| 𝐑𝐄𝐂𝐎𝐍𝐂𝐈𝐋𝐈𝐀𝐂𝐈𝐎́𝐍 𝐘 𝐂𝐎𝐋𝐀𝐁𝐎𝐑𝐀𝐂𝐈𝐎́𝐍

Me encontraba sola en el auditorio, sentada con las rodillas en mi pecho, perdida en mis pensamientos. La luz del sol se filtraba a través de las ventanas, creando un ambiente cálido y acogedor. Pero mi mente estaba lejos de allí, sumida en un mar de dudas y sentimientos encontrados.

De repente, escuché pasos detrás de mí. Me di la vuelta y vi a Leonardo acercándose, su rostro reflejando una mezcla de emociones. Se detuvo frente a mí y se sentó en la silla de al lado, sus ojos buscando los míos.

—Sofía, lo siento mucho —dijo, su voz llena de sinceridad—. Me equivoqué al creer a Vanessa y al no confiar en ti. Me doy cuenta ahora de que fui un tonto al dejar que mis sentimientos de inseguridad me nublaran el juicio.

Me miró con ojos suplicantes, esperando mi perdón. Me sentí conmovida por su sinceridad y su arrepentimiento.

—Lo siento también —respondí, mi voz suave—. Me duele que no confiaras en mí, pero entiendo que Vanessa te manipuló. Usó su amistad como escudo.

Leonardo asintió, su rostro reflexivo.

—Sí, me manipuló como un tonto. Pero eso no es excusa para no haber confiado en ti. Eres una persona increíble, Sofía, y mereces mi confianza. Me prometo a mí mismo que nunca más dejaré que mis sentimientos de inseguridad me nublen el juicio.

Me sonreí, sintiendo un peso menos en mi corazón.

—Gracias, Leonardo. Significa mucho para mí que lo entiendas. Me siento aliviada de que hayamos podido hablar de esto.

Leonardo se acercó un poco más, su mirada intensa.

—Sofía, quiero que sepas que estoy comprometido contigo y con nuestra colaboración. Quiero que trabajemos juntos para dar lo mejor en la competencia. ¿Puedes perdonarme y darnos otra oportunidad?

Asentí, sintiendo una oleada de emoción.

—Sí, Leonardo. Puedo perdonarte y quiero trabajar contigo. Estoy lista para dar lo mejor en la competencia.

Leonardo se acercó inesperadamente y me envolvió en un abrazo, tomándome completamente por sorpresa. Nunca antes había mostrado ese tipo de afecto, y mucho menos conmigo, con quien había tenido una relación de rivalidad y resentimiento. Al principio, me sentí incómoda, pero su abrazo era cálido y sincero, y poco a poco me fui relajando en sus brazos.

Se separó ligeramente, quedando a pocos centímetros de mi rostro, y con una voz suave y llena de arrepentimiento, dijo:

—Gracias por perdonarme, Sofía.

Sentí cómo el calor subía a mis mejillas, sonrojándome, y una oleada de nerviosismo me invadió. No entendía por qué me sentía así, pero solo pude sonreírle tímidamente y responder:

—No te preocupes, hay que ensayar.

Leonardo me devolvió la sonrisa y se levantó, dirigiéndose a su piano con una gracia natural. Lo observé mientras se sentaba y comenzaba a tocar una melodía suave y hermosa, que llenó la sala con su magia. La música me atrajo irresistiblemente, y sin pensarlo, tomé mi violín y me acerqué a él.

Comencé a tocar, y nuestras notas se entrelazaron en una armonía perfecta. Sentí como si estuviera flotando, como si la música nos hubiera transportado a un mundo diferente, uno donde solo existíamos nosotros y nuestras melodías. Leonardo me miró con una sonrisa que reflejaba una mezcla de alegría y complicidad, y yo le devolví la sonrisa, sintiendo una conexión profunda y sincera.

En ese momento, supe que algo había cambiado entre nosotros. Ya no éramos solo compañeros de competencia, sino algo más. Algo que no podía explicar con palabras, pero que sentía profundamente en mi corazón.

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