La música seguía envolviéndonos, cada vez más intensa. Mateo se inclinó hacia mí, su aliento cálido en mi oído.
—¿Te gustaría salir a tomar un poco de aire? —preguntó, su voz suave pero firme. Asentí, sintiendo que necesitaba un respiro del calor y la multitud. Tomó mi mano y me guió a través de la pista de baile, esquivando a los demás bailarines. Valeria me lanzó una mirada cómplice y me hizo un gesto de aprobación antes de que saliéramos del club. El aire fresco de la noche me golpeó en el rostro cuando salimos. Respiré hondo, sintiendo cómo el frío despejaba mi mente. Mateo no soltó mi mano, y me llevó a un rincón tranquilo, lejos del bullicio. —Es mucho mejor aquí afuera —dijo, sonriendo—. A veces, la música y la gente pueden ser abrumadoras. —Sí, definitivamente —respondí, sintiendo cómo mi corazón latía con fuerza, no solo por el baile, sino también por la cercanía de Mateo. Nos quedamos en silencio por un momento, disfrutando de la tranquilidad. Mateo me miró a los ojos, su expresión se volvió más seria. —Sofía, hay algo en ti que me atrae. No sé qué es, pero desde que te vi, no he podido dejar de pensar en ti. Me sonrojé de nuevo, sintiendo una mezcla de sorpresa y alegría. —Mateo, apenas nos conocemos, pero siento lo mismo. Es como si hubiera una conexión especial entre nosotros. Mateo sonrió y se acercó más, sus ojos brillando con intensidad. —Entonces, ¿te gustaría conocernos mejor? —preguntó, su voz llena de esperanza. Asentí, sintiendo que mi corazón daba un vuelco. —Sí, me encantaría. Mateo tomó mi mano con más firmeza y me acercó a él, sus labios rozando los míos en un beso suave y tierno. Sentí una corriente eléctrica recorrer mi cuerpo, como si todo el universo se alineara en ese momento. Mateo y yo estábamos tan absortos en nuestro beso que no notamos la figura que se acercaba hasta que fue demasiado tarde. De repente, sentí una mano firme en mi brazo, separándome bruscamente de Mateo. Me giré, sorprendida, y vi a Leonardo, su expresión dura y sus ojos llenos de una intensidad que me hizo estremecer. Mateo miró a Leonardo, claramente confundido por la interrupción. Leonardo se aclaró la garganta, su mirada pasando de mí a Mateo y luego de vuelta a mí, notando cómo los brazos de Mateo aún estaban en mi cintura. —Te estaba buscando, Sofía. ¿Podemos hablar? —dijo Leonardo, su voz tranquila pero con un tono ronco que denotaba su tensión. Le lanzó una mirada fría a Mateo, quien retrocedió un paso, aún sin entender lo que estaba pasando. Confundida, asentí lentamente. —Claro, Leonardo. Mateo, te veo adentro —dije, tratando de mantener la calma mientras me alejaba de Mateo. Leonardo no apartó la mirada de Mateo hasta que pasé por su lado. Solo entonces se dio la vuelta y me siguió, su presencia imponente a mi lado. Sentía su tensión, y mi mente estaba llena de preguntas. ¿Por qué estaba aquí? ¿Qué quería decirme? Nos alejamos del bullicio del club, encontrando un rincón más tranquilo donde pudimos hablar sin ser interrumpidos. Finalmente, Leonardo se detuvo y se volvió hacia mí, su expresión aún seria. —Sofía, ¿qué estabas haciendo con ese tipo? —preguntó, su voz baja pero cargada de emoción contenida. Me crucé de brazos, tratando de mantener la compostura. —Solo estábamos hablando, Leonardo. No entiendo por qué te importa tanto —respondí, sintiendo una mezcla de confusión y frustración. Leonardo levantó una ceja, incrédulo. —¿Hablando? No sabía que ahora hablar se hacía tragándose —dijo, su tono sarcástico. —No entiendo por qué te importa tanto —respondí, sintiendo una mezcla de confusión y frustración. Leonardo suspiró, pasando una mano por su cabello. —Me importa porque... —hizo una pausa, como si estuviera buscando las palabras adecuadas—. Porque no quiero que te lastimen. Ese tipo es un desconocido. Lo miré, incrédula. —¿Qué dices? ¿Te preocupo? —pregunté, mi voz temblando ligeramente. Leonardo asintió, su mirada fija en la mía. —Sí, Sofía. No quisiera que te lastimaran. Eso hacen los amigos, cuidarse. —Ah, claro, los amigos —dije en un tono disgustado—. No te preocupes, Leonardo. Sé cuidarme sola. Si esa era tu preocupación, voy a regresar con Mateo. Me di la vuelta para irme, pero antes de dar un paso, escuché a Leonardo. —No —dijo, su voz firme. Me detuve y me giré, incrédula. —¿No? —repetí, mirándolo directamente. Tenía el ceño fruncido y la mandíbula apretada. Leonardo me miró con intensidad, su voz dura. —No quiero verte con él. Confundida, iba a preguntar a qué se refería, pero Leonardo continuó. —Es la fiesta de los dos. Por eso te estaba buscando, para pasarla juntos. Leonardo y yo nos quedamos en silencio por un momento, la tensión palpable entre nosotros. Finalmente, suspiré y decidí enfrentar la situación. —¿Por qué es tan importante para ti que pasemos esta fiesta juntos? —pregunté, tratando de entender sus motivos. Leonardo me miró con una mezcla de frustración y algo más profundo que no pude identificar. —Porque esta noche es especial. Es nuestra noche, Sofía. No quiero que la pases con alguien más. Sentí una mezcla de confusión y algo de esperanza. ¿Podría ser que Leonardo sintiera algo más por mí? —¿Nuestra noche? —repetí, tratando de comprender. Leonardo asintió, su mirada intensa. —Sí, nuestra noche. Hemos pasado por mucho juntos, y quiero que esta noche sea un momento para nosotros. Para recordar cómo nos hicimos amigos y por nuestro gran logro. Me crucé de brazos, tratando de mantener la compostura. —Estaba con Mateo, Leonardo. Se me hace de mala educación dejarlo ahí nomás —dije, sintiendo una mezcla de frustración y confusión. Leonardo apretó la mandíbula, su expresión se endureció. —Debe entender que los anfitriones somos nosotros. Después de tanto esfuerzo por ganar la competencia, debemos festejar como lo que somos: un equipo. Levanté una ceja, incrédula. —Desde que llegaste, simplemente me saludaste y te fuiste, dejándome ahí —respondí, mi tono lleno de disgusto. Leonardo bajó la mirada por un momento, como si estuviera considerando mis palabras. Luego, volvió a mirarme, su expresión más suave pero aún determinada. —Tienes razón, Sofía. Lo siento. No debí haberte dejado sola. Pero ahora estoy aquí, y quiero que celebremos juntos. Por favor, dame esa oportunidad. Suspiré, sintiendo una mezcla de emociones. Parte de mí quería seguir enojada, pero otra parte quería darle una oportunidad. —Está bien, Leonardo. Pero no vuelvas a hacer eso —dije finalmente, tratando de mantener mi voz firme. Leonardo asintió, una pequeña sonrisa asomando en sus labios. —Prometido. Ahora, vamos a disfrutar de nuestra noche. Nos dirigimos de vuelta al club, donde la música y las luces seguían envolviendo a la multitud. Mateo me vio regresar con Leonardo y levantó una ceja, claramente sorprendido. Le hice un gesto de disculpa y él asintió, comprendiendo que necesitaba este momento con Leonardo. Leonardo y yo nos unimos a la pista de baile, y aunque la música seguía retumbando, sentí que estábamos en nuestro propio mundo. Bailamos juntos, dejando que el ritmo nos guiara, y por primera vez en mucho tiempo, sentí que todo estaba en su lugar.Mientras bailábamos, Leonardo me miró con una intensidad que me hizo sentir vulnerable. Sentí que podía ver a través de mí, que conocía mis secretos y mis miedos. Pero en lugar de sentirme incómoda, me sentí segura. Me sentí como si estuviera en casa.De repente, Leonardo se detuvo y me miró fijamente. Sin decir una palabra, se acercó a mí y presionó sus labios contra los míos. Me sorprendió, pero no me resistí. De hecho, me sentí atraída hacia él, como si una fuerza magnética nos uniera.El beso fue intenso y apasionado, con una mezcla de emociones y alcohol. Nos besamos como si no hubiera un mañana, como si solo existiéramos nosotros dos en ese momento. La música y la multitud desaparecieron, y solo quedamos Leonardo y yo, perdidos en nuestro propio mundo.El beso duró lo que pareció una eternidad, hasta que finalmente nos separamos, jadeando y mirándonos con una mezcla de sorpresa y confusión. ¿Qué habíamos hecho? ¿Qué significaba eso?Nos miramos durante un momento, sin decir una
Me despierto por la mañana con un dolor de cabeza punzante, consecuencia de la resaca. Intento moverme, pero siento un peso en mi cintura. Bajo la mirada y veo un brazo masculino rodeándome. Me sobresalto y abro los ojos de par en par. Me incorporo y volteo hacia la persona que está a mi lado, y me encuentro con Leonardo dormido. De repente, todo lo ocurrido la noche anterior cae sobre mí como un balde de agua fría.Me cubro la cara con las manos, intentando procesar lo que había sucedido. Quito lentamente el brazo de Leonardo y salgo de la cama con cuidado de no despertarlo. Busco mi ropa y me la coloco rápidamente, mientras pienso en cómo salir de esta situación. No puedo creer lo que he hecho.Salgo de la habitación sin hacer ruido y me dirijo hacia la puerta principal. La abro y salgo huyendo de la casa, sin saber hacia dónde voy, solo sé que necesito alejarme de Leonardo y de lo que había sucedido.Mientras camino, intento recordar los detalles de la noche anterior, pero todo es
Unos minutos después, escucho el timbre de la puerta. Me levanto rápidamente y abro, encontrándome con Valeria, quien me mira con preocupación. —Sofía, ¿qué ha pasado? —pregunta mientras entra y cierra la puerta detrás de ella. Nos dirigimos al sofá y me siento a su lado, sintiendo que las lágrimas vuelven a amenazar con salir. —Es Leonardo —empiezo, y Valeria asiente, animándome a continuar—. Anoche... algo pasó entre nosotros. Y esta mañana, le dije que no significó nada para mí, pero no es verdad. Le mentí porque tenía miedo. Valeria me mira con comprensión y toma mis manos entre las suyas. —¿Miedo de qué, Sofía? —De mis sentimientos. No sé si lo que siento por él es solo deseo o algo más. No quiero arruinar nuestra amistad, pero lo que pasó anoche fue increíble. Me hizo sentir cosas que nunca había sentido antes. Valeria asiente, escuchando atentamente. —Es normal tener miedo, Sofía. Pero también es importante ser honesta contigo misma y con él. Si realmente sientes algo p
Después de salir del parque, decido que necesito hablar con alguien que pueda ofrecerme una perspectiva diferente. Alguien que siempre ha sido honesta conmigo. Marco el número de Valeria, mi mejor amiga, y espero a que conteste.—¿Sofía? ¿Qué pasa? —pregunta Valeria al contestar.—¿Puedo ir a tu casa? Necesito hablar contigo —le digo, tratando de mantener mi voz firme.—Claro, ven cuando quieras. Estoy en casa.Cuelgo y me dirijo a la casa de Valeria. El camino me da tiempo para ordenar mis pensamientos, aunque el dolor y la confusión siguen presentes. Cuando llego, Valeria me recibe con una sonrisa cálida y me invita a pasar.—¿Qué ha pasado? —pregunta, guiándome hacia el salón.Nos sentamos en el sofá y, sin poder contenerme más, le cuento todo lo que ha sucedido con Leonardo. Valeria escucha atentamente, sin interrumpirme.—Sofía, lo siento mucho. Leonardo no tenía derecho a hablarte así. Pero también creo que esto te ha mostrado quién es realmente. Y aunque duela, es mejor saberl
Al día siguiente, me desperté con una mezcla de emoción y nerviosismo. Me preparé rápidamente y me dirigí a la academia, donde me encontraría con los miembros de la orquesta con los que trabajaría. Al llegar, me sorprendí al ver que todos eran jóvenes, llenos de energía y entusiasmo.En el centro de la sala, el profesor Martínez conversaba con una mujer elegante, de porte distinguido. Al verme, Martínez me hizo señas para que me acercara. Obedecí y me aproximé con una sonrisa tímida.—Buenos días, Sofía —dijo el profesor Martínez con una sonrisa cálida—. Quiero presentarte a la señora Elena García, la encargada de la orquesta.La señora García extendió una mano elegante y yo la estreché con respeto.—Es un placer conocerte, Sofía —dijo la señora García—. He oído mucho sobre tu talento. Tu lugar será en la primera fila, junto a los otros violinistas principales. En unos minutos comenzaremos el primer ensayo.Asentí, sintiendo una oleada de orgullo y responsabilidad. Me dirigí hacia l
Diego y yo llegamos al pequeño café que había sugerido. Era un lugar acogedor, con mesas de madera y una atmósfera tranquila. Nos sentamos en una mesa junto a la ventana, desde donde se podía ver la calle llena de vida.—Entonces, cuéntame todo —dijo Diego mientras nos acomodábamos—. ¿Cómo fue el ensayo?Sonreí, emocionada por compartir mi experiencia.—Fue increíble. La señora García es una directora fantástica. Nos hizo trabajar en la sincronización y la armonía desde el principio. Me sentí un poco nerviosa al principio, pero luego me dejé llevar por la música. Los otros músicos son muy talentosos y me sentí muy bien acogida.Diego me escuchaba atentamente, asintiendo de vez en cuando. Su interés genuino me hacía sentir valorada.—Eso suena genial, Sofía. Estoy seguro de que te irá muy bien en esta orquesta. ¿Y qué tal la señora García? ¿Es tan estricta como dicen?—Es exigente, pero también muy comprensiva. Nos da muchas indicaciones para mejorar, pero siempre de una manera constru
Después de salir del baño, me dirigí de regreso a la fiesta, intentando olvidar lo que había pasado con Leonardo. Me sentía confundida y un poco nerviosa, pero también aliviada de haberme alejado de él.Cuando llegué a la pista de baile, vi a Diego bailando con Ana, una de mis compañeras de la orquesta. Me sonrió al verme y me hizo un gesto para que me uniera a ellos. Me sentí agradecida de verlo y me uní al baile.Diego me tomó la mano y me acercó a él.—¿Estás bien? —me preguntó, mirándome con preocupación.—Sí, estoy bien —le respondí, sonriendo—. Solo necesitaba retocarme un poco el maquillaje.Diego me creyó y continuamos bailando. Me sentía segura y protegida a su lado, y la música y la risa de los demás me ayudaron a olvidar lo que había pasado con Leonardo.Pero justo cuando pensaba que la noche iba a seguir sin incidentes, vi a Leonardo de nuevo. Esta vez, estaba en la barra, bebiendo un trago y mirándome con una expresión que me heló la sangre.Me sentí un escalofrío recorre
Diego y yo salimos de la academia y nos dirigimos a un café cercano para relajarnos después del ensayo. La tarde estaba fresca y agradable, y el ambiente del café era acogedor. Nos sentamos en una mesa junto a la ventana, desde donde podíamos ver la calle llena de vida.—Me alegra que hayas venido al ensayo —dije, sonriendo a Diego mientras tomábamos asiento—. Tu presencia me dio mucha confianza.Diego sonrió y tomó un sorbo de su café.—Me alegra escuchar eso. Disfruté mucho viéndote tocar. Eres increíble, Sofía.Sentí un rubor en mis mejillas y bajé la mirada, agradecida por sus palabras.—Gracias, Diego. Significa mucho para mí.Pasamos un rato conversando sobre la música y nuestros planes para el futuro. Diego me contó sobre algunos proyectos en los que estaba trabajando, y yo le hablé de mis expectativas para la temporada con la orquesta. Su entusiasmo y apoyo me hacían sentir más segura y motivada.De repente, Diego cambió de tema, su expresión se volvió un poco más seria.—Sofí