Comencé a afinar mi violín, repasando una y otra vez las partituras. Estaba demasiado nerviosa y ansiosa por terminar esto.
Me levanté de mi asiento y me estiré, tratando de aliviar la tensión en mis músculos. Repasé todo el camerino con la mirada, observando a los demás participantes, hasta que mis ojos se encontraron con una mirada intensa. Sentí un temblor y mi garganta se secó cuando me recorrió de pies a cabeza. Esos ojos grises me hacían sentir incómoda, casi nauseabunda. "La competencia me tiene mal". Leonardo se acercó a mí con paso decidido, irradiando confianza. Mientras él se mostraba así, yo parecía una bola de nervios. —Hey, Sofía, ¿estás bien? —frunció las cejas. —Cla... claro que lo estoy. —Buena hora para tartamudear. Leonardo sonrió al notar eso. —Si tú lo dices, pero te noto un poquito nerviosa. —Hizo una seña con sus dedos indicando "poco". Lo golpeé en broma en el brazo y se rió. —Cállate, Leonardo. —Me crucé de brazos. Leonardo suspiró y me miró fijamente. —Recuerda que hemos ensayado mucho para este día, y estamos listos para esto. —Colocó una mano en mi hombro. Dirigí mi mirada a su mano y luego a sus ojos. Intenté ignorar la sensación que eso me provocó. —Lo sé, pero recuerdo las veces que fallé en los ensayos. Una y otra vez. Las veces que me adelanté, y si me adelanto cuando estemos en el escenario, o peor aún, si se me olvida una partitura. —Lo miré con una expresión asustada, agarrándome el estómago con una mano porque las náuseas volvían a atacarme. —Sofía, sé que estás nerviosa. Yo también lo estoy, créeme. En mi primera competencia estaba igual o peor que tú, pero mírame ahora, estamos aquí y ganaremos. —Sí, pero lo peor es que no es mi primera competencia. —Le respondí con sarcasmo. —Lo sé, pero es tu primera competencia conmigo, así que ganarás. —Hizo un gesto de desdén y sonrió. Me reí mientras negaba con la cabeza. —Eres imposible, en serio. —Coloqué mis manos sobre mis caderas. —Te hice reír, eso es lo que cuenta. Créeme, Sofía, cuando digo que eres muy talentosa. Las veces que has fallado en los ensayos es porque no estábamos trabajando en equipo, porque eso es lo que somos. Si uno falla, fallamos los dos. Me reconfortó oír eso. Sonriendo, me acerqué a él y lo abracé. Él no tardó en devolverme el abrazo. —Muchas gracias, Leonardo. —No hay de qué, Sofi. —Sentí cómo una náusea volvía a mí, pero la calmé. Alejandro y Gabriela entraron al camerino con una sonrisa confiada en sus rostros. Al vernos a Leonardo y a mí abrazados, se detuvieron en seco. Sentí cómo mi corazón se aceleraba, no por el abrazo, sino por la interrupción. —Ah, veo que están... calentando motores —dijo Alejandro con una risa sarcástica que me hizo apretar los dientes. Gabriela se unió a la broma. —Sí, parece que están ensayando una nueva técnica de "apoyo moral" —su tono burlón me hizo sentir una punzada de ira. Me aparté de Leonardo, incómoda, y les lancé una mirada fulminante a los recién llegados. —¿Qué quieren? —pregunté, tratando de mantener mi voz firme, aunque por dentro me sentía vulnerable. Alejandro y Gabriela se acercaron con una cara de arrogancia, pero noté un destello de nervios en sus ojos. —Solo venimos a desearles suerte —dijo Alejandro con una sonrisa falsa que no alcanzaba sus ojos. La inseguridad me invadió al recordar cómo tocaban ellos dos juntos. Leonardo y yo habíamos evolucionado mucho en cuestión de conexión y técnica, pero en ese momento, mis nervios me traicionaban. Comencé a jugar con mis dedos, sintiéndome pequeña. Leonardo, al notar mi inseguridad, intervino. —No necesitamos sus "buenos" deseos —dijo, simulando comillas con sus dedos—. Ahórrenselos. En el escenario se verá quién trabajó más duro en prepararse. Su apoyo me dio un poco de fuerza. Alejandro levantó una ceja. —Los noto muy confiados. Todavía tengo fresco en la mente uno de sus ensayos donde no podían coordinarse. Su comentario me hizo recordar ese ensayo desastroso y sentí una oleada de vergüenza. Alejandro y Gabriela se rieron. Fruncí el ceño y los encaré, dejando que mi frustración se convirtiera en determinación. —Ustedes mejor enfóquense en ustedes mismos. Tan miserable es su vida que tienen que estar pendientes de los demás, y más aún estar aquí como unos ridículos intentando buscar una pelea donde no la hay. Con eso, me di la vuelta y regresé a mi violín, tratando de calmar mi respiración. Pude notar como Leonardo solo les lanzó una sonrisa ladeada y me siguió. Y como Alejandro y Gabriela quedaron con la palabra en la boca, se voltearon a ver y, enojados, se fueron a su lugar. Sonríe con arrogancia, al saber que no le dimos lo que querían.La competencia había comenzado y el ambiente en el camerino era cada vez más tenso. Leonardo y yo escuchábamos atentamente mientras anunciaban a los participantes, cada uno con su propia historia y talento. La mayoría eran muy talentosos, y no podía evitar sentirme nerviosa. Cuando escuchamos nuestro nombre, nos volteamos a ver y comenzamos a caminar hacia la puerta que daba al escenario. Antes de cruzarla, nos dimos una mirada y suspiramos. La adrenalina corría por mis venas.Al cruzar la puerta, fuimos recibidos por un mar de luces deslumbrantes y los flashes de las cámaras. El olor a madera y barniz del piano y el violín llenaba el aire. El público era un murmullo constante, como un río que fluía sin cesar. Comencé a sentirme abrumada, demasiadas caras, demasiadas cámaras. La emoción me estaba superando.Leonardo, al notar mi nerviosismo, me tomó de la mano y me sentó junto a él en el piano. Le lancé una mirada confundida y asustadiza.—Hay que tocar juntos —me dijo Leonardo—, no
Mientras Leonardo mantenía su brazo sobre mis hombros, sentí una mezcla de orgullo y nerviosismo. El auditorio se llenaba de un murmullo expectante, y las luces del escenario brillaban intensamente, destacando cada expresión en nuestros rostros. El aire estaba cargado de la energía de nuestra reciente interpretación, y el público, aún en silencio, contenía la respiración.Una de los jueces, una mujer elegante con el cabello gris recogido en un moño y una sonrisa cálida, se levantó y tomó el micrófono.—Buenas noches, Sofía y Leonardo. Los felicito por esta gran interpretación. La verdad, me encantó —dijo la juez con una sonrisa, mientras sus ojos brillaban de emoción. Su voz resonaba clara y melodiosa en el auditorio—. Sofía, me dejaste fascinada. Con esa conexión que tienes con tu violín, el gran trabajo que hiciste mientras tocabas... me dejó sin palabras.Sonreí y asentí, sintiendo un gran alivio y felicidad. Mi corazón aún latía acelerado después de la presentación, pero ahora me
Al entrar, no pude contener mi emoción al ver a mis papás y mi amiga Sofía, junto con los profesores Martínez y thomson y corrí a abrazar a mi profesor.—Gracias, profe, por confiar en mí. Si no hubiera sido por su ayuda en estos años, no estaría aquí —dije, con lágrimas en los ojos.Martínez sonrió y me abrazó con calidez.—No, Sofía, las gracias se las dé a usted misma. Es por su esfuerzo y dedicación. Eres muy talentosa.Me retiré, sonriendo, y me acerqué a mis padres y Valeria, que me recibieron con un abrazo y me felicitaban efusivamente. Sentía una mezcla de orgullo y alivio, como si un peso enorme se hubiera levantado de mis hombros.Mientras tanto, vi a Leonardo acercarse a Thomson, quien le dijo:—Estuviste excelente, Leonardo. Me encantó tu interpretación.Pero antes de que Thomson pudiera continuar, el papá de Leonardo intervino, con una expresión de desaprobación.—¿Excelente? Pudo haberlo hecho mucho mejor. Para eso le pago, para que no le enseñe a mi hijo a conformarse c
—Deberíamos ir a ver a los demás concursantes, además quiero ver a Gabriela y Alejandro —dije, tomando la mano de Leonardo y guiándolo por donde habían salido mis padres y Valeria. Leonardo se dejó llevar sin resistencia.Nos dirigimos a unos asientos vacíos en la primera fila, justo a tiempo para la siguiente actuación. El aire estaba cargado de una mezcla de perfumes y el leve olor a madera del escenario. El presentador, con una sonrisa radiante, anunció con entusiasmo.—¡Y ahora, recibamos a nuestros siguientes concursantes, Gabriela y Alejandro!Leonardo y yo intercambiamos miradas. Sabíamos que Gabriela y Alejandro eran nuestros principales rivales en la competencia. Sin embargo, algo en sus expresiones llamó mi atención. Gabriela y Alejandro parecían tensos, con rostros marcados por la frustración y el enojo.Cuando comenzaron a tocar, la música fluía con la misma precisión y pasión que siempre los había caracterizado. Pero de repente, Gabriela presionó una tecla equivocada en e
El presentador anunció un breve descanso antes de que los jueces revelaran al ganador. Sentí cómo mi corazón latía con fuerza mientras miraba a Leonardo. Sus ojos grises reflejaban la misma ansiedad que sentía yo. Observamos a los jueces deliberar, intercambiando papeles y fotos de los concursantes. La tensión en el aire era palpable, casi podía oler el nerviosismo de todos a mi alrededor.Leonardo se inclinó hacia mí y susurró— ¿Vamos por algo de beber?Asentí, agradecida por la distracción. Caminamos juntos hacia la mesa de bebidas, y en el camino localicé a Valeria. Le hice una seña para que se uniera a nosotros. Valeria llegó rápidamente y me abrazó con fuerza, su perfume floral llenando mis sentidos.—No puedo creer la interpretación de Gabriela y Alejandro, y peor aún la humillación que pasaron —dijo Valeria, aún impactada.Sentí una punzada de tristeza. Aunque Gabriela y Alejandro habían cometido errores, la crítica había sido demasiado dura.—Lo sé, me sentí mal por ellos. A
Estaba de pie en medio del bullicio, todavía sentía el brazo de Leonardo alrededor de mí, pero todo a mi alrededor parecía desvanecerse. El sonido de los vítores y las risas de mis compañeros se volvía un eco lejano, casi imperceptible. El aire estaba cargado de una mezcla de adrenalina y nerviosismo, y podía sentir mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho.El ambiente estaba lleno de energía, pero para mí, el mundo se reducía a un solo punto: Leonardo. Cuando giré la cabeza, lo vi mirándome fijamente. Nuestros ojos se encontraron y, en ese instante, todo lo demás dejó de existir. La intensidad de su mirada me hizo sentir una mezcla de emoción y nerviosismo. Podía escuchar mi propia respiración, lenta y profunda, mientras trataba de calmarme.Leonardo bajó la mirada hacia mis labios, y yo, sintiendo la boca seca por los nervios, me los humedecí instintivamente. Vi cómo él tragaba saliva, y eso solo aumentó la tensión entre nosotros. Cuando Leonardo levantó la mirada de nuevo, nuestr
Leonardo y yo salimos del bullicio de la celebración y nos dirigimos a un pequeño café cercano. El ambiente en el café era tranquilo, con una suave música de fondo y el aroma a café recién hecho llenando el aire. Nos sentamos en una mesa junto a la ventana, desde donde podíamos ver las luces de la ciudad parpadeando en la distancia.—¿Qué te gustaría tomar? —me preguntó Leonardo, con una sonrisa que hacía que mi corazón latiera un poco más rápido.—Un café con leche estaría bien —respondí, tratando de mantener la calma.Leonardo hizo el pedido y, mientras esperábamos, me miró con una expresión que mezclaba curiosidad y algo más profundo.—Hoy realmente demostraste lo talentosa que eres —dijo, su voz suave pero llena de admiración.Sentí que mis mejillas se sonrojaban. —Gracias, Leonardo. No podría haberlo hecho sin el apoyo de todos ustedes.Él asintió, y por un momento, ambos nos quedamos en silencio, disfrutando de la compañía del otro. Cuando llegaron nuestras bebidas, levanté mi
El sol de la mañana se filtraba por las cortinas, despertándome lentamente. Me quedé un momento mirando el techo, tratando de procesar los eventos de la noche anterior. De repente, escuché el sonido de un mensaje en mi celular. Alcancé el teléfono en la mesa junto a mi cama y vi que era un mensaje de Valeria. "¡Fiesta de celebración esta noche a las 8! 🎉🎉 Sofía, tú y Leonardo ganaron la competencia, ¡tenemos que festejar!" Hice una mueca. Aunque estaba feliz por haber ganado, no estaba de humor para una fiesta. Le respondí a Valeria. "No lo sé, Valeria. No estoy de humor para fiesta." La respuesta de Valeria llegó de inmediato. "¡Déjate de cosas! Esta fiesta es por tu gran esfuerzo y dedicación. ¡Necesitas festejarlo! No acepto un no por respuesta." Suspiré y le contesté. "Está bien." Luego lancé el celular de vuelta a la mesa y me dejé caer en la cama, mirando el techo. No sabía si estaba lista para enfrentar a Leonardo de nuevo, pero tal vez la fiesta sería una oportunid