Escapando del alfa Roan
Escapando del alfa Roan
Por: Angie Pichardo
Capítulo 1

¿Mi Alfa rogándome que salve a su amante y a su hijo?

Soy una loba wosa, eso significa que tengo habilidades por encima de un licántropo común. Mi más preciado poder es el de curación. Soy capaz de sanar heridas que nuestro cuerpo licántropo no puede restaurar, quitar el veneno de la sangre, entre otras curaciones.

El problema es que me debilito cuando uso dicha habilidad. Y esa fue la razón por la que decidí dejar a mi esposo, el alfa de la manada Zafiro.

Todavía el dolor de su traición está impregnado en mis huesos y mi loba llora nuestra desdicha con rabia y sed de venganza.

Aún duele recordar...

—¡Zebela! —Sentí un estremecimiento cuando su voz autoritaria me despertó en medio de la noche. Por un momento me emocioné al escucharlo porque había regresado a casa.

«Pasará la noche conmigo», celebré en mis pensamientos mientras saltaba de la cama contenta. Me cercioré de no estar desaliñada y le sonreí al espejo porque mi piel tenía ese brillo especial que adquirimos las lobas cuando estamos embarazadas.

—Creo que es el momento de decirle acerca de nuestro cachorro. —Me acaricié la inexistente pancita y la alegría que brotaba de mí me hizo sonreír como tonta enamorada.

¿Quién diría que quedaría embarazada después de haber intimado por primera vez con mi marido?

¡Qué tonta! Si me reclamó durante mi celo y no nos protegimos. Era de esperarse que me embarazara.

Esa noche fue tan especial...

Reí nerviosa porque el recuerdo de sus besos y caricias, y esa manera salvaje de tomarme, todavía me erizaban los vellos. ¡Cómo me hubiese gustado que se volviera a repetir! Pero si tenía que esperar a otro tiempo de celo, entonces no lo haría en más de un año...

Suspiré resignada, quizás podría seducirlo esa misma noche y empezar a llevar una vida de pareja como siempre la soñé con él.

—¡Zebela! —Los llamados desesperados y los toques fuertes en la puerta de mi habitación me sacaron de mi trance de enamorada, así que corrí en su dirección para abrirle a mi ansioso marido, quien al parecer estaba desesperado por verme. ¿Se habría enterado de mi estado de gestación? Puede que el médico personal del alfa le haya contado, al fin y al cabo, ellos eran amigos. Como luna, ese doctor también me chequeaba a mí.

Abrí la puerta muy nerviosa y con una sonrisa amplia, pero esta se desvaneció cuando el olor de otra mujer inundó mis fosas nasales.

¿Él estuvo con otra loba?

—Hola, cariño. —Disimulé mi malestar y fingí una sonrisa cortés—. Me sorprende que me estés buscando a esta hora.

—No lo haría de no ser una emergencia. Kapria está delicada y podría perder nues... su bebé...

Noté cómo cambió la palabra, también lo aterrado que lucía. De todos los años que llevaba conociendo al alfa Roan, esa era la primera vez que lo veía fuera de sus casillas y asustado.

Salí de mi estado de pasmo y caminé detrás de él para confirmar que no se trataba de una mala broma. Mi corazón se terminó de romper cuando, al entrar a la habitación de Roan, encontré a esa mujer acostada en su cama y con una gran barriga que me dio a entender que ya había cumplido el tiempo de gestación.

¿Por qué estaba ella en esa habitación si ni yo tenía permiso para entrar? En los tres años que llevábamos unidos, nunca había entrado a ese cuarto, pero él trajo a su amante y la acostó en su propia cama.

Amante... ¿Es lo que eran? No había otra explicación para lo que mis ojos observaban. Ella estaba embarazada y él la protegía. ¿Era ese su bebé? ¿El primogénito de Roan? Creí que nuestro cachorro sería su heredero y no un bastardo.

—¡Sálvala, por favor! —me rogó él con lágrimas en los ojos.

—No tengo mucha energía debido a mi estado de salud. Sabes que en estos días no he podido pasar alimentos y he estado sintiéndome muy mal.

—Esto es una emergencia. ¡Ellos pueden morir! —Me sacudió por los hombros con violencia, acción que me causó un leve mareo.

—No lo entiendes Roan, yo estoy embarazada...

—¡¿Qué?! —La sorpresa en su expresión me dio a entender que su amigo no le había dado la noticia. Fue una lástima que se enterara de esa manera—. ¿Cómo es eso posible si nunca te he tocado? —Él miró a su amante con miedo, como si decir que intimar conmigo fuera malo.

—Hacen dos meses regresaste a casa mientras estaba en mi celo, ¿acaso lo olvidaste? —respondí al borde de las lágrimas.

No lograba descifrar la mirada que me atinó, tampoco ese brillo inusual en sus ojos oscuros. Era como si de momento recordara todo lo que hicimos esa noche y la manera en que probó cada centímetro de mi piel.

Los gritos de su primer amor lo trajeron de vuelta a la realidad. Él miró mi abdomen y luego a ella, a quien yo también me atreví a detallar sin ningún disimulo. Noté la sangre que manchaba las sábanas finas y caras de Roan y me dio un poco de lástima verla sufrir y quejarse. Cerré los ojos y con mi habilidad pude ver el estado del bebé.

De verdad me daba pesar saber que él también estaba sufriendo y que, si no lograba hacer algo a tiempo, perdería la vida sin haber nacido. Ella estaba envenenada, por lo que debía quitar el veneno para que le hicieran la labor de parto.

—¡¿Qué esperas?! ¡Salva a Kapria y a mi hijo! —Estaba tan desesperado que esta vez no ocultó que el bebé era suyo.

Las lágrimas mojaron mis mejillas, pero no reclamé su traición, al fin y al cabo, siempre supe que él no me quería y que su unión conmigo fue por conveniencia. Él amaba a Kapria porque era la hermana gemela de quien una vez fue su mate. ¿No era eso enfermizo? ¿Enamorarse de la hermana de su mate solo porque le recordaba a ella?

Suspiré para calmarme, pero mi cuerpo aún temblaba y las lágrimas salían sin control.

—Lamento mucho lo que le sucedió a tu... amiga —arrastré la última palabra, conteniendo la rabia, y suspiré para no sonar insensible—, pero no puedo arriesgar a nuestro cachorro.

La mirada de Roan se tornó escalofriante con un brillo asesino que me hizo tragar pesado.

—¿Te atreves a desobedecer a tu alfa? Te ordeno que la sanes. Si ninguno de los dos sobrevive, ¡te castigaré de por vida!

Me quedé atónita por unos segundos en los que sentía que mi mundo se caía a pedazos. ¿De verdad estaba ocurriendo esto? Deseaba con todas mis fuerzas que fuera una pesadilla; pero no, todo era real.

—¿No te importo yo ni muestro hijo? —le reclamé al borde del llanto.

—¡No puedes asegurar que es mío! —se atrevió a ofenderme, sabiendo que él fue el primero y único hombre en mi vida.

—¡Sabes bien que solo me he entregado a ti! ¿Crees que soy como tú?

—¡Me importa un carajo! ¡Empieza a sanar a Kapria! —Él me empujó hacia la cama y me agarró la mano con rudeza.

 No le importaba la humillación por la que me estaba haciendo pasar, tampoco que me estaba maltratando, mucho menos el peligro al que nos estaba exponiendo a mí y a nuestro bebé. No le importábamos en lo absoluto.

Con miedo e impotencia, empecé a usar mi habilidad para salvarle la vida a la amante de mi esposo. El veneno con acónito era tan agudo que me tardé toda la noche, pero a la puesta del alba ya no había rastro de acónito en su sangre y ella podría ser atendida por la partera. Para cuando terminé, mi cuerpo se encontraba muy débil y mi corazón destrozado.

Ser testigo del cuidado y mimo de Roan hacia esa mujer fue como si me estuviera matando de forma lenta y muy dolorosa.

—¿Cómo te sientes? —Él le preguntó mientras le acariciaba el rostro con ternura. Me sentí tan celosa, Roan nunca me trató como a ella ni me miraba con tanto amor como lo hacía con esa mujer.

Él estaba tan pendiente de ella que no notó cuando salí de la habitación con pasos tambaleantes debido al mareo. Estaba tan débil...

Una vez abrí la puerta de mi recámara, caí al piso de rodillas y empecé a llorar.

De repente, sentí un dolor insoportable en la pelvis que me hizo encorvarme más.

¡No, mi cachorro!

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