51.

Alba

La isla a la que llegamos era muy hermosa, el lugar ideal para pasar una luna de miel, una que, desde luego, ya no tendría. Intentaba no pensar en ello, pero cada vez que dirigía la vista hacia el ventanal frente a mi cama y me topaba con el hermoso mar, era inevitable pensarlo.

Los primeros días fueron muy difíciles; sin embargo, Lucrecia siempre tenía un as bajo la manga para distraerme y que no pensara demasiado en lo ocurrido. Por supuesto que todo su esfuerzo se iba a la mierda en cuanto me quedaba a solas, pero agradecía su enorme esfuerzo.

El contacto con mi familia era poco, dado que la señal no era demasiado buena, además tampoco teníamos internet ilimitado; Lucrecia prefería utilizarlo en cosas muy puntuales y necesarias. Durante los tres primeros días, de verdad me costó, aunque con tantas cosas que hacer y ver, mi necesidad de conectarme con el resto del mundo disminuía de una forma que me sorprendía.

Otra cosa que había notado era que en este lugar ella no fumaba, o
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