Ajusté mi violín y cerré los ojos, dejando que la música fluyera a través de mí. Estaba decidida a ganar el concurso de música clásica que se acercaba, y sabía que mi mayor rival sería Leonardo, el pianista arrogante que siempre parecía creer que era el mejor.
Mientras ensayaba, recordé la última vez que me enfrenté a Leonardo en un concurso. Él había ganado, pero yo estaba determinada a no dejar que eso volviera a suceder. De repente, escuché el sonido de un piano proveniente de la sala de ensayo vecina. Abrí los ojos y sonreí con ironía. Era Leonardo, ensayando como siempre. Me sentí motivada para ensayar aún más, para demostrarle a Leonardo que yo era la mejor. Pero mientras tocaba, no podía sacudirme la sensación de que Leonardo estaba escuchando, observando, esperando a que cometiera un error. Me concentré en la música, intentando bloquear la sensación de que Leonardo estaba observándome. Pero no podía evitar sentirme incómoda, como si él estuviera esperando a que fallara. De repente, la puerta de la sala de ensayo se abrió y Leonardo entró, su mirada confiada y segura. —¿Ensayando para el concurso? —preguntó, su voz llena de sarcasmo. Me sentí irritada por su tono, pero intenté mantener la calma. —Sí, estoy ensayando —respondí, sin mirarlo. Leonardo se acercó a mí, su presencia imponente. —Deberías esforzarte más —dijo, su voz baja y provocativa—. No quiero que te sorprendas cuando te gane de nuevo. Me enfurecí por sus palabras, pero intenté no dejar que mi emoción me dominara. —Estoy lista para ti —respondí, mi voz firme y segura. Leonardo sonrió, su mirada desafiante. —Veremos —dijo, antes de dar la vuelta y salir de la sala de ensayo. Me sentí aliviada de que se hubiera ido, pero sabía que la rivalidad entre nosotros estaba lejos de terminar. Me quedé unos momentos en silencio, tratando de calmar mi respiración. La presencia de Leonardo siempre lograba desestabilizarme, pero no podía permitirme perder el enfoque ahora. El concurso estaba a la vuelta de la esquina y cada minuto de práctica contaba. Mientras retomaba mi posición con el violín, Valeria entró en la sala, con una sonrisa tranquilizadora. —¿Todo bien? —preguntó Valeria, notando la tensión en mi rostro. —Sí, solo un pequeño encuentro con Leonardo —respondí, intentando restarle importancia. Valeria frunció el ceño. —¿Otra vez molestándote? Ese chico no sabe cuándo parar. Suspiré. —No importa. Solo tengo que concentrarme en mi música. Valeria asintió y se sentó en una de las sillas cercanas. —Estoy aquí para lo que necesites. Vamos, demuéstrame lo que tienes preparado. Sonreí, agradecida por el apoyo incondicional de mi amiga. Me coloqué de nuevo el violín bajo la barbilla y comencé a tocar, dejando que la música me envolviera y me transportara lejos de mis preocupaciones. La melodía fluía con una intensidad que reflejaba cada emoción contenida en mi interior. Cada nota era un suspiro, cada acorde un grito ahogado. Valeria me observaba con atención, sus ojos brillando con una mezcla de admiración y preocupación. Cuando terminé, el silencio en la sala era palpable. Bajé el violín y miré a Valeria, esperando su reacción. —Sofía, eso fue... increíble —dijo finalmente, levantándose para acercarse a mí—. Puedo sentir todo lo que estás pasando a través de tu música. Sonreí, aunque una parte de mí seguía sintiendo el peso de la tensión con Leonardo. —Gracias, Valeria. Necesitaba esto. Ella me abrazó brevemente, transmitiéndome su apoyo. —Recuerda que siempre estaré aquí para ti, sin importar lo que pase. Ahora, ¿quieres practicar esa parte una vez más o prefieres tomar un descanso? Pensé por un momento. Aunque la práctica era crucial, también sabía que necesitaba cuidar de mí misma. —Tal vez un pequeño descanso no estaría mal —admití. Valeria asintió y me acompañó a la salida de la sala. Mientras caminábamos, sentí que, a pesar de los desafíos, tenía la fuerza y el apoyo necesarios para seguir adelante.Después de nuestro breve descanso, Valeria y yo decidimos dar un paseo por la academia, disfrutando del aire fresco y el sonido de las hojas bajo nuestros pies. Era un alivio bienvenido después de la intensidad de la práctica. —¿Sabes? —dijo Valeria, rompiendo el silencio—. Creo que deberías considerar hablar con el profesor Martínez sobre Leonardo. No es justo que tengas que lidiar con esto sola. Suspiré, sabiendo que tenía razón, pero también sintiendo la carga de la situación. —Lo sé, Valeria. Pero no quiero causar problemas. Además, el concurso es en unos días y no quiero distraerme. Valeria me miró con seriedad. —Sofía, tu bienestar es más importante que cualquier concurso. Si Leonardo sigue molestándote, necesitas hacer algo al respecto. Asentí, agradecida por su preocupación. —Prometo que lo pensaré. Pero por ahora, necesito concentrarme en la música. Ella sonrió y me dio un ligero empujón en el hombro. —Está bien, pero no lo dejes pasar demasiado tiempo. Continuamos cami
Me desperté temprano, sintiendo una mezcla de emociones en el estómago. El concurso estaba a solo un día de distancia, y me sentía más nerviosa que nunca. Me levanté de la cama y comencé a prepararme para el día, tratando de enfocarme en los detalles finales de mi presentación. Mientras me vestía, mi mente comenzó a divagar hacia todos los posibles errores que podía cometer en el escenario. Terminé de alistarme. Esta vez opté por unos jeans y una sudadera de color rojo junto unos tenis de color blanco, y tomé mi estuche con mi violín dentro y me dirigí a la academia. Mientras ensayaba mi pieza en la sala de práctica, no podía evitar sentir que algo estaba mal. Mi violín sonaba desafinado, y mis dedos parecían tener vida propia. Me detuve y tomé un profundo respiro, tratando de calmar mis nervios. "¿Qué pasa contigo, Sofía?", me pregunté a mí misma. "Has practicado durante meses, y sabes que estás lista. ¿Por qué te sientes tan insegura?" Me senté en una silla, cerré los ojos y tra
El día del concurso finalmente había llegado. Me desperté temprano, sintiendo una mezcla de emociones en mi estómago. Me levanté de la cama y comencé a prepararme para el día, tratando de enfocarme en los detalles finales de mi presentación. Mientras me vestía y desayunaba, no podía evitar pensar en todo lo que había trabajado para llegar a este momento. Los meses de práctica, las horas de ensayo, las dudas y los miedos... todo había llevado a este instante. Llegué al auditorio donde se llevaría a cabo el concurso y vi a muchos estudiantes y profesores reunidos. Mi corazón latía con fuerza mientras buscaba a Valeria y a mis otros amigos en la multitud. De repente, escuché una voz detrás de mí. —Sofía, ¡buena suerte! —Era Leonardo, mi rival. Me di la vuelta y lo miré, tratando de sonreír. Pero su sonrisa burlona me hizo sentir un escalofrío. Parecía disfrutar de mi nerviosismo. —Gracias, Leonardo. Tú también —respondí, tratando de parecer confiada. Pero su sonrisa me hizo duda
Después de que Leonardo terminó su presentación, el jurado se retiró a deliberar. Me sentí ansiosa, preguntándome quién sería el ganador. Valeria me tomó la mano y me sonrió. —No importa lo que pase, Sofía, tú ya has ganado —me dijo. Sonreí, agradecida por su apoyo. Pero dentro de mí, sabía que quería ganar. Quería saber que mi esfuerzo y dedicación habían valido la pena. Finalmente, el jurado regresó y el presidente del concurso se acercó al micrófono. —Y el ganador del concurso es... —hizo una pausa dramática— Leonardo. Me sentí un golpe en el estómago. No podía creerlo. Leonardo se levantó de su asiento, sonriendo, y se acercó al escenario para recibir su premio. Me levanté de mi asiento, tratando de sonreír y parecer feliz por él. Pero dentro de mí, sentía una mezcla de emociones: decepción, frustración y una sensación de que no había sido suficiente. Valeria me apretó la mano con fuerza. —Sofía, lo hiciste increíble. No dejes que esto te desanime. Asentí, aunque las
Comencé a prepararme para el concurso con una determinación renovada. Me sumergí en la música, practicando durante horas cada día. Me enfocé en mis debilidades y trabajé para superarlas. Me sentí crecer y mejorar con cada día que pasaba. Mientras tanto, Leonardo parecía estar en todas partes. Lo veía en los pasillos de la escuela, en las salas de ensayo, incluso en los conciertos de otros estudiantes. Siempre parecía estar vigilándome, esperando a que cometiera un error. Pero no iba a dejar que me intimidara. Me mantuve enfocada en mi objetivo y seguí practicando con todas mis fuerzas. Finalmente, llegó el día del concurso. Me sentí nerviosa, pero también confiada. Sabía que había hecho todo lo posible para prepararme. Subí al escenario y miré a la audiencia. Vi a Leonardo en la primera fila, sonriendo con confianza. Pero no me dejé intimidar. Comencé a tocar, y la música fluyó a través de mí como un río. La melodía que interpretaba era una pieza complicada, llena de matices y em
Salí de la sala de conciertos, aún vibrante por la emoción de mi reciente victoria. Al girar la esquina, me encontró con el profesor Martínez, mi mentor, y el profesor Thompson, el instructor de piano de Leonardo. Ambos profesores me miraban con una expresión seria y enigmática. —Sofía, necesitamos hablar contigo sobre algo importante —dijo el profesor Martínez con voz grave —¿Podrías venir a la academia mañana para discutirlo? Mi curiosidad se encendió al instante. ¿Qué podría ser tan crucial? Sin embargo, los profesores no ofrecieron más detalles. —Está bien, estaré allí —respondió, tratando de ocultar mi intriga. Los profesores asintieron y se despidieron, dejándome con una sensación de anticipación. ¿Qué me depararía el futuro? Al día siguiente, me levanté temprano, aún con la mente llena de preguntas sobre la misteriosa reunión. Me preparé con cuidado, eligiendo un atuendo que reflejara mi profesionalismo y determinación. Al llegar a la academia, sentí un nudo en el estóm
Entré en la cocina de mi casa, donde mis padres ya estaban sentados a la mesa, listos para cenar. Me senté en mi lugar habitual y comencé a servirme la comida. —¿Cómo te fue hoy, hija? —preguntó mi madre, mientras me sonreía. —Bien, mamá —respondí—. Tuve una reunión con los profesores Martínez y Thompson. Mi padre se interesó. —¿Y qué pasó? Respiré profundamente antes de anunciar la noticia. —Me pidieron que colabore con Leonardo en un proyecto especial para la próximo competencia de la academia. Mis padres se miraron entre sí, sorprendidos, y luego volvieron a mirarme con sonrisas de felicidad. —¡Eso es increíble, Sofía! —exclamó mi madre—. Estamos tan orgullosos de ti. Es una gran oportunidad para ti y para tu carrera musical. —Es un desafío —agregué—. Pero estoy dispuesta a intentarlo. Mi padre asintió. —Sí, hija. Tienes mucho talento y esta es una oportunidad perfecta para demostrarlo. Estamos seguros de que lo harás muy bien. Me sentí emocionada y agradecida por el ap
Recibí una llamada de mi profesor, el señor Martínez, pidiéndome que me reuniera con él en la academia a la 1 de la tarde. No me dio muchos detalles, solo que era importante. Llegué a la academia a la hora indicada y me dirigí al despacho del señor Martínez. Leonardo ya estaba allí, sentado en una silla con una expresión de superioridad. —Sofía, gracias por venir —dijo el señor Martínez, con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos—. He notado que ustedes dos no han ensayado nada en los últimos días. ¿Qué pasa? Miré a Leonardo, que se encogió de hombros con indiferencia. —No hemos tenido tiempo —dijo, sin molestarse en mirarme. El señor Martínez se cruzó de brazos, su expresión se endureció. —Tienen un mes y medio para preparar su proyecto. Si no pueden trabajar juntos, entonces no merecen ganar. Leonardo se rió, un sonido seco y sin humor. —No puedo trabajar con Sofía. Es por debajo de mi nivel. Sentí cómo la ira subía por mi garganta. —No ves tus errores —le dije, tratando de