49.

Alba

El avión aterrizó en Madrid durante la tarde. Yo me encontraba bastante cansada y hambrienta, pero por toda la preocupación que mi cuerpo cargaba, no fui capaz de comer nada al llegar al hotel. Me dediqué a dormir, dormir y dormir hasta la mañana siguiente, donde amanecí mareada y, de haber tenido algo en el estómago, habría hecho un verdadero desastre.

No solo era el embarazo lo que me tenía en este estado de perturbación, sino el miedo a todas las implicaciones de lo que había hecho, de imaginar a Gian sufriendo y odiándome más que nunca. Porque lo haría. ¿Quién sería tan idiota para no guardarle rencor a alguien que te dejó plantado en el altar con una carta tan horrible? Había dejado plasmado todo mi odio y mi dolor en esa simple hoja de papel. Si escribirlo fue doloroso, leerlo debía serlo aún más.

Por momentos, en medio de mi llanto, imaginaba lo que habría sido si hubiera decidido quedarme para casarme con Gian. Ahora mismo estaría siendo besada y adorada por él en nuestro
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