Diego y yo salimos de la academia y nos dirigimos a un café cercano para relajarnos después del ensayo. La tarde estaba fresca y agradable, y el ambiente del café era acogedor. Nos sentamos en una mesa junto a la ventana, desde donde podíamos ver la calle llena de vida.
—Me alegra que hayas venido al ensayo —dije, sonriendo a Diego mientras tomábamos asiento—. Tu presencia me dio mucha confianza. Diego sonrió y tomó un sorbo de su café. —Me alegra escuchar eso. Disfruté mucho viéndote tocar. Eres increíble, Sofía. Sentí un rubor en mis mejillas y bajé la mirada, agradecida por sus palabras. —Gracias, Diego. Significa mucho para mí. Pasamos un rato conversando sobre la música y nuestros planes para el futuro. Diego me contó sobre algunos proyectos en los que estaba trabajando, y yo le hablé de mis expectativas para la temporada con la orquesta. Su entusiasmo y apoyo me hacían sentir más segura y motivada. De repente, Diego cambió de tema, su expresión se volvió un poco más seria. —Sofía, ¿puedo preguntarte algo? —dijo, mirándome a los ojos. —Claro, Diego. ¿Qué pasa? —respondí, un poco intrigada. —Ese chico, Leonardo... ¿quién es? Parecía muy interesado en ti durante el ensayo. Sentí un nudo en el estómago al escuchar su pregunta. Sabía que eventualmente tendría que hablar de Leonardo, pero no estaba segura de cómo hacerlo. —Leonardo y yo fuimos compañeros en un concurso de dúo hace un tiempo —comencé, tratando de mantener la calma —. Ganamos el concurso, pero... pasaron algunas cosas que prefiero no contar. Nos alejamos un poco después de eso. Diego asintió, respetando mi decisión de no entrar en detalles. —Entiendo. Solo quería asegurarme de que estés bien. Sonreí, agradecida por su preocupación. De repente, mi teléfono vibró con una notificación. Lo saqué de mi bolso y vi que era un mensaje de Ana. —¡Sofía! ¿Te gustaría salir con nosotros esta noche? Vamos a ir a un bar nuevo que abrió cerca de la academia. Será divertido. Leí el mensaje y luego miré a Diego. —Ana me ha invitado a salir esta noche con algunos compañeros de la orquesta. ¿Te gustaría venir? Diego asintió con entusiasmo. —¡Claro! Suena divertido. Le respondí a Ana confirmando nuestra asistencia y luego volví a guardar el teléfono. Sentí una oleada de emoción al pensar en la noche que nos esperaba. Sería una oportunidad perfecta para relajarnos y disfrutar después de un día tan intenso. Terminamos nuestros cafés y nos dirigimos a nuestras respectivas casas para prepararnos. De regreso a casa, me dirigí directamente a mi habitación para prepararme para la salida con Ana y los demás. Quería algo que fuera cómodo pero también llamativo. Después de revisar mi armario, decidí ponerme una falda corta negra, un crop top blanco y una chaqueta de cuero. Completé el conjunto con unos botines negros. Me miré en el espejo y sonreí, satisfecha con mi elección. Mientras me arreglaba el cabello y me maquillaba, sentí una mezcla de nervios y emoción. Sabía que la noche podría ser complicada, pero también estaba decidida a disfrutar y pasar un buen rato con mis amigos. Antes de terminar, decidí enviarle un mensaje a Valeria, invitándola a unirse a nosotros. —¡Hola, Valeria! Esta noche saldremos con algunos amigos de la orquesta. ¿Te gustaría venir? Diego nos recogerá en mi casa. Valeria respondió rápidamente. —¡Claro! Suena genial. Estaré en tu casa a las ocho. A las ocho en punto, escuché el timbre de la puerta. Mi corazón dio un pequeño salto de emoción. Abrí la puerta y ahí estaba Diego, con una sonrisa radiante. Pero su expresión cambió rápidamente a una de sorpresa y admiración. —Sofía, luces... increíble —dijo, boquiabierto. Sentí un rubor en mis mejillas y bajé la mirada, sonriendo. —Gracias, Diego. Tú también te ves muy bien. Poco después, Valeria llegó y nos saludamos con entusiasmo. Ella también lucía fantástica, y su energía positiva me hizo sentir aún más emocionada por la noche. —¡Hola, Valeria! —dijo Diego, sonriendo—. Listos para una noche divertida. Nos dirigimos al coche de Diego y nos subimos, riendo y conversando durante el trayecto al bar. El ambiente era relajado y lleno de expectativas. Al llegar al bar, vimos a Ana y los demás esperándonos en la entrada. El lugar estaba lleno de gente y la música era animada. Nos unimos al grupo y pronto nos encontramos riendo y disfrutando de la noche. Mientras bailábamos, sentí una mirada fija en mí. Me giré y vi a Leonardo en una esquina del bar, observándome con esa intensidad que me hacía sentir nerviosa. No sabía que él iba a estar allí, y su presencia me tomó por sorpresa. Traté de ignorarlo y concentrarme en Diego, Valeria y mis amigos, pero la presencia de Leonardo era difícil de ignorar. Diego, siempre atento, notó mi inquietud y me tomó de la mano. —¿Todo bien? —preguntó, mirándome con preocupación. —Sí, todo bien —respondí, tratando de sonar convincente. Diego asintió y me abrazó, su calidez y apoyo dándome fuerzas para seguir adelante. Sabía que tenía que enfrentar mis sentimientos y aclarar las cosas con Leonardo, pero por ahora, solo quería disfrutar de la noche con mis amigos. La noche avanzaba y, junto a Valeria, comencé a beber más de la cuenta. Las risas y las bromas se intensificaron, y pronto ambas estábamos un poco borrachas. Diego, siempre atento, se acercó a nosotras con una sonrisa preocupada. —Deberían bajarle un poco, chicas. Ya están un poco borrachas —dijo, tratando de sonar serio pero con un toque de diversión. Con una sonrisa traviesa, me colé en los brazos de Diego, abrazándolo con fuerza. Nuestros rostros estaban muy cerca. —No te preocupes, Diego. Para eso estás aquí —dije, haciendo un puchero adorable. Diego solo sonrió y me pasó un brazo por la cintura. —Claro que sí —respondió, mirándome con ternura. Sonreí y, en un impulso, le di un beso en la comisura de los labios antes de separarme para jalar a Diego hacia la pista de baile. Estábamos bailando muy pegados, y me restregaba contra Diego, disfrutando del momento. Valeria, mientras tanto, había desaparecido con un chico. De repente, sentí que alguien me jalaba del brazo bruscamente. Estaba algo borracha y no distinguí quién era al principio, pero el perfume familiar me hizo darme cuenta de inmediato: Leonardo. Diego, al ver la situación, comenzó a reclamar. —¿Qué te pasa? —dijo, tratando de intervenir. Leonardo lo ignoró y trató de caminar, jalándome con él. Diego, decidido a no dejar que me llevara, tomó del brazo a Leonardo y lo jaló. Sin pensarlo dos veces, Leonardo le pegó un puñetazo a Diego, haciéndolo caer al suelo. Diego se agarró el rostro, y solté un grito, empujando a Leonardo. —¡Idiota! —le grité, tratando de acercarme a Diego. Pero Leonardo no me dejó. Me agarró y me puso encima de su hombro como si fuera un costal de papas. Solté un grito de sorpresa y comencé a golpear su espalda. —¡Eres un idiota! ¡Bájame! —gritaba, mientras Diego se quedaba en el suelo, confundido y dolorido. Leonardo me llevó fuera del bar, ignorando mis protestas. Seguía golpeando su espalda, furiosa y desesperada por liberarme. Leonardo, al ver que me movía demasiado, me dio una nalgada firme. —¡Quédate quieta! —dijo con voz enojada. Solté un gritito de sorpresa, y aunque estaba furiosa, no pude evitar sentir un deseo inesperado. Mi corazón latía con fuerza mientras intentaba procesar lo que acababa de suceder. Leonardo siguió caminando, llevándome hacia su coche. —¡Bájame, Leonardo! ¡Esto no está bien! —protesté, aunque mi voz sonaba menos convincente de lo que quería. Leonardo, con la mandíbula apretada, me bajó del hombro y me agarró la cara con firmeza, obligándome a mirarlo a los ojos. —No voy a permitir que te restregues con otro frente a mí, Sofía —dijo, su voz baja y cargada de enojo. Sentí su respiración agitada contra mi piel y, aunque estaba furiosa, no pude evitar que mi corazón latiera aún más rápido. Su mirada era intensa, llena de una mezcla de celos y preocupación. —¿Qué te pasa, Leonardo? ¡No tienes derecho a decirme qué hacer! —le respondí, tratando de mantener mi voz firme. Él soltó un suspiro frustrado, pero no aflojó su agarre. —No puedo soportar verte con otro, Sofía. No después de todo lo que hemos pasado —dijo, su voz quebrándose ligeramente al final. Me quedé en silencio, sorprendida por la vulnerabilidad en sus palabras. La tensión entre nosotros era palpable, y por un momento, todo lo demás desapareció. Leonardo aflojó un poco su agarre, pero no dejó de mirarme con intensidad. —Sofía, no puedo perderte —dijo, su voz más suave pero aún cargada de emoción. Sentí un nudo en la garganta. La mezcla de alcohol y la intensidad del momento me tenía confundida, pero no podía negar que había algo en sus palabras que me tocaba profundamente. —Leonardo, no puedes controlarme así —respondí, tratando de mantener mi voz firme. Él asintió lentamente, como si estuviera procesando mis palabras. —Lo sé, y lo siento. Pero verte con Diego... me vuelve loco —admitió, su voz quebrándose un poco. Me quedé en silencio, sin saber qué decir. La tensión entre nosotros era palpable, y por un momento, todo lo demás desapareció. Leonardo me soltó y dio un paso atrás, pasándose una mano por el cabello en un gesto de frustración. —Vamos, te llevaré a casa —dijo finalmente, abriendo la puerta del coche. Subí al coche en silencio, todavía procesando todo lo que había pasado. Mientras conducíamos, el silencio entre nosotros era pesado, lleno de palabras no dichas y emociones contenidas. Finalmente, llegamos a mi casa. Leonardo se detuvo y apagó el motor, pero no hizo ningún movimiento para salir. —Sofía, lo siento —dijo finalmente, su voz apenas un susurro. Lo miré, viendo la sinceridad en sus ojos. Asentí lentamente, sin saber qué más decir. Salí del coche y me dirigí a la puerta de mi casa, sintiendo su mirada en mi espalda todo el tiempo.Mientras caminaba hacia la puerta de mi casa, sentí una mezcla de emociones: enojo, confusión y algo más que no podía identificar. Me detuve antes de entrar y me giré para mirar a Leonardo, que seguía sentado en el coche, observándome con una expresión de arrepentimiento.Nos quedamos en silencio por un momento, simplemente mirándonos. Finalmente, Leonardo cambió su expresión endureciéndose. Sin decir una palabra más, se giró y encendió el motor, y justo cuando iba a abrir la puerta de mi casa, escuché el chirrido de las llantas del coche de Leonardo al alejarse rápidamente.Me quedé inmóvil por un momento, sintiendo una mezcla de tristeza y esperanza. Sabía que la noche había sido un torbellino de emociones y que las cosas no serían fáciles de ahora en adelante. Entré a mi casa, cerrando la puerta detrás de mí, y me apoyé contra ella, dejando escapar un suspiro. La incertidumbre sobre lo que vendría después me pesaba, pero también sentía una extraña sensación de alivio.Caminé hacia
Ajusté mi violín y cerré los ojos, dejando que la música fluyera a través de mí. Estaba decidida a ganar el concurso de música clásica que se acercaba, y sabía que mi mayor rival sería Leonardo, el pianista arrogante que siempre parecía creer que era el mejor. Mientras ensayaba, recordé la última vez que me enfrenté a Leonardo en un concurso. Él había ganado, pero yo estaba determinada a no dejar que eso volviera a suceder. De repente, escuché el sonido de un piano proveniente de la sala de ensayo vecina. Abrí los ojos y sonreí con ironía. Era Leonardo, ensayando como siempre. Me sentí motivada para ensayar aún más, para demostrarle a Leonardo que yo era la mejor. Pero mientras tocaba, no podía sacudirme la sensación de que Leonardo estaba escuchando, observando, esperando a que cometiera un error. Me concentré en la música, intentando bloquear la sensación de que Leonardo estaba observándome. Pero no podía evitar sentirme incómoda, como si él estuviera esperando a que fallara. D
Después de nuestro breve descanso, Valeria y yo decidimos dar un paseo por la academia, disfrutando del aire fresco y el sonido de las hojas bajo nuestros pies. Era un alivio bienvenido después de la intensidad de la práctica. —¿Sabes? —dijo Valeria, rompiendo el silencio—. Creo que deberías considerar hablar con el profesor Martínez sobre Leonardo. No es justo que tengas que lidiar con esto sola. Suspiré, sabiendo que tenía razón, pero también sintiendo la carga de la situación. —Lo sé, Valeria. Pero no quiero causar problemas. Además, el concurso es en unos días y no quiero distraerme. Valeria me miró con seriedad. —Sofía, tu bienestar es más importante que cualquier concurso. Si Leonardo sigue molestándote, necesitas hacer algo al respecto. Asentí, agradecida por su preocupación. —Prometo que lo pensaré. Pero por ahora, necesito concentrarme en la música. Ella sonrió y me dio un ligero empujón en el hombro. —Está bien, pero no lo dejes pasar demasiado tiempo. Continuamos cami
Me desperté temprano, sintiendo una mezcla de emociones en el estómago. El concurso estaba a solo un día de distancia, y me sentía más nerviosa que nunca. Me levanté de la cama y comencé a prepararme para el día, tratando de enfocarme en los detalles finales de mi presentación. Mientras me vestía, mi mente comenzó a divagar hacia todos los posibles errores que podía cometer en el escenario. Terminé de alistarme. Esta vez opté por unos jeans y una sudadera de color rojo junto unos tenis de color blanco, y tomé mi estuche con mi violín dentro y me dirigí a la academia. Mientras ensayaba mi pieza en la sala de práctica, no podía evitar sentir que algo estaba mal. Mi violín sonaba desafinado, y mis dedos parecían tener vida propia. Me detuve y tomé un profundo respiro, tratando de calmar mis nervios. "¿Qué pasa contigo, Sofía?", me pregunté a mí misma. "Has practicado durante meses, y sabes que estás lista. ¿Por qué te sientes tan insegura?" Me senté en una silla, cerré los ojos y tra
El día del concurso finalmente había llegado. Me desperté temprano, sintiendo una mezcla de emociones en mi estómago. Me levanté de la cama y comencé a prepararme para el día, tratando de enfocarme en los detalles finales de mi presentación. Mientras me vestía y desayunaba, no podía evitar pensar en todo lo que había trabajado para llegar a este momento. Los meses de práctica, las horas de ensayo, las dudas y los miedos... todo había llevado a este instante. Llegué al auditorio donde se llevaría a cabo el concurso y vi a muchos estudiantes y profesores reunidos. Mi corazón latía con fuerza mientras buscaba a Valeria y a mis otros amigos en la multitud. De repente, escuché una voz detrás de mí. —Sofía, ¡buena suerte! —Era Leonardo, mi rival. Me di la vuelta y lo miré, tratando de sonreír. Pero su sonrisa burlona me hizo sentir un escalofrío. Parecía disfrutar de mi nerviosismo. —Gracias, Leonardo. Tú también —respondí, tratando de parecer confiada. Pero su sonrisa me hizo duda
Después de que Leonardo terminó su presentación, el jurado se retiró a deliberar. Me sentí ansiosa, preguntándome quién sería el ganador. Valeria me tomó la mano y me sonrió. —No importa lo que pase, Sofía, tú ya has ganado —me dijo. Sonreí, agradecida por su apoyo. Pero dentro de mí, sabía que quería ganar. Quería saber que mi esfuerzo y dedicación habían valido la pena. Finalmente, el jurado regresó y el presidente del concurso se acercó al micrófono. —Y el ganador del concurso es... —hizo una pausa dramática— Leonardo. Me sentí un golpe en el estómago. No podía creerlo. Leonardo se levantó de su asiento, sonriendo, y se acercó al escenario para recibir su premio. Me levanté de mi asiento, tratando de sonreír y parecer feliz por él. Pero dentro de mí, sentía una mezcla de emociones: decepción, frustración y una sensación de que no había sido suficiente. Valeria me apretó la mano con fuerza. —Sofía, lo hiciste increíble. No dejes que esto te desanime. Asentí, aunque las
Comencé a prepararme para el concurso con una determinación renovada. Me sumergí en la música, practicando durante horas cada día. Me enfocé en mis debilidades y trabajé para superarlas. Me sentí crecer y mejorar con cada día que pasaba. Mientras tanto, Leonardo parecía estar en todas partes. Lo veía en los pasillos de la escuela, en las salas de ensayo, incluso en los conciertos de otros estudiantes. Siempre parecía estar vigilándome, esperando a que cometiera un error. Pero no iba a dejar que me intimidara. Me mantuve enfocada en mi objetivo y seguí practicando con todas mis fuerzas. Finalmente, llegó el día del concurso. Me sentí nerviosa, pero también confiada. Sabía que había hecho todo lo posible para prepararme. Subí al escenario y miré a la audiencia. Vi a Leonardo en la primera fila, sonriendo con confianza. Pero no me dejé intimidar. Comencé a tocar, y la música fluyó a través de mí como un río. La melodía que interpretaba era una pieza complicada, llena de matices y em
Salí de la sala de conciertos, aún vibrante por la emoción de mi reciente victoria. Al girar la esquina, me encontró con el profesor Martínez, mi mentor, y el profesor Thompson, el instructor de piano de Leonardo. Ambos profesores me miraban con una expresión seria y enigmática. —Sofía, necesitamos hablar contigo sobre algo importante —dijo el profesor Martínez con voz grave —¿Podrías venir a la academia mañana para discutirlo? Mi curiosidad se encendió al instante. ¿Qué podría ser tan crucial? Sin embargo, los profesores no ofrecieron más detalles. —Está bien, estaré allí —respondió, tratando de ocultar mi intriga. Los profesores asintieron y se despidieron, dejándome con una sensación de anticipación. ¿Qué me depararía el futuro? Al día siguiente, me levanté temprano, aún con la mente llena de preguntas sobre la misteriosa reunión. Me preparé con cuidado, eligiendo un atuendo que reflejara mi profesionalismo y determinación. Al llegar a la academia, sentí un nudo en el estóm