| 𝐋𝐀 𝐏𝐑𝐄𝐏𝐀𝐑𝐀𝐂𝐈𝐎́𝐍

Comencé a prepararme para el concurso con una determinación renovada. Me sumergí en la música, practicando durante horas cada día. Me enfocé en mis debilidades y trabajé para superarlas. Me sentí crecer y mejorar con cada día que pasaba.

Mientras tanto, Leonardo parecía estar en todas partes. Lo veía en los pasillos de la escuela, en las salas de ensayo, incluso en los conciertos de otros estudiantes. Siempre parecía estar vigilándome, esperando a que cometiera un error.

Pero no iba a dejar que me intimidara. Me mantuve enfocada en mi objetivo y seguí practicando con todas mis fuerzas.

Finalmente, llegó el día del concurso. Me sentí nerviosa, pero también confiada. Sabía que había hecho todo lo posible para prepararme.

Subí al escenario y miré a la audiencia. Vi a Leonardo en la primera fila, sonriendo con confianza. Pero no me dejé intimidar. Comencé a tocar, y la música fluyó a través de mí como un río.

La melodía que interpretaba era una pieza complicada, llena de matices y emociones. Cada nota resonaba en la sala, y podía sentir la conexión con mi violín, como si fuéramos uno solo. Cerré los ojos por un momento, permitiendo que la música me guiara.

A medida que avanzaba en la pieza, sentí una oleada de confianza. Recordé las palabras del profesor Martínez y todo el esfuerzo que había puesto en mi preparación. Este era mi momento, y no iba a dejar que nada ni nadie me lo arrebatara.

Cuando terminé, el silencio en la sala fue ensordecedor. Abrí los ojos y vi a la audiencia, todos con la mirada fija en mí. Luego, estallaron en aplausos. Vi a Valeria en la multitud, aplaudiendo con entusiasmo, y sentí una calidez en mi corazón.

Leonardo también aplaudía, pero su sonrisa había desaparecido. Parecía sorprendido, quizás incluso impresionado. Bajé del escenario con la cabeza en alto, sintiendo una mezcla de alivio y orgullo.

Valeria corrió hacia mí y me abrazó.

—¡Lo hiciste increíble, Sofía! —exclamó—. Sabía que podías hacerlo.

Sonreí, sintiendo que había superado un gran obstáculo. Pero sabía que la competencia aún no había terminado. Ahora era el turno de Leonardo, y tenía que estar preparada para cualquier resultado.

Leonardo subió al escenario con una confianza que me hizo sentir un poco nerviosa. Comenzó a tocar, y su música fue como un huracán que arrasó con todo a su paso. Era intensa, apasionada, y parecía que estaba tocando directamente a mi alma.

Me sentí un poco abrumada, pero sabía que no podía dejar que me intimidara. Me mantuve firme, recordando todas las horas de práctica, todas las veces que me había levantado después de caer.

Cuando Leonardo terminó de tocar, el público estalló en aplausos de nuevo. Me sentí un poco preocupada, sabiendo que había tocado de manera increíble.

Los jueces deliberaron durante lo que pareció una eternidad. Me sentí ansiosa, preguntándome quién sería el ganador.

Finalmente, el presidente del jurado se levantó y comenzó a hablar.

—Ha sido una competencia muy difícil —dijo—. Ambos concursantes han tocado de manera increíble. Pero, después de deliberar, hemos decidido que el ganador es... Sofía.

Me sentí como si estuviera flotando en el aire. No podía creerlo. ¡Había ganado!

La emoción me inundó, y una sonrisa se dibujó en mi rostro mientras el público aplaudía. Sentí una mezcla de alivio, alegría y orgullo por todo el esfuerzo que había puesto.

Leonardo, por otro lado, parecía sorprendido. Su expresión de incredulidad se transformó rápidamente en enojo. No podía aceptar que había perdido, especialmente después de tocar con tanta pasión.

Cuando me entregaron el trofeo de primer lugar, lo sostuve con fuerza, sintiendo el peso de mi logro. En ese momento, Leonardo se acercó a mí con aires de grandeza. Su mirada era fría y desafiante.

—Simplemente tuviste suerte de principiante —dijo con desdén—. No te acostumbres a ganar, Sofía. La próxima vez, no será tan fácil.

Sus palabras intentaron desanimarme, pero en lugar de eso, me dieron más determinación. Sabía que mi victoria no era cuestión de suerte, sino de trabajo duro y dedicación. Lo miré a los ojos y respondí con firmeza.

—La suerte no tiene nada que ver con esto, Leonardo. Fue mi esfuerzo y mi pasión lo que me llevó a ganar. Y seguiré mejorando cada día.

Leonardo se quedó en silencio por un momento, claramente molesto por mi respuesta. Finalmente, se dio la vuelta y se alejó, dejando claro que la rivalidad entre nosotros estaba lejos de terminar.

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