Unos minutos después, escucho el timbre de la puerta. Me levanto rápidamente y abro, encontrándome con Valeria, quien me mira con preocupación.
—Sofía, ¿qué ha pasado? —pregunta mientras entra y cierra la puerta detrás de ella. Nos dirigimos al sofá y me siento a su lado, sintiendo que las lágrimas vuelven a amenazar con salir. —Es Leonardo —empiezo, y Valeria asiente, animándome a continuar—. Anoche... algo pasó entre nosotros. Y esta mañana, le dije que no significó nada para mí, pero no es verdad. Le mentí porque tenía miedo. Valeria me mira con comprensión y toma mis manos entre las suyas. —¿Miedo de qué, Sofía? —De mis sentimientos. No sé si lo que siento por él es solo deseo o algo más. No quiero arruinar nuestra amistad, pero lo que pasó anoche fue increíble. Me hizo sentir cosas que nunca había sentido antes. Valeria asiente, escuchando atentamente. —Es normal tener miedo, Sofía. Pero también es importante ser honesta contigo misma y con él. Si realmente sientes algo por Leonardo, necesitas enfrentarlo, aunque sea difícil. Sus palabras me hacen sentir un poco mejor, pero aún estoy llena de dudas. —¿Y si él no siente lo mismo? ¿Y si solo fue el alcohol? —Solo hay una forma de saberlo —responde Valeria—. Habla con él. Sé honesta sobre tus sentimientos y dale la oportunidad de hacer lo mismo. Puede que te sorprendas. Asiento, sabiendo que tiene razón. Pero la idea de enfrentar a Leonardo de nuevo me aterroriza. —Gracias, Valeria. Necesitaba escuchar eso. —Para eso están las amigas —responde con una sonrisa—. Y recuerda, pase lo que pase, siempre estaré aquí para ti. Nos quedamos en silencio por un momento, y luego Valeria sugiere que salgamos a caminar para despejar la mente. Acepto, sabiendo que necesito un poco de aire fresco. Mientras caminamos, Valeria y yo hablamos de cosas triviales, intentando distraerme de mis pensamientos. Pero, inevitablemente, mi mente vuelve a Leonardo. Cada paso que doy parece llevarme más cerca de la conversación que sé que debo tener con él. Después de un rato, Valeria me mira. —Sofía, sé que esto es difícil, pero recuerda que ser honesta contigo misma es lo más importante. No puedes seguir viviendo con miedo. Asiento, sabiendo que tiene razón. Pero aún así, el miedo no desaparece. Nos despedimos y regreso a casa, sintiéndome un poco más clara pero aún llena de incertidumbre. Paso el resto del día intentando mantenerme ocupada, pero mis pensamientos siempre vuelven a Leonardo. Finalmente, decido que no puedo seguir evitando esto. Tomo mi teléfono y, con manos temblorosas, le envío un mensaje. "Leonardo, ¿podemos hablar? Necesito aclarar algunas cosas." Espero, con el corazón latiendo con fuerza. Minutos que parecen horas pasan antes de que su respuesta llegue. "Claro, Sofía. ¿Dónde y cuándo?" Respiro hondo y le sugiero que nos encontremos en el parque donde suelo ir a despejarme. Acepta, y nos ponemos de acuerdo para vernos en una hora. El tiempo pasa lentamente mientras me preparo para la conversación. Me cambio de ropa varias veces, intentando encontrar algo que me haga sentir segura. Finalmente, decido que lo más importante es ser honesta, sin importar cómo me vea. Llego al parque unos minutos antes y me siento en un banco, esperando a Leonardo. Cuando lo veo acercarse, mi corazón se acelera. Se sienta a mi lado, y por un momento, ninguno de los dos dice nada. Finalmente, rompe el silencio con una sonrisa de lado. —Sofía, entiendo que somos adultos y que lo que pasó fue solo una borrachera. Total, ni siquiera recuerdo mucho. Solo me molestó que te fueras así, como una niña inmadura. Pero ahora las cosas están claras. No hay sentimientos de por medio, solo amistad. Y si quieres, podemos repetirlo cuando quieras. Sus palabras me golpean como una bofetada. La confusión y el enojo se mezclan dentro de mí, y antes de darme cuenta, mi mano se estrella contra su mejilla, haciendo que gire la cabeza. Leonardo se agarra la mejilla, apretando la mandíbula. —Eres un imbécil y un patán por sugerir algo así —le digo, con la voz temblando de rabia. Leonardo me mira, sus ojos llenos de enojo. —¿Qué es lo que demuestras, Sofía? En el club, si no te hubieras acostado conmigo, te habrías acostado con el otro tipo. Para mí, eso es lo que estabas buscando. Sus palabras me hieren profundamente. Mis ojos se llenan de lágrimas al darme cuenta de cómo piensa de mí, como si fuera una fácil. Intento darle otra bofetada, pero él agarra mi mano y la sostiene con fuerza. —No me vuelvas a poner una mano encima —dice, apretando mi mano—. Solo te aclaré las cosas y te ofrecí algo. Si te duele que te digan las verdades, es problema tuyo, no mío. Con eso, suelta mi mano y se levanta, alejándose. Me quedo allí, confundida y herida. Estaba a punto de confesar mis sentimientos, pero Leonardo resultó ser un patán. Siento mi rostro mojado y descubro que estoy llorando. Me quedo en el banco, tratando de procesar lo que acaba de suceder. Las lágrimas caen libremente mientras me doy cuenta de que Leonardo no es el hombre que pensé que era. Me duele, pero también me siento liberada. Ahora sé que no puedo seguir ocultando mis sentimientos, ni a mí misma ni a nadie más.Después de salir del parque, decido que necesito hablar con alguien que pueda ofrecerme una perspectiva diferente. Alguien que siempre ha sido honesta conmigo. Marco el número de Valeria, mi mejor amiga, y espero a que conteste.—¿Sofía? ¿Qué pasa? —pregunta Valeria al contestar.—¿Puedo ir a tu casa? Necesito hablar contigo —le digo, tratando de mantener mi voz firme.—Claro, ven cuando quieras. Estoy en casa.Cuelgo y me dirijo a la casa de Valeria. El camino me da tiempo para ordenar mis pensamientos, aunque el dolor y la confusión siguen presentes. Cuando llego, Valeria me recibe con una sonrisa cálida y me invita a pasar.—¿Qué ha pasado? —pregunta, guiándome hacia el salón.Nos sentamos en el sofá y, sin poder contenerme más, le cuento todo lo que ha sucedido con Leonardo. Valeria escucha atentamente, sin interrumpirme.—Sofía, lo siento mucho. Leonardo no tenía derecho a hablarte así. Pero también creo que esto te ha mostrado quién es realmente. Y aunque duela, es mejor saberl
Al día siguiente, me desperté con una mezcla de emoción y nerviosismo. Me preparé rápidamente y me dirigí a la academia, donde me encontraría con los miembros de la orquesta con los que trabajaría. Al llegar, me sorprendí al ver que todos eran jóvenes, llenos de energía y entusiasmo.En el centro de la sala, el profesor Martínez conversaba con una mujer elegante, de porte distinguido. Al verme, Martínez me hizo señas para que me acercara. Obedecí y me aproximé con una sonrisa tímida.—Buenos días, Sofía —dijo el profesor Martínez con una sonrisa cálida—. Quiero presentarte a la señora Elena García, la encargada de la orquesta.La señora García extendió una mano elegante y yo la estreché con respeto.—Es un placer conocerte, Sofía —dijo la señora García—. He oído mucho sobre tu talento. Tu lugar será en la primera fila, junto a los otros violinistas principales. En unos minutos comenzaremos el primer ensayo.Asentí, sintiendo una oleada de orgullo y responsabilidad. Me dirigí hacia l
Diego y yo llegamos al pequeño café que había sugerido. Era un lugar acogedor, con mesas de madera y una atmósfera tranquila. Nos sentamos en una mesa junto a la ventana, desde donde se podía ver la calle llena de vida.—Entonces, cuéntame todo —dijo Diego mientras nos acomodábamos—. ¿Cómo fue el ensayo?Sonreí, emocionada por compartir mi experiencia.—Fue increíble. La señora García es una directora fantástica. Nos hizo trabajar en la sincronización y la armonía desde el principio. Me sentí un poco nerviosa al principio, pero luego me dejé llevar por la música. Los otros músicos son muy talentosos y me sentí muy bien acogida.Diego me escuchaba atentamente, asintiendo de vez en cuando. Su interés genuino me hacía sentir valorada.—Eso suena genial, Sofía. Estoy seguro de que te irá muy bien en esta orquesta. ¿Y qué tal la señora García? ¿Es tan estricta como dicen?—Es exigente, pero también muy comprensiva. Nos da muchas indicaciones para mejorar, pero siempre de una manera constru
Después de salir del baño, me dirigí de regreso a la fiesta, intentando olvidar lo que había pasado con Leonardo. Me sentía confundida y un poco nerviosa, pero también aliviada de haberme alejado de él.Cuando llegué a la pista de baile, vi a Diego bailando con Ana, una de mis compañeras de la orquesta. Me sonrió al verme y me hizo un gesto para que me uniera a ellos. Me sentí agradecida de verlo y me uní al baile.Diego me tomó la mano y me acercó a él.—¿Estás bien? —me preguntó, mirándome con preocupación.—Sí, estoy bien —le respondí, sonriendo—. Solo necesitaba retocarme un poco el maquillaje.Diego me creyó y continuamos bailando. Me sentía segura y protegida a su lado, y la música y la risa de los demás me ayudaron a olvidar lo que había pasado con Leonardo.Pero justo cuando pensaba que la noche iba a seguir sin incidentes, vi a Leonardo de nuevo. Esta vez, estaba en la barra, bebiendo un trago y mirándome con una expresión que me heló la sangre.Me sentí un escalofrío recorre
Diego y yo salimos de la academia y nos dirigimos a un café cercano para relajarnos después del ensayo. La tarde estaba fresca y agradable, y el ambiente del café era acogedor. Nos sentamos en una mesa junto a la ventana, desde donde podíamos ver la calle llena de vida.—Me alegra que hayas venido al ensayo —dije, sonriendo a Diego mientras tomábamos asiento—. Tu presencia me dio mucha confianza.Diego sonrió y tomó un sorbo de su café.—Me alegra escuchar eso. Disfruté mucho viéndote tocar. Eres increíble, Sofía.Sentí un rubor en mis mejillas y bajé la mirada, agradecida por sus palabras.—Gracias, Diego. Significa mucho para mí.Pasamos un rato conversando sobre la música y nuestros planes para el futuro. Diego me contó sobre algunos proyectos en los que estaba trabajando, y yo le hablé de mis expectativas para la temporada con la orquesta. Su entusiasmo y apoyo me hacían sentir más segura y motivada.De repente, Diego cambió de tema, su expresión se volvió un poco más seria.—Sofí
Mientras caminaba hacia la puerta de mi casa, sentí una mezcla de emociones: enojo, confusión y algo más que no podía identificar. Me detuve antes de entrar y me giré para mirar a Leonardo, que seguía sentado en el coche, observándome con una expresión de arrepentimiento.Nos quedamos en silencio por un momento, simplemente mirándonos. Finalmente, Leonardo cambió su expresión endureciéndose. Sin decir una palabra más, se giró y encendió el motor, y justo cuando iba a abrir la puerta de mi casa, escuché el chirrido de las llantas del coche de Leonardo al alejarse rápidamente.Me quedé inmóvil por un momento, sintiendo una mezcla de tristeza y esperanza. Sabía que la noche había sido un torbellino de emociones y que las cosas no serían fáciles de ahora en adelante. Entré a mi casa, cerrando la puerta detrás de mí, y me apoyé contra ella, dejando escapar un suspiro. La incertidumbre sobre lo que vendría después me pesaba, pero también sentía una extraña sensación de alivio.Caminé hacia
Ajusté mi violín y cerré los ojos, dejando que la música fluyera a través de mí. Estaba decidida a ganar el concurso de música clásica que se acercaba, y sabía que mi mayor rival sería Leonardo, el pianista arrogante que siempre parecía creer que era el mejor. Mientras ensayaba, recordé la última vez que me enfrenté a Leonardo en un concurso. Él había ganado, pero yo estaba determinada a no dejar que eso volviera a suceder. De repente, escuché el sonido de un piano proveniente de la sala de ensayo vecina. Abrí los ojos y sonreí con ironía. Era Leonardo, ensayando como siempre. Me sentí motivada para ensayar aún más, para demostrarle a Leonardo que yo era la mejor. Pero mientras tocaba, no podía sacudirme la sensación de que Leonardo estaba escuchando, observando, esperando a que cometiera un error. Me concentré en la música, intentando bloquear la sensación de que Leonardo estaba observándome. Pero no podía evitar sentirme incómoda, como si él estuviera esperando a que fallara. D
Después de nuestro breve descanso, Valeria y yo decidimos dar un paseo por la academia, disfrutando del aire fresco y el sonido de las hojas bajo nuestros pies. Era un alivio bienvenido después de la intensidad de la práctica. —¿Sabes? —dijo Valeria, rompiendo el silencio—. Creo que deberías considerar hablar con el profesor Martínez sobre Leonardo. No es justo que tengas que lidiar con esto sola. Suspiré, sabiendo que tenía razón, pero también sintiendo la carga de la situación. —Lo sé, Valeria. Pero no quiero causar problemas. Además, el concurso es en unos días y no quiero distraerme. Valeria me miró con seriedad. —Sofía, tu bienestar es más importante que cualquier concurso. Si Leonardo sigue molestándote, necesitas hacer algo al respecto. Asentí, agradecida por su preocupación. —Prometo que lo pensaré. Pero por ahora, necesito concentrarme en la música. Ella sonrió y me dio un ligero empujón en el hombro. —Está bien, pero no lo dejes pasar demasiado tiempo. Continuamos cami