirijo al sofá, dejándome caer en él. Miro al techo, tratando de ordenar mis pensamientos. ¿Qué es lo que realmente siento por Leonardo? ¿Es solo deseo, o hay algo más profundo?

Recuerdo cada momento de la noche anterior, cada risa, cada caricia. Todo se sintió tan real, tan intenso. Pero ahora, todo está envuelto en una nube de incertidumbre y miedo. No sé qué hacer, no sé cómo enfrentar estos sentimientos.

Me paso las manos por el rostro, sintiendo las lágrimas amenazar con salir. No puedo permitirme llorar. Necesito ser fuerte, necesito encontrar una forma de lidiar con esto. Pero, ¿cómo?

Mientras me quedo allí, en silencio, una parte de mí sabe que eventualmente tendré que enfrentar a Leonardo de nuevo. Tendré que ser honesta con él y conmigo misma. Pero por ahora, solo puedo esperar que el tiempo me dé las respuestas que necesito.

Me quedo en el sofá, tratando de calmar mi mente. Las emociones se arremolinan dentro de mí: confusión, miedo, dolor. No puedo dejar de pensar en Leonardo y en lo que le dije. ¿Cómo pude mentirle así? Pero, ¿qué otra opción tenía? No podía arriesgarme a perderlo.

Me levanto y camino hacia la ventana, mirando hacia afuera. El día está soleado, pero dentro de mí todo se siente nublado. Recuerdo la forma en que Leonardo me miró antes de irse, la mezcla de dolor y confusión en sus ojos. Me duele saber que fui la causa de ese dolor.

¿Por qué tenía que ser tan complicado? ¿Por qué no podía simplemente admitir lo que sentía? Pero la verdad es que ni siquiera estoy segura de lo que siento. ¿Es amor? ¿Es solo deseo? ¿O es algo más?

Me abrazo a mí misma, tratando de encontrar consuelo en mis propios brazos. Lo que pasó anoche fue increíble. La forma en que Leonardo me hizo sentir es algo que nunca había experimentado antes. Pero, ¿y si solo fue el alcohol? ¿Y si, al final, no significa nada?

Me siento de nuevo en el sofá, dejando que las lágrimas finalmente caigan. No puedo seguir reprimiendo mis emociones. Necesito enfrentar lo que siento, aunque me asuste. Pero, ¿cómo?

Decido que necesito hablar con alguien. Alguien que pueda ayudarme a entender mis propios sentimientos. Marco el número de mi mejor amiga, Valeria, y espero a que conteste.

—¿Sofía? ¿Qué pasa? —responde Valeria, con su tono habitual de preocupación.

—Necesito hablar contigo. ¿Puedes venir a mi casa? —le digo, tratando de mantener mi voz firme.

—Claro, estaré allí en unos minutos.

Cuelgo y me recuesto en el sofá, esperando a que Valeria llegue. Necesito desahogarme, necesito entender lo que está pasando dentro de mí. Y sé que Carla es la persona adecuada para ayudarme.

Mientras espero, trato de ordenar mis pensamientos. Sé que tengo que ser honesta con Valeria, y más importante aún, conmigo misma. No puedo seguir escondiéndome de mis propios sentimientos. Necesito enfrentar la verdad, por dolorosa que sea.

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