Inicio / Romance / El niño adorable ¡Es hijo de mi ex! / Capítulo 2: Reencuentro amargo
Capítulo 2: Reencuentro amargo

La respiración de Eliana era irregular, sus manos temblaban de pura rabia. Samuel sollozaba, forcejeando contra el agarre cruel de Samantha.

No lo pensó. No dudó.

Su puño voló directo al rostro de Samantha.

El sonido del golpe resonó en el aire.

Samantha soltó un grito ahogado y, en el impacto, aflojó el agarre sobre el niño. Eliana aprovechó el momento y lo jaló hacia ella, abrazándolo con fuerza.

—Tranquilo, pequeño —susurró, acariciándole el cabello—. Ya estás a salvo.

Pero antes de que pudiera reaccionar, una voz grave y gélida la detuvo.

—¿Qué rayos está pasando aquí?

Eliana sintió que el suelo desaparecía bajo sus pies.

José Manuel.

El solo sonido de su voz le revolvió el estómago.

Cuando levantó la mirada, lo encontró allí, a solo unos metros. Alto, imponente, con esos ojos oscuros que alguna vez la miraron con amor… y que ahora solo reflejaban frialdad.

Por un segundo, sintió que no podía respirar.

Años. Años sin verlo, sin escuchar su voz, sin recordar el pasado que había tratado de enterrar. Pero ahí estaba. El hombre que la traicionó.

Y a pesar de todo… su corazón reaccionó de la peor manera: acelerándose.

Porque José Manuel no era cualquier hombre. Habían construido sueños juntos, habían planeado un futuro. Se habían amado con una intensidad feroz, de esas que consumen el alma.

Había sido suyo. Y ella, de él.

Hasta que Samantha lo envenenó con mentiras. Hasta que él la miró con desprecio en vez de amor.

—¡José Manuel! —Samantha se llevó una mano al rostro y fingió sollozar—. Mira lo que me hizo esa mujer. ¡Me golpeó!

Eliana la miró con desprecio.

Samantha siempre había sido buena actriz.

José Manuel recorrió la escena con la mirada. Sus ojos se detuvieron en Samuel, aún temblando entre los brazos de Eliana.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó con voz tensa.

Samantha fue más rápida.

—Esa mujer me atacó de la nada, me insultó y se robó a Samuel. ¡Siempre ha sido envidiosa, José! No ha cambiado ni un poco.

Eliana apretó la mandíbula. Su descaro no tenía límites.

José Manuel la miró fijamente. Sus ojos oscuros la escanearon, pero su expresión seguía siendo indescifrable.

—Dame al niño —ordenó.

Antes de que Eliana pudiera responder, Samuel se aferró más a ella.

—¡No! —exclamó, su vocecita quebrada—. Ella me salvó.

José Manuel frunció el ceño.

—¿De qué hablas?

Samuel levantó la cabeza, todavía con lágrimas en los ojos.

—Cruzaba la calle… y un carro venía… y ella me salvó.

José Manuel se tensó. Por primera vez, su expresión cambió.

Eliana vio la forma en que su mandíbula se endureció, la sombra de un miedo que cruzó su rostro antes de ser reemplazado por su usual frialdad.

—Eso no cambia nada —dijo con dureza—. Dame a mi hijo.

Eliana sintió la rabia escalar dentro de ella. Ese hombre la había traicionado. Le había arrebatado el futuro por el que tanto trabajaron juntos. Y ahora venía a exigirle que soltara al único ser que realmente necesitaba protección.

Samuel se volvió a ella con ojos suplicantes.

—Ninja… no me dejes ir.

Eliana sintió un nudo en la garganta. Él confiaba en ella.

Pero no tenía elección.

Con el corazón encogido, lo dejó ir.

José Manuel lo tomó con suavidad. Al menos, no era frío con el niño. Sus manos eran firmes pero cuidadosas al acomodarlo contra su pecho.

—Vámonos, Samuel.

José Manuel caminaba con Samuel en brazos, pero su mente estaba en otra parte. Eliana.

Verla después de tantos años había sido como un golpe directo al pecho. No era solo sorpresa, no era solo nostalgia… era algo más profundo, más feroz.

Su rostro, su voz, su presencia… todo en ella seguía causando estragos en su interior.

Pero no era la misma mujer que él recordaba.

La dulzura en su mirada había desaparecido. Ya no tenía esos ojos inocentes y nobles que antes lo miraban con adoración. Ahora eran afilados, feroces, llenos de un fuego que amenazaba con consumirlo. Y, para su desgracia, eso lo volvía aún más loco.

Apretó los labios y desvió la mirada. No podía permitirse pensar en eso. No ahora.

—Papá…

La vocecita de Samuel lo sacó de sus pensamientos. El niño se retorcía en sus brazos, intentando bajarse.

—Samuel, quédate quieto.

—¡No! —protestó él, con sus grandes ojos llenos de determinación—. Quiero despedirme de mi ninja.

José Manuel frunció el ceño.

—¿Tu ninja?

Samuel no respondió. Se zafó con un movimiento ágil y corrió de regreso hacia Eliana.

José Manuel sintió que su corazón se detenía.

—¡Samuel, regresa aquí!

Pero el niño no lo escuchó. Se lanzó contra Eliana, abrazándola con todas sus fuerzas.

Eliana apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que un par de bracitos rodearan su cintura con desesperación.

—No quiero irme sin ti —susurró Samuel contra su vientre.

Eliana sintió un nudo en la garganta. Sus manos temblaron cuando correspondió el abrazo, acariciándole el cabello con ternura.

—Samuel…

El niño alzó la mirada hacia ella y luego miró de reojo a Samantha, con el ceño fruncido.

—Quiero que sigas siendo mi ninja… para que me protejas de ella.

José Manuel sintió que algo se rompía dentro de él.

Samantha, por su parte, palideció.

—¡Samuel! —exclamó con falsa dulzura—. No digas cosas sin sentido.

Pero José Manuel no le prestaba atención. Sus ojos estaban fijos en Eliana y en la forma en que su hijo se aferraba a ella.

Una imagen fugaz cruzó su mente. Eliana y él, años atrás, cuando aún la amaba más que a su propia vida. Cuando creía que iban a construir un futuro juntos.

Cuando pensaba que ella jamás lo traicionaría.

Pero lo hizo.

O al menos, eso fue lo que siempre se había repetido para justificar su odio.

Un nudo se formó en su garganta al recordar aquella tarde en el laboratorio.

Samantha había llegado corriendo, con el rostro compungido y los ojos llenos de una tristeza casi ensayada.

—José Manuel… —su voz tembló mientras tomaba aire— No sé cómo decirte esto, pero tienes que saber la verdad.

Él frunció el ceño.

—¿De qué hablas?

Samantha tragó saliva y, con aparente pesar, sacó su celular y se lo extendió.

—De ella.

José Manuel tomó el teléfono con el ceño aún más fruncido y, cuando sus ojos se posaron en la pantalla, sintió que le arrancaban el suelo bajo los pies.

Eliana. Dormida en una cama desconocida. Semidesnuda. Un hombre junto a ella, abrazándola.

El aire le quemó los pulmones.

—No… esto… —susurró, sin poder creerlo.

Samantha bajó la mirada, fingiendo angustia.

—Siempre sospeché que te engañaba… pero no quería decirte nada hasta tener pruebas. Y ahora… lo siento, José Manuel. Sé que esto debe doler.

Dolía.

Dolía como si le hubieran arrancado el corazón con las manos.

Eliana… su Eliana… la mujer que amaba más que a su propia vida.

Había estado con otro hombre

El nudo en su garganta se volvió insoportable.

Desde ese día, la rabia y el resentimiento lo habían consumido. El odio fue lo único que lo ayudó a seguir adelante.

Pero ahora, al verla…

Eliana alzó la vista, y sus ojos se encontraron con los de él.

En ese instante, todo desapareció.

El ruido de la calle, la presencia de Samantha, incluso la brisa fría de la tarde. Solo quedaron ellos dos, atrapados en una burbuja de recuerdos y sentimientos enterrados.

Y José Manuel se dio cuenta de la cruel verdad.

A pesar de todo.

A pesar del dolor.

A pesar de los años…

Seguía amándola.

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP