| 𝐋𝐀 𝐑𝐄𝐔𝐍𝐈𝐎𝐍/ 𝐄𝐋 𝐄𝐍𝐒𝐀𝐘𝐎

Recibí una llamada de mi profesor, el señor Martínez, pidiéndome que me reuniera con él en la academia a la 1 de la tarde. No me dio muchos detalles, solo que era importante.

Llegué a la academia a la hora indicada y me dirigí al despacho del señor Martínez. Leonardo ya estaba allí, sentado en una silla con una expresión de superioridad.

—Sofía, gracias por venir —dijo el señor Martínez, con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos—. He notado que ustedes dos no han ensayado nada en los últimos días. ¿Qué pasa?

Miré a Leonardo, que se encogió de hombros con indiferencia.

—No hemos tenido tiempo —dijo, sin molestarse en mirarme.

El señor Martínez se cruzó de brazos, su expresión se endureció.

—Tienen un mes y medio para preparar su proyecto. Si no pueden trabajar juntos, entonces no merecen ganar.

Leonardo se rió, un sonido seco y sin humor.

—No puedo trabajar con Sofía. Es por debajo de mi nivel.

Sentí cómo la ira subía por mi garganta.

—No ves tus errores —le dije, tratando de mantener la calma—. Crees que eres perfecto, pero no lo eres.

Leonardo sonrió con desdén, sus ojos brillando con arrogancia.

—Cuando tengas más premios y reconocimientos que yo, puedes opinar.

Nos miramos con una mirada retadora y llena de odio. El silencio en la habitación era palpable, cargado de tensión. Pero entonces, el señor Martínez dijo algo que nos hizo reconsiderar nuestra actitud.

—El ganador del concurso podrá firmar contratos con importantes sellos discográficos y tendrá un bonus de $10,000.

Miré a Leonardo, que parecía sorprendido. Tal vez, solo tal vez, podríamos encontrar una manera de trabajar juntos y crear algo increíble.

Después de la reunión con el señor Martínez, Leonardo y yo salimos del despacho en silencio. La tensión entre nosotros era palpable, pero las palabras del profesor resonaban en mi mente.

$10,000 y un contrato con un sello discográfico importante. No podía dejar pasar esa oportunidad.

Leonardo rompió el silencio primero.

—Mira, Sofía —dijo, deteniéndose en el pasillo y girándose hacia mí—. No me gusta trabajar contigo, pero necesitamos ganar este concurso. ¿Podemos al menos intentar llevarnos bien hasta entonces?

Lo miré, sorprendida por su tono conciliador. No era típico de él admitir que necesitaba ayuda.

—De acuerdo —respondí, asintiendo lentamente—. Pero necesitamos establecer algunas reglas. Necesitamos practicar juntos al menos tres veces por semana y ser honestos sobre nuestras debilidades.

Leonardo frunció el ceño, pero asintió.

—Está bien. Pero también necesitamos ser realistas sobre nuestras fortalezas. No podemos permitir que nuestros egos se interpongan.

Extendí mi mano hacia él.

—Trato hecho.

Leonardo estrechó mi mano, y por un momento, sentí que tal vez, solo tal vez, podríamos hacer esto funcionar.

El segundo ensayo fue tenso. Nos encontramos en la sala de música de la academia, rodeados de instrumentos y partituras. Leonardo se sentó al piano, y yo tomé mi violín. Nos miramos, ambos conscientes de la importancia de este momento.

—Empecemos con algo simple —sugirió Leonardo, colocando una partitura en el atril—. ¿Qué tal "Clair de Lune"?

Asentí, ajustando mi violín. La melodía suave y melancólica de Debussy era un buen punto de partida.

Comenzamos a tocar, y al principio, todo fue bien. Pero pronto, las diferencias en nuestro estilo y enfoque comenzaron a surgir. Leonardo tocaba con una precisión casi mecánica, mientras que yo me dejaba llevar por la emoción de la música.

—Estás acelerando el tempo —dijo Leonardo, deteniéndose abruptamente.

—Y tú estás tocando sin alma —repliqué, frustrada.

Nos miramos, ambos respirando con dificultad. Pero en lugar de discutir, decidimos intentarlo de nuevo. Esta vez, tratamos de encontrar un equilibrio, ajustando nuestro ritmo y estilo para complementarnos mutuamente.

Al final del ensayo, aunque no fue perfecto, logramos tocar la pieza completa sin detenernos. Era un pequeño paso, pero un paso en la dirección correcta.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo