Eliana Álvarez y José Manuel Altamirano fueron una pareja marcada por la traición y el engaño. En su juventud, compartieron un amor intenso y un proyecto universitario prometedor, pero todo se derrumbó cuando José Manuel, manipulado por Samantha, la mejor amiga de Eliana, creyó que ella le había sido infiel. Cegado por el rencor, la apartó de su vida y borró su nombre del proyecto que juntos habían construido. Lo que José Manuel nunca supo fue que Eliana estaba embarazada. Desesperada, intentó contactarlo, pero él la ignoró. Días antes de dar a luz, sufrió un accidente y, al despertar, le informaron que su bebé no había sobrevivido. Lo que jamás imaginó fue que Samantha había estado detrás de todo: para asegurarse de que Eliana desapareciera, la engañó y abandonó al recién nacido en un callejón. Aquel bebé, sin que nadie lo supiera, fue encontrado por el propio José Manuel, quien, sin conocer su verdadera identidad, lo adoptó y lo crió como su hijo, llamándolo Samuel. Años después, José Manuel está comprometido con Samantha y ha dado a Samuel una vida llena de comodidades, sin notar el temor silencioso que el niño siente hacia su madre adoptiva. El destino vuelve a unir a Eliana y José Manuel de la forma más inesperada cuando ella, sin saberlo, salva a Samuel de un accidente. Desde ese momento, el niño se aferra a ella con una ternura inexplicable, despertando en Eliana una conexión que no puede comprender. Eliana, apesar de intentar alejarse, el niño la busca con insistencia, como si su corazón reconociera lo que la vida les arrebató. A medida que los secretos del pasado emergen, Eliana se enfrentará a la verdad más desgarradora de todas: su hijo nunca murió. Solo que el destino lo puso en las manos equivocadas… hasta ahora.
Leer másIsaac sintió que el aire se le escapaba del pecho. Sus manos temblaban mientras apretaba el teléfono con fuerza, como si aferrarse a él pudiera evitar que la realidad lo golpeara con más fuerza.—Dime qué pasó… —murmuró, su voz apenas un susurro cargado de angustia.José Manuel cerró los ojos un momento antes de responder.—Fue atropellada.Isaac sintió que su cuerpo se tensaba de inmediato.—No… No puede ser… —susurró, negando con la cabeza, aunque nadie pudiera verlo.—Está estable, pero la situación fue crítica. Tuvo que ser operada de urgencia por un hematoma en el cerebro —continuó José Manuel, con un tono que intentaba ser sereno, pero que no podía ocultar la preocupación—. Perdió la memoria…Isaac sintió un escalofrío recorrerle la espalda.—¿Qué… qué quieres decir con eso?—Recuerda a todos… menos a mí.El silencio se extendió entre ellos como una grieta que amenazaba con partirlo todo. Isaac tragó en seco, sintiendo una mezcla de alivio y desesperación.—Voy para allá —dijo d
La madrugada avanzaba lenta, y el hospital permanecía en un inquietante silencio. Afuera, las luces de la ciudad titilaban en la distancia, indiferentes a la tormenta de emociones que se libraba dentro de José Manuel.Sentado en el sillón junto a la cama de Eliana, miraba su rostro sereno, su respiración pausada, el suave ascenso y descenso de su pecho. A simple vista, parecía estar en paz… pero él no lo estaba.Había intentado dormir, pero cada vez que cerraba los ojos, la imagen de Eliana en la camilla, rodeada de médicos, los monitores sonando con desesperación, los segundos interminables en los que sintió que la perdía, volvían a atormentarlo.Se frotó el rostro con las manos, sintiendo el peso del cansancio en su cuerpo. Pero no podía rendirse al sueño. No cuando Eliana seguía ahí, sin recordar quién era él.—Te amo, Eliana… —susurró con voz ahogada, apoyando los codos en sus rodillas y entrelazando los dedos frente a su rostro—. No sabes cuánto duele que no me recuerdes…El sile
La noche en Nueva York estaba en calma, pero dentro de la habitación de Isaac, la tormenta se desataba en su mente.El sueño comenzó con una sensación de paz absoluta. Estaba en un jardín hermoso, extenso, con árboles frondosos y flores en tonos vibrantes. El aire era fresco, perfumado con el dulce aroma de las rosas y jazmines. Se sentía liviano, sin preocupaciones, como si el tiempo se hubiera detenido en ese instante perfecto.Frente a él, Eliana sonreía con una luz que parecía rivalizar con el sol. Llevaba un vestido blanco, ligero, que se movía con la brisa. Sus ojos brillaban con la felicidad más pura, y su risa, tan melodiosa, llenaba el espacio con una calidez que hacía que Isaac olvidara todo lo demás.—Es hermoso, ¿verdad? —dijo ella, girando sobre sí misma con los brazos extendidos, como si quisiera abrazar el mundo entero.Isaac la observó con admiración.—No hay nada más hermoso que tú —respondió con sinceridad, acercándose a ella y tomando su mano.Eliana lo miró con ter
José Manuel salió de la habitación de Eliana y caminó por el pasillo del hospital con el teléfono en la mano, tratando de calmar la ira que ardía en su pecho. Su hijo, su pequeño Samuel, lo había llamado aterrado, llorando, por culpa de Samantha.Marcó su número sin dudarlo. La llamada sonó dos veces antes de que Samantha contestara con su tono usualmente dulce.—José Manuel… qué sorpresa —dijo con una falsa amabilidad—. ¿A qué debo esta llamada tan tarde?José Manuel apretó la mandíbula.—¡¿Cómo pudiste decirle eso a Samuel?! —espetó con furia—. ¡¿Cómo te atreviste a decirle que Eliana se está muriendo?!Hubo un silencio antes de que Samantha soltara un suspiro exagerado.—Oh, José Manuel… estás exagerando. Solo le dije la verdad. Es mejor que Samuel sepa cómo están las cosas antes de que sea demasiado tarde. Si Eliana…—¡No sigas! —gruñó él, su paciencia colapsando—. No te atrevas a hablar como si ya estuviera condenada. ¡Eliana no se va a morir!Samantha rió con ligereza, como si t
La noche se sentía más oscura de lo habitual en la casa de José Manuel. Un silencio inquietante llenaba los pasillos, roto únicamente por el sonido entrecortado de la respiración de Samuel en su habitación.Acurrucado en su cama, el niño abrazaba con fuerza su almohada, como si eso pudiera aliviar el torbellino de emociones que lo consumía. Su mente no dejaba de repetir las crueles palabras de Samantha: "Probablemente no sobreviva."—No es verdad… —susurró una y otra vez, como si decirlo en voz alta pudiera convertirlo en realidad.Pero la duda ya se había instalado en su pequeño corazón.Se removió en la cama, sintiendo un peso en el pecho, como si una mano invisible le apretara el alma. La incertidumbre lo estaba matando. Se cubrió la cara con las manos, intentando detener las lágrimas, pero fue inútil.—Tengo que llamar a mi papá…Se sentó en la cama de golpe y buscó su teléfono en la mesita de noche. Sus dedos temblaban mientras marcaba el número de José Manuel. Llevó el aparato a
El ambiente en la habitación era tenso, cargado de un silencio incómodo entre Alejandro y José Manuel. Solo el sonido constante del monitor cardíaco de Eliana llenaba el espacio, como un recordatorio de que ella seguía allí… pero sin él en su memoria.Alejandro, con los brazos cruzados, observó a José Manuel y finalmente rompió el mutismo.—¿Alguna novedad?José Manuel se pasó una mano por el cabello, visiblemente agotado.—Nada… sigue sin recordarme.Alejandro suspiró y miró a Eliana, su expresión se suavizó al verla descansar.—Al menos está estable. Eso es lo más importante ahora.José Manuel no respondió. Sus ojos seguían clavados en ella, en la mujer que lo había cambiado todo, en la mujer que amaba… y que ahora lo veía como un extraño.Alejandro se tomó el jugo de mango y dejo el postre en la mesita de noche y tomó asiento frente a José Manuel.—Hablé con los médicos —dijo tras unos segundos de silencio—. Dicen que el proceso de recuperación de memoria puede tardar días, semanas
La enfermera se acercó con expresión preocupada, mirando a ambos hombres que esperaban ansiosos noticias de Eliana.—Necesitamos la autorización de un familiar para proceder con una cirugía urgente —informó con tono firme—. Se ha detectado un hematoma cerebral que debe ser drenado de inmediato, de lo contrario, su vida estará en peligro.José Manuel sintió un escalofrío recorrerle la espalda, mientras Alejandro daba un paso al frente.—Yo firmaré —dijo Alejandro rápidamente—.Pero José Manuel no se quedó atrás.—No, yo lo haré.La enfermera los miró con impaciencia.—¿Alguno de ustedes es su esposo o familiar directo?El silencio cayó como un peso entre ellos. Alejandro apretó los puños, mientras José Manuel tomaba aire.—Soy su prometido —mintió Alejandro con firmeza—.José Manuel lo miró con furia, pero antes de poder decir algo, la enfermera revisó el expediente de la paciente y alzó la vista con seriedad.—El contacto de emergencia de la señorita Eliana es el señor José Manuel San
El caos se desató en segundos.—¡Llamen a una ambulancia! —gritó una mujer con desesperación, mientras se arrodillaba junto al cuerpo inerte de Eliana.El sonido de bocinas, pasos apresurados y murmullos horrorizados llenaron la calle. Un hombre trató de abrir la puerta del auto, pero el conductor, con las manos temblorosas, pisó el acelerador y huyó a toda velocidad.—¡Dios mío, se ha dado a la fuga! —exclamó otro testigo, sacando su teléfono para tomar una foto de la placa, pero el auto desapareció en cuestión de segundos.Eliana yacía en el suelo, con los ojos entrecerrados y el rostro pálido. Un hilo de sangre bajaba desde su frente, resbalando por su mejilla y manchando la blusa clara que llevaba puesta. Su pecho subía y bajaba con dificultad, como si cada respiro fuera una batalla.—Se está desangrando… ¡La ambulancia tiene que llegar ya! —la mujer que estaba a su lado le sostuvo la mano, como si con ese simple contacto pudiera mantenerla con vida.Los segundos se sintieron eter
El sonido de los cubiertos chocando suavemente contra los platos llenaba el elegante comedor de la mansión. José Manuel apenas había probado su desayuno, removiendo distraídamente el café en su taza mientras su mente divagaba.Samantha, sentada frente a él, lo observaba con atención. Su rostro reflejaba una mezcla de frustración y vulnerabilidad. Sabía que el hombre con el que había compartido tantos años estaba cada vez más distante, y la incertidumbre la estaba consumiendo.—José Manuel… —dijo finalmente, rompiendo el silencio.Él levantó la vista con expresión impasible, esperando que continuara.—¿Qué va a pasar conmigo? —preguntó con un tono de voz más serio de lo habitual—. No puedes seguir evitándolo.José Manuel dejó la cuchara sobre el platillo con un leve chasquido y exhaló profundamente.—Samantha…—No, déjame terminar —lo interrumpió ella, inclinándose ligeramente hacia él—. Soy tu prometida desde hace años. Todos lo saben. Si me desprecias ahora, si decides dejarme de lad