46.

Alba

Casi no pude dormir por los nervios de este día, el cual comenzó soleado y deslumbrante. Papá me despertó con un suave beso en la frente y me dijo que desayunáramos. Había preparado tortitas, tocino, huevos y todo lo que me gustaba para comenzar bien el día. Yo, en realidad, no tenía mucha hambre; el pánico me invadía por lo que iba a hacer.

Las cartas para ambos hermanos ya estaban listas, y Nerea había contratado a alguien para que se las entregara a sus correspondientes destinatarios. Yo no podría ir al hotel, simplemente iría a casa de mi madre (quien ya lo sabía todo y me apoyaba) y luego de ahí al aeropuerto, rumbo a mi nuevo destino: España. Lucrecia me estaría esperando en su isla, donde tendría a mi bebé y todo estaría bien.

A pesar de que el plan era perfecto para no fallar, algo dentro de mí dolía de manera desgarradora y deseaba renunciar. Sin embargo, no dejaría que el sentimentalismo lo arruinara todo; Gian y Cristel se irían a la mierda con toda y su locura, y yo
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