Kalila se encontraba en el jardín delantero de su cabaña, rodeada de rosas en flor que Ikigaí había hecho crecer para ella, mientras Ukara se ocupaba de preparar una nutritiva merienda, la joven era observada por Tahiel, como disfrutaba bajo el cálido resplandor del sol, tenía la mano sobre su vientre, que parecía crecer a un ritmo inaudito, claro que sabía que dentro de ella se gestaba un milagro, una obra de amor entre ella y sus cinco compañeros destinados, aun así, no dejaba de sorprenderle que en solo dos semana su vientre creciera tanto, de pronto su vista se nublo, su concentración tambaleo, fue solo unos segundos, pero fueron suficientes para que Tahiel supiera que algo no estaba bien.— Cariño, ¿sucede algo? — la voz de su hombre lobo la hizo estremecer, aunque su malestar no menguo con su cercanía, como si sucedía cuando tenía nauseas.— Sí, no te preocupes, solo estoy un poco cansada.Sin esperar otra explicación, Tahiel la tomo en brazos al estilo princesa y la llevo a su
Declan, apareció frente a la puerta de la casa de la luna única, conocía a la perfección ese lugar, debería estar pensando en así sea en visitar a su familia y recorrer el bosque que creyó extrañar, sin embargo, solo podía sentir la necesidad de regresar con Kalila, sentía que cada segundo lejos de ella se perdía algo importante de su embarazo, de verla cambiar, y disfrutar de su sola existencia.Con la necesidad imperiosa de regresar con los demás, se dispuso a avanzar, pero antes de que pudiera dar un paso más, la puerta se abrió de golpe y Dante, uno de los padres de Kalila, salió al umbral, su rostro estaba contorsionado por la ira y el dolor, y sus ojos despedían un brillo furioso y sin previo aviso, comenzó a gritar con una voz atronadora que resonó por los alrededores, cual trueno.—¡Tú! —rugió, señalando a Declan con un dedo acusador—. ¡Tú y esos endemoniados amigos tuyos, le hicieron daño a mi hija! ¡Juro que te mataré por lo que le hiciste!Declan, se congelo por un segundo,
No pasó mucho tiempo antes de que el portal volviera a brillar y Declan regresara con un cuenco de helado de plátano en las manos. La habitación se llenó de risas y alegría cuando Kalila probó el primer bocado, su antojo finalmente satisfecho.—Gracias, Declan. Gracias a todos. —dijo Kalila con una sonrisa de gratitud.Sus compañeros la rodearon, sintiendo el vínculo de amor y devoción que unía sus corazones. Juntos, sabían que podían superar cualquier obstáculo y cumplir cualquier deseo, por más difícil que pareciera.Y así, Kalila disfrutó de su helado de plátano, rodeada de sus seres queridos, mientras la magia del momento fortalecía aún más los lazos que los unían.Nuriel le traía el calor del sol en sus alas, envolviéndola en una manta de luz dorada durante las tardes frías. Declan la llevaba a pasear por los prados, su cuerpo imponente protegiéndola de cualquier peligro mientras ella disfrutaba del aire fresco y la naturaleza. Ikigaí, con su toque eterno, calmaba cualquier males
Nuriel observaba a su pequeña hija desde la distancia, prestando suma atención en cada cosa que Kalila hacia con la pequeña de días de nacida, su corazón ardiendo con una mezcla de amor y temor y es que su hija se le hacía tan pequeña, que creía que podria herirla con solo respirar con fuerza cerca suyo. Kalila, percibiendo sus dudas, se acercó suavemente al fénix y le susurró al oído.—Nuriel, mi amor, aun no cargas a tu hija, ven, no temas, nuestra hija es fuerte, como tú. — aseguro la pelinegra, pero, Nuriel negó con la cabeza, sus ojos rojos llenos de preocupación.—Kalila, ella parece tan frágil, temo que mis manos puedan dañarla sin querer ¿y la dejo caer? — el temor era claro en sus ojos, y aunque podía resultar cómico, nadie en la cabaña se atrevía a burlarse, todos estaban en silencio, embobados con tanta belleza, sin embargo, la orgullosa y reciente madre, no se daría por vencida, Kalila sonrió con ternura y tomó las manos de Nuriel entre las suyas.—Nuriel, tu fuego es una
Tahiel tenía a su hijo en brazos, allí, en el corazón de un bosque donde la magia y la naturaleza se entrelazaban, había nacido Rowan, Kalila había decidido llamarlo como el árbol de verde hojas y perlas rojas, pues su hijo había nacido con los ojos rojos de Neuhen, el lobo de Tahiel; desde su primer aliento el pequeño destilaba belleza y misterio, Tahiel no podía creer que alguien como él, ayudara a hacer algo tan perfecto como su hijo, una criatura única y maravillosa.El bebé, de piel tersa y delicada, heredó lo mejor de sus padres, de Kalila, recibió su cabello, negro como la noche más oscura, caía en suaves rizos alrededor de su pequeño rostro, evocando la elegancia y el misterio de su madre.De Tahiel, el bebé tomó la fortaleza y la presencia, evidente en cada rasgo de su joven semblante, su piel, de un tono ligeramente moreno, irradiaba una calidez que parecía provenir del mismo corazón del bosque, y sus ojos, compartían la misma intensidad y profundidad que los de Tahiel, capa
Declan observaba desde la penumbra de la habitación como su amada Kalila trataba de dormir a su hija, el corazón del inmortal latiendo con una fuerza renovada y la determinación de dejar de ser tan cerrado al hablar de sentimientos. La razón de su transformación estaba sentada en una mecedora, amamantando a su hija con una ternura que iluminaba la oscuridad de su existencia. Declan se consideraba afortunado de ser amado por alguien tan extraordinario.Se acercó lentamente, sus pasos silenciosos como el susurro de una brisa nocturna, cada vez que veía a Kalila y a su hija, sentía una oleada de gratitud que casi lo abrumaba, los dioses le habían dado una segunda oportunidad y Kalila lo había perdonado. Se detuvo a su lado, contemplando la escena que ante él se desplegaba, la suave luz de la lámpara bañaba a Kalila y al bebé en un resplandor dorado, realzando la inocencia y la pureza del momento.—Kalinda —murmuró Declan, tan suavemente que casi parecía que el nombre flotaba en el aire.
Caelum, quien era hijo de Ukara, mostro desde su nacimiento señales inequívocas de su linaje mágico, eso quedaba más que claro con solo verlo, su cabello blanco como la nieve proclamaba a todos su identidad de brujo, mientras que sus ojos celestes, heredados de su madre, reflejaban la pureza del cielo, y así lo llamaron Caelum, que significa cielo. Aunque no era lo único heredado del pequeño, pues como sucedió con Kalinda, el pequeño brujo, también nació con un poco de la esencia de cazadora de Kiriko, y esa esencia no era precisamente una fuerza descomunal como la que poseía Kalinda, Caelum, había heredado, la osadía, y la capacidad para meterse en problemas de la cazadora.Desde muy temprana edad, Caelum demostró una habilidad prodigiosa para controlar el aire, moviendo las corrientes con la misma facilidad que un niño sopla una burbuja, sin embargo, con este don venía una traviesa naturaleza heredada de su madre cazadora; Caelum era un torbellino de energía, siempre en movimiento y
Belbú pasó toda la noche aconsejando a Rahu sobre los peligros que acechaban si se acercaba a Kalinda, no era maldad, ella estaba convencida de que Kalinda poseía un poder especial que le permitía hechizar a los demás, tal como Caelum lo había hecho con ella, y es que desde que dejó de ver a Caelum, solo hacía unas horas, su corazón latía de manera extraña y sentía otros malestares que no podía explicar, ellos ni siquiera se enfermaban, si acaso sabia de ello, era por tanto ver a los humanos, necesitaba respuestas, porque estaba tan confundida como Rahu, por lo que acudió a su hermano mayor, Viatan, en busca de ayuda.Viatan era conocido por su mal humor, siempre se le había dado mejor el estar solo, sin embargo, desde que los cazadores habían sido exterminados, Viatan había optado por vivir con sus hermanos y ser una guía para ellos, en estos casos, el mayor reunía toda su paciencia y trataba de ser lo que era, el mayor de todos, el que más sabia. Cuando Belbú le relató lo sucedido