Capítulo 3

El silencio reinó en el pasillo mientras Roan esperaba por una explicación. Me pareció irónico, dado que era yo quien debía estar demandando una.

—Esta insolente fue a molestar a tu hijo y se atrevió a faltarnos el respeto. —Fue Greta quien rompió el silencio porque yo no fui capaz de articular palabras. ¿Por qué no pude siquiera moverme? Odié ser tan cobarde.

—Zebela, ¿qué sucede? —ignoró a su madre y se dirigió a mí con una calma no muy propia de él. ¿Será que se sintió culpable por todo el daño que me estaba haciendo?

—R-Roan... —Fue lo único que pude expresar antes de estallar en llantos.

¡Qué patética! Me sentía un ser inútil en ese momento.

—Ven conmigo. —Él se me acercó y me cargó entre sus brazos, como si justo acabara de descubrir mi fragilidad. Por supuesto, la joya de mi suegra empezó a pelear detrás de él.

—Necesito hablar con mi esposa a solas —le dijo Roan como si ella no estuviera a punto de sufrir un colapso, acto seguido, le cerró la puerta de mi habitación en la cara—. Veo que no has comido nada —comentó cuando descubrió la bandeja del desayuno que me había traído Lidia, reposando sobre la mesa de noche.

—No tengo apetito —me limité a decir. Sentí alivio cuando Roan me colocó en la cama con delicadeza porque en ese momento su cercanía me turbaba.

—Debes comer, estás muy débil. —Él tomó el plato con la fruta y trató de alimentarme, pero yo me negué. ¿Qué se creyó? Después de todas las humillaciones por la que me estaba haciendo pasar, ¿venía con todo su cinismo a comportarse como el esposo protector?—. Come un poco, por favor.

—Tu amante y tu hijo están bien, así que ya no me necesitas. ¿Por qué finges que te preocupas por mí cuando te convengo más muerta? Yo estorbo en este lugar.

—Deja de decir estupideces —masculló indignado.

¿Es en serio?

—¿Estupideces? Yo siempre te he respetado y admirado, al punto de no exigirte nada. Tú, en cambio, me has tratado como si yo fuera una carga en tu vida. Si no me amabas, ¿por qué me tomaste como a tu Luna? Yo nunca te lo pedí.

Los recuerdos vinieron a mí para recordarme que fui una estúpida que se dejó seducir por un hombre que nunca me vio como mujer. En tres años, no había cumplido con sus deberes conyugales, sino hasta dos meses atrás, que fue cuando quedé embarazada de...

Las lágrimas se tornaron más abundantes y de momento sentí que me asfixiaba.

—Llamaré a Lidia para que te dé de comer —dijo con frialdad y devolvió el plato a la bandeja. Si antes me sentía mal, en ese momento creí que moriría de dolor. No le importaba a Roan; él ni siquiera se inmutó al ver mi tristeza.

—¡Vete con tu nueva familia! Disfruta de ellos mientras me destruyes. Disfruta de tu hijo a costa de la sangre de mi cachorro. Disfrútalos, ya que te costaron la vida de nuestro bebé. ¡Te odio! ¡Tú mataste a mi hijo! ¡Te odio, Roan!

—Estás muy alterada, hablaremos luego.

Y se fue...

Él me dejó aquí destrozada sin siquiera darme una explicación o pedirme perdón. Solo se fue.

¿Iría a verlos a ellos?

Pude imaginarlo: Él entraría a la habitación y su rostro se llenaría de felicidad. Luego se acercaría a ella y le daría los besos en la boca que a mí siempre me negó. Tomaría a su bebé en brazos como no lo haría con el mío, y le diría lo feliz que era por tenerlo; luego le daría un beso en la frente y lo acurrucaría en su calor.

Mi cachorro nunca sería acurrucado o besado. Mi cachorro ya no existía y a Roan no le importaba en lo más mínimo. 

Lloré por lo estúpida y masoquista que había sido en todo ese tiempo. Me creí que el amor eran las migajas frívolas que Roan me daba y esperé paciente por él. Me esforcé tanto para lograr que me amara como había hecho con su difunta mate, pero nada funcionó y él me traicionó de la manera más baja y cruel que un esposo podría hacerlo con su pareja.

Pero ¿qué más podría esperar si tenía que aferrarme a lo único que tenía? Estaba sola y triste, por lo que ser la Luna de zafiro me daba cierto sentimiento de pertenencia.

Yo apenas tenía diecisiete años cuando lo perdí todo. Mis padres siempre me protegieron y ocultaron mi verdadera naturaleza para evitar que me raptaran. Ellos hacían su mayor esfuerzo, incluso me pintaban el cabello de negro para evitar que mi exótico color rosa pálido llamara la atención; sin embargo, era difícil pasar desapercibida debido a mi belleza.

Lo más temido por ellos llegó cuando fui descubierta por una manada de salvajes. Ellos nos atacaron y asesinaron a mis padres. A las pocas mujeres que quedamos nos llevaron para usarnos como esclavas sexuales; sin embargo, Roan y sus hombres nos rescataron a tiempo.

Dada mi naturaleza, el padre de Roan me acogió como a su más preciado tesoro y, tras Roan perder a su mate, él me tomó como su Luna.

Los toques en la puerta rompieron el hilo de mis pensamientos. Mi voz sonó muy débil cuando pregunté quién era, pero en vez de recibir una respuesta, percibí la puerta abrirse y los pasos intrusos acercarse a mí.

—Zebela, si te queda un poco de dignidad, te irías lejos de esta manada. —No era necesario abrir los ojos para saber de quién se trataba, así que no hice nada para mirarla, al fin y al cabo, no tenía fuerzas para ello—. ¿Sabes por qué estoy viviendo en esta mansión? Porque Roan me reconocerá ante todos como la nueva Luna y me marcará, cosa que no ha hecho contigo.

» Pero como su padre cree que él te necesita para bendecir la manada, Roan piensa mantenerte acá encerrada. Solo te usará para no tener problemas con su padre. Yo, como mujer, no soporto ver que te utilicen de esa manera tan baja. Es por eso que deseo tu libertad.

Sus palabras eran como alfileres que se me clavaban en el corazón y lo hacían sangrar. No sabía qué tan cierto era eso de que Roan le daría el lugar de Luna a Kapria, pero ¿no tendría sentido? Después de todo, ella le acababa de dar un heredero y estaba durmiendo junto a mi marido. De repente entendí porque él nunca me marcó, es que estaba guardando su marca para su amante.

—Maldito Roan, te arrepentirás del todo el daño que me estás haciendo —balbuceé, antes de caer en la inconsciencia.

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