| 𝐋𝐀 𝐓𝐄𝐍𝐒𝐈𝐎𝐍 𝐂𝐑𝐄𝐂𝐄

En los días siguientes, Sofía y Leonardo comenzaron a pasar más tiempo juntos fuera del salón de ensayo. Decidieron que necesitaban conocerse mejor para mejorar su conexión musical.

Una tarde, después de una larga sesión de práctica, Leonardo sugirió:

—¿Te gustaría ir a tomar un café? Conozco un lugar tranquilo donde podríamos relajarnos un poco.

Sofía asintió, agradecida por la invitación. Fueron a una pequeña cafetería cerca del conservatorio. Mientras tomaban sus bebidas, hablaron sobre sus vidas, sus sueños y sus miedos. Leonardo le contó cómo había empezado a tocar el piano gracias a su abuela, y Sofía compartió cómo la música la había ayudado a superar momentos difíciles en su vida.

Otro día, decidieron dar un paseo por el parque. Mientras caminaban, Leonardo notó que Sofía parecía más relajada.

—¿Te sientes mejor? —preguntó.

—Sí, mucho mejor —respondió Sofía, sonriendo—. Creo que necesitábamos esto. Conocernos fuera del ensayo nos está ayudando a entendernos mejor.

Leonardo asintió.

—Estoy de acuerdo. Además, es agradable pasar tiempo contigo sin la presión del ensayo.

Una noche, Leonardo invitó a Sofía a su casa para una cena casera. Cocinó su plato favorito, pasta al pesto, y se aseguraron de que la noche fuera relajada y sin estrés. Después de la cena, se sentaron en el sofá y hablaron sobre sus compositores favoritos y las piezas que más les gustaban tocar.

—Nunca había tenido una conversación tan profunda sobre música con alguien —dijo Sofía, sorprendida—. Es refrescante.

—Me alegra escuchar eso —respondió Leonardo—. Creo que estamos empezando a encontrar nuestro ritmo, tanto en la música como en nosotros.

Mientras Leonardo y yo estábamos sentados en el sofá, disfrutando de la conversación y la música, la puerta se abrió y entró su padre. Era un hombre alto y delgado, con una expresión fría y distante.

—Padre, esta es Sofía, mi compañera de dúo —dijo Leonardo, tratando de sonar casual.

El padre de Leonardo me miró con desaprobación.

—Ah, sí. La violinista —dijo, sin sonreír—. No sabía que estabas trayendo amigos a casa, Leonardo.

Me sentí incómoda bajo la mirada del padre de Leonardo.

—Lo siento, no quise ser una molestia —dije, tratando de sonar amable.

El padre de Leonardo se acercó al sofá y me miró con una expresión crítica.

—No es una molestia, es solo que... no creo que sea una buena influencia para ti, Leonardo. Tienes que concentrarte en tu música, no en... distracciones.

Leonardo se sintió incómodo con las palabras de su padre.

—Padre, Sofía es mi compañera de dúo, no una distracción —dijo, tratando de defenderme.

Pero el padre de Leonardo no parecía convencido.

—Lo que sea, Leonardo. Solo recuerda que tienes que ganar ese concurso. No puedes permitirte distraerte.

Me sentí herida por las palabras del padre de Leonardo. Me levanté del sofá, tratando de sonar amable.

—Gracias por la cena, Leonardo. Creo que debería irme.

Leonardo se levantó también, sintiéndose culpable por no haberme defendido más.

—Lo siento, Sofía. Mi padre puede ser... difícil a veces —dijo, acompañándome a la puerta.

Sonreí débilmente.

—No te preocupes, Leonardo. Entiendo.

Y me fui, dejando a Leonardo con una sensación de culpa y confusión.

Llegué a casa y cerré la puerta detrás de mí, dejando escapar un suspiro profundo. Me quité los zapatos y me dirigí a mi habitación, donde me dejé caer en la cama, mirando al techo. Todo lo que había pasado últimamente me daba vueltas en la cabeza.

Nunca pensé que terminaría trabajando en conjunto con Leonardo. Al principio, la idea me parecía imposible. Él siempre había sido tan distante, tan enfocado en su música, que no creía que pudiéramos encontrar un punto en común. Pero, sorprendentemente, las cosas habían ido bien. Muy bien, de hecho.

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