Zebela es una licántropa con el don de la curación y la bendición de la tierra. Ella es pareja de Roan, el imponente alfa de la manada Zafiro. Su vida da un giro desgarrador cuando Roan le exige que utilice sus poderes para salvar a su amante embarazada. A pesar de su propio embarazo y de los peligros que la demanda de su esposo conlleva, Zebela se ve acorralada por la presión del alfa y cede a su orden, lo que resulta en la pérdida de su bebé. Con su mundo hecho añicos, Zebela se enfrenta a sus demonios internos, debatiéndose entre la lealtad hacia Roan y el ardiente deseo de recuperar su libertad. Un ataque a la manada por parte del Alfa Bastian es la oportunidad que ella encuentra para escapar; sin embargo, es raptada por ese alfa malvado que sacia su furor por medio de la espada. ¿Logrará liberarse de las cadenas del amor y la traición? ¿O quedará atrapada para siempre en el oscuro dominio de Roan? ¿Será el alfa Bastian su camino a esa añorada libertad o la prisión que la mantendrán atada a él de por vida?
Leer másLaurelTraté de relajarme y actuar con naturalidad, pero era difícil con la tonta de Lisa mirándonos victoriosa y con esa sonrisa de "¡Lo sabía!" en la cara.¡Qué rabia! ¿Por qué dejé que las cosas entre Liadrek y yo escalaran hasta este momento incómodo?Me aclaré la garganta, puse cara de fastidio e indiferencia y me senté en mi escritorio. Liadrek me miró con una intensidad que me puso nerviosa y luego relajó el semblante, como si estuviera satisfecho de su logro.¿Cuál maldito logro? Él solo me puso en una situación incómoda por estar de atrevido y no saber cuál era su lugar.Ayayay... ¡Cachorro insolente!—Disculpen por... —Lisa nos miró con malicia y volvió a sonreír— molestarlos... pero necesito entregarles este informe de alta urgencia que les mandó el gamma Din —dijo mientras me entregaba una carpeta. Acto seguido, salió, cerrando la puerta tras de sí.El ambiente de la oficina cambió por uno más tenso que el anterior.Sostuve la carpeta mientras Liadrek caminaba con grandes
LaurelTras saludar a mis bebés, me senté en mi escritorio y miré a Liadrek, quien se quedó de pie con los brazos cruzados. Le extendí la carta que había traído conmigo.Él frunció el ceño cuando la agarró. Con precaución, la sacó del sobre y empezó a leer. Noté cómo la expresión de su rostro cambiaba a medida que se sumergía en el mensaje.Lo percibí tensarse.—¿Es lo que creo que es? —masculló entre dientes mientras apretaba el papel con furia contenida.Asentí y me levanté de mi asiento para revisar mis plantitas. Sentí su mirada quemarme la espalda, lo que me puso nerviosa.Ayayay, ¿hasta cuándo estaré sintiéndome así con este niño?—Si lo que dice la carta es tal cual, debemos prepararnos y advertir a Bastian y a Zebela —dije mientras acariciaba una planta que casi se me muere la semana pasada. Por suerte, ya estaba mejor.—¿Cuándo irás? —preguntó, más relajado. Sabía que estaba luchando consigo mismo y que trataba de mantener la compostura.—Quizás hoy o mañana. ¡Ay, no quiero a
LaurelMis días de descanso habían terminado, pero, por lo menos, los aproveché al máximo. Por supuesto, tuve que escaparme varias veces porque esta gente no entendía lo que "descanso" significaba.Arg...—Alfa, aquí está su itinerario de hoy —me dijo Lisa, mi asistente, poniendo un portapapeles sobre la mesa.Ay, ni comerse el desayuno dejan a una en paz.—¡Niña, deja que, por lo menos, termine de desayunar! No ha empezado bien el día y ya me estás llenando de trabajo. ¡Vas a hacer que me caiga mal la comida! —exclamé, exasperada.Ella solo negó con la cabeza, pues estaba acostumbrada a mis berrinches.—Por cierto, un mensajero le dejó esta carta —me informó mientras ponía un sobre al lado del portapapeles.—Ummmm... —mascullé al ver el logo circular atravesado por la imagen de un rayo. Supe de inmediato quién era el remitente. Era del consejo clandestino de los lobos guías.Pero esa información solo la conocíamos Liadrek y yo, así que, para los demás, podría ser una de las tantas ca
LaurelNuestras miradas se mantenían firmes, a la expectativa de la reacción del otro, en una guerra que ninguno estaba dispuesto a perder.Él continuaba con su mano extendida hacia mí, todo confiado, creyendo que yo iba a sucumbir ante su locura.Ayayay...¡Qué chiquillo ni más impertinente!Di un paso atrás y levanté más la barbilla, con un aire desafiante que mostraba mi autoridad. Entonces lo vi tambalear. De inmediato, el ambiente raro se esfumó y se levantó esa barrera fría que siempre había mantenido entre nosotros.Noté decepción en su mirada y, por un leve segundo, sentí lástima por él.No lo entendía. Liadrek era un lobo muy atractivo, lleno de frescura y energía. Poseía una habilidad admirable, fuerza e inteligencia. Siempre llamaba la atención dondequiera que llegaba, y el misterio en su actitud lo hacía deseable e interesante; sin embargo, buscaba con desesperación mi atención.¿Por qué?Yo era una mujer pequeña, sin mucho atractivo, una de esas a las que muchos llamaban
Más de un siglo después, tras tres años de que Bastian rescatara a Zebela de Roan y reconquistara Luna Roja:LaurelLa calidez de la mañana me acarició con sutileza, como si los rayos débiles del sol, que apenas se dejaba ver, me besaran suavemente los ojos.Los abrí, luego me los froté y, acto seguido, me incorporé en la cama. Solté un largo bostezo, acompañado por un gritito prolongado que terminó por despertarme.—Ayayay... Todavía es temprano... —musité antes de tirarme de la cama. De inmediato, me encaminé al balcón, donde las montañas se mostraban majestuosas, vestidas con un manto de neblina que evidenciaba lo temprano que aún era.—Ah... —me quejé—. ¡Se suponía que hoy dormiría hasta tarde! ¡Qué injusta es la vida! Mi primer día de "descanso" en muchos años y, ¡pum!, vengo y me levanto antes de que el sol termine de salir. ¡Maldita alarma natural!Caminé de un lado a otro, refunfuñando de la frustración.Tras un largo suspiro, observé la montaña blanca que sobresalía entre tod
LaurelLos latidos de mi corazón se manifestaban vibrantes en mi pecho, haciéndome sentir atrapada en su danza vehemente.Incluso se me olvidó cómo respirar. Mis manos peludas temblaban, a la espera de que surgiera la chispa, pero nada sucedió.No hubo olor especial, ni esa corriente que se suponía debía sentirse en la piel, ni un reconocimiento de que, frente a mí, estuviera mi mate.Nada...Draevor y yo no estábamos destinados.Ambos suspiramos al unísono, con marcada decepción, pero estábamos demasiado avergonzados como para enfrentar nuestra desilusión, porque eso significaría admitir que teníamos sentimientos el uno por el otro. Así que no dijimos nada.Asentimos con resignación y nos dimos la espalda. Acto seguido, cada cual caminó de regreso a su manada.Mientras me alejaba de él, las lágrimas mojaban mi rostro. No solo estaba el hecho de que mi amor por él nunca daría fruto, sino que también tendría que conformarme con el destino que mis padres habían escogido para mí.Por un
LaurelLos retumbes de tambores se escuchaban en cada rincón de la manada, anunciando el festejo. Hoy celebraba mi cumpleaños número dieciocho junto a otros lobos que nacieron el mismo día que yo, unos dos más, si no me equivocaba.Ay, estaba tan nerviosa.No había comido nada en todo el día porque me desperté con el estómago revuelto, pero, ya al anochecer, me entró una ansiedad que se reflejó en un hambre atroz. Por tal razón, me pasaba por donde fuera que había comida. Mi plato lleno quedaba vacío en cuestión de minutos, pero no me sentía satisfecha.—¡Basta! —me detuvo Ele, mi hermana menor por un año, y me quitó el plato de la mano.Suspiré, rendida, y la miré con una angustia que la hizo sonreír. Ella, tan madura y hermosa... Sin duda alguna, Ele era la indicada para liderar la manada en el futuro, pero, al no ser la primogénita, yo tenía que cargar con esa responsabilidad.Pese a que yo era la mayor, ella parecía la primogénita por su temple, su amabilidad maternal, su estatura
LaurelSoy Laurel, una loba guía que nació en una región remota, rodeada de montañas, bosques y ríos. Nuestra manada era parecida a las tribus antiguas de los humanos, con casas de choza, ropas coloridas y sin tecnología.Bueno, tampoco los humanos contaban con mucha tecnología en ese tiempo.Y sí, sé que ellos existen y también conozco el camino para llegar a ellos. Es un secreto que la mayoría de los lobos guías compartimos.Mi historia se remonta a ciento cuarenta años atrás, cuando nací con un don especial, aunque nadie en mi manada lo sabía. Tuve que descubrirlo por mi cuenta a los cinco años. Estaba tan asustada que no dije nada y me encerré por varios días.Los años pasaron, y tuve acceso a libros de otras manadas, donde los lobos Woses eran más un mito que una realidad. Sin embargo, esos libros me ayudaron a entender su naturaleza.A los trece años me enamoré por primera vez. Él era un lobo de otra manada, de las que habitaban sobre las montañas.Draevor, de la manada Vik. Tod
ZebelaEl regreso a casa lo hicimos a caballo, con un gran grupo de gente celebrando tras nosotros. La música improvisada empezó a llenar las calles, con instrumentos típicos que los miembros tocaban mientras nos ovacionaban.Todos estaban felices. Tras vivir dos semanas infernales bajo el dominio de Draevor, la tristeza por la supuesta muerte de su alfa, la incertidumbre y el terror de un futuro bajo una tiranía cruel, su alegría era comprensible.—¡Vivan nuestro alfa y luna! —vociferaban entre gritos jubilosos y bailes.Por las calles por las que pasábamos nos lanzaban flores recién arrancadas, nos daban regalos y nos bendecían con palabras de buenos deseos.Pronto dejamos atrás las calles concurridas y nos sumergimos en la carretera de hermosos paisajes naturales. En cada metro encontrábamos un grupo de guerreros vigilando, pues todavía quedaban algunos salvajes en los alrededores.La familiaridad, los bellos recuerdos y la sensación de estoy en casa me embargaron el pecho cuando vi