Al día siguiente, me desperté con una mezcla de emoción y nerviosismo. Me preparé rápidamente y me dirigí a la academia, donde me encontraría con los miembros de la orquesta con los que trabajaría. Al llegar, me sorprendí al ver que todos eran jóvenes, llenos de energía y entusiasmo.
En el centro de la sala, el profesor Martínez conversaba con una mujer elegante, de porte distinguido. Al verme, Martínez me hizo señas para que me acercara. Obedecí y me aproximé con una sonrisa tímida. —Buenos días, Sofía —dijo el profesor Martínez con una sonrisa cálida—. Quiero presentarte a la señora Elena García, la encargada de la orquesta. La señora García extendió una mano elegante y yo la estreché con respeto. —Es un placer conocerte, Sofía —dijo la señora García—. He oído mucho sobre tu talento. Tu lugar será en la primera fila, junto a los otros violinistas principales. En unos minutos comenzaremos el primer ensayo. Asentí, sintiendo una oleada de orgullo y responsabilidad. Me dirigí hacia los demás músicos, quienes me recibieron con sonrisas y saludos amistosos. Tomé mi lugar y comencé a afinar mi violín, concentrándome en cada nota, asegurándome de que todo estuviera perfecto. El ambiente en la sala era de expectación y camaradería. Los jóvenes músicos intercambiaban comentarios y risas, pero todos estaban claramente enfocados en la tarea que teníamos por delante. Me sentí parte de algo grande, algo que podría definir mi carrera. Mientras afinaba mi violín, observé a mis compañeros. Todos parecían tan apasionados por la música como yo. Me sentí inspirada y motivada por estar rodeada de tanto talento. La señora García se acercó al podio y levantó una mano para llamar nuestra atención. —Vamos a comenzar con una pieza de calentamiento —anunció—. Quiero que todos se concentren en la sincronización y la armonía. Recuerden, la clave de una orquesta exitosa es trabajar como un solo ente. Asentí, sintiendo la responsabilidad de mi posición en la primera fila. La señora García levantó su b****a y comenzó a dirigirnos. Las primeras notas llenaron la sala, y me sumergí en la música. Cada compás, cada acorde, era una oportunidad para demostrar mi habilidad y mi dedicación. A medida que avanzábamos en la pieza, sentí una conexión profunda con mis compañeros. Era como si todos estuviéramos respirando al unísono, creando algo hermoso juntos. La música fluía a través de nosotros, y por un momento, olvidé mis nervios y me dejé llevar por la melodía. Después de la primera pieza, la señora García nos felicitó por nuestro esfuerzo y nos dio algunas indicaciones para mejorar. Me sentí agradecida por su guía y ansiosa por seguir aprendiendo. —Sofía, tu interpretación fue excelente —dijo la señora García mientras se acercaba a mí—. Pero recuerda, siempre hay espacio para mejorar. Quiero que trabajes en tu expresión emocional. La técnica es importante, pero la música debe venir del corazón. Asentí, tomando nota de sus palabras. Sabía que tenía razón. La música no era solo técnica; era una forma de expresar mis emociones más profundas. Me comprometí a trabajar en eso, a dejar que mi corazón guiara mi violín. El ensayo continuó, y cada momento se sentía más enriquecedor que el anterior. El ensayo continuó con varias piezas más, cada una más desafiante que la anterior. Sentía cómo mi confianza crecía con cada nota, y la conexión con mis compañeros de orquesta se fortalecía. La señora García nos guiaba con precisión y pasión, y su entusiasmo era contagioso. Después de un par de horas, hicimos una pausa para descansar. Aproveché el momento para conocer a algunos de los otros músicos. Había una mezcla interesante de personalidades y talentos, y me sentí afortunada de estar en un entorno tan enriquecedor. —Hola, soy Sofía —dije, presentándome a un grupo de violinistas que estaban conversando animadamente. —¡Hola, Sofía! —respondió una chica de cabello rizado—. Soy Ana, y estos son Carlos y Marta. ¡Bienvenida a la orquesta! Nos pusimos a charlar sobre nuestras experiencias y expectativas. Me di cuenta de que, aunque todos éramos diferentes, compartíamos una pasión común por la música. Era reconfortante saber que no estaba sola en este viaje. Cuando la pausa terminó, volvimos a nuestros lugares y retomamos el ensayo. Esta vez, la señora García nos desafió con una pieza particularmente compleja. Sentí la presión, pero también la emoción de enfrentar un nuevo reto. —Recuerden, la clave es la práctica y la perseverancia —dijo la señora García—. No se desanimen si no sale perfecto a la primera. Lo importante es seguir intentándolo. Tomé sus palabras a corazón y me concentré en cada nota, en cada movimiento del arco. Sabía que este era solo el comienzo de un largo camino, pero estaba decidida a dar lo mejor de mí en cada momento. Al final del ensayo, la señora García nos felicitó por nuestro esfuerzo y nos dio algunas tareas para practicar en casa. Me sentí agotada pero satisfecha. Sabía que había mucho trabajo por delante, pero también sabía que estaba en el lugar correcto, rodeada de personas que compartían mi pasión y mi dedicación. Mientras guardaba mi violín, pensé en Leonardo y en cómo me gustaría compartir este momento con él. Sabía que entendería lo que sentía, la mezcla de emoción y nerviosismo, la alegría de estar haciendo lo que amaba. Me pregunté cómo estaría él y si también estaría pensando en mí. Al salir de la academia, me encontré con Diego. Me sorprendió verlo ahí y no pude evitar preguntar. —¿Qué haces aquí? Diego sonrió, esa sonrisa que siempre lograba hacerme sentir cómoda. —Quería verte de nuevo —respondió—. Y como fue tu primer ensayo en la orquesta, pensé en invitarte a comer para que me cuentes todo. Sentí algo cálido en mi interior. Diego era muy lindo, y su gesto me conmovió. —Claro que sí —dije, sin poder ocultar mi alegría. Pero al mirar hacia un lado, noté a Leonardo observándonos. Su mirada era intensa, y pude ver cómo apretaba la mandíbula. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Cuando Leonardo se dio cuenta de que lo estaba mirando, simplemente se dirigió hacia la entrada de la academia sin decir nada. Me sentí incómoda, pero traté de ignorarlo. No quería que nada arruinara el momento con Diego. Nos dirigimos hacia su auto, y mientras caminábamos, intenté concentrarme en la conversación. —Entonces, ¿cómo fue tu primer ensayo? —preguntó Diego mientras abría la puerta del auto para mí. —Fue increíble —respondí, tratando de dejar atrás la incomodidad que sentía—. La señora García es una directora fantástica, y los demás músicos son muy talentosos. Me siento muy afortunada de estar en esta orquesta. Diego sonrió mientras arrancaba el auto. —Me alegra escuchar eso. Estoy seguro de que harás un gran trabajo. ¿A dónde te gustaría ir a comer? Pensé por un momento y luego sugerí un pequeño café que me gustaba mucho, no muy lejos de la academia. Diego asintió y nos dirigimos hacia allí. Mientras tanto, traté de concentrarme en la conversación y en disfrutar del momento, aunque una parte de mí no podía dejar de pensar en la mirada de LeonardoDiego y yo llegamos al pequeño café que había sugerido. Era un lugar acogedor, con mesas de madera y una atmósfera tranquila. Nos sentamos en una mesa junto a la ventana, desde donde se podía ver la calle llena de vida.—Entonces, cuéntame todo —dijo Diego mientras nos acomodábamos—. ¿Cómo fue el ensayo?Sonreí, emocionada por compartir mi experiencia.—Fue increíble. La señora García es una directora fantástica. Nos hizo trabajar en la sincronización y la armonía desde el principio. Me sentí un poco nerviosa al principio, pero luego me dejé llevar por la música. Los otros músicos son muy talentosos y me sentí muy bien acogida.Diego me escuchaba atentamente, asintiendo de vez en cuando. Su interés genuino me hacía sentir valorada.—Eso suena genial, Sofía. Estoy seguro de que te irá muy bien en esta orquesta. ¿Y qué tal la señora García? ¿Es tan estricta como dicen?—Es exigente, pero también muy comprensiva. Nos da muchas indicaciones para mejorar, pero siempre de una manera constru
Después de salir del baño, me dirigí de regreso a la fiesta, intentando olvidar lo que había pasado con Leonardo. Me sentía confundida y un poco nerviosa, pero también aliviada de haberme alejado de él.Cuando llegué a la pista de baile, vi a Diego bailando con Ana, una de mis compañeras de la orquesta. Me sonrió al verme y me hizo un gesto para que me uniera a ellos. Me sentí agradecida de verlo y me uní al baile.Diego me tomó la mano y me acercó a él.—¿Estás bien? —me preguntó, mirándome con preocupación.—Sí, estoy bien —le respondí, sonriendo—. Solo necesitaba retocarme un poco el maquillaje.Diego me creyó y continuamos bailando. Me sentía segura y protegida a su lado, y la música y la risa de los demás me ayudaron a olvidar lo que había pasado con Leonardo.Pero justo cuando pensaba que la noche iba a seguir sin incidentes, vi a Leonardo de nuevo. Esta vez, estaba en la barra, bebiendo un trago y mirándome con una expresión que me heló la sangre.Me sentí un escalofrío recorre
Diego y yo salimos de la academia y nos dirigimos a un café cercano para relajarnos después del ensayo. La tarde estaba fresca y agradable, y el ambiente del café era acogedor. Nos sentamos en una mesa junto a la ventana, desde donde podíamos ver la calle llena de vida.—Me alegra que hayas venido al ensayo —dije, sonriendo a Diego mientras tomábamos asiento—. Tu presencia me dio mucha confianza.Diego sonrió y tomó un sorbo de su café.—Me alegra escuchar eso. Disfruté mucho viéndote tocar. Eres increíble, Sofía.Sentí un rubor en mis mejillas y bajé la mirada, agradecida por sus palabras.—Gracias, Diego. Significa mucho para mí.Pasamos un rato conversando sobre la música y nuestros planes para el futuro. Diego me contó sobre algunos proyectos en los que estaba trabajando, y yo le hablé de mis expectativas para la temporada con la orquesta. Su entusiasmo y apoyo me hacían sentir más segura y motivada.De repente, Diego cambió de tema, su expresión se volvió un poco más seria.—Sofí
Mientras caminaba hacia la puerta de mi casa, sentí una mezcla de emociones: enojo, confusión y algo más que no podía identificar. Me detuve antes de entrar y me giré para mirar a Leonardo, que seguía sentado en el coche, observándome con una expresión de arrepentimiento.Nos quedamos en silencio por un momento, simplemente mirándonos. Finalmente, Leonardo cambió su expresión endureciéndose. Sin decir una palabra más, se giró y encendió el motor, y justo cuando iba a abrir la puerta de mi casa, escuché el chirrido de las llantas del coche de Leonardo al alejarse rápidamente.Me quedé inmóvil por un momento, sintiendo una mezcla de tristeza y esperanza. Sabía que la noche había sido un torbellino de emociones y que las cosas no serían fáciles de ahora en adelante. Entré a mi casa, cerrando la puerta detrás de mí, y me apoyé contra ella, dejando escapar un suspiro. La incertidumbre sobre lo que vendría después me pesaba, pero también sentía una extraña sensación de alivio.Caminé hacia
Ajusté mi violín y cerré los ojos, dejando que la música fluyera a través de mí. Estaba decidida a ganar el concurso de música clásica que se acercaba, y sabía que mi mayor rival sería Leonardo, el pianista arrogante que siempre parecía creer que era el mejor. Mientras ensayaba, recordé la última vez que me enfrenté a Leonardo en un concurso. Él había ganado, pero yo estaba determinada a no dejar que eso volviera a suceder. De repente, escuché el sonido de un piano proveniente de la sala de ensayo vecina. Abrí los ojos y sonreí con ironía. Era Leonardo, ensayando como siempre. Me sentí motivada para ensayar aún más, para demostrarle a Leonardo que yo era la mejor. Pero mientras tocaba, no podía sacudirme la sensación de que Leonardo estaba escuchando, observando, esperando a que cometiera un error. Me concentré en la música, intentando bloquear la sensación de que Leonardo estaba observándome. Pero no podía evitar sentirme incómoda, como si él estuviera esperando a que fallara. D
Después de nuestro breve descanso, Valeria y yo decidimos dar un paseo por la academia, disfrutando del aire fresco y el sonido de las hojas bajo nuestros pies. Era un alivio bienvenido después de la intensidad de la práctica. —¿Sabes? —dijo Valeria, rompiendo el silencio—. Creo que deberías considerar hablar con el profesor Martínez sobre Leonardo. No es justo que tengas que lidiar con esto sola. Suspiré, sabiendo que tenía razón, pero también sintiendo la carga de la situación. —Lo sé, Valeria. Pero no quiero causar problemas. Además, el concurso es en unos días y no quiero distraerme. Valeria me miró con seriedad. —Sofía, tu bienestar es más importante que cualquier concurso. Si Leonardo sigue molestándote, necesitas hacer algo al respecto. Asentí, agradecida por su preocupación. —Prometo que lo pensaré. Pero por ahora, necesito concentrarme en la música. Ella sonrió y me dio un ligero empujón en el hombro. —Está bien, pero no lo dejes pasar demasiado tiempo. Continuamos cami
Me desperté temprano, sintiendo una mezcla de emociones en el estómago. El concurso estaba a solo un día de distancia, y me sentía más nerviosa que nunca. Me levanté de la cama y comencé a prepararme para el día, tratando de enfocarme en los detalles finales de mi presentación. Mientras me vestía, mi mente comenzó a divagar hacia todos los posibles errores que podía cometer en el escenario. Terminé de alistarme. Esta vez opté por unos jeans y una sudadera de color rojo junto unos tenis de color blanco, y tomé mi estuche con mi violín dentro y me dirigí a la academia. Mientras ensayaba mi pieza en la sala de práctica, no podía evitar sentir que algo estaba mal. Mi violín sonaba desafinado, y mis dedos parecían tener vida propia. Me detuve y tomé un profundo respiro, tratando de calmar mis nervios. "¿Qué pasa contigo, Sofía?", me pregunté a mí misma. "Has practicado durante meses, y sabes que estás lista. ¿Por qué te sientes tan insegura?" Me senté en una silla, cerré los ojos y tra
El día del concurso finalmente había llegado. Me desperté temprano, sintiendo una mezcla de emociones en mi estómago. Me levanté de la cama y comencé a prepararme para el día, tratando de enfocarme en los detalles finales de mi presentación. Mientras me vestía y desayunaba, no podía evitar pensar en todo lo que había trabajado para llegar a este momento. Los meses de práctica, las horas de ensayo, las dudas y los miedos... todo había llevado a este instante. Llegué al auditorio donde se llevaría a cabo el concurso y vi a muchos estudiantes y profesores reunidos. Mi corazón latía con fuerza mientras buscaba a Valeria y a mis otros amigos en la multitud. De repente, escuché una voz detrás de mí. —Sofía, ¡buena suerte! —Era Leonardo, mi rival. Me di la vuelta y lo miré, tratando de sonreír. Pero su sonrisa burlona me hizo sentir un escalofrío. Parecía disfrutar de mi nerviosismo. —Gracias, Leonardo. Tú también —respondí, tratando de parecer confiada. Pero su sonrisa me hizo duda