Capítulo 5

Después de que regresé de mi paseo, entré a la ducha y me di un largo baño donde pensé mejor en mi futuro. Cada segundo que transcurría, la idea de dejar la manada me parecía menos descabellada y una solución a mi desdicha.

—Te dejaré libre, Roan. Podrás ser feliz con tu nueva familia... —dije mientras lloraba. Me permitiría ese último momento de debilidad, lloraría por Roan esta vez para no volverlo hacer más. Es lo que esperaba. Sabía que él no se merecía mis lágrimas, pero era mi manera de sanar.

Tras un baño reparador, decidí ponerme un vestido fresco y dejarme el cabello mojado porque no tenía ánimo para secarlo. El estómago me ardía a causa de la falta de ingesta de comida, por lo que fui a la cocina a comerme una fruta.

—Hasta que te dignas en salir de esa habitación, holgazana —espetó mi suegra cuando entró en la cocina. Supuse que se estaba quedando en la casa por más tiempo del que solía hacer debido al cachorro.

Me giré en su dirección, pero verla con el hijo de Roan en brazos me dejó sin palabras. Tras unos segundos que me parecieron eternos, respiré profundo para recuperar la compostura y me aclaré la garganta.

—Buenas tardes, Greta —saludé con sarcasmo y seguí comiendo la manzana que había tomado de la canasta de frutas, situada en el centro de la mesa donde solían comer los sirvientes.

—Eres una cínica. Mírate, te la pasas todo el día holgazaneando. Por eso Roan te cambió por una mujer que sí vale la pena. ¡Mira qué hermoso y saludable nació mi nieto! —Noté la burla en su expresión mientras me restregaba al cachorro en la cara.

«Gracias a mí», pensé las palabras que no me atreví a pronunciar.

Ella lo miraba con mucho orgullo y cariño. Era consciente de que mi cachorro no habría recibido ese amor de su parte, pero ya no importaba porque no existía.

—Yo estaba embarazada del hijo de Roan. Mi cuerpo se está recuperando de esa pérdida y del desgaste que tuve al usar mi habilidad de la manera en la que lo hice, por eso he estado encerrada en mi habitación. ¿Sabía que Roan es el asesino de mi cachorro? Él prefirió a ese niño y a su amante por encima de mi bienestar y el de nuestro hijo. ¿Cree que me importa que el asesino de mi bebé me haya cambiado por otra zorra de su calaña? Yo no siento más que desprecio por él, señora.

Me quedé congelada al darme cuenta de que no pensé lo que dije, sino que esas palabras en realidad salieron de mi boca. De verdad me atreví a decirle a esa señora todo lo que me había torturado en esa semana de sufrimiento.

—¿Quién te crees que eres para hablar así de mi hijo, quien a su vez es el alfa de esta manada? ¡Tu alfa! —Cuando ella gritó lo último, el bebé se espantó y empezó a llorar.

—No por mucho. —No le di tiempo a procesar mis palabras porque salí de la cocina a toda prisa y con la adrenalina a mil. No me siguió ni me gritó ofensas como solía hacer, supongo que decidió calmar a su nieto en su lugar.

En la sala, verifiqué lo mucho que me temblaban las manos y que el corazón me latía muy rápido y con palpitaciones intensas. Yo nunca me defendía de esa señora ni de nadie, debido a que sentía que les debía mi sumisión porque me rescataron y me dieron un techo en su manada.

A Roan lo amaba tanto que le permití su trato brusco y cargado de indiferencia, esperando que él estuviera listo para cumplir su promesa de amarme como me merecía.

Su amor lo recibió otra. Debí sospecharlo cuando esa mujer regresó a la manada y Roan se quedó mudo delante de ella, gracias al parecido con su difunta mate.

Nunca pude entenderlo, ¿Roan la amaba a ella o a quien le recordaba? ¿Cómo se atrevió esa mujer a meterse con quién fue pareja de su hermana? Esa arpía me daba asco, al igual que Roan.

—Hasta que por fin puedo verte.

Me quedé inerte en mi lugar porque no estaba lista para ese enfrentamiento, aunque pensaba que sí. Era Roan quien había entrado en la sala y a quien todavía le estaba dando la espalda porque no me atrevía a enfrentarlo. ¿Por qué tenía que afectarme tanto su presencia?

—T-Tenemos que hablar —tartamudeé asustada y, por alguna razón, avergonzada. Todavía no me atrevía a voltearme. A veces deseaba que nada de lo ocurrido fuera real y mantener la esperanza de un futuro bonito con Roan.

—Estoy de acuerdo. ¿Vienes a mi estudio, por favor? —respondió con tanta calma que me aturdía.

¿Cómo podía estar tan tranquilo después de todo lo que pasó? ¿No le afectaba en nada mi pérdida o el hecho de que yo descubrí su traición y engaño? Su actitud me hacía preguntarme si ese hombre tenía sentimientos o empatía, al parecer no era así.

Asentí; solo eso hice porque las palabras se quedaron trabadas en mi garganta y las lágrimas amenazaban con delatar mi debilidad, pese a que Roan no podría verlas. Esperé a que él caminara para seguirlo y en todo el trayecto no me atreví a levantar el rostro.

Una vez adentro, Roan aseguró la puerta y se sentó en su escritorio. El silencio tomó protagonismo. Sentía que me asfixiaba debido a la tensión y que necesitaba escapar de allí lo antes posible, esa fue la razón para encararlo.

Sus ojos negros me miraron con una frialdad que me dolió. No podía ser más carente de dignidad, ¿todavía esperaba algo de él? ¿Se podría ser más ingenua y tonta?

—¿Cómo te sientes? Veo que te has recuperado —comentó el hipócrita.

—Saltémonos la parte en la que finges que te importo y vayamos al grano, por favor. —Me sorprendió lo frívola que sonó mi voz y Roan tampoco disimuló su asombro.

Ojalá pudiera herirlo con mis palabras e indiferencia; quería que sintiera, aunque fuera una pizca de mi dolor. Es lo que se merecía de mí: desprecio. No el amor que me hacía actuar como estúpida ni la calidez que siempre le brindé.

—Por supuesto que me importa tu bienestar, Zebela... —Me pareció que fue la primera vez que escuché a Roan titubear.

—Roan, por favor, no estoy de humor para escuchar estupideces.

—Te has vuelto muy insolente, querida. Qué no se te olvide a quien te estás dirigiendo.

Reí sin gracia y lo miré con odio.

—Sé quién eres. Tú, Roan, eres mi enemigo. Eres el causante de la muerte de mi cachorro. Te veo y solo me produces asco y desprecio. ¿Para qué quieres a un enemigo en tu manada?

—¿Qué estás insinuando? —Él se levantó de su asiento con ese porte amenazante que me hizo tragar pesado.

Roan era el lobo más alto de la manada y su cuerpo ancho y musculoso lo hacía lucir intimidante, pero atractivo y deseable a la vez. Donde quiera que llegaba captaba la atención por su imponente figura y la belleza en sus facciones.

Su encanto viril lo hacía ser muy codiciado.

Él se echó un mechón del cabello negro hacia atrás, se relamió los labios y se acercó a mí. Su perfume inundó mis fosas nasales y el calor que emanaba de su cuerpo grande rozó el mío. Estaba tan cerca que empecé a temblar de los nervios.

—M-Me voy de tu lado, Roan... —dije sin más, pero odié que la voz me saliera temblorosa.

La mirada de Roan brillaba de una manera que me desorientaba. Él trató de romper la poca distancia entre nuestros cuerpos, pero reculé hasta que no había escapatoria y quedé atrapada entre él y la pared.

Sentía que moriría.

Todo su ser gritaba peligro y la manera en la que me aprisionaba me estaba confundiendo. No quería su cercanía, pero al mismo tiempo, estaba disfrutando de sentir su cuerpo pegado al mío y lo dulce que me pareció la mezcla de nuestro calor y fragancia. Todas mis emociones eran contradictorias e intensas.

—¿Qué dijiste, Zebela? —Me retó con la mirada.

Yo sentía que perdía las fuerzas y hasta olvidé cómo respirar. No era posible que ese hombre me afectara de esa manera después de todo el daño que me hizo.

Tragué pesado y suspiré profundo antes de responder porque quería sonar segura. No permitiría que me intimidara más ni que me confundiera con su encanto.

—Me voy de Zafiro, Roan. Te dejo libre para que seas feliz con tu nueva familia. Me voy de tu lado, como debí haberlo hecho hace mucho tiempo atrás.

Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo