52.

Gian

Las palabras de Alba me quemaban con una fuerza arrasadora. No era que hubiera esperado otra cosa, luego de que esa maldita perra se atreviera a dejarme plantado, a engañarme y encima usar mi debilidad en mi contra, pero dolían tanto que me costó mantener la compostura.

La amaba locamente. Teniéndola frente a mí, lo volvía a comprobar. Anhelaba lanzarme sobre ella y suplicarle que olvidáramos todo, que no volviera a huir de mí y que repararía el daño ocasionado. Eso haría que toda mi búsqueda, el tragarme mi miedo al mar y las noches sin dormir, valieran la pena.

Por supuesto, no pasaría. El primer obstáculo era mi orgullo. No iba a perdonar tan fácilmente que me arrebatara la ilusión de esa forma, que huyera con mi hijo, que me humillara frente a todos y encima me fuera infiel con Cristel, aunque fuese solo por venganza. El segundo obstáculo sería el suyo. Alba no me perdonaría jamás lo que había hecho.

Ninguno de los dos tenía perdón ni redención el uno frente al otro. La úni
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