| 𝐂𝐔𝐄𝐍𝐓𝐀 𝐑𝐄𝐆𝐑𝐄𝐒𝐈𝐕𝐀/𝐂𝐎𝐍𝐅𝐋𝐈𝐂𝐓𝐎𝐒

La alarma sonó fuerte en mi habitación, despertándome de un sueño profundo. Me estiré y me senté en la cama, frotándome los ojos. Hoy era un nuevo día, y tenía que seguir trabajando en mi actuación para el concurso.

Me levanté y comencé a alistarme. Me puse unos jeans cómodos y una blusa con escote cuadrado de color rosa que me favorecía. Me maquillé un poco, solo lo suficiente para darle un toque de color a mi rostro.

Terminé de arreglarme y agarré mi estuche de música. Bajé las escaleras y me encontré con mi papá en el comedor, ya sentado en la mesa. Mi mamá estaba sirviendo el desayuno, y el aroma del café y los panecitos recién horneados llenaba el aire.

Tomé asiento y mi mamá me sirvió un tazón de avena con frutas.

—Buenos días, cariño —me dijo con una sonrisa.

Después de desayunar, mi mamá me preguntó:

—¿Cómo van los ensayos? ¿Estás lista para el concurso?

Suspiré.

—Van bien, mamá. Pero no hemos podido sincronizarnos todavía. Estamos trabajando duro, pero falta poco para el concurso y necesitamos esforzarnos más.

Mi papá asintió.

—Sé que lo lograrás, Sofía. Tienes talento y dedicación. Solo necesitas creer en ti misma.

Sonreí, agradecida por el apoyo de mis padres.

Después del desayuno, me dirigí a la academia para encontrarme con Leonardo. Al llegar, lo vi afinando su piano, concentrado como siempre. Me acerqué y le dije:

—Hola, Leonardo. ¿Listo para otro ensayo?

Él levantó la vista y me sonrió ligeramente.

—Hola, Sofía. Sí, estoy listo. ¿Empezamos?

Asentí y saqué mi violín del estuche. Nos preparamos y comenzamos a tocar. Al principio, todo parecía ir bien, pero pronto nos dimos cuenta de que algo no estaba funcionando. La sincronización seguía siendo un problema.

—¡Detente! —dije, frustrada—. No estamos sincronizados. ¿Qué está pasando?

Leonardo suspiró y se pasó una mano por el cabello.

—No lo sé, Sofía. Tal vez estamos demasiado tensos. Necesitamos relajarnos y sentir la música.

Asentí, tratando de calmarme. Sabía que tenía razón. Respiré hondo y cerré los ojos por un momento, dejando que la música fluyera dentro de mí. Cuando volví a abrirlos, miré a Leonardo y le dije:

—Vamos a intentarlo de nuevo, pero esta vez, dejemos que la música nos guíe.

Él asintió y comenzamos de nuevo. Esta vez, algo cambió. La música comenzó a fluir más naturalmente, y poco a poco, nuestra sincronización mejoró. Sentí una chispa de esperanza.

Después de un rato, Leonardo se detuvo y me miró.

—Eso estuvo mucho mejor, Sofía. Creo que estamos empezando a encontrar nuestro ritmo.

Sonreí, sintiéndome más confiada.

—Sí, lo estamos logrando. Solo necesitamos seguir practicando.

Sofía se sentó en el ensayo, mirando a Leonardo con una mezcla de frustración y desánimo. No podía creer que estuvieran fallando tanto. De repente, su mente comenzó a vagar y recordó el concierto de Alejandro y Gabriela que había visto hace unos días.

Alejandro había tocado el violín con tanta pasión y habilidad, y Gabriela lo había acompañado perfectamente en el piano. Su dúo había sido impecable, y Sofía se había sentido inspirada... pero también intimidada.

"¿Por qué no puedo tocar como Alejandro?", se preguntó Sofía, sintiendo una punzada de inseguridad. "¿Por qué no puedo tener la misma conexión con Leonardo que Gabriela tiene con Alejandro?"

Leonardo la sacó de sus pensamientos, gritando:

—¡No puedes tocar ese pasaje! ¡Lo estás arruinando todo!

—¡No puedo hacer nada bien para ti! —gritó Sofía, con lágrimas en los ojos—. ¡Siempre me criticas, siempre me dices que no soy lo suficientemente buena!

—¡Es porque no te esfuerzas lo suficiente! —replicó Leonardo—. ¡Alejandro y Gabriela practican todo el día, y mira cómo tocan! ¡Tú solo te quejas y no haces nada para mejorar!

Sofía se sintió herida por la mención de Alejandro y Gabriela.

—¡No necesito que me compares con ellos! —gritó—. ¡Soy yo quien está aquí, tratando de tocar contigo!

—¡Pues no lo estás haciendo muy bien! —dijo Leonardo, con desdén—. ¡Si no puedes seguirme, entonces tal vez deberías dejarlo!

Sofía se levantó, furiosa.

—¡Tal vez debería! —gritó—. ¡Tal vez debería dejar de tocar contigo, porque eres un compañero de dúo horrible!

Sofía salió del salón de ensayo, dejando a Leonardo solo con su piano. Las lágrimas corrían por su rostro mientras caminaba por el pasillo vacío. Se detuvo frente a una ventana y miró hacia afuera, tratando de calmarse. Después de unos minutos, decidió que lo mejor sería irse a casa y alejarse de la tensión.

Leonardo, por su parte, se quedó en el salón, tocando el piano de manera distraída. No podía concentrarse. Las palabras de Sofía resonaban en su mente.

Finalmente, dejó de tocar y se sentó, con la cabeza entre las manos. Sabía que había sido injusto con ella, pero también sabía que no podía permitirse perderla como compañera de dúo. El concurso era demasiado importante.

Después de un rato, decidió que tenía que hablar con ella. Salió del salón y se dirigió a la casa de Sofía. Cuando llegó, tocó la puerta con nerviosismo. Sofía abrió, sorprendida de verlo allí.

—¿Qué haces aquí? —preguntó, aún con los ojos rojos de llorar.

—Necesito hablar contigo —dijo Leonardo, con sinceridad—. Lo siento, Sofía. Fui un idiota. No debí haberte hablado así.

Sofía lo miró, dudando.

—¿De verdad lo sientes? —preguntó.

Leonardo asintió.

—Sí, lo siento. Pero también necesito ser honesto contigo. No solo te estoy pidiendo disculpas porque me siento mal.

Te estoy pidiendo disculpas porque no puedo perderte como compañera de dúo. Este concurso es muy importante para mí, y no puedo hacerlo sin ti.

Sofía suspiró y asintió lentamente.

—Está bien —dijo—. Pero necesito que entiendas que esto es importante para mí también. Quiero ser mejor, pero también necesito sentir que estamos en esto juntos.

Leonardo sonrió ligeramente.

—Lo entiendo. ¿Te parece si damos una vuelta y hablamos más? —sugirió.

Sofía asintió y ambos salieron a caminar.

Después de un rato, llegaron a un restaurante de comida rápida y decidieron entrar. Se sentaron en una mesa y pidieron algo de comer.

—Prometo que trabajaré en ser un mejor compañero de dúo —dijo Leonardo, mientras esperaban su comida—. Necesitamos apoyarnos mutuamente si queremos mejorar.

Sofía sonrió ligeramente.

—Sí, estamos en esto juntos —respondió.

Ambos se quedaron en el restaurante, hablando y riendo, sintiendo que, por primera vez en mucho tiempo, estaban dejando aún lado su rivalidad y egocentrismo.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo