Las lobas wosa somos consideradas una bendición en las manadas, un tesoro invaluable que todos desean tener. Nuestro corazón noble nos convierte en la presa perfecta de cualquier cazador ambicioso y malvado.
Dolió saber que eso fui para Roan. Un trofeo que usó a su conveniencia.
Tras vivir la horrible experiencia de perder a mi cachorro, estuve inconsciente por varios días donde me mantuve soñando con Roan y todos los momentos que tuvimos juntos.
Mis sueños eran mis recuerdos...
—Señora Zebela, ya despertó —La voz de la mucama hizo que terminara de abrir los ojos. Me los froté para recuperar claridad en mi visión.
—Me duele la cabeza... —me quejé.
—Le traje un analgésico. Debe comer, aunque sea un pedazo de fruta antes de ingerir el medicamento, ya que no ha comido nada en tres días. Mire, le traje su ensalada de frutas de todas las mañanas —dijo Lidia con voz suave. Pese a que ella era una empleada que solo hacía su trabajo, era la única persona que no me miraba con desprecio en la mansión de Roan.
—¿Tres días? —dije sorprendida, entonces las imágenes tortuosas invadieron mi mente—. ¡Mi bebé! —grité desesperada y me toqué el vientre por instinto.
Miré a Lidia esperanzada de escuchar que mi cachorro estaba bien, pero la manera en que bajó la mirada me dio a entender que aquella pesadilla fue real, perdí lo único que me unía a Roan, mi inocente y preciado bebé.
Las lágrimas brotaron como torrente y fueron acompañadas por mis gritos y sacudidas.
Mi cachorro...
—¡¿Qué es todo este escándalo?! —La puerta fue abierta de forma repentina y con brusquedad por mi suegra, quien me miró con el mismo desprecio de siempre—. ¿Te has vuelto loca? Te has pasado estos días aquí tirada como la estúpida holgazana que eres y para colmo haces tremendo desorden. ¡Cállate ya, inservible! ¿Acaso pretendes despertar a mi nieto?
¿Qué? ¿Escuché bien? ¿Su nieto?
Roan no me humillaría de esa manera, ¿verdad? Él no traería al hijo de su amante a la casa...
Escucharla agudizó mi sufrimiento por lo que el llanto se tornó más ruidoso. No me importaba si eso despertaba al hijo bastardo de Roan, estaba destrozada y no podía controlarme. Yo perdí a mi bebé mientras que la amante de Roan disfrutaba de todos los privilegios que me pertenecían a mí.
—¡Maldito Roan, te odio! —vociferé, aunque maldecir al alfa mereciera castigo.
—¡¿Qué dijiste, malnacida!? —Greta, mi suegra, empezó a cachetearme con furia—. ¡¿Te atreves a ofender a tu alfa?!
Ella me golpeaba y me jalaba el cabello sin piedad, como si yo no estuviera débil de salud. De repente, el llanto de un bebé estalló en mis oídos y me quedé congelada en mi lugar. Si ese cachorro se escuchaba tan cerca, eso solo podría significar que...
No sabía de dónde había sacado las fuerzas, pero empujé a la madre de Roan y salté de la cama. Necesitaba confirmar que esa mujer y ese niño no estaban en la habitación de mi esposo; necesitaba aguardar una pizca de esperanza de que tal vez Roan solo cometió un error del que estaba arrepentido. Él no me ofendería de esa manera, ¿cierto?
Los gritos de odio y las palabras hirientes de mi suegra no me detuvieron, tampoco el hecho de que estaba muy débil y mareada. Todo mi ser gritaba por descubrir el verdadero valor que tengo para Roan.
Tiré de la puerta como nunca lo habría hecho si no fuera por esta fuerza interior que controlaba mi prudencia, pero me arrepentí en el instante en el que descubrí a esa mujer en la cama de mi marido y una cuna al lado. Una mucama trataba de calmar al bebé que lloraba en sus brazos mientras la amante de Roan se quejaba de que le dolía la cabeza.
—Tiene que darle el pecho... —dijo la empleada asustada por mi intromisión. Ella trató de ignorarme, como casi todos en esta casa, mas supongo que ver a la esposa de tu señor mientras atiendes a la amante y a su hijo no es algo que se pase desapercibido.
—Dame al heredero de Roan —ordenó Kapria con burla. Era obvio que buscaba herirme con sus palabras—. Hola, Zebela. Tengo que agradecerte por habernos salvado la vida; si no fuera por ti, mi bebé y yo estaríamos muertos. Siento que te haya afectado tanto en tu salud; no obstante, estoy segura de que Roan te recompensará por tu generosidad.
Las lágrimas brotaron sin que pudiera evitar ser vista. Me molestaba lucir destruida delante de esa mujer, pero es que no tenía fuerzas para disimular el daño que me estaban haciendo. Si ella iba a vivir en nuestra casa con su bebé, ¿qué pasaría conmigo? Ya Roan había formado una familia con Kapria, por lo que yo salía sobrando.
—¿Qué haces aquí? —Fue lo único que pude articular mientras la mirada se me perdía en el cachorro que se alimentaba de su madre. Recordé que yo llevaba vida en mi vientre tres días atrás y que así estaría con mi bebé dentro de varios meses si no me lo hubieran arrebatado. Sentí rabia porque era muy probable que nunca viviera esa experiencia que mi rival disfrutaba con expresión victoriosa.
Yo debería estar en esa cama y no ella. Yo debería ser a quien Roan protegiera y amara.
—Tu pregunta ofende, Zebela. —La burla denotaba en todos sus gestos—. Soy la mujer que Roan ama y la madre de su único cachorro, ¿dónde más voy a estar? Pronto seré la única señora de esta casa y la luna de Zafiro, así que deberías pensar en tu futuro, Zebela.
La rabia se apoderó de mí, pero controlé las ganas de arrancarles las greñas a esa intrusa por causa del bebé que tenía en brazos. Ese cachorro era inocente y no merecía pagar las consecuencias de los actos malvados de su madre.
Derrotada y con el corazón herido, salí de la habitación mientras la risa burlesca de mi rival se repetía detrás de mí. Mis pasos eran débiles en medio del pasillo donde me encontré a Greta junto a Lidia.
—¿Confirmaste lo que era obvio? Mi hijo no te ama a ti, solo eres una intrusa sin ningún valor. Roan se casó contigo porque esa fue la condición que le dio su padre para cederle el puesto de alfa. Tú no eres nadie en la vida de mi hijo, Zebela.
Noté la satisfacción en su rostro, lo mucho que disfrutaba hacerme sufrir. ¿Por qué? Nunca le di razones para que me odie.
«Vales mucho, Zebela», recordé las palabras de mi madre y eso fue suficiente para repeler los insultos de esa víbora. Yo no era lo que ella decía, como tampoco tenía por qué soportar tantas humillaciones.
Me levanté con indiferencia y la miré directo a los ojos.
—No me importa lo que piense de mí. Me da asco que una mujer apoye el comportamiento vergonzoso y sin escrúpulos de su propio hijo. Con razón Roan es tan patán, si fue criado por una víbora venenosa como usted.
La cachetada que me atinó me hizo tambalearme debido a mi debilidad física, mas traté de mantenerme firme.
—¡Insolente! ¿Cómo te atreves a responderme de esa manera? ¿Acaso se te olvida tu lugar? Espera a que regrese Roan para que veas. Irás al calabozo por tu mal comportamiento.
—¿Qué sucede aquí? —La voz autoritaria de Roan me erizó todos los vellos del cuerpo e hizo que mi corazón bombeara la sangre más rápido. Bastó saberlo detrás de mí para que se me fuera la valentía; ante él, solo era un animalito maltratado y asustado que se sentía incierto acerca de su futuro.
El silencio reinó en el pasillo mientras Roan esperaba por una explicación. Me pareció irónico, dado que era yo quien debía estar demandando una.—Esta insolente fue a molestar a tu hijo y se atrevió a faltarnos el respeto. —Fue Greta quien rompió el silencio porque yo no fui capaz de articular palabras. ¿Por qué no pude siquiera moverme? Odié ser tan cobarde.—Zebela, ¿qué sucede? —ignoró a su madre y se dirigió a mí con una calma no muy propia de él. ¿Será que se sintió culpable por todo el daño que me estaba haciendo?—R-Roan... —Fue lo único que pude expresar antes de estallar en llantos.¡Qué patética! Me sentía un ser inútil en ese momento.—Ven conmigo. —Él se me acercó y me cargó entre sus brazos, como si justo acabara de descubrir mi fragilidad. Por supuesto, la joya de mi suegra empezó a pelear detrás de él.—Necesito hablar con mi esposa a solas —le dijo Roan como si ella no estuviera a punto de sufrir un colapso, acto seguido, le cerró la puerta de mi habitación en la cara
Allí estaba yo, acurrucada en una orilla de la lujosa pared, sentada en el piso frío y pulido mientras me abrazaba las piernas y lloraba mi desdicha.—¿Cómo te llamas? —me preguntó él con su voz imponente de alfa, pese a que todavía no había sido nombrado como tal, pero Roan lo llevaba en la sangre. Estaba tan asustada que solo sollocé—. No te haremos daño, chiquilla. ¿Acaso no te salvamos de esos rufianes?Por primera vez desde que fui traída a esta manada, miré a Roan a los ojos. En ese entonces, él tenía veinticinco años y yo solo era una cachorra adolescente; sin embargo, su belleza cargada de misterio y peligro me prendó y ese día supe que mi corazón estaría ligado al suyo.Lo amé en secreto por dos años en los que tuve que verlo ser feliz con su mate. Traté de no pensar en él y decidí ignorar cuánto lo amaba. No me alegré para nada cuando ella murió, en especial porque verlo destrozado me ponía muy triste.—Zebela, hace un año perdí a mi pareja y tú ya tienes la edad suficiente
Después de que regresé de mi paseo, entré a la ducha y me di un largo baño donde pensé mejor en mi futuro. Cada segundo que transcurría, la idea de dejar la manada me parecía menos descabellada y una solución a mi desdicha.—Te dejaré libre, Roan. Podrás ser feliz con tu nueva familia... —dije mientras lloraba. Me permitiría ese último momento de debilidad, lloraría por Roan esta vez para no volverlo hacer más. Es lo que esperaba. Sabía que él no se merecía mis lágrimas, pero era mi manera de sanar.Tras un baño reparador, decidí ponerme un vestido fresco y dejarme el cabello mojado porque no tenía ánimo para secarlo. El estómago me ardía a causa de la falta de ingesta de comida, por lo que fui a la cocina a comerme una fruta.—Hasta que te dignas en salir de esa habitación, holgazana —espetó mi suegra cuando entró en la cocina. Supuse que se estaba quedando en la casa por más tiempo del que solía hacer debido al cachorro.Me giré en su dirección, pero verla con el hijo de Roan en bra
Los ojos de Roan me observaban con un brillo espeluznante que se me hizo imposible descifrar. Su porte estoico, la leve línea que su ceño casi fruncido le formó en la frente, la oscuridad en su mirada y esa expresión carente de emoción ocultaba si mis palabras le afectaron o no.Quería saber qué pasaba por su mente en ese momento, por lo que su silencio me puso más nerviosa de lo que ya estaba.«Di que me dejarás ir, por favor», pensé esperanzada de que Roan fuera consciente de que ya no había lugar para mí en esta manada, mucho menos en la casa que compartimos por tres años.—Sobre mi cadáver —soltó al fin.Sentí un escalofrío recorrerme en el instante en que habló.—No tiene sentido que me quede en este lugar. ¿Para qué me quieres aquí? ¿Es por tu padre? Él entenderá que amas a Kapria y que ustedes formaron una familia.—Eres mi Luna, Zebela, no puedes irte de aquí, ya que tienes una responsabilidad de peso con la manada. Te he dejado descansar porque estabas delicada de salud, pero
Esa mañana me había levantado positiva y llena de esperanzas. Me compraría un lindo vestido y prepararía el almuerzo de Roan para llevárselo a su trabajo.Paseé feliz por las calles de la manada mientras visitaba tiendas y mercados. No solo me compré un lindo vestido azul, también la colonia favorita de Roan que se mezclaba con el olor natural suyo y lo hacía irresistible al olfato. Después de eso, me abastecí de los ingredientes que usaría para su almuerzo.Solo me tomé dos horas en las compras, por lo que llegué a tiempo a casa para cocinar su comida favorita.—Espero que te guste, amor mío. ¿Será que hoy sí me atrevo a besarlo? ¿Se enojaría? —fantaseaba mientras cocinaba. Sentía mis mejillas arder con tan solo imaginar los labios de Roan sobre los míos—. ¿Cómo se sentirá ser besada? Tenemos un año de casados y yo todavía no sé a qué saben tus labios.Con ese pensamiento terminé de preparar la comida y las organicé muy elegantes. Me bañé rápido y me puse el vestido nuevo, luego me h
Manada Luna roja, región de los hombres lobos híbridos.Bastian¡Maldición!¿Era esto real? La sangre de alguien tenía que correr sí o sí.—¡¡Son unos inútiles!! —grité airado y a punto de arrancarle la cabeza a uno de estos imbéciles—. ¿De qué mierda me sirven si no pueden hacer algo tan sencillo como eso? ¿Era tan difícil traer el jade a donde pertenece?—Lo sentimos, Alfa —se disculpó el guerrero encargado de la misión—. No esperábamos tal emboscada. Es que, ¿quién podría atreverse a desafiarlo? Todos le temen, por lo que nos confiamos y no tomamos las medidas de seguridad necesarias.—¡En la confianza está el peligro, imbéciles! Ah, pero el maldito responsable me va a pagar con su vida. Díganme que por lo menos tienen el nombre del gusano que se atrevió a robarme. —Mis dientes rechinaron en una sonrisa despiadada y llena de sed de venganza.Mis hombres temblaron al enfrentarse a esa mirada transformada en pura maldad, como si no estuvieran acostumbrados a ver lo tenebroso que solí
Caminé en dirección a la oficina de Roan sin importarme que la secretaria me dijo que él estaba ocupado. Sin pensarlo dos veces, abrí la puerta y me crucé de brazos ante la mirada de asombro de Roan, el gamma y algunos de sus hombres que allí se encontraban.—¿Qué sucede aquí? ¿Por qué entras a mi oficina sin a anunciarte? —reclamó él, pero antes de que pudiera responderle, la secretaria se apareció de repente y se adelantó a comunicarle:—Le dije que estaba ocupado, pero ella siguió adelante, Alfa. Ni siquiera me dio tiempo de detenerla. Le pido disculpas.Entorné los ojos y miré a Roan molesta.—¿Ya te dijo el Gamma lo que hicieron? —interpelé, captando la completa atención de mi marido.Él le hizo señas a la secretaria para que saliera, quien obedeció nerviosa y cerró la puerta tras sí. Por mi parte, mantuve mi porte imponente mientras observaba a los hombres de Roan.—Me imagino que el bocón de Dan te fue con el chisme —respondió Roan con una sonrisa maliciosa.—Dime que es una eq
La luz de la luna me brindaba energía que de alguna manera reconfortaba mi soledad. Sobre un risco rocoso y frío, me preguntaba si existían más personas parecidas a mí.A veces me sentía un fenómeno. Bueno, es lo que era, ¿no?«Asesino», resonaba en mi mente todos los días, cada vez que me encontraba en mi soledad. Eso era, un ser malvado y despreciable.Otra vez mi cabeza jugueteaba con uno de los tantos recuerdos del pasado, donde mi yo cachorro se encontraba frente al hombre que siempre me odió.Desde que tuve uso de razón fui orgulloso, por lo que trataba de no llorar y nunca lo hice, así que no sabía qué se sentía rendirse al llanto. Nunca había salido de mí una lágrima que no fuera de risa o cansancio al bostezar.Por más dolorosas que fueran las palabras de mi padre, jamás me mostré débil ante él.«Alfa, encuéntreme en la cantina», me invitó Janor por medio del vínculo. Exhalé un suspiro y regresé a casa. Cuando cambié de forma, entorné los ojos al notar mi cuerpo semi desnudo