En la secuela de Alfa del Valle, la guerra entre lobos y vampiros recrudece, convirtiéndose en todo un desafío para que Mael y Risa estén juntos, que están decididos a construir un hogar y formar una familia. Pero un peligro acecha desde la fortaleza de los vampiros en el norte. Un peligro que ignoran, y que bien podría frustrar todos sus sueños y esperanzas, precipitando sus vidas en un abismo del que es casi imposible escapar. Porque si hay algo que la reina de los vampiros no tolera es la derrota. Los lobos se han atrevido a desafiarla, usurpándole territorios y frustrando todos sus intentos de recuperarlos. Y el principal culpable es ese Alfa joven y temerario. La reina decide darle una lección que no olvidará jamás, y atrapar a la mujer que lo acompaña, para averiguar por qué, a pesar de ser humana, se ve como ella y los contados miembros de la realeza de los vampiros.
Leer másTal como previéramos, la destrucción del poblado y los cultivos mantuvo alejados a los parias y sus vasallos de las orillas del Launne. Se cuidaron de mantenerse a distancia, usando las colinas para ocultar sus movimientos. Y tal como previéramos, centraron sus ataques en los puestos al oeste de Reisling.Con cada nuevo parte que Mendel me enviaba, dábamos gracias a Dios por la providencial llegada de los solitarios. Sin ellos, no habríamos podido sostener nuestra posición en el recodo. Mi hermano y sus hijos se habían adentrado en las tierras al norte del puesto de Maddox, acompañados por unos pocos solitarios, hallando tierras baldías hasta que se aproximaron a las colinas.Allí descubrieron una ciudad rodeada por tierras de cultivo y pastoreo, y Mendel estimó que albergaba al menos un millar de habitantes. Evitaron el territorio controlado por los humanos, con intenciones de averiguar qu&ea
—Comienza a hacerle masajes espinales —le indiqué, riendo por lo bajo con ella.Mientras ella lo masajeaba suavemente, yo intentaba guiarlo con mi mente.Nos llevó un buen rato, pero al fin tuvimos éxito.Para nuestra sorpresa, Malec se descubrió tendido boca abajo en la cama y se apresuró a sentarse. Se miró las manitos, se tocó los pies, nos miró con ojos muy abiertos y se echó a llorar desconsoladamente.Risa se volvió hacia mí desconcertada.—¡Guau! —gimió Malec, tratando de imitar un ladrido.—Creo que quiere volver a estar en cuatro patas —le dije a Risa, observándolo—. ¿Quieres ser lobo, hijo?—¡Lo! ¡Guau!—Bien, deja de llorar y presta atención.El bebé obedeció como si hubiera entendido cada palabra. Y quizás as&iacut
Mi incapacidad de moverme bien en cuatro patas me obligó a dejar a Baltar al mando de la defensa de esa zona, como antes de la ofensiva. Una decisión que alegró a mi primo, un guerrero avezado que en los últimos años no había tenido muchas oportunidades de participar en la lucha y añoraba estar en el frente.Pero el ocio administrativo no era para mí. Dejé a Bricio, el hijo mayor de Baltar, racionando alimentos para el invierno y atendiendo las menudencias cotidianas, y me dediqué a preparar el puesto, en caso que este invierno fuera tan riguroso como el anterior.Con eso en mente, me llevé a los Omegas al bosque, donde cortamos cuanto árbol caído encontramos para hacer sólidos postes de dos metros de largo. Sabía que no nos alcanzarían para lo que tenía en mente, de modo que dejé a la mitad de los muchachos hachando árboles muertos que a
Habiendo aclarado la cuestión, al menos de momento, Risa nos dejó platicando para preparar el almuerzo, aunque su vista se desviaba involuntariamente hacia la ventana cada pocos minutos.—¿Por qué no vas a ver cómo está Malec, amor? —sugerí al notarlo.Risa apretó los labios y meneó la cabeza, volviendo a atender a la salsa que cocinaba.—Tengo que aprender a no tenerlo pegado a mis faldas a toda hora —respondió con la vista baja.—Pero cuesta —tercié sonriendo.—No te preocupes, Risa. Si le pasara algo, ya se habría enterado todo el puesto —intervino Mendel.—Es cierto. Bien, ¿cómo está todo en el puesto del oeste?—Rathcairn —me interrumpió Mendel.—¿Le dieron nombre? —inquirió Risa desde la cocina—. ¿Qué
El acento de Risa me hizo impulsarme hacia atrás para sentarme mejor en la cama. Recordé de inmediato la conversación que tuviéramos antes de la batalla y creí adivinar a qué se refería.—¿Por los cachorros? —inquirí—. Mendel nos hará saber tan pronto haya ido.—Me dijiste que la Luna vive sola con sus hijos en un vallecito en medio del bosque, ¿verdad?—Así es.—A dos días de la aldea.—Menos si vas en cuatro patas.—Y es lo único que se interpone entre tus tierras…—Nuestras tierras.—Nuestras tierras y las que rige un paria, ese supuesto gobernador blanco.—Dilo ya, amor mío. ¿Qué es lo que te inquieta?—¿Cómo sabes que no han ocupado ya el valle, y la Luna y sus hijos siguen vivos?&mda
Ir de casa al edificio principal fue un trámite lento y doloroso por dos o tres semanas. Cada herida con plata, por leve que fuera, tardaba más en sanar que la anterior. Y ésta era la cuarta que recibía.Sin embargo, distó de ser una temporada ociosa.Sólo una semana después de la batalla, Eamon llegó a Reisling con Casey y Alfa Endre. Los seguían una veintena de lobos de su clan y el doble de solitarios. Según me explicaron, los ganaba la ansiedad por llegar, de modo que se habían adelantado. Muriel y varias exploradoras de los tres clanes habían permanecido con las mujeres y los niños, para guiarlas y asistirlas en el viaje. Casey estimaba que les llevaría otra semana alcanzar la frontera.Se imponía sentarnos a decidir qué harían y dónde, y Risa insistió en que la reunión se llevara a cabo en casa. Artos se nos unió para aquel consejo de guerra improvisado, y llegó con Baltar, Eamon, Alfa Endre y dos representantes de los solitarios, Mi pequeña, con ayuda de Aine y dos más de las n
Bardo llegó al puesto de Owen en la mañana después de la batalla, y preferí anticiparle a Risa que estaba herido, pero no de gravedad, y que regresaría tan pronto pudiera volver a montar.Me llevó dos días miserables, tendido en un catre como un inválido mientras todo el mundo corría de aquí para allá, ocupados con los refugiados y disponiendo la defensa por si los parias regresaban.Bardo iba y venía con las preguntas de Risa sobre mi estado y mis respuestas tranquilizadoras, asegurándole que mi herida era más dolorosa que grave, y que no había nada de qué preocuparse.Al fin fui capaz de levantarme y renquear hasta mi semental, que me recibió con un relincho de alegría. Le di una manzana con mi frente contra su cuello, acariciándolo mientras le agradecía en susurros por salvarme la vida.Precisé que me sostuv
No me interesaba pecar de valiente, pero sabía que no podía quedarme allí esperando su ataque.Tomé el hacha pequeña que colgaba de mi silla de montar, taloneé mi semental y me lancé al galope contra ella. Los demás vinieron detrás de mí sin vacilar. Mendel y Artos me gritaron para que me detuviera. No respondí y me cerré a todos, los ojos fijos en mi enemiga jurada, el corazón batiendo en mi pecho como un tambor.Desvié su primer golpe con el hacha, ignorando el dolor que se extendió por todo mi brazo izquierdo y descargué mi espada contra ella. Pero nuestros caballos traían demasiado impulso para detenerse y continuaron unos metros más en direcciones opuestas.Las otras amazonas ya llegaban. Las ignoré, dejando que los demás se encargaran de ellas, hice voltear mi semental y volví a azuzarlo contra Olena, que hac&ia
Fue un choque brutal.Por suerte habíamos tenido la previsión de traer caballos para la mayoría de los que íbamos en dos piernas. Los que no tenían cabalgadura, se apresuraron a cambiar y formarse tras Artos, que dejó el resto de la evacuación a Eamon y los suyos y se nos unió con todos los de su clan y el mío que iban en cuatro patas.Nuestros arqueros se lucieron esa noche, descargando salva tras salva y diezmando las primeras filas de vasallos. Los enemigos formaban como siempre: los soldados de a pie primero, luego su reducida caballería, y en retaguardia media docena de pálidos, que seguramente protegían a uno o dos blancos.Las tierras de cultivo distaban de ser terreno regular, y decidimos dejarlos trastabillar y caer a gusto en su afán de seguir corriendo, sacudiendo sus armas y gritando a voz en cuello como solían.Una larga cerca baja de madera y ju