| 𝐋𝐀 𝐄𝐒𝐏𝐄𝐑𝐀 𝐓𝐄𝐑𝐌𝐈𝐍𝐎 𝟐/𝟑

Comencé a afinar mi violín, repasando una y otra vez las partituras. Estaba demasiado nerviosa y ansiosa por terminar esto.

Me levanté de mi asiento y me estiré, tratando de aliviar la tensión en mis músculos. Repasé todo el camerino con la mirada, observando a los demás participantes, hasta que mis ojos se encontraron con una mirada intensa. Sentí un temblor y mi garganta se secó cuando me recorrió de pies a cabeza. Esos ojos grises me hacían sentir incómoda, casi nauseabunda.

"La competencia me tiene mal".

Leonardo se acercó a mí con paso decidido, irradiando confianza. Mientras él se mostraba así, yo parecía una bola de nervios.

—Hey, Sofía, ¿estás bien? —frunció las cejas.

—Cla... claro que lo estoy. —Buena hora para tartamudear. Leonardo sonrió al notar eso.

—Si tú lo dices, pero te noto un poquito nerviosa. —Hizo una seña con sus dedos indicando "poco". Lo golpeé en broma en el brazo y se rió.

—Cállate, Leonardo. —Me crucé de brazos.

Leonardo suspiró y me miró fijamente.

—Recuerda que hemos ensayado mucho para este día, y estamos listos para esto. —Colocó una mano en mi hombro. Dirigí mi mirada a su mano y luego a sus ojos.

Intenté ignorar la sensación que eso me provocó.

—Lo sé, pero recuerdo las veces que fallé en los ensayos. Una y otra vez. Las veces que me adelanté, y si me adelanto cuando estemos en el escenario, o peor aún, si se me olvida una partitura. —Lo miré con una expresión asustada, agarrándome el estómago con una mano porque las náuseas volvían a atacarme.

—Sofía, sé que estás nerviosa. Yo también lo estoy, créeme. En mi primera competencia estaba igual o peor que tú, pero mírame ahora, estamos aquí y ganaremos.

—Sí, pero lo peor es que no es mi primera competencia. —Le respondí con sarcasmo.

—Lo sé, pero es tu primera competencia conmigo, así que ganarás. —Hizo un gesto de desdén y sonrió. Me reí mientras negaba con la cabeza.

—Eres imposible, en serio. —Coloqué mis manos sobre mis caderas.

—Te hice reír, eso es lo que cuenta. Créeme, Sofía, cuando digo que eres muy talentosa. Las veces que has fallado en los ensayos es porque no estábamos trabajando en equipo, porque eso es lo que somos. Si uno falla, fallamos los dos.

Me reconfortó oír eso. Sonriendo, me acerqué a él y lo abracé. Él no tardó en devolverme el abrazo.

—Muchas gracias, Leonardo.

—No hay de qué, Sofi. —Sentí cómo una náusea volvía a mí, pero la calmé.

Alejandro y Gabriela entraron al camerino con una sonrisa confiada en sus rostros. Al vernos a Leonardo y a mí abrazados, se detuvieron en seco. Sentí cómo mi corazón se aceleraba, no por el abrazo, sino por la interrupción.

—Ah, veo que están... calentando motores —dijo Alejandro con una risa sarcástica que me hizo apretar los dientes.

Gabriela se unió a la broma.

—Sí, parece que están ensayando una nueva técnica de "apoyo moral" —su tono burlón me hizo sentir una punzada de ira.

Me aparté de Leonardo, incómoda, y les lancé una mirada fulminante a los recién llegados.

—¿Qué quieren? —pregunté, tratando de mantener mi voz firme, aunque por dentro me sentía vulnerable.

Alejandro y Gabriela se acercaron con una cara de arrogancia, pero noté un destello de nervios en sus ojos.

—Solo venimos a desearles suerte —dijo Alejandro con una sonrisa falsa que no alcanzaba sus ojos.

La inseguridad me invadió al recordar cómo tocaban ellos dos juntos. Leonardo y yo habíamos evolucionado mucho en cuestión de conexión y técnica, pero en ese momento, mis nervios me traicionaban. Comencé a jugar con mis dedos, sintiéndome pequeña.

Leonardo, al notar mi inseguridad, intervino.

—No necesitamos sus "buenos" deseos —dijo, simulando comillas con sus dedos—. Ahórrenselos. En el escenario se verá quién trabajó más duro en prepararse.

Su apoyo me dio un poco de fuerza. Alejandro levantó una ceja.

—Los noto muy confiados. Todavía tengo fresco en la mente uno de sus ensayos donde no podían coordinarse.

Su comentario me hizo recordar ese ensayo desastroso y sentí una oleada de vergüenza. Alejandro y Gabriela se rieron. Fruncí el ceño y los encaré, dejando que mi frustración se convirtiera en determinación.

—Ustedes mejor enfóquense en ustedes mismos. Tan miserable es su vida que tienen que estar pendientes de los demás, y más aún estar aquí como unos ridículos intentando buscar una pelea donde no la hay.

Con eso, me di la vuelta y regresé a mi violín, tratando de calmar mi respiración. Pude notar como Leonardo solo les  lanzó una sonrisa ladeada y me siguió. Y como Alejandro y Gabriela quedaron con la palabra en la boca, se voltearon a ver y, enojados, se fueron a su lugar.

Sonríe con arrogancia, al saber que no le dimos lo que querían.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo