| 𝐄𝐋 𝐋𝐀𝐓𝐈𝐃𝐎 𝐃𝐄𝐋 𝐓𝐑𝐈𝐔𝐍𝐅𝐎

El presentador anunció un breve descanso antes de que los jueces revelaran al ganador. Sentí cómo mi corazón latía con fuerza mientras miraba a Leonardo. Sus ojos grises reflejaban la misma ansiedad que sentía yo.

Observamos a los jueces deliberar, intercambiando papeles y fotos de los concursantes. La tensión en el aire era palpable, casi podía oler el nerviosismo de todos a mi alrededor.

Leonardo se inclinó hacia mí y susurró— ¿Vamos por algo de beber?

Asentí, agradecida por la distracción.

Caminamos juntos hacia la mesa de bebidas, y en el camino localicé a Valeria. Le hice una seña para que se uniera a nosotros. Valeria llegó rápidamente y me abrazó con fuerza, su perfume floral llenando mis sentidos.

—No puedo creer la interpretación de Gabriela y Alejandro, y peor aún la humillación que pasaron —dijo Valeria, aún impactada.

Sentí una punzada de tristeza. Aunque Gabriela y Alejandro habían cometido errores, la crítica había sido demasiado dura.

—Lo sé, me sentí mal por ellos. Aunque dijeron lo que dijeron, creo que fueron demasiado duros —respondí, tratando de mantener la compostura.

Leonardo, levantando una ceja mientras bebía agua, intervino —Se lo merecían. Eran unos altaneros y se confiaron. Deben aprender de sus errores.

Valeria, cruzándose de brazos. —Por primera vez concuerdo con Leonardo.

Reí y negué con la cabeza mientras Valeria me abrazaba de nuevo. Sentí su calidez y me reconfortó. Cuando nos separamos, el presentador pidió a todos que volvieran a sus lugares, ya que la decisión estaba tomada. Un nudo se formó en mi estómago, la angustia y el miedo me invadieron. Comencé a sudar y mis manos temblaban. Al mirar mis manos, vi cómo temblaban, pero unas manos grandes las detuvieron. Levanté la vista y encontré a Leonardo mirándome fijamente.

—Tranquila, no hay de qué preocuparse. Lo hicimos excelente y, aunque no ganemos, sabemos que fuimos de los mejores. Además, superamos un gran reto —dijo Leonardo con una sonrisa tranquilizadora.

Le devolví la sonrisa, sintiendo un poco de alivio. —Tienes razón. Quien sea el ganador, nosotros ganamos mucho esta noche.

Leonardo me miró intensamente a los ojos. —Gané mucho esta noche, Sofi.

Nuestras miradas se encontraron y, por un momento, el mundo exterior desapareció. Leonardo bajó la mirada a mis labios, que humedecí nerviosamente. Él tragó saliva y volvió a mirarme a los ojos.

—Deberíamos ir a los asientos —dijo finalmente Leonardo, rompiendo el hechizo.

Confundida por mis propios sentimientos, lo seguí hasta los asientos. Leonardo se sentó con una mano en la mandíbula y la mirada perdida.

Mientras me sentaba en mi asiento, mis pensamientos se arremolinaban como un torbellino incontrolable. No entendía por qué Leonardo siempre lograba calmarme.

A su lado, me sentía nerviosa y en paz al mismo tiempo. Era una contradicción que no podía resolver. El aire en la sala estaba cargado de una mezcla de perfumes y el leve olor a madera del escenario. Mis pensamientos fueron interrumpidos cuando el presentador comenzó a hablar en medio del escenario. A su lado, dos muchachas sostenían los trofeos del concurso y un cheque gigante de 20,000 dólares, 10,000 para cada uno de los ganadores.

El nerviosismo me invadió de nuevo, y sentí cómo mi cuerpo comenzaba a sudar.

Miré a Leonardo y noté que, aunque su rostro reflejaba tranquilidad y seguridad, su pierna se movía rápidamente, un claro signo de nerviosismo. Al sentir mi mirada, Leonardo se quitó la mano de la mandíbula y la colocó sobre mi mano, que descansaba sobre mi muslo descubierto. El contacto me hizo sentir aún más nerviosa, y comencé a sudar más. Un remolino de emociones se agitaba en mi interior, sin saber si era por la revelación del ganador o por la acción de Leonardo.

Nos sonreímos y volvimos nuestra atención al presentador, quien decía unas palabras de aliento.

—Todos lo hicieron genial. Muchos de ustedes tienen una gran carrera por delante, así que no se desmotiven —su voz resonaba en la sala, amplificada por los altavoces, y cada palabra parecía aumentar la tensión en el ambiente.

El presentador hizo una pausa dramática y luego dijo.

—¡Tambores, por favor!

Todos en la sala comenzaron a golpear el suelo con los pies, simulando el sonido de tambores, creando una tensión palpable. El sonido reverberaba en las paredes, haciendo que mi corazón latiera aún más rápido.

—¡LOS GANADORES SON LEONARDO SMITH Y SOFÍA MILLER! —anunció el presentador.

El lugar estalló en aplausos, gritos y silbidos. Todavía impactada, miré a Leonardo, quien saltó de su asiento celebrando. Al verme, me tomó de la mano y me jaló para levantarme, abrazándome con fuerza. Aún en estado de shock, sonreí como una tonta y me separé de él.

—Lo hicimos, Leonardo —dije, mi voz temblando de emoción.

Leonardo me tomó la cara entre sus manos y susurró cerca de mí.

—Lo hicimos, Sofi.

Me puse nerviosa y lo miré a los ojos. Leonardo bajó la mirada a mis labios, y yo los humedecí nerviosamente. Tragó saliva y se apartó, diciendo.

—Tenemos que ir al escenario.

Mientras caminábamos, varios reporteros nos hacían preguntas, otras personas nos felicitaban y muchas cámaras nos grababan y tomaban fotos. El bullicio a nuestro alrededor era ensordecedor, pero todo parecía un murmullo lejano comparado con el latido de mi corazón.

Llegamos al escenario y nos entregaron nuestros premios. El presentador, con una sonrisa amplia, nos felicitó por nuestro gran empeño y trabajo.

—¡Felicidades a ambos por su increíble talento y dedicación! Ahora, por favor, colóquense para una foto.

Nos movimos hacia el centro del escenario, pero estábamos algo separados. El camarógrafo, ajustando su cámara.

— ¿Podrían acercarse un poco más? — nos preguntó con una sonrisa y mientras hacía un gesto con las manos de que nos acercáramos.

Leonardo, al notar la distancia entre nosotros, levantó una ceja y sonrió de lado. Con un gesto decidido, me tomó de la mano y me jaló hacia él, haciendo que me estrellara contra su pecho. Pasó un brazo por mi cintura, y yo, ruborizada y nerviosa, lo miré.

—Leonardo...— me salió la voz temblorosa.

Él bajó la mirada para observarme, sus ojos grises brillando con una mezcla de diversión y ternura.

— Tranquila, solo es una foto.— dijo en voz baja.

En ese momento, escuchamos el flash de la cámara. Volteamos a ver al camarógrafo, quien nos miraba con una expresión satisfecha.

— ¡Esa foto está magnífica! Vamos a tomar otra. Miren hacia aquí, por favor.— dijo mencionado mientras volvía ajustar su cámara.

Nos giramos hacia la cámara, y el destello volvió a iluminar nuestros rostros. Sentí que el tiempo se detenía, capturando un momento que, para mí, parecía sacado de un sueño.

¿Cómo puede un simple momento sentirse tan especial?

Leonardo, aún con su brazo alrededor de mi cintura, me dio un apretón suave, como si entendiera mis pensamientos.

— Lo hicimos bien, Sofi.

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