Mientras bailábamos, Leonardo me miró con una intensidad que me hizo sentir vulnerable. Sentí que podía ver a través de mí, que conocía mis secretos y mis miedos. Pero en lugar de sentirme incómoda, me sentí segura. Me sentí como si estuviera en casa.
De repente, Leonardo se detuvo y me miró fijamente. Sin decir una palabra, se acercó a mí y presionó sus labios contra los míos. Me sorprendió, pero no me resistí. De hecho, me sentí atraída hacia él, como si una fuerza magnética nos uniera. El beso fue intenso y apasionado, con una mezcla de emociones y alcohol. Nos besamos como si no hubiera un mañana, como si solo existiéramos nosotros dos en ese momento. La música y la multitud desaparecieron, y solo quedamos Leonardo y yo, perdidos en nuestro propio mundo. El beso duró lo que pareció una eternidad, hasta que finalmente nos separamos, jadeando y mirándonos con una mezcla de sorpresa y confusión. ¿Qué habíamos hecho? ¿Qué significaba eso? Nos miramos durante un momento, sin decir una palabra. Luego, Leonardo sonrió y me tomó la mano. —Vamos a salir de aquí —dijo, y me llevó fuera del club, lejos de la música y la multitud. Una vez fuera del club, Leonardo me llevó a su coche, estacionado en una calle cercana. Nos montamos y, sin decir una palabra, comenzamos a besarnos con más intensidad que antes. La pasión y el deseo se apoderaron de nosotros, y no pudimos contenernos. Leonardo condujo hasta su casa, que estaba cerca. Me sentía como si estuviera en un sueño, con mi corazón latiendo a mil por hora. Al llegar a su casa, nos besamos con más fuerza, como si no hubiera un mañana. Leonardo caminó hacia atrás, sin dejar de besarme, y de repente, cayó en el sofá conmigo encima de él. Nos reímos, pero nos detuvimos al mirarnos intensamente. Rompiendo la distancia, lo jalé hacia mí, besándolo con todas mis fuerzas. Leonardo respondió con igual pasión, y nos sumergimos en un beso apasionado, sin preocuparnos por nada más. En ese momento, todo lo demás desapareció. Solo estábamos Leonardo y yo, perdidos en nuestro propio mundo de pasión y deseo. Leonardo se levantó conmigo en brazos, agarrándome por los glúteos, y subió las escaleras arriba mientras seguíamos besándonos apasionadamente. No podía creer lo que estaba sucediendo, pero no quería detenerlo. Quería sentir su piel contra la mía, su calor, su pasión. Cuando llegamos a la habitación de Leonardo, la cerró con el pie y se dirigió a la cama. Me dejó caer suavemente sobre el colchón, mientras seguía besándome. Sus labios descendieron al cuello, y sentí un estremecimiento de placer. Luego, comenzó a quitarme el corset que llevaba, y su mirada se detuvo en mis senos desnudos. No llevaba brasier, y Leonardo lo sabía. Me miró con una mezcla de sorpresa y deseo, y supe que estaba perdida. Me sentí vulnerable, expuesta, pero también segura. Leonardo se inclinó hacia mí, y su boca cubrió mi pecho. Sentí un estremecimiento de placer, y mi cuerpo respondió a su tacto. Me sentí viva, conectada a él de una manera que nunca había experimentado antes. Mientras seguía besándome, Leonardo comenzó a quitarse la ropa. Se desabotonó la camisa, revelando su pecho fuerte y definido. Luego, se quitó los pantalones, mostrando sus muslos fuertes y su ropa interior negra. Me sentí excitada, viendo su cuerpo desnudo. Me gustaba lo que veía, y quería más. Quería sentir su piel contra la mía, su calor. Leonardo me miró con una mezcla de deseo y admiración, y luego se inclinó hacia mí para quitarme las botas. Me las desabrochó y me las quitó, revelando mis piernas desnudas. Luego, Leonardo se centró en mi falda negra. Me la desabrochó y me la bajó por las piernas, revelando mi tanga negra. Finalmente, Leonardo me quitó la tanga negra, dejándome completamente desnuda. Leonardo me miró con lujuria, y luego se inclinó hacia mí para besarme de nuevo. Leonardo me besó con fuerza, su lengua explorando mi boca. Me sentí abrumada por su pasión, su deseo. Me agarró por las caderas y me acercó a él, presionando su cuerpo contra el mío. Sintiendo su erección todavía dentro de su bóxer. Me agarró por las muñecas y me las puso sobre mi cabeza, inmovilizándome. De repente, Leonardo se detuvo y me miró fijamente. Sin decir una palabra, se levantó y se quitó el bóxer. Me quedé sin aliento al ver su cuerpo desnudo. Algo sorprendía por lo grande y grueso que era su miembro, se acercó a su mesa de noche y sacó un preservativo y con los dientes lo rompió y se lo colocó. Tragué saliva mientras lo miraba acercarse con una mirada llena de deseo y una sonrisa de lado, se subió encima de mí y me comenzó a besar el cuello y se acercó a mi oído. — Abre las piernas para mí, nena. — me dio un pequeño mordisco en el lóbulo. Sentía como temblaba todo en mi interior, era demasiada la excitación. Sentía que salían chorros dentro mío. Abrí las piernas y él se coló entre mis piernas y me besó el cuello, yo soltaba gemidos y buscaba sentir la fricción de su cuerpo desnudo con el mío, se regresó a mis labios y se acomodó el pene en mi entrada. — Estás tan mojada, y me prende que sea por mí. — agarra un pecho y lo aprieta, solo suelto gemidos. Comenzó a introducirse lentamente, sentí un poco de dolor por lo ancho que era, solté un quejido de dolor y Leonardo me susurró en el oído. —relájate nena, ábrete más para mí. Sentí escalofríos y solté un gemido cuando se introducía más. — así nena, estás bien apretada.— gruño mientras me la insertaba toda solté un grito ahogado. Se quedó quieto para que me acostumbrara y comenzó a moverse lentamente, sentía algo de molestia, pero era más la sensación satisfacción. Gemía y Leonardo comenzó a bombear más rápido . —Leo.— gemía como una loca. —si nena, ¿te gusta así? Yo no podía ni hablar por la sensación que me estaba provocando, Solo asentía. Sentí que comenzó a embestirme lento y fuerte. Gemía por cada embestida. — te hice una pregunta—me agarró el cuello y me hizo mirarlo. — Me encanta. — dije en susurro apenas y podía hablar. Comenzó a bombear rápido y duro. Salió de mí, confundida, voltee a verlo y con un solo movimiento me volteó dejándome boca abajo. Me levantó el culo y me lo metió de una, solté un pequeño grito y me sostuve para no irme hacia adelante, sentí una nalgada en mi culo y me sobresalté mientras gemía. — qué rico culo tienes. — me decía mientras me lo sobaba y me daba otra. Yo solo gemía como una gata en celo. Me agarró del cabello y me jaló hacia él mientras me seguía bombeando y me comenzó a dar besos y pequeños mordiscos — eres una chica muy obediente, así me encantan. Dirigí mi vista a él con mirada de lujuria y gimiendo él me regresó la mirada — esa carita de inocente no sabe cómo me prende. — gruñó mientras me besaba y me bombeaba más rápido. Sentía que llegaba a mi orgasmo y también Leonardo comencé a sentir su pene más duro y comencé apretarlo. — así nena, apriétamelo.— con eso me dejé ir, llegué al orgasmo. Leonardo siguió bombeando hasta que gruñó dando entender que también llegó al orgasmo. Salió y yo me dejé caer en la cama rendida. Mire como se quitó el preservativo y lo tiró al bote de basura y llegó a mi lado y se acostó acomodándome a su pecho y tapándonos me dio un beso en la frente. — hay que dormir. — Yo simplemente asentí y me desmayé.Me despierto por la mañana con un dolor de cabeza punzante, consecuencia de la resaca. Intento moverme, pero siento un peso en mi cintura. Bajo la mirada y veo un brazo masculino rodeándome. Me sobresalto y abro los ojos de par en par. Me incorporo y volteo hacia la persona que está a mi lado, y me encuentro con Leonardo dormido. De repente, todo lo ocurrido la noche anterior cae sobre mí como un balde de agua fría.Me cubro la cara con las manos, intentando procesar lo que había sucedido. Quito lentamente el brazo de Leonardo y salgo de la cama con cuidado de no despertarlo. Busco mi ropa y me la coloco rápidamente, mientras pienso en cómo salir de esta situación. No puedo creer lo que he hecho.Salgo de la habitación sin hacer ruido y me dirijo hacia la puerta principal. La abro y salgo huyendo de la casa, sin saber hacia dónde voy, solo sé que necesito alejarme de Leonardo y de lo que había sucedido.Mientras camino, intento recordar los detalles de la noche anterior, pero todo es
Unos minutos después, escucho el timbre de la puerta. Me levanto rápidamente y abro, encontrándome con Valeria, quien me mira con preocupación. —Sofía, ¿qué ha pasado? —pregunta mientras entra y cierra la puerta detrás de ella. Nos dirigimos al sofá y me siento a su lado, sintiendo que las lágrimas vuelven a amenazar con salir. —Es Leonardo —empiezo, y Valeria asiente, animándome a continuar—. Anoche... algo pasó entre nosotros. Y esta mañana, le dije que no significó nada para mí, pero no es verdad. Le mentí porque tenía miedo. Valeria me mira con comprensión y toma mis manos entre las suyas. —¿Miedo de qué, Sofía? —De mis sentimientos. No sé si lo que siento por él es solo deseo o algo más. No quiero arruinar nuestra amistad, pero lo que pasó anoche fue increíble. Me hizo sentir cosas que nunca había sentido antes. Valeria asiente, escuchando atentamente. —Es normal tener miedo, Sofía. Pero también es importante ser honesta contigo misma y con él. Si realmente sientes algo p
Después de salir del parque, decido que necesito hablar con alguien que pueda ofrecerme una perspectiva diferente. Alguien que siempre ha sido honesta conmigo. Marco el número de Valeria, mi mejor amiga, y espero a que conteste.—¿Sofía? ¿Qué pasa? —pregunta Valeria al contestar.—¿Puedo ir a tu casa? Necesito hablar contigo —le digo, tratando de mantener mi voz firme.—Claro, ven cuando quieras. Estoy en casa.Cuelgo y me dirijo a la casa de Valeria. El camino me da tiempo para ordenar mis pensamientos, aunque el dolor y la confusión siguen presentes. Cuando llego, Valeria me recibe con una sonrisa cálida y me invita a pasar.—¿Qué ha pasado? —pregunta, guiándome hacia el salón.Nos sentamos en el sofá y, sin poder contenerme más, le cuento todo lo que ha sucedido con Leonardo. Valeria escucha atentamente, sin interrumpirme.—Sofía, lo siento mucho. Leonardo no tenía derecho a hablarte así. Pero también creo que esto te ha mostrado quién es realmente. Y aunque duela, es mejor saberl
Al día siguiente, me desperté con una mezcla de emoción y nerviosismo. Me preparé rápidamente y me dirigí a la academia, donde me encontraría con los miembros de la orquesta con los que trabajaría. Al llegar, me sorprendí al ver que todos eran jóvenes, llenos de energía y entusiasmo.En el centro de la sala, el profesor Martínez conversaba con una mujer elegante, de porte distinguido. Al verme, Martínez me hizo señas para que me acercara. Obedecí y me aproximé con una sonrisa tímida.—Buenos días, Sofía —dijo el profesor Martínez con una sonrisa cálida—. Quiero presentarte a la señora Elena García, la encargada de la orquesta.La señora García extendió una mano elegante y yo la estreché con respeto.—Es un placer conocerte, Sofía —dijo la señora García—. He oído mucho sobre tu talento. Tu lugar será en la primera fila, junto a los otros violinistas principales. En unos minutos comenzaremos el primer ensayo.Asentí, sintiendo una oleada de orgullo y responsabilidad. Me dirigí hacia l
Diego y yo llegamos al pequeño café que había sugerido. Era un lugar acogedor, con mesas de madera y una atmósfera tranquila. Nos sentamos en una mesa junto a la ventana, desde donde se podía ver la calle llena de vida.—Entonces, cuéntame todo —dijo Diego mientras nos acomodábamos—. ¿Cómo fue el ensayo?Sonreí, emocionada por compartir mi experiencia.—Fue increíble. La señora García es una directora fantástica. Nos hizo trabajar en la sincronización y la armonía desde el principio. Me sentí un poco nerviosa al principio, pero luego me dejé llevar por la música. Los otros músicos son muy talentosos y me sentí muy bien acogida.Diego me escuchaba atentamente, asintiendo de vez en cuando. Su interés genuino me hacía sentir valorada.—Eso suena genial, Sofía. Estoy seguro de que te irá muy bien en esta orquesta. ¿Y qué tal la señora García? ¿Es tan estricta como dicen?—Es exigente, pero también muy comprensiva. Nos da muchas indicaciones para mejorar, pero siempre de una manera constru
Después de salir del baño, me dirigí de regreso a la fiesta, intentando olvidar lo que había pasado con Leonardo. Me sentía confundida y un poco nerviosa, pero también aliviada de haberme alejado de él.Cuando llegué a la pista de baile, vi a Diego bailando con Ana, una de mis compañeras de la orquesta. Me sonrió al verme y me hizo un gesto para que me uniera a ellos. Me sentí agradecida de verlo y me uní al baile.Diego me tomó la mano y me acercó a él.—¿Estás bien? —me preguntó, mirándome con preocupación.—Sí, estoy bien —le respondí, sonriendo—. Solo necesitaba retocarme un poco el maquillaje.Diego me creyó y continuamos bailando. Me sentía segura y protegida a su lado, y la música y la risa de los demás me ayudaron a olvidar lo que había pasado con Leonardo.Pero justo cuando pensaba que la noche iba a seguir sin incidentes, vi a Leonardo de nuevo. Esta vez, estaba en la barra, bebiendo un trago y mirándome con una expresión que me heló la sangre.Me sentí un escalofrío recorre
Diego y yo salimos de la academia y nos dirigimos a un café cercano para relajarnos después del ensayo. La tarde estaba fresca y agradable, y el ambiente del café era acogedor. Nos sentamos en una mesa junto a la ventana, desde donde podíamos ver la calle llena de vida.—Me alegra que hayas venido al ensayo —dije, sonriendo a Diego mientras tomábamos asiento—. Tu presencia me dio mucha confianza.Diego sonrió y tomó un sorbo de su café.—Me alegra escuchar eso. Disfruté mucho viéndote tocar. Eres increíble, Sofía.Sentí un rubor en mis mejillas y bajé la mirada, agradecida por sus palabras.—Gracias, Diego. Significa mucho para mí.Pasamos un rato conversando sobre la música y nuestros planes para el futuro. Diego me contó sobre algunos proyectos en los que estaba trabajando, y yo le hablé de mis expectativas para la temporada con la orquesta. Su entusiasmo y apoyo me hacían sentir más segura y motivada.De repente, Diego cambió de tema, su expresión se volvió un poco más seria.—Sofí
Mientras caminaba hacia la puerta de mi casa, sentí una mezcla de emociones: enojo, confusión y algo más que no podía identificar. Me detuve antes de entrar y me giré para mirar a Leonardo, que seguía sentado en el coche, observándome con una expresión de arrepentimiento.Nos quedamos en silencio por un momento, simplemente mirándonos. Finalmente, Leonardo cambió su expresión endureciéndose. Sin decir una palabra más, se giró y encendió el motor, y justo cuando iba a abrir la puerta de mi casa, escuché el chirrido de las llantas del coche de Leonardo al alejarse rápidamente.Me quedé inmóvil por un momento, sintiendo una mezcla de tristeza y esperanza. Sabía que la noche había sido un torbellino de emociones y que las cosas no serían fáciles de ahora en adelante. Entré a mi casa, cerrando la puerta detrás de mí, y me apoyé contra ella, dejando escapar un suspiro. La incertidumbre sobre lo que vendría después me pesaba, pero también sentía una extraña sensación de alivio.Caminé hacia