— Era mía por ley, yo la vi primero, por ella adopte mi forma humana y solo por ella ardo en mil formas diferentes. Ella es la elegida, la única que puede controlar a este Fénix, el primogénito del dios sol, mi nombre es Nuriel, y ella es mi destino. — Me debo a los bosques vírgenes, a las cumbres nevadas, al momento efímero. Soy uno de los tantos descendientes del dios sol, dador de vida, hijo de un elfo y un hada. Mi deber es cuidar al más débil, a quien no puede defenderse. ¿Quién diría que escucharía su voz y mi existencia dejaría de tener sentido? Me he convertido en su esclavo por solo escuchar el latir de su corazón. Ella es mía, soy Ikigaí, y yo le mostrare que quedarse conmigo es su mejor opción. — Somos hijos de la luna, se nos ordenó cuidarla como castigo y así lo hicimos, porque ya no teníamos nada en nuestra existencia a lo que aferrarnos. Somos rechazados y aun así no deseamos morir, queremos amar y ser amados, por lo que aceptamos el pedido de la luna cambiante Aysel, con la promesa de que nos daría una nueva compañera, si conseguíamos su perdón, no estaba en nuestros planes enamorarnos, pero tampoco lo quisimos evitar, la hemos reclamado como nuestra, le guste a quien le guste. — Estoy segura de que cuando mi madre escogió mi nombre no pensó que tan bien me quedaría, soy Kalila, que significa la más querida, eso estaría bien, si no fuera porque me encuentro en medio de cinco seres sobre naturales, uno más peligroso que el otro, hijos del dios sol, hijos de la diosa luna y en medio yo, una humana con alma de cazadora. Soy Kalila y esta es mi historia.
Leer másLos gruñidos y gemidos de dolor se esparcían por el lugar y no eran de Kalila, todos ellos pertenecían a Ikigaí, Declan, Tahiel y por supuesto Ukara, ver como Nuriel jalaba el cabello de Kalila para dejar libre su delgado cuello para ser degustado por él, mientras que con su otra mano masajeaba uno de los grandes pechos de la joven, provocando que gimiera bajito, pero con gusto, era la peor tortura a la que estos seres podían ser sometidos y si antes Declan tenía dudas de que ese gigante estaba haciendo las cosas apropósito, estas se despejaron en el momento que Nuriel hizo contacto visual con ellos y les sonrió con satisfacción, justo cuando alineo su dura verga en la entrada de Kalila y la penetro.— Nuriel. — gimió con fuerza la joven al sentirse llena, llevando sus manos al rostro del gigante, que gustoso dejo de ver a sus… rivales, para besar con fogosidad a Kalila, tragándose cada gemido de la joven.— Basta de juegos. — se dijo a si mismo el fénix, cuando la joven comenzó a mec
Kalila giro justo para ser tomada por las grandes manos de Nuriel, mientras Declan se congelaba ante aquella imagen, el hombre, si así se lo podía llamar, media más de dos metros, ahora al menos comprendía porque Ikigaí había hecho la casa de techos tan altos, el cabello rojo caía por sus hombros, más corto que el de la quimera, pero mucho más largo que el de Kalila, las trenzas que decoraban su melena, estaban adornadas con cuencas de oro, y sus manos de piel trigueña se aferraban a la pequeña cintura de la cazadora.— La lastimara. — dijo Ukara sin poder contenerse, ya que las manos de Nuriel eran tan grandes que fácilmente podrían partir a Kalila a la mitad.— No lo hará, vivimos por y para ella. — los ojos de Ikigaí estaban violetas y el agarre que ejercía sobre los tres hombres con su cabello poco a poco se fue debilitando.— Nuriel, realmente estas aquí. — la voz de la pelinegra los hicieron verla, la forma en la que acariciaba su rostro y como el gigante cerraba sus ojos, disfr
— ¡Ukara! — grito casi rompiendo sus cuerdas vocales y dejando salir las lágrimas retenidas, solo entonces fue que el brujo cayó de rodillas y Kalila lo comprendió, la debilidad de Ukara era verla llorar, fue por eso por lo que suplicaba en el prado que viera a otro lado.— ¡Vete! — grito impotente, pues era tanto el dolor que le ocasionaba ver sus lágrimas caer, que no podía concentrarse para usar su poder y alejarla a un lugar seguro.— No te dejare, no lo hare. — juro casi sin aire al llegar a él nuevamente y ayudarlo a ponerse de pie, con la clara intención de correr lejos de los cazadores, escaparían los dos o no escaparía ninguno.— ¿Kiriko? — Ukara tomo la mano de Kalila y la obligo a colocarse detrás de él, mientras el hombre canoso se acercaba a paso lento. — ¿Kiriko eres tú? — el olor a pimienta era tan fuerte que incluso Kalila lo sintió, no era como el de ella, un poco exótico y atrayente, este era mucho más fuerte, causando ganas incluso de estornudar.— Papá Asher.
El sol salió y Kalila estaba ansiosa por comenzar su aventura del día, ir a la ciudad, aunque comprendía que más seria un pueblo, aun así, estaba ansiosa esperando el día en que fuera a conocer la universidad a la que asistiría, ya en su corta vida había estado rodeada de humanos, esos que vivían en el pueblo, esos que tenían un compañero sobrenatural, pero esto era diferente, esto era ver el mundo donde su madre creció, o al menos parte de ello, por ahora se conformaría en ver el pueblo y realizar las compras.— Solo deben seguir el camino. — dijo Ikigaí mientras acariciaba un mechón de cabello de su lago de vida.— ¿Qué camino? — indago Ukara.— Ese. — señalo la quimera a un lado y poco a poco un camino se formó del que solo se veía el comienzo. — Solo ustedes lo podrán ver, no deben preocuparse porque algún humano curioso los siga, si ese fuera el caso morirá perdido en mis tierras. — aseguro sin pena y Kalila no sabía cómo sentirse al respecto. — Otra cosa, si algún humano
Como cada noche Ikigaí ayudo a Kalila a dormir, y es que, desde el día del incidente, Kalila solo podía dormir si Ikigaí, la ayudaba, con su sola presencia y los ojos violetas de la quimera viéndola, la joven caía en un sueño profundo, hasta la mañana siguiente.— No puedo creer que hicieras eso. — lo increpo Ukara apenas Iki cerró la puerta del cuarto de Kalila donde solo él ingresaba.— Tú te estas aprovechando de ella, de su inocencia. — era la primera vez que Declan nombraba la palabra inocencia, haciendo referencia a Kalila y es que era inevitable, pues la quimera se alimentaba de Kalila, si, su elixir más preciado, los jugos del orgasmo de Kalila mantenían vivo a la quimera.— ¿Cómo consigues eso? ¿Qué es lo que le haces? — Tahiel temblaba y no era de miedo, ni ira, era él luchando con su lobo que le suplicaba dejarlo libre y arrancar la cabeza de la quimera, o, mejor dicho, las cabezas.— ¿Qué parte de que ella es mi lago de vida no comprenden? — su actitud, su voz, todo en Iki
Kalila paso la siguiente semana abocada a conocer el bosque que Ikigaí gustoso le mostraba, ese que sería su nuevo hogar según la quimera, ese que era una cárcel para Declan, Tahiel y Ukara; aunque este último no sufría tanto como sus amigos, el joven brujo de 18 años, estaba tan cautivado por todo lo que veía, como Kalila, y es que para el joven todo era nuevo, incluso Kalila.— Mi lago de vida es hermoso ¿verdad? — la voz suave de Ikigaí llamo su atención, lo había encontrado viendo a la joven por la ventana de la cocina, mientras ella se dedicaba a apreciar las flores que Iki había hecho crecer para ella.— Lo siento. — se apresuró a decir y trato de continuar lavando las verduras que ocuparía para hacer la cena.— No debes disculparte por apreciar la belleza, mucho menos por desearla. — el cuchillo resbalo de la mano del brujo, sin duda Ikigaí lo inquietaba.— Yo no… — la risilla de niño que el peli azul dejo salir le dio a entender a Ukara que era inútil mentir. — Yo no debería
— ¿Van a tener un orfanato? — inquiere con molestia Declan, tocando una de las cunas con desprecio.— Hey, no la toques. — mi queja sale sin razón, qué más da que toque una de las cinco cunas que hay aquí.— Mi lago de vida tiene razón, no toquen los lechos de nuestros hijos. — soy humana, y gracias a mi madre he tenido acceso a muchas cosas, como, por ejemplo, películas, y en este momento juro que debo parecer la niña del exorcista, pues casi rompo mi cuello para ver con asombro a Ikigaí.— Hijos… nuestros hijos… — digo aturdida girando con violencia mi rostro nuevamente a las cunas. — Cinco… ¿no sería mejor una cuna y luego cuando nazca otro reutilizamos esa cuna? — pregunto con la garganta seca, cinco niños son muchos, mi madre apenas pudo conmigo y eso que tengo tres padres.— Nacerán a la vez, pero eso no importa por el momento. — informa Ikigaí, y no soy la única que lo ve, aunque si soy la única que esta con la boca abierta, los demás lo ven como si acabara de matar a alguien
Lo escucho y no lo creo, ¿Cómo puede ser que un ser tan mágico y hermoso se sienta inseguro? Pero cualquier pensamiento razonable se esfuma de mi mente con el solo hecho de escuchar el nombre de Nuriel, incluso yo soy consciente del aroma a pimienta que libera mi cuerpo, y mi piel se eriza por completo, como si estuviera en llamas.— Por el amor al sol, mi amor. — Ikigaí gime y me ve con dolor, y creo que es el hecho de que sabe que los idiotas que están cerca mío pueden lastimarme al olfatear el aroma que predomina en mí, el que es característico de los cazadores, por lo que casi corro a los brazos de Iki. — Hueles delicioso. — gime llevando su nariz a mi cuello, bien, acabo de cometer un grave error, no era miedo de que Declan y sus amigos me hicieran algo, Ikigaí esta excitado, por un segundo olvide que mi aroma lo atrae, le encanta y lo enloquece, puedo sentir su dureza y no concuerda con el tamaño del cuerpo que tiene mi peli azul.— Iki. — susurro al sentir su piel calentarse, e
A Declan y a sus amigos les bastaron solo unos minutos en comprender que no era tarea fácil lo que les esperaba, Ikigaí no se parecía a nada de lo que ellos conocían o así sea pudieran imaginar, pero también descubrieron otra cosa, sus corazones, eso que solo ellos e Ikigaí podían escuchar sin problema alguno, se habían acompasado al de Kalila, quien casi ni los veía, no solo porque les tenía cierto repelús, sino porque estaba maravillada viendo lo que Ikigaí podía hacer y ahora tendrían mucho más que investigar, no solo era descubrir que era una quimera, también era saber porque Kalila los afectaba de esa forma.— ¿Te gusta así mi hermoso lago de vida? — indago el peli azul, no había despegado los ojos de Kalila, mientras su cabello arremolinaba de un lado al otro, cortando árboles y convirtiendo su madera en una edificación que más se asemejaba a un santuario enorme, que a una cabaña.— Es maravilloso, es aún más grande que mi hogar. — rebatió embelesada, sin percatarse que algo pas