| 𝐔𝐍 𝐀𝐂𝐎𝐑𝐃𝐄 𝐃𝐄 𝐓𝐄𝐍𝐒𝐈𝐎𝐍

Después de salir del baño, me dirigí de regreso a la fiesta, intentando olvidar lo que había pasado con Leonardo. Me sentía confundida y un poco nerviosa, pero también aliviada de haberme alejado de él.

Cuando llegué a la pista de baile, vi a Diego bailando con Ana, una de mis compañeras de la orquesta. Me sonrió al verme y me hizo un gesto para que me uniera a ellos. Me sentí agradecida de verlo y me uní al baile.

Diego me tomó la mano y me acercó a él.

—¿Estás bien? —me preguntó, mirándome con preocupación.

—Sí, estoy bien —le respondí, sonriendo—. Solo necesitaba retocarme un poco el maquillaje.

Diego me creyó y continuamos bailando. Me sentía segura y protegida a su lado, y la música y la risa de los demás me ayudaron a olvidar lo que había pasado con Leonardo.

Pero justo cuando pensaba que la noche iba a seguir sin incidentes, vi a Leonardo de nuevo. Esta vez, estaba en la barra, bebiendo un trago y mirándome con una expresión que me heló la sangre.

Me sentí un escalofrío recorrer mi espalda y me acerqué a Diego.

—Vamos a salir de aquí —le dije, intentando mantener la calma.

—¿Qué pasa? —me preguntó, mirándome con preocupación.

—Nada, solo quiero irme a casa —le respondí.

Diego me creyó y nos fuimos de la fiesta. Mientras caminábamos hacia su coche, me sentía aliviada de haberme alejado de Leonardo y de la fiesta.

Diego y yo caminamos en silencio hacia su coche. La noche había tomado un giro inesperado, y aunque intentaba mantener la calma, no podía dejar de pensar en la mirada de Leonardo. Diego, siempre atento, notó mi inquietud.

—¿Estás segura de que todo está bien? —preguntó mientras abría la puerta del coche para mí.

Asentí, intentando sonreír.

—Sí, solo estoy un poco cansada. Ha sido un día largo.

Diego no insistió más y arrancó el coche. Durante el trayecto, traté de relajarme y disfrutar de la compañía de Diego. Su presencia era reconfortante, y me sentí agradecida por su apoyo.

Al llegar a mi casa, Diego se detuvo y apagó el motor. Me miró con una mezcla de preocupación y ternura.

—Si necesitas hablar o cualquier cosa, estoy aquí para ti, Sofía.

Sonreí, sintiendo una oleada de gratitud.

—Gracias, Diego. Eres un gran amigo.

Nos despedimos con un abrazo, y mientras entraba a mi casa, me sentí un poco más tranquila. Sabía que tenía que enfrentar mis sentimientos y aclarar mi mente, pero por ahora, solo quería descansar.

Una vez dentro, me dirigí a mi habitación y me dejé caer en la cama. Cerré los ojos y traté de ordenar mis pensamientos. La imagen de Leonardo seguía apareciendo en mi mente, y aunque me costaba admitirlo, había algo en él que me atraía profundamente.

Pero también sabía que no podía dejar que sus acciones me afectaran.

A la mañana siguiente, me desperté con una sensación de inquietud. Los eventos de la noche anterior seguían frescos en mi mente, y aunque había intentado descansar, mis pensamientos no me habían dejado en paz. Me levanté y me dirigí a la cocina para prepararme un café, esperando que la rutina matutina me ayudara a centrarme.

Mientras el café se preparaba, mi teléfono vibró con una notificación. Era un mensaje de Diego.

—Buenos días, Sofía. Espero que hayas descansado bien. Si necesitas hablar, estoy aquí para ti.

Sonreí al leer su mensaje. Diego siempre sabía cómo hacerme sentir mejor. Le respondí agradeciéndole por su apoyo y asegurándole que estaba bien.

Después de desayunar, decidí que necesitaba despejar mi mente. Me vestí y salí a dar un paseo por el parque cercano. El aire fresco y el sonido de los pájaros me ayudaron a relajarme un poco. Mientras caminaba, reflexioné sobre lo que había pasado con Leonardo. Sabía que tenía que enfrentar mis sentimientos y aclarar las cosas, pero no estaba segura de cómo hacerlo.

De repente, mi teléfono volvió a vibrar. Esta vez, era un mensaje de la academia, recordándome que tenía ensayo esa tarde. Suspiré, Tenía que ser profesional y concentrarme en la música.

Al llegar a la academia para el ensayo, me sentí un poco nerviosa, pero decidida a mantener la calma. Saludé a mis compañeros y me dirigí a mi lugar. La señora García ya estaba en el podio, lista para comenzar.

—Buenos días a todos —dijo con su voz firme y autoritaria—. Hoy trabajaremos en la segunda sinfonía. Quiero que todos se concentren y den lo mejor de sí.

Asentí y me preparé, tratando de dejar de lado mis preocupaciones. La música comenzó a llenar la sala, y poco a poco, me dejé llevar por las notas y los ritmos. Sentí cómo la tensión en mi cuerpo se desvanecía, reemplazada por la pasión y la dedicación que siempre había sentido por la música.

Durante un breve descanso, me acerqué a Ana, quien me recibió con una sonrisa.

—¿Cómo estás, Sofía? —preguntó—. Te vi un poco preocupada anoche.

—Estoy bien, gracias —respondí, tratando de sonar convincente—. Solo fue un día largo.

Ana asintió, y continuamos conversando sobre la música y nuestros planes para el futuro

Mientras me preparaba para el ensayo, mi teléfono vibró con un mensaje. Era de Diego.

—¿Puedo asistir a tu ensayo hoy? —decía el mensaje.

Una sonrisa se dibujó en mi rostro. La idea de tener a Diego allí me alegraba.

—Claro, me encantaría que vinieras —respondí rápidamente.

Cuando la señora García nos indicó que nos acomodáramos en nuestros lugares, me dirigí a la primera fila, agarrando mi violín y acomodando mis partituras. En ese momento, vi entrar a Diego. Le sonreí y él me saludó con la mano antes de sentarse en las sillas dispuestas para los visitantes.

Ana, que estaba a mi lado, me dio un codazo juguetón.

—Tenemos público apoyándote —dijo con una sonrisa.

Negué con la cabeza, riendo mientras me acomodaba el violín bajo la barbilla. Pero mi risa se desvaneció cuando vi entrar a otra persona. Su aura de misterio y la intensidad de su presencia me hicieron tragar saliva. Leonardo.

Sentí cómo mi corazón se aceleraba al notar la mirada intensa que me dirigió. Cuando sus ojos se posaron en Diego, apretó la mandíbula y luego volvió a mirarme, enarcando una ceja con una expresión feroz y una sonrisa ladeada. Para mi sorpresa, se sentó justo al lado de Diego.

Intenté concentrarme en mi violín, pero la presencia de Leonardo me ponía nerviosa. Sentía su mirada fija en mí, y aunque trataba de ignorarlo, no podía evitar sentirme inquieta.

La señora García comenzó el ensayo, y la música llenó la sala. Me esforcé por concentrarme en las notas y en la dirección de la señora García, pero la tensión en el aire era palpable. Cada vez que levantaba la vista, veía a Leonardo observándome, y eso hacía que mi corazón latiera aún más rápido.

Diego, por otro lado, parecía disfrutar del ensayo, aplaudiendo suavemente después de cada pieza. Su apoyo me daba fuerzas, y traté de enfocarme en él y en la música, dejando de lado la incomodidad que sentía por la presencia de Leonardo.

Al final del ensayo, la señora García nos felicitó por nuestro esfuerzo y nos dio algunas indicaciones para mejorar. Mientras guardaba mi violín, Diego se acercó a mí con una sonrisa.

—Estuviste increíble, Sofía. Me encantó verte tocar.

—Gracias, Diego —respondí, sintiendo una oleada de gratitud por su apoyo.

Pero antes de que pudiera decir algo más, noté que Leonardo se acercaba. Mi cuerpo se tensó, y traté de mantener la calma.

—Buen ensayo —dijo Leonardo, su voz suave pero con un tono que me hizo estremecer.

—Gracias —respondí, tratando de sonar indiferente.

Leonardo me miró por un momento más antes de girarse y salir de la sala. Sentí que podía respirar de nuevo, y me volví hacia Diego, quien me miraba con preocupación.

—¿Todo bien? —preguntó.

Asentí, forzando una sonrisa.

—Sí, todo bien. Vamos, salgamos de aquí.

Mientras caminábamos hacia la salida, me sentí agradecida por tener a Diego a mi lado. Sabía que las cosas con Leonardo no serían fáciles.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo