Allí estaba yo, acurrucada en una orilla de la lujosa pared, sentada en el piso frío y pulido mientras me abrazaba las piernas y lloraba mi desdicha.
—¿Cómo te llamas? —me preguntó él con su voz imponente de alfa, pese a que todavía no había sido nombrado como tal, pero Roan lo llevaba en la sangre. Estaba tan asustada que solo sollocé—. No te haremos daño, chiquilla. ¿Acaso no te salvamos de esos rufianes?
Por primera vez desde que fui traída a esta manada, miré a Roan a los ojos. En ese entonces, él tenía veinticinco años y yo solo era una cachorra adolescente; sin embargo, su belleza cargada de misterio y peligro me prendó y ese día supe que mi corazón estaría ligado al suyo.
Lo amé en secreto por dos años en los que tuve que verlo ser feliz con su mate. Traté de no pensar en él y decidí ignorar cuánto lo amaba. No me alegré para nada cuando ella murió, en especial porque verlo destrozado me ponía muy triste.
—Zebela, hace un año perdí a mi pareja y tú ya tienes la edad suficiente para la unión. Creo que eres la indicada para ser mi Luna. Solo te pido que seas comprensiva porque perder un compañero destinado no se supera de la noche a la mañana. Tenme paciencia y aprenderé a amarte como mereces.
Estaba tan feliz que ignoré el peso de sus palabras. La noche de nuestra unión no hubo reclamo, pese a que había soñado y fantaseado con el apareamiento todos los días.
Estuve nerviosa y feliz durante la ceremonia de unión; no obstante, mi día terminó en lágrimas cuando Roan se fue a dormir a otro cuarto.
Los rayos del sol hicieron que apretara los ojos porque me negaba a despertarme y enfrentar mi realidad. Me los froté y al instante sentí la humedad allí. Estaba llorando en mis sueños, que en realidad eran mis recuerdos.
Solía soñar con el pasado cuando estaba triste. A veces mis sueños eran acerca de los momentos felices que viví; otras veces se trataban de los momentos tristes, mientras que algunos de ellos eran una mezcla de ambos. Justo como sucedió anoche.
—Dijiste que me amarías como merecía, pero solo me has hecho daño. ¿Así es como merezco que me amen? ¿Es ese el amor que pensaste darme, Roan? —dije al techo porque ni para reclamarle contaba con él—. Me mentiste; tú me engañaste, Roan. —Otra vez las lágrimas llenaron mis ojos.
Era tan doloroso que sentía que mi vida carecía de sentido. Por ratos, me daban unas inmensas ganas de morirme, ya que no tenía nada por qué luchar, otra vez lo había perdido todo.
«Debes salir de este encierro y afrontar tu realidad», me animó mi parte lobuna. Reconocía que tenía razón, debido a que llevaba una semana encerrada y sumida en la depresión y el cansancio.
—¿Qué haré ahora? —sollocé desesperanzada—. No quiero vivir en este infierno, como tampoco podría hacer algo que cause que Roan cambie de opinión.
Suspiré profundo y traté de pensar en mi futuro, también en lo que haría a partir de ese momento.
—Necesito salir de aquí y tomar aire fresco, puede que el contacto con la naturaleza me ayude a pensar en mis opciones —razoné.
No me molesté en asearme, sino que salí a hurtadillas de mi habitación, temerosa de encontrarme a Greta o a esa mujer. Lo menos que necesitaba era escuchar sus humillaciones y burlas.
Afuera, los sirvientes me observaban sorprendidos y con otras expresiones que me hacían sentir avergonzada. Algunos denotaban lástima; otros, sorna, y hasta diversión y repudio.
Mi suegra se había encargado de manipularlos en mi contra y le salió muy bien. Casi todos me odiaban sin ninguna razón.
Ninguno me preguntó a dónde iría en esas fachas y de verdad me sentí agradecida de no tener que dar explicaciones a nadie. Solo quería escapar de mi realidad por unas horas, entrar en contacto con la naturaleza y mi parte más salvaje, pensar en mi futuro y poder desahogarme sin inhibiciones.
Le importaba tan poco a Roan que ni se molestó en ir a verme o preguntarme por qué no había salido de la habitación en una semana. Pero suponía que para él era mejor no tenerme de estorbo en su nueva y perfecta vida.
Tras un largo suspiro y cuando ya estaba lejos de la casa, me quité la ropa de dormir y la enganché en la rama de un árbol, acto seguido, me convertí en loba y corrí en dirección al bosque que se encontraba a unos metros del territorio de Roan.
La brisa fresca me acarició el pelaje rosa y llenó mis pulmones de paz. Sí, es lo que sentí al entrar en contacto con la naturaleza: paz.
El bosque que separaba el territorio de Roan con el campo donde los agricultores solían trabajar no era grande, por lo que pronto llegué a un claro que no solía ser concurrido.
Ejercité a mi loba y pasee por el campo hasta que por fin tomé una decisión: dejaría a Roan y me iría de la manada Zafiro para siempre.
Después de que regresé de mi paseo, entré a la ducha y me di un largo baño donde pensé mejor en mi futuro. Cada segundo que transcurría, la idea de dejar la manada me parecía menos descabellada y una solución a mi desdicha.—Te dejaré libre, Roan. Podrás ser feliz con tu nueva familia... —dije mientras lloraba. Me permitiría ese último momento de debilidad, lloraría por Roan esta vez para no volverlo hacer más. Es lo que esperaba. Sabía que él no se merecía mis lágrimas, pero era mi manera de sanar.Tras un baño reparador, decidí ponerme un vestido fresco y dejarme el cabello mojado porque no tenía ánimo para secarlo. El estómago me ardía a causa de la falta de ingesta de comida, por lo que fui a la cocina a comerme una fruta.—Hasta que te dignas en salir de esa habitación, holgazana —espetó mi suegra cuando entró en la cocina. Supuse que se estaba quedando en la casa por más tiempo del que solía hacer debido al cachorro.Me giré en su dirección, pero verla con el hijo de Roan en bra
Los ojos de Roan me observaban con un brillo espeluznante que se me hizo imposible descifrar. Su porte estoico, la leve línea que su ceño casi fruncido le formó en la frente, la oscuridad en su mirada y esa expresión carente de emoción ocultaba si mis palabras le afectaron o no.Quería saber qué pasaba por su mente en ese momento, por lo que su silencio me puso más nerviosa de lo que ya estaba.«Di que me dejarás ir, por favor», pensé esperanzada de que Roan fuera consciente de que ya no había lugar para mí en esta manada, mucho menos en la casa que compartimos por tres años.—Sobre mi cadáver —soltó al fin.Sentí un escalofrío recorrerme en el instante en que habló.—No tiene sentido que me quede en este lugar. ¿Para qué me quieres aquí? ¿Es por tu padre? Él entenderá que amas a Kapria y que ustedes formaron una familia.—Eres mi Luna, Zebela, no puedes irte de aquí, ya que tienes una responsabilidad de peso con la manada. Te he dejado descansar porque estabas delicada de salud, pero
Esa mañana me había levantado positiva y llena de esperanzas. Me compraría un lindo vestido y prepararía el almuerzo de Roan para llevárselo a su trabajo.Paseé feliz por las calles de la manada mientras visitaba tiendas y mercados. No solo me compré un lindo vestido azul, también la colonia favorita de Roan que se mezclaba con el olor natural suyo y lo hacía irresistible al olfato. Después de eso, me abastecí de los ingredientes que usaría para su almuerzo.Solo me tomé dos horas en las compras, por lo que llegué a tiempo a casa para cocinar su comida favorita.—Espero que te guste, amor mío. ¿Será que hoy sí me atrevo a besarlo? ¿Se enojaría? —fantaseaba mientras cocinaba. Sentía mis mejillas arder con tan solo imaginar los labios de Roan sobre los míos—. ¿Cómo se sentirá ser besada? Tenemos un año de casados y yo todavía no sé a qué saben tus labios.Con ese pensamiento terminé de preparar la comida y las organicé muy elegantes. Me bañé rápido y me puse el vestido nuevo, luego me h
Manada Luna roja, región de los hombres lobos híbridos.Bastian¡Maldición!¿Era esto real? La sangre de alguien tenía que correr sí o sí.—¡¡Son unos inútiles!! —grité airado y a punto de arrancarle la cabeza a uno de estos imbéciles—. ¿De qué mierda me sirven si no pueden hacer algo tan sencillo como eso? ¿Era tan difícil traer el jade a donde pertenece?—Lo sentimos, Alfa —se disculpó el guerrero encargado de la misión—. No esperábamos tal emboscada. Es que, ¿quién podría atreverse a desafiarlo? Todos le temen, por lo que nos confiamos y no tomamos las medidas de seguridad necesarias.—¡En la confianza está el peligro, imbéciles! Ah, pero el maldito responsable me va a pagar con su vida. Díganme que por lo menos tienen el nombre del gusano que se atrevió a robarme. —Mis dientes rechinaron en una sonrisa despiadada y llena de sed de venganza.Mis hombres temblaron al enfrentarse a esa mirada transformada en pura maldad, como si no estuvieran acostumbrados a ver lo tenebroso que solí
Caminé en dirección a la oficina de Roan sin importarme que la secretaria me dijo que él estaba ocupado. Sin pensarlo dos veces, abrí la puerta y me crucé de brazos ante la mirada de asombro de Roan, el gamma y algunos de sus hombres que allí se encontraban.—¿Qué sucede aquí? ¿Por qué entras a mi oficina sin a anunciarte? —reclamó él, pero antes de que pudiera responderle, la secretaria se apareció de repente y se adelantó a comunicarle:—Le dije que estaba ocupado, pero ella siguió adelante, Alfa. Ni siquiera me dio tiempo de detenerla. Le pido disculpas.Entorné los ojos y miré a Roan molesta.—¿Ya te dijo el Gamma lo que hicieron? —interpelé, captando la completa atención de mi marido.Él le hizo señas a la secretaria para que saliera, quien obedeció nerviosa y cerró la puerta tras sí. Por mi parte, mantuve mi porte imponente mientras observaba a los hombres de Roan.—Me imagino que el bocón de Dan te fue con el chisme —respondió Roan con una sonrisa maliciosa.—Dime que es una eq
La luz de la luna me brindaba energía que de alguna manera reconfortaba mi soledad. Sobre un risco rocoso y frío, me preguntaba si existían más personas parecidas a mí.A veces me sentía un fenómeno. Bueno, es lo que era, ¿no?«Asesino», resonaba en mi mente todos los días, cada vez que me encontraba en mi soledad. Eso era, un ser malvado y despreciable.Otra vez mi cabeza jugueteaba con uno de los tantos recuerdos del pasado, donde mi yo cachorro se encontraba frente al hombre que siempre me odió.Desde que tuve uso de razón fui orgulloso, por lo que trataba de no llorar y nunca lo hice, así que no sabía qué se sentía rendirse al llanto. Nunca había salido de mí una lágrima que no fuera de risa o cansancio al bostezar.Por más dolorosas que fueran las palabras de mi padre, jamás me mostré débil ante él.«Alfa, encuéntreme en la cantina», me invitó Janor por medio del vínculo. Exhalé un suspiro y regresé a casa. Cuando cambié de forma, entorné los ojos al notar mi cuerpo semi desnudo
«Eres especial, por eso debemos ocultar tus habilidades», escuché en mi mente.Los ojos se me cristalizaron al recordar la voz de mi madre; ella era tan dulce...De momento me encontré rodeada por oscuridad, donde solo contaba con algunas lucecitas rosadas en forma de gotas, que me guiaban por un camino tenebroso.Pude percibir el frío de la neblina que cubría el oscuro sendero, acompañado por el silbido del viento.Cuando sentía que la temperatura gélida se apoderaba de mi cuerpo en forma de mortandad, una sensación cálida me arropó de repente y el alivio vino a mí.«¿Soy la única loba Wosa?», inquirí a la nada, esperanzada de volver a escuchar la voz de mi madre.«No. Existen los lobos Wos. Ustedes se dividen en dos polos: la vida y la destrucción, pero ambos se complementan y traen balance a la tierra».De momento recordé haber escuchado algo similar de niña, pero por alguna razón lo había olvidado.Agrandé los ojos cuando vislumbré una fogata en medio del camino, lo que me ayudó a
Abrí los ojos, pero deseé quedarme en la cama, pese a que podía sentir mi cuerpo recargado de energía.Dormir desde ayer en la tarde me ayudó a reconfortar las fuerzas; sin embargo, mis emociones me tenían desganada. Este sería el día de mi gran humillación, donde Roan presentaría a su hijo a toda la manada junto a esa mujer.¿Acaso no le daba vergüenza?En fin, qué se podría esperar de un ser tan egoísta y canalla como él.—¡Levántate, holgazana! —Los gritos de Greta, acompañados por toques fuertes en la puerta, me exaltaron. Fue cuando decidí levantarme de la cama.Abrí la puerta para que dejara su escándalo y la confronté con mirada seria.—¿Qué desea, señora? —cuestioné con rudeza, a lo que ella hizo una mueca trecha y me apuntó con el dedo.—¿Hasta cuándo he de soportar tu insolencia? —se quejó, como de costumbre—. ¿Qué haces acostada todavía cuando tenemos tanto por preparar? ¿Acaso se te olvidó la celebración de hoy? ¡Vístete pronto! Así nos ayudas con lo que falta. Dentro de u